Exploradores de Sacristán
Alberto Santamaría
Sobre Manuel Sacristán, Filosofía y metodología de las ciencias sociales (I), Editorial Montesinos, Barcelona, 2022.
A veces un libro no es un libro. Suena raro, pero sucede. Ahora bien, esto suele ocurrir en el terreno de la literatura experimental o en las zonas limítrofes del arte conceptual. Pienso en las maravillas de Ulises Carrión, por ejemplo. Pero no. No me refiero a eso, por supuesto. Nadie situaría a Manuel Sacristán en la estela formal del arte experimental, pero si existiera en un «mundo posible» algo parecido a eso en la filosofía o en la sociología, tal vez este trabajo, Filosofía y metodología de las ciencias sociales, estaría ocupando un lugar interesante, al menos en nuestra tradición filosófica. De todos modos, más allá del juego o de la ironía, no reniego del punto de partida: este no es un libro aunque lo parezca, aunque tenga páginas impresas y desprenda ese típico aroma denso y rugoso que poseen los libros nuevos. Ese es el primer punto. No estamos ante un libro. A pesar de que esté catalogado como tal o esté en las librerías. Opto más bien por entender estas páginas como artefacto. Manuel Sacristán no pensó este conjunto de ideas como libro sino como piezas de un puzle imposible. Sacristán tenía este puzle en su cabeza, posiblemente, y Salvador López Arnal y José Sarrión han realizado una labor importante y fascinante por acercarnos esas piezas. Y así nos han regalado este artefacto. Filosofía y metodología de las ciencias sociales es el primer volumen de lo que Sacristán dibujó sobre el problema del método y sus fronteras, sobre el presente y la política de la ciencia, sobre las formas en las que la educación no puede separarse de la sociedad, que no forman dos esferas diferentes y excluyentes sino un mismo cuerpo, etc. Es pues un artefacto que nos permite penetrar en el corazón de un pensador que se mueve como pocos en terrenos diversos y que desde una sensibilidad racional (sí, sensibilidad racional) es capaz de entender los diferentes planos del conocimiento como piezas conectadas, como elementos que es posible disponer sobre la realidad sin caer en realismos ingenuos o materialismos débiles. Por eso es tan importante la idea de política de la ciencia.
Pero nos quedamos cortos si vemos este libro sólo como un artefacto. Un artefacto puede hacernos pensar en algo muerto que sólo adquiere vida ocasionalmente. Por eso este artefacto es también un mapa. Es un mapa, y lo más fascinante, es un mapa de un territorio que no existe. Un mapa tejido por Sacristán durante muchos años, donde militancia y filosofía (esto sólo ya daría para un libro por hacer) se conectan generando un sonido particular, una melodía propia. Sacristán gustó de jugar con los márgenes, lo que no quiere decir con lo marginal. Decidió habitar un espacio entre las exigencias de la militancia política bajo la dictadura y el compromiso con la filosofía. No era fácil generar un espacio así, y quizá, desde la perspectiva histórica, perdió la filosofía. Sin embargo, a día de hoy podemos jugar a reconstruir ese espacio gracias a trabajos como éste.
El primer volumen de Filosofía y metodología de las ciencias sociales es un mapa en cuanto que la filosofía misma lo es. Lukács, a quien Sacristán tradujo en múltiples ocasiones, entendía la filosofía en Teoría de la novela como mapa. Allí señalaba Lukács que dado que no vivimos en armonía con el mundo, tal y como descubre la filosofía, ésta trata de encontrar el modo, es decir, el método para recomponer equilibrios y acercarnos a la mayor experiencia posible de coherencia con el mundo. Un filósofo no es más, entonces, que un hacedor de mapas. Ahora bien, en este caso, el concepto de mapa es no tanto una metáfora como un principio constitutivo. En la mayoría de los casos no hallamos en estas páginas textos cerrados o dados por definitivos por Sacristán; incluso hay páginas que contienen listados (que en algunos casos recuerdan a fórmulas literarias experimentales a lo Perec o Borges) de proyectos o de supuestos a desarrollar oralmente en conferencias. Es un mapa de un lugar que no existe o de un espacio por construir. Incluso, con perdón de los sacristanistas, diré que tiene algo de Elige tu propia aventura, aquellos cuentos de los años ochenta donde llegado determinado momento podías elegir por donde seguir la historia. Lo fascinante de este mapa es que no hay un solo Sacristán sino una pluralidad de lecturas posibles, de opciones. Quiero decir, en definitiva, que es un mapa abierto que puede permitir al investigador sacristanista ahondar en temas tal vez no desarrollados anteriormente, al tiempo que posee la virtud, como es mi caso, de permitirnos usar a Sacristán y llevarlo a espacios en los que tal vez Sacristán no tenía interés o le quedaban lejos.
Pero vayamos al contenido.
Este mapa se divide en tres partes, como tres continentes conectados entre sí: a) Teoría general del método y textos complementarios, b) Materiales de metodología de las ciencias sociales y de filosofía y política de la ciencia y c) Materiales de la metodología de las ciencias sociales. El primer bloque es el más extenso: abarca textos dispersos y varios proyectos escritos entre 1954 y 1974. Es un espacio completamente heterodoxo y, por ello, enriquecedor. Ahí encontramos desde un texto presentación de su tesis doctoral hasta el programa de la asignatura Teoría general del método. Es la parte más extensa del libro, e incluye asimismo algo que quizá pase desapercibido, pero que resulta revelador: la punzante ironía (en ocasiones hiriente) de Sacristán. Hallamos en esta parte, por ejemplo, la descripción de Althusser y su grupo etiquetados bajo la expresión «ignorante retórica». Es sólo un ejemplo, pero nos permite comprender las diversas intensidades retóricas de Sacristán. En cualquier caso, vaya por delante el aviso: nada de esta sección tiene desperdicio. Aquí está incluida la formidable conferencia impartida en 1962 en la UB titulada «Formalismo y ciencias humanas», donde aparece una interesante crítica a la ilusión ideológica conservadora que ansía una cierta visión de pureza por la que los conceptos de las ciencias sociales han de ser objetivos y operativos en el sentido de las ciencias de la naturaleza. En esta sección hay un racimo de proyectos, de tentativas que necesitan todavía tiempo para coagularse, pero que conforman el pensamiento de Sacristán desde dentro. Es francamente fabuloso ver cómo Sacristán se mueve y crece en diversos terrenos y cómo, de un modo casi autodidacta en ocasiones, se inventa una posición filosófica que no existía en España. Podemos seguirle dramáticamente el rastro, observarle buscando un espacio dentro del pastoso y miasmático suelo intelectual de la España franquista al mismo tiempo que le vemos mostrando su disidencia respecto a dicho espacio. Sólo por eso casi vale la pena rescatar todos estos inéditos.
La segunda sección del libro se compone de materiales escritos entre 1976 y 1977. Se trata de programas de asignaturas, pero destacan, desde mi humilde punto de vista, el trabajo sobre la «crisis de la universidad» así como el texto sobre la necesaria «política de la ciencia». En el caso de la «crisis de la universidad» lo que hallamos es un listado de ideas, puntos en un mapa, de lo que fue una conferencia sobre la cuestión universitaria. Este bosquejo de ideas nos invita repensar por qué no tenemos hoy en día un debate real y profundo sobre la universidad. No me refiero a un debate acerca de qué es la universidad, ni cómo desarrollar un mejor o peor programa, o cómo gestionar los recursos, sino una pregunta más básica y dolorosa: ¿para qué queremos como sociedad la universidad? Nos da cierto pavor enfrentarnos a ello, pero es una cuestión ineludible. Si algún día tenemos este debate, Sacristán ha de ser una referencia. En el caso de «política de la ciencia», es un texto deslumbrante que nos trae al presente un debate importante, y aquí dialoga con Javier Mosterín o con Agustín García Calvo, entre otros.
El apartado que cierra el libro recoge fundamentalmente la atenta lectura que realizó Sacristán de la obra de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas. Ahí vemos al Sacristán lector, pegado al texto, desglosando, dialogando, desesperándose con Kuhn. Uno se siente en esta parte como un fisgón que por una rendija observa a Sacristán, lápiz en mano, debatiéndose dentro del libro con una obra importante y desconcertante al mismo tiempo. En esta sección se incluye otro mapa fascinante: el guion para una conferencia acerca de la noción de ciencia, un listado borgeano que abarca desde Heráclito hasta las tecnologías duras y blandas, pasando por Goethe o Feyerabend. En fin, una delicia.
No quisiera cerrar esta breve (y necesariamente incompleta) reseña sin hacer mención de un elemento sumamente importante. Todo mapa, todo artefacto tiene sentido si alguien sabe y conoce tanto las particularidades de cada pieza como su sentido global. En este caso, los hechiceros capaces de invocar a Sacristán, Salvador López Arnal y José Sarrión, han acompañado casi cada palabra de Sacristán con unas precisas, magníficas, documentadas y bien montadas notas que sirven para orientar al explorador que se adentra en este territorio. Porque esta obra, se me había olvidado mencionarlo, no pide lectores, exige exploradores.
Fuente: Nuestra Bandera, revista de debate político, número 258 (Primer trimestre 2023), pp. 174-177.