Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La izquierda alucinada y Gadafi

Jesús Sánchez Rodríguez

La izquierda alucinada padece dos graves defectos. El primero es esa alucinación que la hace concebir visiones psicodélicas mediante las cuales la revolución y el final del capitalismo están a la vuelta de cualquier esquina. No importa de qué importancia sea una protesta, ni sus objetivos, ni sus protagonistas, enseguida es aprovechada para convertirla sobre el papel en socialista y prueba irrefutable del fin cercano del capitalismo. Después de tres o cuatro manifiestos incendiarios, la izquierda alucinada se olvida del tema y espera al siguiente evento para volver a repetir lo mismo. En realidad con dos o tres modelos tipo de manifiesto les vale para todo acontecimiento con tal de cambiar nombres y fechas.

El segundo defecto es más ampliamente compartido, es la manipulación descarada de los acontecimientos. En este aspecto no tiene nada que envidiar a la derecha establecida. Salvo que ésta tiene en comparación una capacidad de manipulación infinita, dados sus recursos mediáticos en todo el mundo. El daño que producen sobre la opinión pública mundial no tiene nada que ver. La izquierda alucinada apenas llega a un puñado de activistas, la derecha establecida penetra en todos los hogares a través de los diferentes medios de comunicación y conforma la opinión pública.

Esa izquierda alucinada no es referente para los sectores sociales de izquierda en el mundo, solo para los activistas convencidos en su órbita, que suelen terminar desertando de las visiones esperpénticas.

Pero hay otra izquierda más amplia que sí aparece como referente y cuyas posiciones, análisis, acciones y consignas si tienen un impacto en los sectores de izquierda a nivel mundial. La situación de confusión, desencanto y falta de penetración de las posiciones de izquierda en el mundo actual tiene que ver con toda una larga trayectoria histórica de errores cometidos por esa izquierda amplia, sin que esas experiencias de errores hayan servido para corregir dicha trayectoria.

Este largo preámbulo es para referirse a un tema de actualidad en este mes de febrero de 2011. El acontecimiento es la revolución de masas desencadenada en el mundo árabe a partir del ejemplo triunfante inicialmente en Túnez. La primera reacción, tras la sorpresa, es el habitual análisis, convertido en tópico, rebelión del pueblo oprimido contra las tiranías sostenidas por el imperialismo. Hasta ahí en Túnez, al pasar la rebelión a Egipto se sube un escalón más, lo importante en la rebelión era el factor representado por la movilización obrera. Todo el espectro político con más o menos rapidez e intensidad empiezan a denunciar a los dictadores, y la derecha en un acto reflejo denuncia a quiénes hasta la víspera eran regímenes amigos, buscan lavar sus caras y apoyan las justas reivindicaciones de los manifestantes, dado que sus demandas apuntan a obtener un régimen democrático y la mejora de sus condiciones de vida sin poner en causa la base económica capitalista.

La izquierda, por su lado, denuncia la hipocresía de los gobernantes, especialmente norteamericanos y europeos. Pero no quiere ver sus contradicciones e hipocresía, esas que si son visualizadas por los sectores de la izquierda mundial. ¿Porqué las rebeliones en junio de 2009 contra el régimen islámico iraní eran manipulaciones imperialistas y las de Túnez y Egipto son auténticas rebeliones del pueblo?

Pero aún no había llegado Libia. Aquí la rebelión se convierte en una masacre sobre la población por parte de Gadafi. En la actual secuencia de acontecimientos, Gadafi sería el Ceaucescu de esta ola de revoluciones. Ahora las tomas de posiciones se hacen necesariamente más contundentes, a la opinión pública, incluida la de izquierda, la es inaceptable esta masacre. Pero las relaciones de Gadafi cubren un amplio espectro. Los medios de comunicación se encargan de recordarlo en estos momentos. La izquierda saca fotos y declaraciones del odioso personaje en estos momentos con gobernantes de derechas del mundo. La derecha hace lo mismo con gobernantes de izquierda. La situación es de empate. En realidad no, porque, como decíamos, la capacidad de alcance de los medios de comunicación de la derecha no admite ninguna comparación.

Pero la diferencia es otra más preocupante para la izquierda. Con retraso y midiendo los gestos, los gobernantes de las democracias liberales occidentales condenan al dirigente libio que masacra a su pueblo. Pero la izquierda gobernante titubea, incluso muestra cierto apoyo incomprensible a Gadafi. El locuaz Chávez calla, Ortega reconoce haber hablado con Gadafi y parece apoyarlo, Fidel denuncia lo que puede pasarle al pueblo libio…si interviene la OTAN, con Gadafi están más seguros.

Estupefacción es la sensación que describe los sentimientos que pueden sentir los sectores de la izquierda occidental. Nueva sensación de que la alternativa socialista al capitalismo se aleja un poco más. Pero no es esto lo importante ahora. Lo importante es la orientación que tomarán las masas árabes en rebelión. Si existiera la más remota posibilidad de que un pensamiento y alternativa de carácter socialista pudiese influir en la orientación de estas rebeliones, las actitudes que acabamos de describir son justamente todo lo contrario para impulsarlas.

Vuelven a la memoria las intervenciones soviéticas en Hungría o en Checoslovaquia, y los intentos imposibles de buscar justificaciones. Aquello ya se sabe como acabo. Pero es como si no hubiesen aprendido nada.

¿También Chávez, Ortega y Fidel están entre la izquierda alucinada?

Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/, o en la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje

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