Primera vuelta de las elecciones en Turquía
José Luis Martín Ramos
Tengo sentimientos encontrados con el resultado turco. No me fío de Erdogan, es autoritario y desarrolla políticas hegemonistas y «pantúrquicas» que desestabilizan el sur de Asia Occidental. Sus relaciones con EEUU eran de chalaneo: te doy , si me das; hasta que tras el frustrado golpe de estado de 2016 inició una etapa de relaciones tirantes con EEUU, a cuyo gobierno (Obama) acusó de apoyar a los golpistas. Con Rusia ya tenía posiciones tirantes y se agravaron con la intervención turca en Siria y en el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia. Por otra parte, su islamismo a la turca ha sido un freno al fundamentalismo.
Todo ha cambiado en los últimos tiempos. La posición de Turquía controlando los estrechos del Bósforo lo han involucrado objetivamente en el conflicto de Ucrania. EEUU ha presionado para que rompiera la convención de los estrechos y permitiera el paso de armas de la OTAN hacia Ucrania. Erdogan se ha negado. Desde ese momento a Erdogan le llueven invectivas occidentales de deslealtad a la OTAN y de complicidad con Putin; según ellas sería el lógico encuentro de dos autócratas. Aunque la distancia del gobierno turco con EEUU se había agravado antes, por la alianza entre EEUU y los kurdos en Siria; una alianza que no solo complica y hace casi indescifrable el mapa político sirio-irakí desde una perspectiva de izquierda, sino que también repercute en el mismo sentido en la política interior turca, en la que la izquierda ha sido históricamente favorable a las reivindicaciones kurdas. Ante las elecciones del 14 de mayo la opinión publicada occidental (una parte casi se alegró del terremoto de Turquía porque perjudicaba a Erdogan) daba casi por sentado que la coalición que encabezaba el partido socialdemócrata iba a ganar. Vendían la piel del oso antes de cazarlo.
En el frente interno, la izquierda comunista turca se ha dividido aún más. Uno de los dos partidos surgidos de la división del PCT, el Partido de los Trabajadores de Turquía –que se presentaba en alianza con verdes y kurdos en las generales– optó por apoyar al candidato socialdemócrata, con el argumento de que la prioridad era derrotar a Erdogan. El otro partido, el Partido Comunista de Turquía se negó a esto último y formó su propia coalición, la Unión de Fuerzas Socialistas con el Movimiento Comunista y el Partido de la Izquierda. Sus resultados son casi ínfimos. Los grupos de la Unión de Fuerzas Socialistas que no han participado del apoyo a la candidatura socialdemócrata han rebasado por poco los cien mil votos y me parece que no han obtenido ningún diputado. El Partido de los Trabajadores ha conseguido unos 900.000, un 1,8 %, y cuatro diputados; en 2018, recién constituido, participó dentro de las siglas de la izquierda kurda y consiguió con sus votos y los de los kurdos , 2 diputados; ahora se presentaba directamente con la esperanza de tener un 5% de los votos y formar grupo parlamentario. La izquierda verde y kurda, que han apoyado la candidatura presidencial de Kiliçdaroglu tampoco puede estar contenta de sus resultados, ha retrocedido un millón de votos con respecto a 2018. De la operación de sacar a Erdogan y poner a Kiliçdaroglu el único que se ha beneficiado es el Partido Republicano, los considerados socialdemócratas, que han ganado dos millones y medio de voto, aunque en realidad han vuelto a las dimensiones que habían conseguido en 2015.
Difícil de interpretar ese frente tan complicado, con las escasas informaciones que nos dan los medios, en los que se limitan a contraponer autoritarismo e islamismo con democracia y laicismo. Pero no se habla para nada de políticas sociales y económicas. El Partido Republicano es uno más del espectro del liberalismo social; no creo que haya cambiado. Y eso debe ser así cuanto que Verdes, izquierda kurda y el PT –entre otros– han justificado su apoyo a Kiliçdaroglu porque había que derrotar a Erdogan, que –eso es absolutamente– les ha venido reprimiendo o incordiando todo lo que ha podido legalmente.
De manera que el único asidero que tengo, por ahora, para interpretar las elecciones es el del cambio de política exterior que la prensa occidental esperaba de la victoria de K. La victoria no se ha producido y los titulares de «habrá vuelco en Turquía, los tiempos de Erdogan se han acabado» han sido sustituidos por los de «Erdogan no consigue la victoria en la primera vuelta, tendrá que ir a segunda vuelta»; algunos en la letra más pequeña han añadido: en esa segunda vuelta Erdogan conseguirá el apoyo del Partido Nacionalista (5 millones de votos) y conseguirá la elección. El momento de K era la primera vuelta; un knock out a Erdogan, ahora está contra las cuerdas. Así que parece que no habrá cambio en la política exterior turca; no se abrirán los estrechos al tránsito de armas de la OTAN, por el momento.