Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Un maestro obrero en estado grave

Un maestro obrero en estado grave

 

Salvador López Arnal

 

En el momento que escribo estas líneas, Marcelino Camacho permanece ingresado en estado grave en un centro hospitalario de Madrid.

No lo conocí personalmente. Lo escuché en un par de ocasiones. Una de ellas en Santa Coloma de Gramenet, en un recinto lleno de obreros enrojecidos que aplaudían sonrientes sus palabras y su modo de estar en el mundo. Hablaba con pasión razonada el entonces secretario general de CC.OO. Los trabajadores y trabajadoras lo escuchaban atentos, meditando sus palabras. Lo consideraban un maestro que enseñaba con el decir y con el ejemplo. Sabían que era uno de los suyos.

Algunos no estuvimos de acuerdo con algunas de sus decisiones. No entendimos que las CC.OO. firmaran los Pactos de la Moncloa y, sobre todo, nos pareció injustificada la forma en que se presentó el acuerdo. Un avance, un paso en la dirección socialista, se llegó a decir. No es imposible que la enérgica presión de la dirección del PCE, de la que Camacho formaba parte, fuera una de las razones por las que sindicato tomó esa decisión.

Poco después combatió contra los nuevos vientos “modernizadores” que acecharon y triunfaron en el entonces sindicato de clase, en una organización, uno de los movimientos centrales de las movilizaciones contra el fascismo español, que pretendía ser un movimiento socio-político, un nuevo tipo de organización sindical, no un sindicato al estilo clásico.

Camacho combatió como pocos –y, mirado desde otra atalaya, como tantos otros- contra la dictadura fascista. Pasó años en la cárcel. Fue, sigue siendo, junto a otros luchadores –Marcos Ana, Miguel Núñez, Teresa Cuevas- nuestro Nelson Mandela.

Es inimaginable que en su nombre pueda habitar el olvido. Pero esta España de todos los demonios no fue justa y sigue siendo injusta con sus ciudadanos más valiosos. De nosotros depende que una nueva infamia no se sume a un caudal ya inconmensurable.

Que este admirable defensor de las libertades ciudadanas, que este modélico luchador comunista, se restablezca. Que el maestro fresador venza, de nuevo, a las fuerzas malignas que le acosan. ¡Te debemos tanto, compañero! ¡Te necesitamos tanto, camarada!

 

N1: Mientras el maestro Marcelino Camacho ha sido ingresado en estado grave, el presidente del Banco de Santander, el tortuoso banquero Emilio Botín, arremete, cubiertos de aparentes ropajes de austeridad y eficacia, contra el “Estado de las autonomías”. El líder del principal partido de la oposición, tal loro parlanchín, repite las consignas. Es una cara, ciertamente siniestra, de la otra España.

 

N2: Encuesta entre un grupo de estudiantes de segundo curso de un ciclo formativo de informática en un instituto público de Santa Coloma de Gramenet, jóvenes entre 17 y 22 años, todos ellos de origen obrero y futuros, si la suerte no les es adversa, trabajadores cualificados. Jóvenes con diversos intereses culturales y alguna arista política. ¿Sabéis quién es Marcelino Camacho?, se les pregunta. Silencio, nadie conoce a Camacho. Uno de ellos, a quien le suena el nombre, conjetura que tal vez sea un minero. No está seguro. “Efecto colateral” de la España que hemos construido. Todos ellos, desde luego, saben quien es Nelson Mandela; todos desconocen la existencia de otro Mandela que nació en un país que Salvador Espriu llamó, con acierto, la pell de brau.

Otra cara de la misma moneda. La señora Catalina Serrano, la madre de mi compañera para ser más preciso, llamó ayer a casa por la noche, medio llorosa. ¿Qué te pasa?, le preguntó su hija. ¿No lo sabes, no lo sabes aún?, respondió ella, “ha fallecido Marcelino Camacho”, añadió con llanto contenido. Su hija no sabía que su madre conocía o diera importancia a la vida y muerte de nuestro Mandela. Para la señora Serrano, una persona no especialmente politizada, Camachado era un luchador, un sindicalista creíble, una persona honesta que había luchado para mejorar las vida de las gentes trabajadoras. Uno de los suyos.

 

N3: Unas palabras de Joaquín Miras, tras la lectura de este texto, que merecen conocerse: “[…] Camacho fue siempre un hombre con conciencia: con conciencia de ser uno más. Por eso vive en un cuarto piso de una barriada, en un piso diminuto. Esa dignidad de la sencillez, tan amable, tan próxima, tan poco sobrecogedora. Estuvimos en desacuerdo, es cierto; él también fue utilizado.”

 

N4: Marcelino Camacho falleció el pasado jueves 28 de octubre. Su corazón, su enorme corazón, no consiguió latir más. En 1967, lo ha recordado Mario Amorós, Camacho fue detenido. Pasó nueve -¡nueve!- años en la cárcel. Fue condenado en el proceso 1.001. La dictadura fascista “juzgó” –¡juzgó!- en ese proceso a los principales dirigentes de las Comisiones Obreras anticapitalistas y antifranquistas. A su salida de la cárcel en 1976, tras la Ley de Amnistía si no ando errado, Camacho comentó: “Ni nos doblaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar”. De nosotros depende que sus palabras sigan teniendo vigencia; de nosotros depende que en su legado no habite el olvido. No volvamos a cometer, una vez más, una injusticia así, un disparate tan abisal.

 

N5: Mi corrector, el de ustedes probablemente también, señala la palabra “antifranquistas” como si fuera un error ortográfico. ¡Un error ortográfico una de las mejores cosas que ha generado en estos cincuenta años el movimiento obrero y popular ibérico!

 

 

 

 

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