Toma el texto, lee con atención, enrábiate… y corre, corre lejos y veloz
Salvador López Arnal
En el último informe educativo de la Comisión Europea, presentado el pasado miércoles 25 de noviembre de 2009 [1], se muestra que, en algunos de los objetivos que la Unión Europea se había fijado para 2010 en materia de educación, España, según datos de 2008, está lejos de alcanzar las finalidades perseguidas. En tres de estas materias: comprensión lectora, abandono escolar y alumnos que acaban el Bachillerato o la FP. La situación mejora en los dos aspectos restantes: en la formación continua en adultos, donde se supera casi en un punto la media de la Europa de los 27, y en el porcentaje de mujeres licenciados el Ciencias Exactas, donde estamos dos puntos por debajo (29,9 frente a 31,9, el 6,5% menos) de la media de la UE 27.
En el caso de los alumnos menores de 22 años que acaban sus estudios de bachillerato o de ciclos formativos (se presupone de grado medio y creo que se incluyen también los de grado superior) el porcentaje en España alcanza el 60%. La media de los 27 países de la Unión Europea es del 78,5% (18,5 puntos más, más del 30% de diferencia). El objetivo pretendido por la Unión Europea para 2010 era alcanzar el 85%.
Item más: el porcentaje de jóvenes españoles que finalizaban estos estudios no obligatorios era del 66% en 2000. En ocho años, de 2000 a 2008, se ha disminuido 6 puntos, un 10% aproximadamente.
¿Qué razones explican esta diferencia entre España y el promedio de los países de la UE 27, este porcentaje sustantivamente menor, esta disminución de jóvenes en estudios preuniversitarios en un período, de 2000 a 2008, antes que estallara con toda su fuerza la crisis actual, de supuesta bonanza económica y, por consiguiente, del correspondiente desarrollo económico y social?
No hay que echar mano de ningún estudio sofisticado, aunque también desde luego, para apuntar algunas hipótesis: no es improbable que la disminución y el bajo porcentaje afecte más a las clases trabajadoras que a las clases medias y dominantes; la derrota política y cultural de la clase obrera se nota también en este ámbito: se transmite menos y con menos fuerza valores que han estado arraigados en las varias tradiciones primointernacionalistas: la importancia de la cultura, del saber, de la formación, sin finalidades de rentabilidad o ascenso social a corto plazo; los referentes culturales y mediáticos que imperan en nuestra sociedad (no muy lejana en este punto, desde luego, de lo que ocurre en otras comunidades póximas): Alonso-Botín, Ronaldo-Florentino Pérez, Mesi-Joan Laporta etc; las dificultades en el estudio que algunos alumnos viven como insuperables dada su experiencia en la enseñanza obligatoria: 30 alumnos (o más) por clase, numerosos niveles de comprensión, deficiencias formativas y lingüísticas de base, imposibilidad de ser atendidos individualmente; padres, madres y tutores con jornadas inacabables que alcanzan las 12 o 13 horas diarias y que apenas permiten atender con tiempo, sosiego y tranquilidad a sus hijos e hijas, sobre todo en tiempos de adolescencia; la insistente llamada, colectivamente coreada, al dinero fácil y rápido y al consumo de automóviles y cachivaches afines que promueve una rápida inserción en el denominado de forma insultante “mercado de trabajo”; la convicción, cada vez más arraigada entre jóvenes estudiantes de clase obrera, de que estudiar no reporta ningún beneficio: ni intelectual ni económico ni posibilita la mejora social. ¿Para qué estudiar dos años de grado medio, un año de preparación para el acceso, dos años más de ciclo superior, si al final el desolado paisaje muestra desiertos laborales o salarios entre 800 y 900 horas en jornadas alargadas a conveniencia del empresario y con contratos en precario que prolongan otros contratos en precario?
Las razones pueden sumarse o incluso multiplicarse. No me extenderé en este punto. Será prudente apuntar e ilustrar una más que tiene que ver con los contenidos y con los presupuestos ideológicos que subyacen a manuales y programas que se imparten en este nivel de enseñanza.
Los alumnos de ciclos formativos cursan, como es sabido, una asignatura denominada “Relacions en l’entorn de treball”, “Relaciones en el ámbito del trabajo”. RET o RAT, por sus siglas. En un manual de ciclos formativos de grado medio y superior editado por la Mc Graw Hill [2], la unidad 2, siguiendo el programa oficial, está dedicado a la temática de “La comunicación en la empresa”. El cuarto apartado de la unidad está dedicado a las “Estrategias y técnicas de comunicación”. El subapartado A se centra en “La comunicación oral y sus técnicas” y el B en la comunicación escrita. Se habla en el último caso de claridad, brevedad, presentación original y corrección gramatical y se pone el ejemplo, inventado por supuesto, de una carta del jefe de personal de una empresa –un hospital, privado desde luego- a una trabajadora, una auxiliar de enfermería.
En el ejemplo se hace referencia a los elementos, anteriormente explicados en el capítulo, que intervienen en todo proceso comunicativo: el emisor, el hospital en cuestión; el receptor, la trabajadora. Se señala la importancia de hacer constar la fecha en los documentos escritos. Se hace referencia a la necesidad de una cortés despedida, de la firma y la indicación del cargo de la persona que signa el documento, de la importancia de un apartado en el que se indique que la trabajadora ha recibido el documento, dejando espacio para su firma, etc, pasando luego al contenido de la carta empresarial. El siguiente:
En el primer punto, se informa que con “esta carta se hace saber que para conseguir una organización eficaz de los recursos de la empresa a partir del 1 de junio –la carta está fechada a finales de abril- su horario de trabajo pasará a ser de 15 a 21 h”. Primer punto: imposición de un cambio de jornada y no de cualquier cambio.
Viene a continuación el “cuerpo” de la carta, donde, al margen, se indica por parte de las autoras del manual que en este punto “se debe explicar con claridad el asunto que se trata”. Ellas lo hacen así: “Le notifico que nos hemos visto obligados a tomar esta decisión empresarial por razones organizativas, de manera que de ahora en adelante dos auxiliares de enfermería trabajarán de 8 a 15 h, otras dos auxiliares de 15 a 22. Dado que usted es la trabajadora con menos antigüedad en el horario de mañana, se ha visto afectada por la nueva organización de los horarios de trabajo de las auxiliares”. Ya está: necesidades empresariales… y punto y aparte.
Este era el cuerpo, decíamos, ahora viene al alma de la misiva que merece también un comentario al margen: “A veces se informan de las alternativas a los acuerdos”. ¿He escrito alternativas? He traducido bien. La siguiente “alternativa” en este caso: “Por ora parte, le informo que, si no está de acuerdo con la decisión que ha adoptado la empresa, puede optar por rescindir su contrato de trabajo. En este caso, la empresa pondrá a su disposición la indemnización correspondiente, de conformidad con el artículo 41 del Estatuto de los trabajadores”.
Esa es la alternativa: que la trabajadora a la que obligan a cambiar imperativamente su horario de trabajo “por necesidades organizativas empresariales” opte, en uso de su sagrada libertad, por la rescisión de su contrato. En la calle, cabemos todos. Eso sí, con indemnización, como señala el estatuto.
¿Algún comentario sobre ello por parte de las autoras aparte de ese “a veces, se informa de las alternativas a los acuerdos? Ninguno. Silencio, didáctico silencio. En el ámbito de lo que no se puede hablar, rige el mudismo.
¿Realismo sucio? ¿Realismo mágico? ¿Principio de realidad? ¿No explicar cuentos a los alumnos para que vislumbren el panorama? ¿Lección rápida del trato mafioso que se verán abocados?
El estudiante-lector de esa carta, de ese tema y de ese ciclo es, en un gran número de casos, trabajador o aspira a serlo y es muy probable que su familia sea una familia obrera que está esperanzada por los estudios de su hijo o hija.
¿Qué puede sentir un joven de esas condiciones cuando le ponen como ejemplo de una comunicación escrita rigurosa, breve concisa, clara, correcta gramaticalmente, una agresión de estas profundidades abismales? ¿Qué es lo sensato en un caso así? ¿Qué es lo más razonable, lo que demuestra que el joven estudiante no ha perdido orígenes ni sensibilidad ni sentido común gramsciano? Efectivamente: leer con atención, con sonrojo in crescendo, gritar al cielo y a la tierra un millón de improperios, mirar con ojos nada afables e impotentes… e irse corriendo veloz a engrosar el porcentaje de estudiantes que no acaban sus estudios de bachillerato o de ciclos formativos mientras piensa para sí: que les den.
[1] Daniel Basteiro, “Europa suspende de nuevo a España en política educativa”. Público, 26 de noviembre de 2009, p. 26.
[2] Eva Escalante Ruiz y Lourdes Gago García, Relacions en l’entorn de treball, Mc Graw Hill, Barcelona, 2005, p. 41.
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