Con deslumbrante claridad filosófica, con singular e infrecuente coraje político
Salvador López Arnal
Presentación: Nicolás González Varela, Heidegger. Nazismo y Política del Ser, Montesinos, Vilassar de Dat (Barcelona), 2017.
El acontecimiento (toma del poder nazi) actual tiene para mí una extraña Fuerza concéntrica, precisamente porque muchas cosas permanecen oscuras y sin control. Se incrementa el deseo y la seguridad de actuar al servicio de una gran Misión y colaborar en la construcción de un Mundo fundado de modo popular-racial.
Martin Heidegger, 1933
Lo primero que el lector o lectora siente, intuye y sabe apenas ha leído unas páginas de este libro, un nuevo, excelente, sorprendente y deslumbrante ensayo de Nicolás González Varela [NGV] sobre la obra, la vida, el filosofar, la «complejidad conceptual», las prácticas y los diversos disfraces del que fuera rector de Freiburg en tiempos criminalmente turbulentos, lo primero, decía, que sienten los lectores es que volverá a consultar sus páginas –e incluso a releerlo– más de una vez y que probablemente será un libro que le acompañe durante años si es un estudioso de Heidegger o, más general, un ciudadano interesado en la historia de la filosofía y el pensamiento político-filosófico contemporáneo. Dicho de otra forma, es una conjetura trivial: Heidegger. Nazismo y política del Ser será, con toda seguridad, un libro filosófico de cabecera para cualquier ciudadano interesado por el filosofar crítico y sólido y por las tendencias de pensamiento hegemónicas en nuestras sociedades.
Sin ninguna exageración, con la máxima distancia que me es posible, estoy seguro que estamos ante un clásico de la filosofía hispánica y europea, ante una de las grandes, informadas, críticas y no cegadas ni serviles aproximaciones a la filosofía, reflexión y acción políticas de una de las grandes figuras intelectuales del siglo XX (y lo que va del XXI) cuya sombra e influencias siguen siendo muy, pero que muy alargadas en numerosos ámbitos, no todos ellos estrictamente filosóficos.
Así, pues, dicho lo dicho, si permitimos que la vieja y respetable dama lógica juegue ahora y aquí su papel, lo mejor que el lector/a de esta –breve– presentación puede hacer es abandonarla e ir con avidez y con su cuaderno de notas a sumergirse en las páginas de este trabajo, de esta inconmensurable investigación que parece más bien obra de un colectivo de estudiosos que de un pensador en solitario, de un filósofo de los pies a la cabeza que, además, sin encerrarse en ninguna torre de marfil, ha seguido interviniendo con coraje, dignidad e insistencia en el ágora política española, europea y latinoamericana. Nada humano le es ajeno al autor, tampoco, por supuesto, el compromiso con los más desfavorecidos, con los más castigados y agredidos por esta inmensa crisis-estafa, también político-cultural, en la que seguimos inmersos, a la que siguen empujándonos.
Si la ciencia de Aristóteles, Boole, Gödel y Quine no ha jugado su papel, por generosa amabilidad del lector, me permito sugerir un procedimiento alternativo de lectura que puede ser obviado por supuesto. El siguiente: creo que debemos iniciar la lectura del libro de NGV por el propio Heidegger y, destacadamente, por su más que cuidada y diseñada entrevista póstuma, leída o releída con las magníficas notas filosóficas e históricas que el autor ha escrito sobre ella. Tras la entrevista, el resto de textos heideggerianos, algunos, la mayoría, no aptos para menores ni para almas poética y filosóficamente sensibles, también acompañados y anotados, con la excelencia de siempre, por el autor de este ensayo.
Después de ello, sumergidos en el decir y pensar heiggerianos, queda una aventura deslumbrante que vale la pena saborear poco a poco. Es, desde luego, la lectura (y relectura ininterrumpida), con toda calma y admiración intelectual, de las páginas que el autor de Nietzsche contra la democracia ha escrito sobre este otro gran pensador de la derecha extrema filosófica. Cabe aquí otra sugerencia. Esta primera lectura debería hacerse obviando las notas a pie de página, sin duda documentadísimas, observaciones que tal vez puedan interrumpir o desviarnos en algún momento la argumentación central de lo que se estamos leyendo. Tras esta primera lectura, reléase de nuevo bidimensionalmente que diría un Quine al que, con toda seguridad, hubiera encantado este trabajo. ¿Hablo de Quine, del gran lógico y filósofo del lenguaje y de la lógica? ¿El autor de Los métodos de la lógica leyendo un ensayo sobre Heidegger, sobre un pensador del que su maestro Carnap ironizó en las primeras décadas del siglo XX hablando de aquellas nadas que nadeaban en el non-sense? Sin ninguna duda, sin incertidumbre concebible: seguro que el gran lógico y filósofo norteamericano estaría encantado con este libro. ¿Por qué? Entre otras razones, por su solidez filosófica, a la altura del Quine de Las raíces de la referencia, y por su inmensa fuerza analítica y conceptual. Doy algunos ejemplos de ello.
Recuerda NGV un paso de Jürgen Habermas en el que el pensador alemán señala que aproximadamente desde 1929 Heidegger «pone en marcha una cosmovisionalización de la Teoría». Desde ese momento, prosigue Habermas, «empiezan a penetrar en las más secretas moradas de la filosofía de Heidegger motivos de ese turbio diagnóstico de la época que venían haciendo los ‘jóvenes conservadores’». Heidegger se abre con ello «por primera vez del todo al pensamiento antidemocrático que en la República de Weimar había encontrado en la derecha prominentes portavoces y que incluso había atraído a pensadores originales».
NGV no rinde tributo sin más. Ni se ciega ni se rinde ante el comentario, aparentemente concienzudo, del gran filósofo frankfurtiano. Lo contrario es lo verdadero. En primer lugar, señala, «es muy burdo, esquemático y de causalidad mecánica, un reduccionismo economicista, el pensar como causa única y eficiente en la evolución intelectual de Heidegger (o de cualquier otro autor) una crisis económica capitalista, por profunda y duradera que sea». En segundo lugar, añade, «considerar Sein und Zeit como una obra de «teoría pura», ¿aséptica y expurgada de todo lazo con el mundo político-histórico?, es también dudoso e incorrecto». Pero aparte de todas estas objeciones metodológicas, apunta finalmente, «Habermas se equivoca en establecer una línea de demarcación, su extraña «cesura biográfica» entre Theorie y Weltanschauung, en el año 1929». ¿Por qué? Porque mucho antes incluso de la aparición de Sein und Seit, fue en 1927, «por ejemplo en las clases de los años 1920-1921, ya es posible encontrar una fuerte impronta joven conservadora, de este «nihilismo heroico» y de la Lógica hiperactivista típica del Conservadurismo revolucionario».
El punto, la datación apuntada, esa nada inocente línea temporal de ruptura filosófica, como comprobará el lector, es un nodo esencial en la consideración global de la obra heideggeriana, de alguien, de nuevo cito a nuestro autor, que «está convencido que todas estas condiciones arquetípicas caracterizan, sino a todos los miembros rasos del NSDAP, a una gran proporción de sus cuadros medios y altos y, en especial, a Adolf Hitler». En la actualidad, recuerda NGV, «estamos en condiciones de saber, a través de su correspondencia y recuerdos de personas allegadas, la incondicional admiración y respeto que despertaba la figura de Hitler en Heidegger, fascinación que cruzó intacta el año 1945».
Con claridad conceptual, con coraje intelectual, con compromiso filosófico. Sin ambigüedades ni encubrimientos.
Tampoco la relación, a veces oscurecida o casi ocultada, Marx-Heidegger queda fuera del campo de visión de NGV. La segunda señal, comenta, con referencia a Marx «se encuentra en un lugar más importante de Ser y Tiempo: en la última página, en su conclusión que anuncia la segunda parte del libro jamás escrita». La más importante obra heideggeriana concluye «discutiendo nuevamente con una teoría en la que no se menciona al autor y vuelve a repetirse la mención entrecomillada (de cita) de «la Cosificación de la Conciencia». Los lugares en que aparece la teoría del fetichismo y la cosificación indican que para Heidegger «esa» teoría, la marxista, es un problema central en su debate». Heidegger propondrá una concepción de la praxis alternativa a la conceptualización marxiana: la famosa Sorge, noción que, por supuesto, NGV explica con todo detalle y lucidez.
Filósofo alemán, escribía Manuel Sacristán a finales de los setenta, nacido en Messkirch (Baden) el 26 de setiembre de 1899 y murió el 26 de marzo de 1976 en su lugar natal. Era, señalaba ya entonces, «el filósofo más influyente de Europa en los primeros años posteriores a la segunda guerra mundial y ya antes, por lo que hace a los círculos profesionales». Su vinculación con el poder nazi, en favor del cual pronunció su célebre discurso rectoral recordaba el autor de Las ideas gnoseológicas de Heidegger, su tesis doctoral de 1959, se reflejaba en algunas de sus obras, «más en la forma de una coincidencia de talante –con manifestaciones como la glorificación del «pueblo del Centro» o la apología de «la íntima verdad y grandeza del nacionalsocialismo»– que en una fundamentación ideológica». El nazismo, añadía Sacristán, «buscó ésta en personajes no comparables con Heidegger, como el mediocre Rosenberg. Por lo demás, el rectorado de Heidegger no llegó a durar 11 meses, pues ya en 1934 el filósofo dimitió para no ser responsable de la destitución de los decanos de Friburgo que no eran nazis». Cuando, ya distanciados, se consideraban «los escasos incidentes políticos de la vida de Heidegger, se tiene la impresión de que este pensador grande y profundo, muy solitario y retraído, tuvo la desgracia de que sus pocas alusiones al acontecer cultural y político aparecieran en sus obras como añadidos gratuitos difícilmente justificables, o hasta turbadoramente relacionados con circunstancias anecdóticas».
El autor de Sobre Marx y marxismo matizó mucho estas consideraciones en sus clases de Metodología de las Ciencias Sociales tras su reincorporación a la Universidad después de once años de expulsión por motivos políticos. NGV refuta con su ensayo esta generosa aproximación a la obra de un filósofo, «grande entre los grandes», emparentado culturalmente con el filósofo y jurista Carl Schmitt y con la densa y poblada tradición reaccionaria europea. He hecho, señala NGV, ya en Francia, en 1932, el filósofo personnaliste Arnaud Dandieu había notado «la afinidad esencial entre el Nacionalsocialismo y el pensamiento filosófico de Heidegger, en especial en su libro Sein und Zeit de 1927». Con palabras del autor: «La opción de Heidegger por Adolf Hitler y el SS-Staat no fue un accidente, ni un acto apolítico por naturaleza, ni el filósofo un niño, que jugando con la rueda de la Historia, terminó con sus dedos aplastados, como pensaba Jaspers, mucho menos un desafortunado flirt como pretende Otto Pöggeler. Hasta el último día de su vida él siguió creyendo en la Verdad interna y la Grandeza del (Contra) Movimiento nacionalsocialista; según su visión, los alemanes como Volk, como Pueblo metafísico, como Da-sein histórico habían perdido el momento kairológico, desaprovechando la oportunidad milenaria de realizar su Misión histórica, la posibilidad de ser ellos mismos con un segundo gran inicio del Ser en Occidente».
En el nudo, filosóficamente decisivo, la posición de NGV puede resumirse así: 1. La repetida pregunta de si existe una relación interna y necesaria entre la analítica de Sein und Zeit y sus percepciones y valoraciones políticas carece, en el fondo, de sentido. 2. Se trata de invertir la cuestión: «explicar cómo en la ontología heideggeriana existen indicios suficientes para hablar de una filosofía política in nuce». 3. Estamos ante una filosofía práctica viva que lo llevará, desde antes de 1930, a las proximidades del mundo nacionalsocialista. 4. Más aún, añade NGV, «lo que aquí hacemos no es otra cosa que, ad pedem litterae, seguir la propia autointerpretación de Martin Heidegger, que en confesión al filósofo Karl Löwith, afirmaba que en su concepto de «Historicidad» (Geschichtelichkeit) estaba el verdadero fundamento (Grund) de su compromiso político con Adolf Hitler».
No se pierdan esta enorme experiencia filosófica que dignifica a la propia filosofía y al filosofar crítico y comprometido. Y filosofando desde abajo, como solía afirmar Francisco Fernández Buey quien, por cierto, al alimón con Joaquim Sempere, publicó su primer artículo en Realidad, la revista teórica clandestina del PCE, sobre Heidegger y el humanismo. En 1964. Tenía entonces 20 años.