En la muerte del camarada Daniel Bensaïd
Salvador López Arnal
El correo de un amigo me informa del fallecimiento en la mañana de ayer lunes, 11 de enero de 2010, del teórico y activista comunista Daniel Bensaïd. Sin acabarlo de creer escribo esta nota a todas luces injusta con su enorme figura, con su admirable ejemplo.
Profesor de filosofía en la Universidad París VIII, autor de Cambiar el mundo, Marx Intempestivo, Clases, plebes, multitudes, Resistencias, Trotskismos, de una extensa obra filosófica y política: treinta libros y centenares de artículos, Daniel Bensaïd había nacido en Toulouse hacía poco más de 63 años. Fue uno de los líderes estudiantiles del mayo parisino de 68; a diferencia de muchos otros, no se reconvirtió.
Bensaïd era además director de la revista Contratemps. Hace pocos años, en un castellano admirable y afectuoso, me pidió un artículo sobre Sacristán y Althusser. Era un honor para mi, era un honor que hubiera pensado en mí. Me ayudó, me señaló erratas en mis primeros intentos, me sugirió caminos que yo no habría logrado vislumbrar, mejoró en mucho mi contribución. Lo mejor está en su haber. Se lo agradecí; me respondió que era innecesario. Para eso estaban los compañeros
Su muerte me ha cogido leyendo Elogio de la política profana. Tenía intención de entrevistarle para El viejo topo y rebelión. Estas palabras cierran el que creo es su último ensayo:
Así pues, según la sugerencia de Derrida, se trata de insistir en el concepto de emancipación, sin el cual no hay más que una sucesión de hechos diversos. Pero se trata asimismo de extraer todas las conclusiones de la idea .confirmada por la crisis actual del derecho internacional, indisolublemente ligada a la crisis del orden estatal territorial- de que un nuevo avance de la politización obliga a reconsiderar los fundamentos del derecho y a “reelaborar el concepto de emancipación”, aunque para ello haya que buscar con vacilación un nuevo léxico. Para encontrar las palabras, habrá que romper el círculo vicioso del capital global y el fetichismo absoluto de la mercancía. Ello requiere acciones y luchas, un nuevo ciclo de experiencias, la paciente observación de las grietas de la dominación por donde pueda surgir una posibilidad intempestiva, la preparación para “esa decisión excepcional que no pertenece a ningún continuum histórico” y que es lo propio de la razón estratégica.
Paciente observación de las grietas de la dominación; encontrar nuevas palabras; romper el círculo vicioso del capital global; acciones, luchas, un nuevo ciclo de experiencias. Ni que decir tiene que Bensaïd fue uno, es uno, de los que nunca dejó de luchar y pensar. Un imprescindible intempestivo.
Un 10 de enero de 1936, precisamente un 10 de enero de 1936, Miguel Hernández, un poeta comunista que también transitó, escribía una elegía a la muerte de Ramón Sijé. Sus versos finales:
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero
En Orihuela, se le había muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería. En el afable y fraternal ámbito del género humano, la Internacional que él nunca dejó de abonar, se nos ha muerto como del rayo el camarada Daniel Bensaïd, con que quien tanto hemos querido y aprendido.
Que ni en la obra ni en el hacer de este “compañero del alma, compañero” habite nuestro olvido. Intentemos estar a su altura.