Un ansiado acontecimiento filosófico
Salvador López Arnal
Nicolás González Varela,» Nieztsche. Contra la democracia», Mataró (Barcelona), Montesinos, 2010.
NGV sostiene que existe una larga y venerada tradición interpretativa que niega y obtura toda posibilidad de una lectura política de la obra nietzscheana. Una lectura así es considerada «superficial, forzada y contraria al propio pathos de Nietzsche». De hecho, algunos reconocidos nietzscheanos lo definen incluso como un pensador esencialmente antipolítico o impolítico. No es ésta en absoluto la posición de NGV.
Si entendemos «antipolítico», señala el autor de este excelente ensayo, como una indiferencia interna de la teoría frente al Estado, o como un extrañamiento del Estado de la reflexión práctica, ése no es de ningún modo el caso de Nietzsche. Al contrario: «sus preguntas incumben sobre los politeai, los regímenes y la forma-estado, objeto tan importante de la filosofía política tradicional desde la Antigüedad». Sus preguntas y respuestas, prosigue NGV, son poiético-teóricas, más que dialéctico-prácticas. En nota (p. 247) aclara NGV la distinción: «La sustitución de una filosofía práctica dirigida a un obrar correcto y justo, cuya finalidad era el bien común, por una filosofía poiética política dirigida a construir y crear formas-estado, tomó plena claridad con Hobbes y Spinoza». Desde luego, si se analiza al Nietzsche político, comenta NGV, no «debemos anacronizar el contexto de sus reflexiones: es necesario pensar cuál era el concepto de Política a finales del siglo XIX».
NGV advierte a continuación contra el peligro de comprender al Nietzsche político «no a partir de las motivaciones originarias y sus necesarias conexiones internas, sino del preguntar por su diferenciación de las formas más perfectas de pensamiento reciente». Nietzsche, señala, diferencia entre la kleine Politik, la pequeña política, «lo que hacen los políticos», la política entendida como pura lucha por el Poder, y la verdadera y gran Política, la große Politik «que diseña la forma-estado como medio y posibilidad de determinar el comportamiento de otros hombres en pos de una finalidad de dominio». Nietzsche creía que la ciencia política había perdido de vista el contexto de preguntas que le habían motivado desde la Antigüedad. El Estado no está privado de finalidades y «el telos de un Estado sólo se alcanza gracias a sus formas». Por ello, si coincidimos con que una teoría de los medios y fines del Estado es el fundamento de toda política, concluye NGV, tal teoría existe en Nietzsche y, por ende, una aproximación política a su obra está plenamente justificada..
No sólo eso. Tal teoría de ninguna manera se ubica en su pensamiento de forma incidental o indistinta «ni subsumida a un horizonte moral, como sostienen muchos nietzscheanos». En opinión de NGV, la pregunta por la finalidad del Estado no solamente es un problema significativo «sino más aún, planteada correctamente, el problema fundamental de la Teoría del Estado. Sólo por su finalidad ha de justificarse en Nietzsche un Estado». Lo que constituye a un Estado en cuanto Estado perfecto es algo más que el mero Poder: «son, y no en última instancia, las tareas que sólo él puede satisfacer como Mittel, como medio, el telos bajo cuyo mandato se encuentra y que depende de su forma, de su Form der Regierungen». La manera y modalidad de distribución del poder estatal condiciona la forma del Estado. La forma-estado adecuada es la que permite la solución óptima de lo que Nietzsche denomina «el fin de todo arte del Estado: la größter Dauer, la gran Duración».
Prosiguiendo su presentación, NGV señala que si superamos el obstáculo epistemológico y nos atrevemos a una lectura específica de lo político en Nietzsche, el catecismo nietzscheano invierte los términos. «Las lecturas marginalmente políticas que se han realizado de la filosofía de Nietzsche, la mayoría en la cultura anglosajona, paradójicamente nos representan un Nietzsche hiperliberal, anarquista individualista, antiimperialista, que incluso puede ser una fuente valorable de recursos para el desarrollo de una teoría democrática posmoderna». No es el sendero transitado por el autor. «Cuando se desea «leer» políticamente a Nietzsche de manera crítica, la hermenéutica de la inocencia lo considera un dislate; cuando se practica la misma lectura desde un horizonte hagiográfico, resucita ante los fieles un extraño Nietzsche casi liberal, incluso un nómada escéptico, un «espíritu libre», un «individualista heroico», un «demócrata agonal»». Si se estudia sesgadamente su obra desde una perspectiva política, la interpretación nietzscheanne ignora sus propias opiniones, olvida sus textos o los reduce a un grupo selecto, como un posmoderno texto litúrgico, señala NGV. «La interpretatio se transforma en un burdo mecanismo de anacronismos, extrapolaciones y arbitrariedades presentadas como necesarias». Lo accidental en Nietzsche se transforma en el núcleo central. «La inexactitud filológica se revela como un approche estético, reduciendo todo a la retórica, a un juego de metáforas, de effets de style: pura literatura».
Para NGV, la leyenda áurea, «este Paterikon insostenible desde una correcta hermenéutica a nivel filológico, doxográfico y biográfico», se derrumba al primer contacto con los escritos de Nietzsche. En su opinión, «el Nietzschéisme como ideología interpreta contra la propia letra y espíritu de Nietzsche». Desde joven Nietzsche se interesó por la política y la historia y desde sus primeros escritos sobre Napoleón III, hasta sus pertinentes e informadas menciones en cartas y manuscritos sobre los hechos político-sociales más importantes de los años transcurridos entre 1860 y 1880, la situación política está muy presente en sus preocupaciones. «De lo que menos se puede hablar es de «indiferencia» olímpica o desdén informativo de Nietzsche por la política cotidiana de su tiempo».
Por lo demás, y como es sabido aunque a veces sea ocultado, Nietzsche nunca fue un demócrata apunta NGV. «Una y otra vez en sus obras esotéricas y exotéricas acomete contra las amenazas que los limitados avances democráticos le acarrean a Europa». Como reacción propone no un retorno a antiguas jerarquías medievales, a formas de restauration dinásticas o monárquicas, «sino el nacimiento y cultivo de una nueva casta de dominadores que gobierne Europa y luego la Tierra». Su crítica ideológica a la Modernidad implica una reversión epocal de todo el movimiento democrático desde la gran Revolución francesa. Para Nietzsche, sostiene NFV, «el movimiento democrático, «la introducción de la imbecilidad parlamentaria», es además una simple fachada moral-política, una mascarada superestructural sin autonomía propia, teatro de la pequeña Politik, que esconde una degeneración fisiológica profunda (ungeheurer physiologischer Prozeß) que nivela hombres superiores con inferiores, creando una raza mixta de Herdentier Mensch, hombres-animales de rebaño». Para el autor de Más allá del bien y del mal la democracia moderna y todas sus realidades es la forma más decadente de Estado por antonomasia.
En síntesis: desde cualquier punto de vista no extraviado es evidente que Nietzsche puede ser leído políticamente, que existe in nuce en su obra una completa y reflexiva filosofía práctica y que su posición siempre oscila en torno a un fuerte y radical pensamiento antidemocrático. El primer intérprete y admirador de Nietzsche, Georges Brandes, nos recuerda NGV, no tuvo problemas en definir a Nietzsche, con la aquiescencia de éste, «como un pensador eminentemente político, cuya filosofía práctica tenía como base un radicalismo aristocrático». Para NGV, «si bloqueamos en la interpretación la persistencia y centralidad del interés ético-político de su radicalismo aristocrático, extraviamos el hilo rojo de Ariadna que nos permite explicar el sistema en su integridad y la tortuosa evolución del pensamiento de Nietzsche».
El ensayo que el lector/a hará bien en acercar a sus manos y cerebro es «un intento de reconstruir el Nietzsche político, con énfasis en el lado positivo de su filosofía práctica, en los elementos productivos que emergen desde el humus de su Ideologiekritik». Para NGV, el usual «enfoque «apolítico» de Nietzsche, reducido a exégesis estéticas, epistemológicas, psicológicas, lingüísticas, en realidad empobrece y cercena la riqueza y amplitud del propio Nietzsche. La mutilación y reducción de la esfera ético-política de Nietzsche es perder de vista su propia coherencia como pensador».
El estudio del autor trata de superar las limitaciones de este clima interpretativo, un sentido común que se instaló como tradición académica a mediados de la década de los sesenta y que persiste como un argumentum ad verecundiam. «Como diría Schopenhauer, una dialéctica erística en la cual en vez de razones se usan «autoridades» elegidas a la medida de los conocimientos del adversario. Y lo hacemos en dos sentidos fundamentales: en primer lugar valoramos en sí mismos los textos de Nietzsche de su etapa juvenil y media, entre 1862 y 1872, tanto los finalizados y publicados como sus manuscritos póstumos. En segundo lugar abordamos el pensamiento de Nietzsche como el de un pensador totus politicus, dialéctico-político».
Última paradoja, aparente aporía señalada por NGV: Nietzsche es en todos los sentidos más radical y más inmediatamente político que el propio Marx. «Nada escapa al conflicto histórico y bimilenario entre Señores y Siervos, ni el Arte, ni la Filosofía, ni siquiera la Ciencia o la Lógica». Con ello, concluye NGV su prefacio, no hacemos otra cosa que seguir el propio espíritu de la filosofía de Nietzsche ad litteram.
Ver con detalle la cuidada y deslumbrante argumentación del autor exige adentrarse en un libro que merece la atención de toda persona interesada en la filosofía, en la política y en la historia. Es decir, de todo ciudadano, de toda ciudadana.