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Una deslumbrante biografía (archi)filosófica

Salvador López Arnal

Reseña de: Javier Echevarría, Leibniz, el archifilósofo. Plaza y Valdés editores: Madrid, 2023, 381 páginas.

Empecemos, es justo hacerlo así, por el «¡no se lo pierdan!». Filosofía de la buena, excelentemente escrita. Un ensayo que nos reconcilia con el buen filosofar.

No es necesario presentar al autor, a Javier Echevarría, uno de nuestros grandes filósofos, también matemático, uno de los máximos conocedores españoles y europeos de la obra de este gran filósofo alemán, de este espíritu universal, puro work in progress, cuyo lema era Theoria cum Praxi (lo tomó como emblema de la academía científica que fundó en Berlín a comienzos del XVIII y que Kant retomaría como lema propio décadas después), filósofo y archifilósofo que hizo también aportaciones importantes a las ciencias jurídicas, a la biblioteconomía, a la historiografía, a la política, más allá de «sus notables actividades como inventor, ingeniero eólico y empresario en las minas del Harz.» ¿Quién da más?

Un prólogo, seis capítulos («Nacimiento y juventud, Leibniz en París (1672-1676)», «Al servicio del duque Juan Federico de Hannover (1677-1679)», «Al servicio del duque Ernesto Augusto (1680-1698)», «Entre Hannover y Berlín (1690-1705)», «Gracias y desgracias de la década final de su vida (1706-1716)»), un epílogo y una extensa bibliografía componen este gran libro de filosofía, esta excelente biografía de una de las figuras centrales de la historia del pensamiento filosófico.

¿Por qué archifilósofo? «El neologismo archifilósofo afirma que Leibniz fue más que filósofo, es decir, plusquam-filósofo. Se ocupó del mundo real, pero también de los mundos posibles y de todo tipo de ficciones.» Fue también archifilósofo, señala Echevarría, por su increíble capacidad de aprender (en el caso de las matemáticas, por ejemplo), por su magno proyecto intelectual y semiótico, la characteristica universalis, porque «cultivó muchas disciplinas y oficios, y porque practicó una metodología de aprendizaje muy elaborada, que le permitió destacar y ser creativo en casi todos los campos.»

Conviene recordar, así lo hace el autor, que la publicación sistemática de las obras de Leibniz (Akademie-Ausgabe) empezó en 1923, hace un siglo exactamente. «Cien años después ha llegado a cincuenta volúmenes impresos, distribuidos en ocho series… Se trata de una tarea ingente, germano-francesa en su origen e internacional en su desarrollo cual… Dada la envergadura, duración y dificultad de tamaña empresa, la Akademie-Ausgabe es comparable a la construcción de una gran catedral del conocimiento.»

La presente biografía, señala Echevarría, se ocupa únicamente de la primera vida de Leibniz: la corporal (1646-1716). El autor ha intentado mostrar cómo fueron surgiendo las teorías de Leibniz a lo largo de su vida, aportando muchos detalles al respecto. Sin embargo, añade, sus varias vidas post mortem han resultado todavía más variadas y complejas. Conforme sus obras inéditas se han ido publicando, Leibniz ha cambiado y evolucionando. En las últimas décadas, al hilo de la publicación de sus escritos inéditos, «está creciendo su presencia e influencia en ciencias sociales, así como en lingüística, filología y semiología, por mencionar tres ámbitos del conocimiento que cultivó a fondo y que entonces no tenían denominación propia.»

La claridad conceptual e histórica es una constante en el ensayo. Los ejemplos se amontonan. Una ilustración entre mil posibles: «Suele decirse que los cálculos de Newton y Leibniz son equivalentes entre sí. Esta fue la conclusión de la Royal Society en 1712. No es cierto. Newton resolvió el problema de las tangentes y también el de las cuadraturas del figuras, pero no inventó ningún cálculo integral, algo que Leibniz sí hizo, gracias a su profundo interés por la combinatoria, las notaciones y los algortimos… Cabe afirmar, por tanto, que los cálculos de Newton y de Leibniz, tal como fueron descubiertos por ambos, de manera completamente independiente entre sí, no eran conceptual ni matemáticamente equivalentes.»

Sugerencias de lectura: 2.8. Encuentro con Spinoza en La Haya (pp. 83-86). 4.6. El Discurso de Metafísica (pp. 143-153). 5.4. Física y Metafísica. La Dinámica y el Nuevo sistema de la naturaleza (pp. 201-215) 5.5. Noticias sobre ciencia y cultura en China (pp. 215-220). 6.3. Las Monadologías (pp. 280-286). 6.6. La guerra de sucesión española (pp. 303-311). 6.13. Las muertes de Leibniz (pp. 347-357). 6.14. Los cadáveres de Leibniz (pp. 357-361).

Javier Echevarría no cita en la bibliografía los dos trabajos que Manuel Sacristán, un gran leibziano, dedicó al archifilósofo. Una lástima.

Las futuras reediciones de esta gran biografía deberían incluir un índice nominal y analítico y una mejora de la definición de apofántica, extraida de Wikipedia, de la nota 1.

Fuente: El Viejo Topo, febrero de 2024.

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