Escribir sobre la alegría que invade Yenín | Boletín 5 (2023)
Vijay Prashad
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Israel ha llamado a su última campaña militar Operación Romper la Ola (Break the Wave), una descripción lírica de una realidad brutal. Este año, 2023, se cumplirán setenta y cinco años de la Nakba, la catástrofe de 1948 cuando las tropas israelíes expulsaron ilegalmente a las y los palestinos de sus hogares e intentaron borrar Palestina del mapa. Desde entonces, el pueblo palestino ha resistido contra viento y marea, a pesar del extraordinario apoyo que Israel ha recibido de los países más poderosos del mundo, encabezados por Estados Unidos.
La Operación Romper la Ola comenzó en febrero de 2022 con el asesinato de tres palestinos en Nablús (Adham Mabrouka, Ashraf Mubaslat y Mohammad Dakhil) y continuó con una terrible violencia a lo largo de la columna vertebral de Cisjordania, extendiéndose a la devastada Gaza. El 26 de enero de 2023, fuerzas israelíes mataron a diez personas palestinas —entre ellas una anciana— en Yenín y en Al Ram, al norte de Jerusalén, y luego dispararon contra una ambulancia para impedir que asistiera a los heridos, lo que constituyó un claro crimen de guerra. La matanza de Yenín provocó el lanzamiento de cohetes por parte de las fuerzas de resistencia palestinas en Gaza, a lo que la Fuerza Aérea israelí respondió de forma desproporcionada, disparando contra el campo de refugiados de Al Maghazi, densamente poblado, situado en el centro de Gaza. El ciclo de violencia continuó con un pistolero palestino solitario que mató a siete israelíes en el asentamiento ilegal de Neve Yaakov, en Jerusalén Este. Como reacción, el gobierno israelí ha puesto en marcha sistemas de «castigo colectivo» —una violación de las Convenciones de Ginebra— que permiten al Estado perseguir a los familiares del pistolero, y facilitan a los israelíes el porte de armas de fuego.
El gobierno israelí puso en marcha la Operación Romper la Ola en respuesta a los habbat sha’biyya (‘levantamientos populares’) que han comenzado de nuevo en toda Palestina y expresan la frustración generada por las campañas de presión israelíes y el casi colapso de la vida económica. Algunos de estos levantamientos tuvieron lugar no solo en Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, donde son más frecuentes, sino también entre las y los palestinos que viven dentro de la Línea Verde de Israel de 1948. En mayo de 2021, estos manifestantes se reunieron bajo el Manifiesto Dignidad y Esperanza y pidieron nuevas movilizaciones, una «Intifada unida» que articule a los palestinos en el exilio, dentro de Israel y en los Territorios Ocupados. Estos movimientos y los logros en el sistema de las Naciones Unidas indican un nuevo dinamismo dentro de la política palestina. Recientemente, el 31 de diciembre de 2022, la Asamblea General de la ONU votó –con 87 votos a favor y 26 en contra– pedir a la Corte Internacional de Justicia que emita un dictamen sobre la «prolongada ocupación, colonización y anexión de territorio palestino» por parte de Israel. La nueva fase de violencia israelí contra los palestinos es una reacción a sus logros.
En medio de todo esto, el pueblo israelí votó por Benjamin Netanyahu para formar su sexto gobierno desde 1996. Netanyahu ya ha sido primer ministro de Israel durante más de 15 de los últimos veintisiete años, y se encamina hacia otro mandato de siete años. Su gobierno es decididamente de extrema derecha, aunque desde el punto de vista de los palestinos existe una continuidad constante en la política del Estado sionista, tanto si el gobierno está dirigido por la extrema derecha como por sectores menos derechistas. El 28 de diciembre de 2022, Netanyahu definió con claridad la misión de su gobierno: «El pueblo judío tiene un derecho exclusivo e incuestionable a todas las zonas de la Tierra de Israel. El Gobierno promoverá y desarrollará asentamientos en todas las partes de la Tierra de Israel: en Galilea, el Néguev, el Golán, Judea y Samaria».
La postura maximalista de Netanyahu —que el pueblo judío, no solo el Estado sionista, tiene derecho a la tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo— no es algo que haya aparecido precipitadamente en las declaraciones de este Gobierno. Está arraigada en las Leyes Fundamentales de Israel (2018), que dicen: «La tierra de Israel es la patria histórica del pueblo judío, en la que se estableció el Estado de Israel». Esta maniobra legal estableció a Israel como la tierra del pueblo judío, no como un territorio multinacional o multiétnico. Además, todas las definiciones administrativas del «Estado de Israel» afirman su control sobre todo el territorio. Por ejemplo, la Oficina Central de Estadística de Israel ha contado de forma inexacta, al menos desde 1967, a cualquier israelí que viva al oeste del río Jordán, incluso en Cisjordania, como israelí, y los mapas oficiales israelíes no muestran ninguna de las divisiones internas producidas por los Acuerdos de Oslo de 1993.
La política estatal israelí, arraigada en una mentalidad colonial y colonizadora, no deja espacio para un Estado palestino. Gaza está estrangulada, los beduinos de an-Naqab están siendo desplazados, los palestinos de Jerusalén Este están siendo desalojados y los asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania crecen como una plaga de langostas. El socio gubernamental de Netanyahu, Otzma Yehudit (‘Fuerza Judía’), está dispuesto a llevar a cabo el palestinicidio con el fin de crear una sociedad exclusivamente judía en Levante. La promesa de Oslo, una solución de dos Estados, simplemente ya no es factualmente posible a medida que el Estado palestino se erosiona y se reduce. La posibilidad idealista de un Estado binacional —formado por Israel y Palestina, con los palestinos con plenos derechos de ciudadanía— queda bloqueada por la insistencia sionista en que Israel sea un Estado judío, una opción etnocéntrica y antidemocrática que ya trata a las y los palestinos como residentes de segunda clase en una sociedad de apartheid. En su lugar, el sionismo está a favor de una «solución de tres Estados», es decir, expulsar al pueblo palestino a Egipto, Jordania y Líbano.
En 2016, Estados Unidos e Israel firmaron su tercer Memorando de Entendimiento de diez años sobre ayuda militar, que va de 2019 a 2028, y en virtud del cual EE. UU. promete proporcionar a Israel 38.000 millones de dólares para equipamiento militar. Esta ayuda es incondicional: nada en el acuerdo impide que Israel utilice el material para violar el derecho internacional, matar a ciudadanos estadounidenses (como mató a la periodista Shireen Abu Akleh) o destruir proyectos humanitarios financiados por el gobierno estadounidense. En lugar de reprender suavemente a Israel por sus políticas etnocidas, el presidente Joe Biden dio la bienvenida a Benjamin Netanyahu, su «amigo desde hace décadas», para que ayudara a Estados Unidos a hacer frente a las ilusorias «amenazas de Irán». Además, justo después de que el gobierno de Netanyahu profundizara la Operación Romper la Ola, el ejército estadounidense llegó a Israel en masa para llevar a cabo un ejercicio militar conjunto llamado Juniper Oak, el «mayor y más significativo ejercicio en el que hemos participado», según el Secretario de Prensa del Pentágono, el General de Brigada de la Fuerza Aérea Pat Ryder. Respaldado a más no poder por Estados Unidos e indiferente ante la condena de los organismos internacionales, el Estado israelí continúa su fatal proyecto de borrar Palestina.
Maya Abu al-Hayyat, poeta palestina residente en Jerusalén, escribió un hermoso poema titulado «Daydream» (‘Ensueño’), que se instala en el ritmo de vida y la geografía palestinas definida por pequeñas ciudades de Cisjordania. Hay niños que juegan, mujeres que bailan, vida donde la vida es negada por una ocupación que ha durado generaciones y generaciones, donde los gritos de los ocupados imitan la sonora alarma del pájaro sol de Palestina, el ave nacional.
Escribiré sobre una alegría que invade Yenín desde seis direcciones,
sobre niños corriendo con globos en el campo de Am’ari,
sobre la saciedad que calma a los bebés que amamantan por la noche en Askar,
sobre un pequeño mar por el que podemos pasear en Tulkarem,
sobre ojos que miran fijamente a la cara de la gente en Balata,
sobre una mujer que baila
Por la gente que hace fila en el puesto de control de Qalandia,
sobre puntadas en los costados de hombres que ríen en Azzoun,
sobre ti y sobre mí
llenándonos los bolsillos de conchas y locura
y construyendo una ciudad.
Mis bolsillos están llenos de rabia y esperanza, de la esperanza de que nuestras luchas de solidaridad junto al pueblo palestino prevalezcan, porque el «proceso de liberación es irresistible e irreversible».
Cordialmente,
Vijay
Fuente: The Tricontinental (https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/palestina/)