Entrevista a Santiago Vega Sombría sobre Comunistas contra Franco
Salvador López Arnal
«En lo que todos los testimoniantes coinciden es en la valoración positiva de su trayectoria militante, aunque no hayan conseguido los objetivos político-sociales propuestos por el PCE.»
Santiago Vega Sombría (Calabazas de Fuentidueña, Segovia, 1964) es profesor de Historia en el IES Diego Velázquez en Torrelodones y de la Universidad Complutense de Madrid. Investigador y divulgador, con exposiciones y documentales sobre la II República y la violencia política durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Entre sus publicaciones destacamos De la esperanza a la persecución (2005), Tras las rejas franquistas (2008), La política del miedo (2011) y Segovianos al servicio de la República (2011).
Enhorabuena por el libro, un libro que deja a nadie indiferente. Surgen cientos de preguntas al leerlo, me centro en algunas de ellas. Una sugerencia: ¡que el lector/a no se salte las magníficas fotografías que habéis incluido, pp. 96 y ss!
Abren el libro unos versos de Celaya. «¡Camaradas!,/ salvemos las distancias,/ venzamos las nostalgias./ Nuestras manos obreras, todos a una,/ darán forma a la esperanza.» ¿Por qué habéis elegido esos versos del gran poeta hernaniense?
Desde luego, las fotos son un interesante aliciente pues muestran algunos aspectos de los cien años de militantes comunistas –en su mayoría desconocidos– pero que se han dejado la piel y a veces la vida por conseguir un hermoso sueño: la construcción de la utopía de un futuro mejor para toda la humanidad.
Esa idea la recoge como nadie Gabriel Celaya, que además es un poeta de la «Casa» y que nos gusta especialmente.
Carlos Fernández Rodríguez y Mauricio Valiente Ots son tus compañeros de aventura y escritura en este Comunistas contra Franco. ¿Un libro de comunistas para comunistas y lectores/as muy próximos? Vosotros mismos señaláis que partís del «reconocimiento del valor del compromiso de la militancia comunista y de la importancia en reivindicarlo».
Nuestro objetivo principal es la reivindicación de la militancia comunista y su compromiso de lucha. Por tanto, buscamos en primer lugar la cercanía y complicidad de los militantes así como de sus familiares y amigos. Pero también el libro está dirigido a la ciudadanía en general, ajena a la ideología comunista, para que conozcan y puedan comprender las razones por las que un sector de la población dedicó su vida, la arriesgó o incluso perdió con una lucha que no era por un logro personal, sino por un ideal colectivo, la democracia frente a la dictadura.
¿Vuestra aportación a la celebración del primer centenario de la fundación del PCE (en 1921)?
Efectivamente, es nuestro granito de arena a las actividades desarrolladas con motivo del centenario del PCE. Creíamos que era necesario dar protagonismo a la militancia abnegada que merecía el reconocimiento en un momento tan especial donde generalmente se hacen valoraciones de los dirigentes más destacados de la historia de la organización (José Díaz, Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo o Julio Anguita).
¿Cómo se explica que un Partido tan minoritario y con políticas tan izquierdistas (ante el triunfo de la II República, por ejemplo), se convirtiera en pocos años en un partido esencial durante la guerra civil y la lucha antifranquista? ¿Un milagro político?
Aunque las explicaciones más profundas sobre las vicisitudes políticas en la historia del PCE se deban buscar en otras publicaciones, como Un siglo de comunismo en España, coordinado por el historiador Francisco Erice, podemos apuntar que el cambio de rumbo se produce a partir del Congreso celebrado en Sevilla en 1932, con la incorporación de José Díaz, Dolores Ibárruri y otros nuevos dirigentes. Pero la clave fundamental es el incremento del poder del fascismo, con Mussolini gobernando Italia desde 1922 y Hitler en Alemania desde 1933, y otros muy cercanos como Dollfuss en Austria. El peligro del fascismo forzó la creación de bloques de oposición antifascistas y ahí es donde el PCE salió de su anquilosamiento y dogmatismo para tejer lo que sería el Frente Popular. Tras la victoria en las elecciones de febrero, el crecimiento del PCE en la primavera de 1936 es vertiginoso. En las casas del pueblo socialistas, sedes del PSOE y la UGT, el protagonismo de los comunistas es cada vez más notorio, llegando a liderar algunas de las secciones obreras de UGT. Por su parte, la creación de la JSU con la unión de los jóvenes socialistas con los comunistas, aunque estos fueran minoritarios, les lleva también a encabezar las movilizaciones.
Son muchas las voces de militantes de largo y arriesgado recorrido cuyo testimonio habéis incorporado. ¿Quiénes son esas personas? ¿Con qué criterios los habéis seleccionado?
En su mayoría son militantes conocidos solo en sus territorios de actuación. Dado que el objetivo de la publicación era homenajear a la militancia, especialmente de base, se han pretendido recoger testimonios de distintas procedencias geográficas y extracción social. Aunque en general predominan los protagonistas de la zona centro, porque es el escenario de nuestras investigaciones previas, que hemos aprovechado para completar las entrevistas realizadas expresamente para este libro en los últimos meses. Para el periodo más reciente se han seleccionado dos territorios muy cercanos pero, a la vez, con unas características tremendamente diferenciadas en cuanto a tradición de lucha obrera y realidad socioeconómica: Segovia y Madrid. Se ha comprobado que, a pesar de esa diferenciación tan nítida, subyace una marcada complicidad en cuanto a las razones para militar y luchar contra las desigualdades y las injusticias.
¿Qué comunistas lucharon contra Franco? ¿Solos los organizados en el PCE?
Obviamente, luchadoras y luchadores antifranquistas hubo de distintas ideologías: republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas, nacionalistas vascos, gallegos, catalanes, andaluces,… Pero, entre todos ellos destacaron los comunistas. Esa es una realidad que se puede comprobar en los informes que enviaba periódicamente la Brigada Político Social a todas las comisarías durante el franquismo. En ellos se recogían todas las actividades de la oposición antifranquista (las que conocía la Policía) tanto en España como en el exterior, así como las actuaciones policiales de desarticulación de los grupos de oposición. El volumen que ocupaban en dichos informes las actividades del PCE en muchos casos suponían la suma de actividades del resto. Además, en el índice de cada boletín informativo, los epígrafes sobre «actividades de la oposición» englobaban a distintas organizaciones, mientras que no faltaba nunca el capítulo dedicado al PCE.
No será hasta avanzados los años sesenta cuando se produzca la primera escisión importante con los denominados «prochinos» y después otras organizaciones comunistas se incorporarán con fuerza a la lucha antifranquista.
El subtítulo del libro: «La fuerza de un compromiso». ¿Eran héroes y heroínas anónimos que «nos redimieron de la apatía de la mayoría», como señaláis en la presentación? ¿Sabían a qué torturas salvajes eran sometidos los detenidos? ¿Se jugaban la vida conscientes de ello? ¿Estaban hechos de otra pasta? (Del testimonio de Juana Doña (1918-2003): «Vi a un camarada al que le habían arrancado el mentón. No lo tenía. Que me digan que ese hombre habló. Por ello no es un traidor porque no ha podido resistir más. Si te dan dos hostias y hablas, eres un flojo… Pero cuando te quitan una mandíbula y te dejan los testículos deshechos de las patadas ahí pues ya la gente no sabe ni lo que dice»).
No cabe duda de que fueron miles los héroes «anónimos», muy especialmente en los años cuarenta, cuando la detención inmediatamente suponía unas violentas torturas, que ya provocaron la muerte de muchos y a otros dejaron secuelas para el resto de sus vidas (sordera, ceguera, daños en riñón, pulmones, columna vertebral,…). Después la vida en la cárcel libraba de las torturas pero sustituidas por el hacinamiento, las enfermedades y las carencias alimenticias que también generaban la muerte o consecuencias para la posteridad. Los consejos de guerra por actividades políticas (hasta que en 1964 el TOP tomó el testigo de la represión judicial) castigaban con la pena de muerte a los integrantes de las organizaciones locales, por el mero hecho de reorganizar las estructuras que habían caído. Quiénes se atrevían a enrolarse en el PCE sabían a qué se atenían, por eso no es ninguna exageración considerarles héroes.
Por cierto, ¿qué explica la apatía de esa mayoría a la que aludís? ¿Miedo, resignación, acuerdo con el régimen, nihilismo, solo se vive una vez?
La inacción de una gran mayoría de la población se debe a distintas causas. La aprobación de la dictadura podría alcanzar a una mitad de españoles, la casi totalidad de católicos conservadores y amantes del orden. Pero, entre el resto, gran número de ellos estaban paralizados por el terror generado por una brutal represión iniciada la misma tarde de la sublevación en Melilla el 17 de julio de 1936. En todas las localidades, hasta las más pequeñas y alejadas se habían producido asesinatos de republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas, catalanes, vascos,…. o encarcelamientos, expulsiones de sus puestos de trabajo, multas y sanciones. Por todo el país había una vigilancia opresiva sobre los comportamientos de la población, ejercida no solo por parte de la Policía, la Guardia Civil, las autoridades franquistas o la Iglesia, sino también por muchos particulares que denunciaban a sus vecinos ante la más mínima sospecha. Ante esa atmósfera opresiva, combinada con una extrema necesidad económica, la supervivencia era la prioridad.
Comentáis en la presentación que con el libro pretendéis dar voz a algunos militantes que protagonizaron ese compromiso político. ¿No han tenido voz hasta ahora? ¿Quién la ha silenciado?
Es evidente que en la historia del PCE, como ocurre en el resto de partidos y organizaciones políticas, la voz y el protagonismo siempre lo han tenido las dirigencias, los cargos públicos o incluso los cuadros medios, pero nunca las militancias a las que se les reclama las cuotas de afiliación, la participación en las elecciones internas y la colaboración –fundamental hasta tiempos recientes– en las campañas electorales. Homenajes siempre ha habido en el PCE a militantes veteranos por parte de las agrupaciones a las que habían pertenecido o en las que militaban en el momento de recibir su reconocimiento. Pero el Partido como tal, por ejemplo, realizó por primera vez un homenaje a la militancia en su conjunto –personificado en una militante de cada federación– en la Fiesta del Centenario celebrada el pasado septiembre en Rivas Vaciamadrid.
Os centráis en militantes de base. ¿No habéis querido hablar con miembros de las direcciones del partido? ¿No se la jugaron también?
La lista de dirigentes que perdieron su vida es larga, Heriberto Quiñones, Agustín Zoroa, Julián Grimau,… pero aún lo es más quienes sufrieron torturas y años de prisión, como Simón Sánchez Montero, Víctor Díaz Cardiel, Pere Ardiaca, Miguel Núñez,… No obstante, todos ellos cuentan con el reconocimiento oficial del PCE y aparecen en muchos libros. En cambio, la militancia de base sólo consta en obras específicas del limitado ámbito territorial al que pertenecían o en la obra más completa sobre las bases comunistas entre 1939 y 1945, Los otros camaradas (2020), de nuestro compañero Carlos Fernández. Pero hacia ellos no hay ningún reconocimiento oficial por parte del PCE.
¿Las tradiciones familiares fueron importantes en esta arriesgada militancia en la clandestinidad?
Sin duda alguna es uno de los factores más influyentes, pues en muchas ocasiones la militancia podríamos decir que se ha «mamado». Un tipo de militancia tan «intensa» como la del PCE, con asistencia y participación en todo tipo de movilizaciones: concentraciones, manifestaciones, campañas electorales, huelgas,… a las que, en numerosas ocasiones, madres y padres acuden acompañadas de los menores a su cargo, provoca como es lógico, una familiarización con la ideología comunista que se convierte en modo de vida.
También hay que tener en cuenta que a veces esa «obligada» inmersión desde la niñez produce un rechazo y cuando adquieren cierta madurez adoptan otras ideologías ajenas a las familiares.
Por otro lado, las militancias en tiempos difíciles de guerra y posguerra, que pudieron originar todo tipo de represalias como la muerte, cárcel, el despido,… generaron en sus familiares directos la motivación necesaria para militar contra el franquismo.
¿Qué fue eso de la militancia como «forma de vida»? ¿Qué vida fue esa?
Además de lo escrito más arriba, durante la dictadura, la militancia –por fuerza– había de ser clandestina. Los niños se acostumbraban, por ejemplo, a ver personas desconocidas en casa, a las ausencias prolongadas de los progenitores, a escuchar la Pirenaica con las luces apagadas y las ventanas bien cerradas. Todas ellas eran situaciones cuyo alcance comprendían cuando llegaba su madurez.
Os cito: «Somos conscientes de que la objetividad en la historia es una quimera». Pero la objetividad, si no ando errado, es un requisito sine qua non de cualquier disciplina científica. ¿No lo es entonces la historia? ¿Es el vuestro un libro ideológico?
La objetividad es fácil cuando se trata de estudiar objetos, en cambio, a la hora de tratar sobre la vida de los seres humanos existen muchos aspectos difíciles de objetivar. En la historia, a la hora de elegir los temas de investigación, influye claramente la personalidad de quien investiga. Pero eso no impide el carácter científico de la historia que radica en el tratamiento riguroso de las fuentes documentales directas. En el caso de nuestro libro no es necesariamente ideológico, aunque trata expresamente cómo la ideología comunista ha marcado a sucesivas generaciones de militantes y les ha llenado su vida, a veces en su totalidad o en otras ocasiones en periodos concretos de la juventud o la madurez.
Tampoco pretende ser un trabajo objetivo, pero sí se han querido mostrar las distintas sensibilidades que conviven entre la militancia comunista.
Habláis de una serie de referentes y mitos dentro de la cultura política y militancia en el PCE. ¿Mitos en un partido laico y con posiciones ateas en muchos militantes?
Puede parecer chocante la existencia de mitos, como dices, en un partido laico y con una militancia mayoritariamente alejada de confesiones religiosas. Podríamos hablar de una «religiosidad laica». La militancia –en especial en los tiempos más duros de la dictadura– buscaba referentes, internacionales como Lenin o Stalin, pero también nacionales como José Díaz o Dolores Ibárruri. Esos líderes se convertían en mitos a los que se había idealizado, despojándoles casi de su carácter humano y –como escribe Marcos Ana en su Decidme cómo es un árbol– servían de tabla de salvación a la que aferrarse en los dramáticos momentos de las torturas, o en la soledad de la celda, y así encontrar la fortaleza necesaria para soportar las adversidades más brutales.
Por la misma senda que la pregunta anterior. Hacéis referencia, como ejemplo de la cultura comunista, a la importancia dada a los líderes carismáticos que se «convertirían en dirigentes mediáticos y, hasta cierto punto, en la reencarnación de la organización». ¿No es algo inconsistente que un partido de militantes críticos tuviera líderes carismáticos?
El PCE y su militancia no están exentos de las contradicciones propias de la mayoría de seres humanos. Evidentemente sorprende que una militancia crítica acepte la existencia de líderes carismáticos. Pero se debe contextualizar. Ese culto al líder era habitual en los partidos comunistas, desde sus orígenes, pero afortunadamente en la segunda mitad del siglo XX fue desapareciendo.
Observáis que un tema recurrente en los testimonios de militantes y en la narración oficial del partido es el de «formar parte importante de la historia y del pasado», «el sujeto social lucharía hasta conseguir insertarse en el devenir histórico y ocupar su puesto en la historia». ¿Qué está detrás de esta visión historicista? ¿La Historia sigue un curso favorable al socialismo y el Partido sigue/orienta/empuja ese sendero? ¿El PCE actual sigue pensando en estas coordenadas?
Para un partido que tiene como objetivo final la desaparición de la explotación de cualquier ser humano, calificado como utopía por las personas no comunistas, parece coherente que la militancia se sienta partícipe de un movimiento de transformación histórica. Otra cuestión es la realidad actual, que parece complicar aún más ese ansiado futuro. En ese sentido, la militancia tiene dos planos, por un lado el objetivo final, ciertamente difícil de conseguir, de momento relegado al ámbito de las ideas. En cambio, el mundo real pone los pies en el suelo de la lucha por conseguir las mejoras de la vida cotidiana, tanto en la calle como en el ámbito institucional a través de los sindicatos o los partidos.
De los testimonios recogidos, ¿alguno que queráis destacar? ¿Ninguno de ellos os ha comentado que, visto lo visto, su esfuerzo, su entrega, su sacrificio ha sido en vano?
No se puede destacar ningún testimonio por encima de los demás, pues todos son sinceros y cada uno aporta interesantes aspectos sobre su militancia. En lo que todos los testimoniantes coinciden es en la valoración positiva de su trayectoria militante, aunque no hayan conseguido los objetivos político-sociales propuestos por el PCE. Igualmente es mayoritaria la decepción con el resultado de las elecciones de 1977, en las que se esperaba un mayor respaldo debido al protagonismo en la lucha desarrollada durante la dictadura.
¿Habita el olvido en historias como las de Matilde Landa entre los militantes más jóvenes? ¿Los militantes actuales del Partido conocen esos ejemplos?
La Memoria histórica en el PCE, como se explica en el capítulo 5º (aunque siempre se había tenido en cuenta, a pesar de no estar establecido el concepto como tal), se desarrolló a partir del año 2002. Con dos direcciones: por un lado la recuperación de las luchas de toda la oposición contra el golpe del 18 de julio y contra la dictadura, pero también con el objetivo del reconocimiento de la lucha de la militancia propia, no solo de los personajes más conocidos como Matilde Landa, sino de los militantes de base de cada núcleo. Por ello se puede afirmar que los integrantes actuales del PCE conocen esos ejemplos.
Uno de los apartados del libro lleva por título «El papel de la mujer y la cuestión de género en la primera clandestinidad del PCE.». ¿Nos podéis hacer un adelanto? ¿Qué ideas principales exponéis en ese apartado?
El PCE nunca ha sido ajeno a la evolución de la humanidad y el patriarcado ha sido hegemónico hasta nuestros días cuando la lucha feminista de las mujeres ha logrado derribarlo. Por tanto, en los primeros tiempos de la dictadura franquista, en el seno del Partido el machismo era la norma habitual y, a pesar de que las mujeres luchaban y arriesgaban tanto como los varones, no contaban con el mismo reconocimiento que ellos. En la dirigencia solo estaba Dolores, era la más importante, pero eso no evitaba el machismo en el Partido.
Las quejas de las camaradas no se limitan a ese periodo, sino que alcanza hasta nuestros días, si bien valoran los avances conseguidos, todavía critican algunos comportamientos machistas como, por ejemplo, los horarios y la duración de las reuniones a las que asisten más varones porque muchas mujeres son las encargadas de los cuidados de mayores o menores que estén a su cargo.
¿Qué papel ha jugado en la historia del PCE, y en la vida de los militantes de los que habláis, la constitución y desarrollo de Comisiones Obreras?
Indudablemente, la creación y desarrollo de las Comisiones Obreras representó un hito muy importante para el crecimiento del PCE, pero también para sus integrantes, puesto que supuso la doble militancia (partido y sindicato) y por consiguiente duplicar el trabajo, pues integraban las estructuras de ambas organizaciones, con lo cual, las reuniones también se multiplicaban. El sindicato además sirvió de amplificador de la ideología comunista, pues CCOO llegaba a ámbitos laborales que el Partido siempre habían ansiado pero no habían logrado alcanzar.
¿Los militantes universitarios corrieron los mismos riesgos que los militantes de los sectores obreros? ¿No eran, en cierto modo, unos privilegiados?
Durante la dictadura, toda la militancia sufrió los mismos peligros por ser la organización política más perseguida por los servicios policiales. Hasta 1964 todos fueron condenados por los tribunales militares y desde entonces por el Tribunal de Orden Público. Por tanto, no se puede hablar de privilegiados entre la militancia comunista. Aunque sí que es cierto que la Político Social se sorprendía de ver jóvenes universitarios de familias burguesas arriesgando sus carreras por luchar contra la dictadura.
¿Qué significó para estos militantes de los que hablamos el informe del XX Congreso del PCUS sobre los crímenes del estalinismo?
Para la mayoría de la militancia representó la caída de un mito, puesto que de Stalin solo conocían su vertiente positiva: que había convertido el país de los obreros en una potencia que rivalizaba con el enemigo capitalista –USA– y que apoyaba todos los movimientos de liberación de los pueblos colonizados de África y Asia, además de la solidaridad con la II República y la acogida a los cuadros del PCE tras la guerra. La militancia no podía creer que fueran verdad los crímenes de Stalin, ya denunciados por los trotskistas desde los años treinta.
¿Representó la URSS una esperanza para la militancia comunista antifranquista? ¿A pesar de la invasión de Praga, por ejemplo?
Hasta la caída de la URSS, siempre fue la patria de los obreros, el origen, esencia y razón de ser de los comunistas. Pero la intervención en Checoslovaquia al ser criticada por la dirección del Partido dejó la puerta abierta a las críticas de la militancia a las actuaciones de los gobernantes de la madre Rusia. Son los momentos iniciales del eurocomunismo, es decir, la aplicación del comunismo a la Europa occidental liberal y capitalista. Esas ideas permearon también en la militancia.
¿Qué impacto causó entre la militancia el asesinato de Grimau? ¿Cundió el desánimo, el miedo, la desesperación?
Fue un momento especialmente de gran dolor y de mayor rechazo, si cabe, a la dictadura. Aunque las brutales torturas en las comisarías y cuarteles de la Guardia Civil seguían siendo la norma habitual, habían pasado ya varios años que no se producían ejecuciones de militantes comunistas, por lo que fue un desenlace totalmente inesperado. El fusilamiento de Grimau era un castigo de Franco al PCE por su liderazgo en las huelgas de 1962, pero no pudo evitar el desarrollo de la lucha comunista, especialmente a través del enorme crecimiento de las recién creadas Comisiones Obreras.
¿Qué fantasma recorre Europa actualmente?
En la actualidad varios fantasmas recorren no solo Europa sino que son peligrosos para todo el planeta. El primero, del que precisamente se habla menos, es el cambio climático que ya estamos padeciendo y que el sistema económico capitalista no tiene voluntad de afrontar. Estrecha relación guardan a nivel político, los negacionismos e hipernacionalismos que sustentan ideologías neoconservadoras desde Trump a Putin, pasando por Bolsonaro y Orban, pues ofrecen un futuro ennegrecido: pérdida de derechos y libertades, guerras, conflictos migratorios,…
El problema es que se trata de una lucha a escala global que todavía no está articulada y ahí es dónde se debe incidir próximamente.
¿Tiene futuro el PCE? ¿Sigue teniendo sentido militar en el partido o es más bien una organización con mucho y heroico pasado, pero muy escaso futuro?
La militancia del PCE demuestra día a día la necesidad de su existencia. El orgullo de su pasado, con sus luces y sombras, es el principal motor que anima a seguir la lucha. Creen firmemente en una especie de mantra: mientras haya injusticias sociales y explotación, habrá comunistas que trabajen para combatirlas y el PCE es quien mejor canaliza esas sensibilidades. Los militantes son conscientes de la necesidad de integrarse además en otras organizaciones que vehiculan las reivindicaciones en las instituciones, ya sean Unidas Podemos, CCOO o asociaciones memorialistas, ecologistas, internacionalistas,… Pero la esencia que subyace es el comunismo y eso conlleva la militancia en el PCE.
Fuente: El Viejo Topo