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El choque presente de la creación cinematográfica contra la realidad

Gerard Marín Plana
En sus muy sugerentes Apuntes de cine, editados en septiembre de 2023 por la Filmoteca de Catalunya, Érik Bullot resigue «el sueño de un cine imaginario» y traza «la historia fantasmal del cine». Se plantea que «quizás no hace falta recorrer a la maquinaria pesada para realizar una película» y señala que «un rayo en medio de la noche, un centelleo fugaz, el batir de unas alas, una onda sonora, son películas vivas que liberan los poderes del cinematógrafo. […] Cine sin cables ni electricidad».

Se trata de un texto muy interesante, que abre posibilidades de reinterpretación de lo cinematográfico. Pero no habla de la aparición reciente de la Inteligencia Artificial, precisamente la novedad técnica que pone en cuestión de forma importantísima –de hecho, hasta un punto todavía incomprensible– los modos como se ha concebido el cine hasta ahora.

Estamos viviendo, en cierto modo, un retorno a los orígenes. Las limitaciones que tienen todavía cortometrajes como este pionero Kiss/Crash (creado con IA) que, en un minuto de duración, nos muestra el fundirse en evolución de un apasionado beso y de dos coches chocando violentamente, son evidentes. Remiten, a través de una larga elipsis, a otros cortos como The Kiss (1900) o incluso a L’arrivée d’un train à La Ciotat (1896). Nos remontan a los momentos fundacionales de un lenguaje que se desarrollaría durante los más de cien años de historia del cine hasta ahora. Pero con toda esa obra, más toda la obra audiovisual considerada «no cinematográfica» existente, a cuestas, como fuente y como problema.

De hecho, la enorme cantidad de datos audiovisuales disponibles hoy y nuestra capacidad de tratarlos hace que, aparentemente, ya no sean necesarias cámaras para captar la realidad cinematográficamente. Las imágenes, los sonidos, lo representacional como tal, parecen separarse de lo existente a través de mediaciones que se nos hacen tan extrañas como lo fue la proyección de luz contra una pared para los primeros espectadores ante las obras de Lumière, Meliès, Porter, etc.

Y, de nuevo, vivimos esta experiencia como ellos: sorprendidos, abrumados, chocados; sin saber dónde quedan los límites entre lo real y lo ideal, lo subjetivo y lo objetivo. Como afirmó Adam Cole, el artista tras Kiss/Crash, su trabajo está en gran parte motivado por su «profunda angustia acerca de la IA», temiendo que, si «ya estábamos luchando por mantenernos a flote en un mar de imágenes», «el tsunami de contenido generado por IA amenaza con ahogarnos todavía más».
Un tren vuelve a lanzarse contra nosotros por una pared, por una pantalla. Es, sigue siendo, el tren del cine. En 1901, en The countryman and the cinematograph[*], Robert W. Paul ya pudo ofrecer una aguda reflexión metacinematográfica y mofarse de las reacciones ingenuas de las personas que veían un tren en una película por primera vez. ¿Qué será lo próximo? ¿Seremos capaces de apropiarnos colectivamente de esta nueva tecnología, o sucumbiremos a ella?

Información complementaria: una entrevista al creador [en inglés]: ‘Kiss/Crash’: How AI Portrays Human Desire – ACM SIGGRAPH Blog.

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