Altruismo en hormigueros y débil inferencia sobre la escasa generosidad en colmenas
Salvador López Arnal
Son especies alejadas. Parece un hallazgo estrictamente zoológico con escasa dimensión político-cultural. Puede tener, sin embargo, lecturas e interpretaciones -un pelín arriesgadas tal vez- en ámbitos más próximos. Cuando se habla, por ejemplo, del ser humano como lobo para sus congéneres o cuando se construye y defiende un concepto excluyente de racionalidad, el único admisible, el único racional, según el cual un ser humano actúa y piensa racionalmente si y sólo si maximiza en cualquier circunstancia sus intereses propios, entendiendo estos, en la mayoría de los casos, de forma ególatra y mayoritariamente crematística.
Marta del Amo daba cuenta en Público el pasado martes 16 de febrero [1] de un estudio publicado en Current Biology. La mayoría de las hormigas de la especie Temnothorax unifasciatus abandona “la colonia antes de morir para evitar contagiar al resto la causa de su muerte”. Con mayor detalle: científicos de la Universidad de Ratisbona, en Alemania, sometieron a hormigas de estas colonias a un hongo patógeno, otras fueron expuestas a dosis de CO2. Se comprobó que tanto el 91% de las hormigas infectadas por el hongo como el 81,5% de las que fueron expuestas al CO2 abandonaron la colonia antes de morir. Transitando por sendero afín, el 92% de las hormigas que fallecieron por causa desconocida en colonias que no fueron manipuladas también abandonaron el grupo. ¿Qué explica este abandono del hormiguero?
Según los autores del estudio, el comportamiento de esta especie de hormigas, su alejamiento, sirve para evitar la muerte por contagio de los congéneres de la colonia. A través de estas deserciones, conjeturan los autores, “las hormigas moribundas protegen a sus compañeros y las copias de su propio genoma frente a una enfermedad’. La evolución, la lucha por la existencia de genes y especies, tiene también esta dimensión. El gen será egoísta pero el egoísmo evolutivo de algunas especies se viste con ropajes altruistas.
Existen informes, no siempre tan contrastados, de comportamientos similares en perros, gatos y elefantes (y en seres humanos claro está). Sin embargo, añade Marta del Amo, otros insectos no son tan generosos. ¿Quiénes? ¿Por qué?
Hay una especie, señala en su artículo de Público, que no sigue este patrón altruista: las abejas. Cuando sufren la infección de una larva voladora, abandonan la colmena. Como en el caso de la especie Temnothorax unifasciatus. Pero, ¿con qué objetivo? Con el objetivo, apunta Marta del Amo, de entrar “en contacto con el frío para ralentizar el ciclo de vida del parásito y permanecer vivas el mayor tiempo posible”. De ahí infiere un comportamiento no altruista, no tan generoso en este caso con sus congéneres.
¿Es esto una prueba, una demostración, que aleje a las abejas del comportamiento de esa especie de hormigas? ¿No es igualmente una prueba de generosidad transindividual? Contactar con el frío para ralentizar el ciclo de vida del parásito y permanecer vivas el mayor tiempo posible, ¿no es también una forma de defender la vida global de la colmena? Algo digamos similar hacemos los seres humanos cuando, con la finalidad de abonar la continuidad de la especie y apuntalar modelos sostenibles, nos alejamos de ciertos modos de vida y vivimos y luchamos por otras formas vitales, por otras formas alternativas de entender la relación especie-naturaleza. Eso sí, los parásitos que nos atacan no suelen ser, aunque también, individuos de especies alejadas.
Notas:
[1] Marta del Amo, “Las hormigas son altruistas con sus congéneres”. Público, 16 de febrero de 2010, p. 30.