El ecologista dialéctico: Richard Levins y la ciencia y praxis del metabolismo hombre-naturaleza
John Bellamy Foster y Brett Clark
Este artículo apareció originalmente en Socialism and Democracy 37, nº 1-2 (2023): 14-34, y se reimprime aquí en una forma ligeramente revisada con autorización. El número de Socialism and Democracy en el que apareció se dedicó a celebrar a Richard Levins y sus contribuciones.
¿Si la razón es una característica natural del ser humano, ¿no lo es de la naturaleza?
-Yrjö Haila y Richard Levins1
En la raíz de todo el pensamiento de Levins, desde los días de su juventud hasta su trabajo como científico ecológico maduro, había una concepción de la dialéctica de la naturaleza y la sociedad extraída de pensadores como Karl Marx, Frederick Engels, V. I. Lenin, J. D. Bernal, J. B. S. Haldane, Joseph Needham, Christopher Caudwell, Marcel Prenant, Ivan Ivanovich Schmalhausen y C. H. Waddington.3 Como observó convincentemente, «tal vez la primera investigación de un objeto complejo como sistema fue la obra maestra de Karl Marx, Das Kapital,» que exploró tanto las bases económicas como ecológicas del capitalismo como sistema.4 La dialéctica materialista de Marx se extendió no sólo a la crítica político-económica del capitalismo y al argumento a favor del socialismo sobre esa base, sino que también contribuyó a un naturalismo dialéctico que abarcaba las conexiones/contradicciones ecológicas de la humanidad y la tierra, que requieren un cambio social.
Así pues, fue la dialéctica materialista, tal y como había sido desarrollada por numerosos pensadores de la tradición marxista, en particular en las ciencias naturales, la que constituyó el fundamento y el punto focal de todos los esfuerzos intelectuales de Levins desde el principio, constituyendo el método y la lógica fundamentales que rigieron su pensamiento. «El pensamiento dialéctico», escribió, «con su énfasis en la complejidad, el contexto, el cambio, la discontinuidad, la interpenetración y las contradicciones era, y ha seguido siendo, algo hermoso para mí y el tema rector de mi investigación científica y mi enseñanza política en los grupos de estudio del Partido, las conferencias populares y los escritos…. Me encantaban la asimetría y la complejidad, los efectos de umbral, la contradicción».5
Aunque el trabajo de Levins surgió del materialismo histórico, se encontró en profundo conflicto con gran parte de la tradición filosófica marxista occidental , que había intentado sistemáticamente separarse ella misma, y al pensamiento dialéctico, del mundo ecológico en su conjunto y junto con él del mundo de la ciencia, mediante el rechazo de la noción de la dialéctica de la naturaleza, fundamental para generaciones de pensadores marxistas.6 Aunque crítico con el dogmatismo soviético que surgió a finales de la década de 1930, Levins seguía convencido de que el materialismo dialéctico era la clave para comprender la complejidad tanto de la naturaleza como de la sociedad y sus interacciones.7 Escribiendo en «A Science of Our Own» en Monthly Review en 1986, afirmaba:
En la búsqueda de respetabilidad, muchos marxistas de Europa Occidental, especialmente entre los eurocomunistas, intentan confinar el alcance del marxismo a la formulación de un programa económico progresista. Por lo tanto, rechazan como «estalinismo» la noción de que el materialismo dialéctico tenga algo que decir sobre la ciencia natural más allá de una crítica de su mal uso y monopolización… Tanto los críticos eurocomunistas del materialismo dialéctico como los dogmáticos [los que reducen el materialismo dialéctico a mero formalismo] aceptan una descripción idealizada de la ciencia.8
El marxismo occidental, aunque se inspiró en el primer fundamento del pensamiento marxista, a menudo denominado materialismo histórico, rechazó su segundo fundamento, o naturalismo dialéctico, asociado a la dialéctica de la naturaleza tanto en la ciencia como en el arte. Si el primer fundamento tenía su fuente primaria en el pensamiento de Marx, el segundo se asocia a menudo con Engels, pero también englobaba a un amplio abanico de pensadores, algunos de ellos purgados en la Unión Soviética, o sometidos al hostigamiento contra los rojos en Occidente. Entre ellos se encontraban destacados científicos y filósofos de la ciencia de finales del siglo XX.9 Levins, junto con sus estrechos colaboradores Richard Lewontin y Stephen Jay Gould –los tres radicados en Harvard– se inspiraron en gran medida en el materialismo dialéctico/naturalismo dialéctico, como demuestran obras como El biólogo dialéctico y Biología bajo la influencia, de Levins y Lewontin, y La estructura de la teoría evolutiva, de Gould .10
«La verdad es el todo», escribió G. W. F. Hegel en el prefacio a su Fenomenología del espíritu, y por tanto no puede entenderse sino en el proceso de su devenir, de su desarrollo.11 Para comprender la naturaleza y el significado del pensamiento ecológico holístico de Levins, es necesario verlo genéticamente, es decir, en términos de su formación y desarrollo. De este modo, podemos rastrear las revolucionarias perspectivas teóricas y prácticas que aportó su análisis, ayudándonos a abordar la emergencia planetaria del presente siglo. El actual «síndrome de angustia ecosocial» que subyace a la crisis de habitabilidad actual, argumentaron Lewontin y Levins, «es más profundo que las crisis anteriores, alcanza mayor altura en la atmósfera, mayor profundidad en la tierra, se extiende más por el espacio y es más duradero, penetrando en más rincones de nuestras vidas».12 Por tanto, como sostenía Levins, era absolutamente necesario comprender las raíces de la crisis socioecológica mediante un enfoque que permitiera comprender la complejidad del conjunto, las interacciones dinámicas, lo incierto y lo posible.
La formación de un ecologista dialéctico
Levins fue un «bebé de pañal rojo», que creció en un hogar comunista, por lo que estaba imbuido de una herencia radical. Interesado desde muy joven por la ciencia, quedó fascinado por la obra de Trofim Lysenko, que pretendía llevar a cabo una revolución científica en la URSS para hacer frente a la corta temporada de cultivo, producto de la geografía, con el fin de aumentar la producción agrícola. El lysenkoísmo, que rechazaba la genética mendeliana y se basaba en las nociones lamarckianas de la herencia de las características adquiridas, pretendía promover el desarrollo agrícola alterando el metabolismo de los organismos y el medio ambiente mediante diversos tratamientos como la vernalización (enfriar la semilla durante la germinación para acelerar su desarrollo posterior) y el injerto. Suponía, al modo lamarckiano, que los factores ambientales inducidos podían alterar directamente los organismos, dando lugar a la herencia de las características adquiridas. El lysenkoísmo resultó ser un completo fracaso desde el punto de vista científico y retrasó la genética soviética una generación. Sin embargo, estimuló en muchos científicos el interés por las complejas relaciones dialécticas entre gen, organismo y medio ambiente.
Entre las figuras que asumieron los retos planteados por el lysenkoísmo de una forma más positiva, buscando respuestas más dialécticas respecto a las relaciones del organismo con el medio ambiente que fueran, no obstante, coherentes con la genética moderna, se encontraban el principal biólogo soviético y oponente de Lysenko, Schmalhausen, y el genetista rojo británico Waddington, que ejercerían una inmensa influencia sobre Levins. La gran obra de Schmalhausen Factores de la evolución: La teoría de la selección estabilizadora se publicó por primera vez en la URSS en 1947 y se tradujo rápidamente al inglés en 1949. Theodosius Dobzhansky, cuyas investigaciones en biología evolutiva contribuyeron a la «síntesis moderna», llamó a Schmalhausen «quizá el más distinguido entre los biólogos vivos de la URSS».13
Schmalhausen, al igual que Waddington, desarrolló una teoría de la triple hélice de gen, organismo y medio ambiente que proporcionaba una visión evolutiva y ecológica dialéctica que constituía una alternativa sofisticada al lysenkoísmo con su base antigeneticista (o genética antimendeliana). El enfoque dialéctico de Schmalhausen era especialmente evidente en su noción de jerarquías o niveles integradores que estructuraban la evolución biológica, y en su explicación de que los rasgos genéticos latentes y asimilados que se acumulaban durante largos periodos de selección estabilizadora saldrían a la superficie sólo cuando los organismos se enfrentaran a un estrés medioambiental severo o se cruzaran ciertos umbrales, lo que daría lugar a un proceso de cambio rápido.14 Lo que llegó a conocerse como «Ley de Schmalhausen» de la selección estabilizadora, según los biólogos dialécticos Lewontin y Levins, era la noción de que «cuando los organismos viven dentro de su rango normal de entorno, las perturbaciones en las condiciones de vida y la mayoría de las diferencias genéticas entre individuos tienen poco o ningún efecto sobre su fisiología y desarrollo manifiestos, pero en condiciones de estrés general severo o inusual, incluso las pequeñas diferencias ambientales y genéticas producen efectos importantes.» El resultado es que la evolución normal de las especies se caracteriza por una estabilización puntuada por periodos de cambio rápido, en los que los rasgos latentes se movilizan en relación con el estrés medioambiental.15
Como explicó Waddington, las verdaderas cuestiones relativas a la evolución tenían que ver con el cambio cualitativo. Aunque las matemáticas podían servir para dilucidar algunos aspectos de este proceso, señaló que «las verdaderas tripas de la evolución –que es, cómo se llega a tener caballos y tigres, y esas cosas– están fuera de la teoría matemática».16 La clave residía más bien en entender el mundo como gobernado por procesos dinámicos de contingencia, cambio, interconexión, contradicción y negación, así como por niveles integradores, o formas organizativas emergentes. Sin embargo, no debía considerarse que la dialéctica ofreciera una solución prefabricada a los problemas, sino más bien un enfoque que abría los análisis y desafiaba el cierre. Tratando de captar esto, Hegel había escrito audazmente: «La contradicción es el criterio de la verdad, la falta de contradicción, el criterio del error».17 Como observaron Levins y Lewontin: «El materialismo dialéctico no es, ni ha sido nunca, un método programático para resolver problemas físicos particulares. Más bien, el análisis dialéctico proporciona una visión de conjunto y un conjunto de señales de advertencia contra formas particulares de dogmatismo y estrechez de pensamiento».18 Fue la constatación de esta apertura del punto de vista dialéctico por parte de Levins lo que guió toda su carrera intelectual, así como su concepción radical de la teoría y la práctica.
Levins estudió agricultura y matemáticas como estudiante universitario en la Universidad de Cornell. Al enfrentarse a la lista negra anticomunista de McCarthy al graduarse, él y su esposa, la escritora puertorriqueña Rosario Morales, se trasladaron a Puerto Rico, donde trabajó como agricultor y organizador rural, conociendo de primera mano las condiciones de subdesarrollo y dependencia. Se doctoró en Columbia en 1956 y enseñó en la Universidad de Puerto Rico de 1961 a 1967. Visitó Cuba por primera vez en 1964, en lo que sería una colaboración de por vida con biólogos y ecologistas cubanos. En 1967 se trasladó a enseñar a la Universidad de Chicago. Allí, él y Lewontin se convirtieron en estrechos colegas y colaboradores.19 En 1975, Levins aceptó un puesto en Harvard, donde fue catedrático John Rock de Ciencias de la Población en el Departamento de Población y Salud Internacional y jefe del Programa de Ecología Humana. Elegido miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., declinó en protesta por la postura de la Academia Nacional sobre la guerra de Vietnam. Se convirtió en una figura destacada de Science for the People (tanto de la publicación como del movimiento).
En sus investigaciones sobre genética de poblaciones Levins decidió explorar la herencia, la variación y la evolución de la Drosophila (mosca de la fruta) en la naturaleza y no sólo en el laboratorio, comenzando en su vecindario y en el campo circundante en el Puerto Rico de la época. Sus hallazgos le condujeron a «los conceptos de selección co-gradiente, en la que el impacto directo del entorno aumenta las diferencias genéticas entre poblaciones, y selección contra-gradiente, en la que las diferencias genéticas contrarrestan el impacto directo del entorno». Él
propuso que la «variación ambiental» debe ser una respuesta a muchas preguntas de la ecología evolutiva y que los organismos se adaptan no sólo a características ambientales específicas como las altas temperaturas o los suelos alcalinos, sino también al patrón del medio ambiente: su variabilidad, su incertidumbre, la granularidad de su parcheado, las correlaciones entre los distintos aspectos del medio ambiente. Además, estos patrones del entorno no son simplemente dados, externos al organismo: los organismos seleccionan, transforman y definen sus propios entornos.20
Dialéctica ecológica
Levins se ocupó de la dialéctica ecológica a lo largo de toda su obra. Sin embargo, es su ensayo sobre «Dialéctica y teoría de sistemas», escrito en 2008, el que constituye el mejor punto de entrada a la unidad de su pensamiento a este respecto. En él detallaba la integración parcial de las concepciones dialécticas en la teoría de sistemas, incluida la modelización del Sistema Tierra, y la distinción entre ésta y una perspectiva dialéctica completa, destacando cómo esta última proporcionaba una comprensión más completa de la constitución dinámica, abierta, integradora, contradictoria y transitoria de la naturaleza. El marxismo había desempeñado un papel importante en el desarrollo de la teoría de sistemas. Como subraya Levins, «En cierto sentido, El Capital de Marx fue el primer intento de tratar un sistema completo…. Sus objetos iniciales de investigación en el volumen 1, las mercancías, no son bloques de construcción autónomos o átomos de la vida económica que luego se insertan en el capitalismo, sino que son “células” del capitalismo elegidas para su estudio precisamente porque revelan el funcionamiento del todo».21 Es importante entender que esto no se concibe como una relación burda y mecánica. Más bien, la mercancía como célula del capitalismo «no era», para Marx, «un objeto fijo e inmutable que determina el todo», como en versiones más mecanicistas y reduccionistas de la teoría de sistemas. Más bien, la mercancía en este sentido era vista «como un punto de convergencia de todos los fenómenos económicos, al mismo tiempo determinado por el todo y determinándolo».22 La clara naturaleza dialéctica del análisis de Marx le permitía ir y venir fácilmente entre trabajo/producción y capital/valorización en un complejo sistema dinámico de producción y reproducción.
Sin embargo, El Capital de Marx es notable no sólo por su teoría de los sistemas económicos, como señaló Levins, sino también, como se ha reconocido más plenamente en los últimos años, por su temprana teoría de los sistemas ecológicos. Tanto las contradicciones económicas como las ecológicas, señaló Levins, están presentes en el capitalismo, constituyendo esta última una «segunda contradicción».23 Como escribieron Yrjö Haila y Levins en Humanity and Nature, «los modelos de sistemas en ecología suelen concentrarse en el flujo de energía y el reciclaje de nutrientes (minerales). «24 De forma perspicaz, el ciclo de nutrientes y las transferencias de energía a través del metabolismo se integraron en El Capital de Marx y en la primera economía ecológica socialista, basándose en los trabajos anteriores de figuras como Roland Daniels y Justus von Liebig, formando la base del concepto de metabolismo social de Marx y su teoría de la brecha metabólica.25 Estos y otros desarrollos relacionados de la ciencia materialista influyeron en las concepciones de la crisis ecológica del legendario biólogo británico E. Ray Lankester, que fue protegido de Charles Darwin y Thomas Huxley, así como amigo íntimo de Marx.26
El alumno de Lankester, Arthur Tansley, introdujo el concepto de ecosistema, basado en la comprensión del ciclo de los nutrientes, el metabolismo y las transferencias de energía en las interconexiones entre los sistemas inorgánicos y orgánicos. La teoría del ecosistema de Tansley estuvo influida por la temprana teoría de sistemas del matemático y científico marxista Hyman Levy, que incorporó a su obra la noción de «cambio de fase» para describir cómo el cambio cuantitativo en determinados umbrales conduce a una transformación cualitativa, un análisis profundamente arraigado en la Dialéctica de la naturaleza de Engels.27
Needham, uno de los científicos socialistas más destacados de Gran Bretaña, introdujo la noción de «niveles integradores», como una forma de describir la emergencia y la realidad de que el mundo material consta de varios niveles organizativos, cualitativamente separados entre sí, teniendo cada nivel sus propias leyes de la naturaleza, pero no obstante interdependientes.28 Los científicos marxistas de la Unión Soviética y Gran Bretaña en la década de 1930, basándose especialmente en la obra de Engels, desempeñaron un papel crucial a la hora de explicar cómo la dialéctica de la transformación cualitativa conducía a la formación de nuevos niveles integradores y poderes emergentes. Esta comprensión generó un materialismo que trascendía tanto el intento vitalista de atribuir la vida y la conciencia a fuerzas vitales que eran adiciones irreductibles a la materia/energía, como el esfuerzo mecanicista de reducir todas las formas organizativas superiores a las inferiores.29 Bernal explicó cómo los residuos de procesos de desarrollo pasados, aparentemente ausentes o latentes, resurgen con frecuencia en el presente, entrando en nuevas combinaciones de forma contingente, para afectar a la evolución futura.30
Muchas de estas ideas de la dialéctica materialista fueron absorbidas por la moderna teoría de sistemas. Reflexionando sobre ello, el estimado biólogo evolutivo matemático y genetista John Maynard Smith escribió en una reseña de El biólogo dialéctico que la dialéctica estaba ahora «obsoleta» debido al desarrollo de la teoría matemática de sistemas. Según Smith, la «transformación de cantidad en calidad y viceversa» de Engels se sustituye por el «cambio de fase» (o «efectos de umbral»). Ambos conceptos fueron adoptados tempranamente por los científicos rojos e incorporados al análisis dialéctico-materialista. El intercambio de causa y efecto de Engels podría considerarse captado por el concepto de retroalimentación dentro de la teoría de sistemas. Como dijo Levins, Smith podría haber añadido que los «niveles integrados» están ahora ampliamente aceptados en la teoría de la jerarquía organizativa, en la que los dialécticos marxistas también desempeñaron papeles pioneros. Smith indicó su continuo escepticismo con respecto a las nociones de la interpenetración de los opuestos y la negación de la negación. En general, su argumento era que la modelización de sistemas matemáticos es ahora más dinámica y capaz de captar las relaciones jerárquicas, por lo que la dialéctica como tal no era necesaria.31
Con una comprensión histórica más amplia y filosófica más profunda, Levins respondió que, como en el caso de Engels antes que él, le complacía ver que la ciencia se volvía más dialéctica.32 No obstante, insistió en que la modelización científica estándar no alcanzaba el rango crítico de la dialéctica. La teoría de sistemas surgió en parte de la crítica al reduccionismo y del estudio ingenieril de los sistemas autorregulados. La mayoría de los estudiosos de la teoría de sistemas aún se mueven entre la reducción mecanicista y un enfoque idealista desvinculado, quedándose cortos del énfasis de una dialéctica materialista centrada «en la totalidad y la interpenetración, la estructura del proceso más que las cosas, los niveles integrados, la historicidad y la contradicción».33 En relación con la contradicción, que surge de la interpenetración de los opuestos, Levins exclamó en una ocasión: «¿Qué tienen de malo las contradicciones? ¡Sólo son oscilaciones en el estado de la red!». Es decir, surgen del mero hecho del proceso y de que las entidades y sus relaciones nunca son estáticas.34 Como había escrito Bernal:
Es posible enunciar esta parte de la dialéctica de una manera más o menos física y matemática…. Cualquier proceso, una vez puesto en marcha por un impulso inicial, continúa en ausencia de fuerzas externas hasta que, al pasar por su posición de equilibrio como resultado de su propio impulso, se detiene y se invierte. Pero en casos más complicados, en lugar de un mero movimiento oscilatorio de vaivén como el tipo de cambio cíclico en todas partes, obtenemos como resultado de la oposición y la detención de la actividad primaria una nueva cualitativamente diferente…. Transformaciones de este tipo se encuentran en todo el mundo inorgánico y orgánico.35
«El logro más elevado [de la teoría matemática de sistemas]», observó Levins, «es el algoritmo, la regla de procedimiento que puede ser aplicada automáticamente por cualquiera a toda una clase de situaciones, sin ser tocada por las mentes humanas», la historia y la contingencia. «Los marxistas», sin embargo, «defienden una relación más compleja y no jerárquica entre los enfoques cuantitativos y cualitativos del mundo».36 Aunque existen jerarquías organizativas, no son unidireccionales, en el sentido de que no sólo los niveles inferiores pueden afectar a los superiores (aunque los superiores no puedan reducirse a los inferiores), sino que también los superiores pueden afectar a los inferiores. La teoría de sistemas está orientada a la modelización. «La dialéctica hace hincapié [tanto] en la naturaleza provisional del sistema como en la naturaleza transitoria del modelo de sistemas».37 Por lo tanto, la dialéctica materialista no tiene como objetivo principal los estados estáticos y de equilibrio, como tampoco acepta el dualismo, el monismo, el reduccionismo o el idealismo, sino las cuestiones de origen, oposición, contradicción, cambio y transformación, dentro de una realidad que es «internamente heterogénea» a todos los niveles.38
Las abstracciones han resultado a menudo cruciales en el desarrollo de una visión dialéctica del mundo, y como forma de acercarse a lo que Levins y Lewontin llamaron el «mundo alienado.» Antes de la teoría de la selección natural de Darwin, la teoría evolutiva había adoptado una forma «transformacional» directamente simple representada por la teoría de la herencia de las características adquiridas de Jean-Baptiste Lamarck, según la cual los organismos, al luchar contra el medio ambiente, adquirían nuevas características que luego heredaba su progenie. El genio de Darwin, según Levins y Lewontin, fue romper con este modelo «transformacional» al separar la variación innata en los organismos individuales, por un lado, y la selección natural, que implica las relaciones con las poblaciones y el medio ambiente, por otro. Al «alienar» entre sí estos dos aspectos del proceso evolutivo, se aclaró todo el proceso de la evolución. Así, se hizo hincapié en el lento proceso de adaptación de las especies a su entorno mediante la selección natural a través de la variación innata. Sin embargo, esto creó un dualismo entre los rasgos genéticos heredados de los organismos, por un lado, y sus entornos, por otro –junto con una posición adaptacionista unilateral– que iba a resultar finalmente insostenible. Se hizo poco hincapié en el papel mediador de los propios organismos en el cambio de sus entornos.
El auge de la genética moderna condujo inicialmente a la famosa «síntesis moderna», en la que Haldane desempeñó un papel fundamental, que supuso la fusión de la genética mendeliana con la noción de Darwin de la variación innata y la selección natural. La síntesis moderna original tenía una orientación relativamente holística, que abarcaba los genes, el organismo y el medio ambiente. Sin embargo, el rápido crecimiento de la genética hizo que en biología se pusiera cada vez más énfasis en la variación basada en «genes inmutables», fomentando un determinismo genético unilateral cada vez más reduccionista, que restaba importancia a las interacciones y desplazaba el nivel del organismo mediador entre genes y entorno. Como afirmaron célebremente Levins y Lewontin al final de El biólogo dialéctico:
Frente a la visión reduccionista, que ve a las totalidades como reducibles a colecciones de partes fundamentales, nosotros vemos los diversos niveles de organización como parcialmente autónomos y en interacción recíproca. Debemos rechazar la euforia molecular que ha llevado a muchas universidades a desplazar la biología hacia el estudio de las unidades más pequeñas, descartando los estudios poblacionales, organísmicos, evolutivos y ecológicos como formas de «coleccionismo de sellos» y permitiendo que se descuiden las colecciones de los museos. Pero una vez reconocida la legitimidad de estos estudios, instamos también al estudio de las relaciones verticales entre niveles, que operan en ambas direcciones [con los niveles superiores influyendo también en los inferiores].39
En su argumentación, el organismo era tanto «el sujeto como el objeto de la evolución». En este caso, el organismo formaba parte de su entorno y dependía de él, pero ninguno de los dos «se determinaba completamente el uno al otro »40, sino que eran codeterminantes. Las actividades cotidianas de los organismos, como la obtención del sustento, les obligaban a estar constantemente interactuando con su entorno e incluso construyéndolo, transformando el mundo exterior tanto para ellos como para otras especies. Las especies vivas estaban dando forma históricamente a la naturaleza, alterando las condiciones materiales de la vida.41 Los niveles de gen, organismo y entorno formaban una «triple hélice», en la que el organismo desempeñaba un papel mediador activo. «Es imposible evitar la conclusión de que los organismos construyen por sí mismos todos los aspectos de su entorno. No son los objetos pasivos de fuerzas externas, sino los creadores y moduladores de estas fuerzas». Así pues, la adaptación como metáfora debería sustituirse por la construcción.42 Este punto de vista, argumentaron Levins y Lewontin, no entraba en conflicto con la evolución darwiniana. Más bien, «el darwinismo no puede llevarse a término a menos que el organismo se reintegre con las fuerzas internas y externas, de las que es a la vez sujeto y objeto».43
Esta comprensión de la complejidad en la relación entre organismo y entorno, revelada, por ejemplo, en las aportaciones de Levin a la teoría de los nichos, alimentó una profunda perspectiva ecológica, incluido un agudo reconocimiento de la crisis ecológica actual.44 El Homo sapiens, un organismo particularmente exitoso, que evolucionaba y se desarrollaba a través de su organización social (modos de producción y «periodos ecohistóricos»), y que perturbaba y cambiaba activamente el mundo que le rodeaba, estaba ahora socavando su propia existencia, así como la de muchas otras especies, a través de su creación de un mundo alienado.45 La respuesta, por tanto, residía en transformar cualitativamente la base organizativa de la relación humano-social con el mundo.
Para Levins, las luchas duales por «la supervivencia y la liberación de la especie humana» eran en sí mismas codeterminantes, y sólo podían abordarse plenamente, como en la concepción fundamental de Marx, mediante una sociedad de los productores asociados que «planificara» racionalmente su metabolismo con la naturaleza a través de la producción. «El objetivo de un nivel de vida creciente», escribieron Haila y Levins, »no puede identificarse con el aumento del consumo de energía y materias primas. Más bien, tras la satisfacción de algunas necesidades básicas sobre las que la gente tendrá que decidir, el progreso ulterior tendrá que hacer hincapié en la mejora de la calidad de vida.» Esto «implicaría aumentar el esfuerzo y la reflexión dedicados al cuidado de las personas, de nuestra salud, educación, vida cultural, oportunidades de trabajo creativo y saludable y de ocio», así como a «la riqueza del mundo natural» que debe ser «reconocido como un elemento importante en esa calidad de vida, no sólo como recurso sino también como el medio en el que se desarrollan nuestras vidas».46
El capitalismo como enfermedad
Levins reconoció que era necesario trascender el sistema capitalista para mejorar la salud humana y establecer una relación no alienada con la naturaleza. En su ensayo «¿Es el capitalismo una enfermedad? La crisis de la Salud Pública», planteó un análisis dialéctico-ecológico de cómo el desarrollo histórico del capitalismo, en particular, estaba contribuyendo al »retorno de la malaria, el cólera, la tuberculosis, el dengue y otras enfermedades clásicas» y «la aparición de enfermedades infecciosas aparentemente nuevas» como «la legionelosis, el virus del Ébola, el síndrome de shock tóxico, la tuberculosis resistente a múltiples fármacos y muchas otras», entre las que ahora se incluyen el H1N1, el H5N1, el MERS, el SARS y el COVID-19 (SARS-CoV-2). 47 Este problema, explicó, forma parte de la «crisis general» del «capitalismo mundial», que se manifiesta como un «síndrome de angustia ecosocial». Levins indicó que este síndrome se debía a «la omnipresente crisis multinivel de las relaciones disfuncionales dentro de nuestra especie y entre ésta y el resto de la naturaleza», que «incluye en una red de acciones y reacciones los patrones de enfermedad, las relaciones de producción y reproducción, la demografía, nuestro agotamiento y destrucción gratuita de los recursos naturales, el cambio en el uso de la tierra y los asentamientos, y el cambio climático planetario».48 Con ello, se basaba en la tradición de la epidemiología social radical, a la que Marx y Engels habían contribuido clásicamente, y la ampliaba.
En el primer volumen de El Capital, Marx elogió el trabajo de Bernardino Ramazzini, un médico italiano que escribió Enfermedades de los trabajadores, que se publicó por primera vez en 1700, por su detallada investigación en «patología industrial», explorando una amplia gama de enfermedades profesionales.49 Engels, en La situación de la clase obrera en Inglaterra, basándose en relatos de primera mano e informes de salud pública, detalló la degradación del medio ambiente y de la salud humana, ya que el capitalismo industrial estaba provocando amplios cambios en el uso de la tierra, contaminación del aire y del agua, condiciones de trabajo peligrosas y circunstancias de vida empobrecidas. Influido por el libro de Engels, Rudolf Virchow, médico y patólogo alemán, ayudó a ser pionero en el trabajo epidemiológico social, destacando cómo las cambiantes condiciones sociales influían en la aparición y propagación del cólera y el tifus. Marx y Engels incorporaron los resultados de las investigaciones de médicos radicales, como Peter Gaskell, Henry Julian Hunter, James Phillips Kay, Thomas Percival, John Simon y Southwood Smith, que documentaban la propagación de enfermedades infecciosas y la falta de nutrición de la población, especialmente entre los pobres, dada la falta de condiciones sanitarias y las desigualdades de clase que estaba generando el desarrollo capitalista. En El Capital, Marx detalló cómo el capitalismo estaba generando una brecha corporal en la morbilidad y la mortalidad humanas, como parte de la brecha metabólica más amplia en la relación alienada entre la humanidad y la naturaleza.50
Como parte de su investigación, Lankester estudió los patógenos parasitarios y el papel humano en la propagación de las epidemias. Señaló cómo las epidemias surgieron de las transformaciones ecológicas asociadas a la gran concentración de seres humanos y animales domesticados en un mismo lugar, la expansión del monocultivo, la creación de grandes cebaderos, la deforestación y la integración imperialista de la economía global. La pérdida de biodiversidad facilitó aún más la propagación de enfermedades. Este trabajo colectivo ayudó a sentar las bases de lo que se ha dado en llamar el enfoque ecosocial de la epidemiología.51
Por desgracia, como explicó Levins, este enfoque dialéctico que consideraba las complejas relaciones y condiciones de la enfermedad y la salud pública fue dejado de lado. En su lugar, se impuso un modelo biomédico reduccionista, con una concepción en gran medida estática de la naturaleza, por el que se asumía que las nuevas tecnologías, los medicamentos y los diagnósticos rápidos podían combatir eficazmente la enfermedad. Esto condujo a la teoría de la «transición epidemiológica» que sostenía que las enfermedades infecciosas eran esencialmente cosa del pasado en los países desarrollados. Además, se proponía que el continuo desarrollo capitalista serviría como medio para «eliminar la pobreza y producir la opulencia, haciendo que todas las nuevas tecnologías estuvieran universalmente disponibles» para todos los países triunfando sobre las enfermedades en todo el mundo.52
Aunque la teoría de la transición epidemiológica persiste, los fracasos de este enfoque son fácilmente evidentes, especialmente tras la pandemia de COVID-19. Como explicó Levins, esta postura no tuvo en cuenta la evolución. A medida que se empleaban antibióticos en los cuerpos humanos (y en los animales domesticados dentro de la producción agroindustrial), los microbios objetivo respondían al desafío, evolucionando y mutando, hasta acabar haciéndose resistentes a los antibióticos. Paradójicamente, se descubrió que algunos de los microbios eran «resistentes a los [nuevos] antibióticos», incluso antes de su introducción. Esto se debió al uso de antibióticos anteriores que, a pesar de las diferencias en sus nombres comerciales, «apenas se diferenciaban» de sus predecesores.53 El enfoque de la transición epidemiológica tampoco tuvo en cuenta cómo el capitalismo global estaba aumentando las desigualdades sanitarias, provocando transformaciones ecológicas masivas y contribuyendo a la propagación de enfermedades que ya no se limitaban a las regiones tropicales del mundo. Prestaba poca o ninguna «atención a las enfermedades de la fauna salvaje o de los animales domésticos y las plantas», lo que constituía un grave error, dado que «todos los organismos son portadores de enfermedades» y que el creciente contacto entre especies rompe las barreras naturales previas.54
Levins abogó por un enfoque ecológico que tuviera una larga comprensión histórica de las relaciones socioecológicas. Señaló que «las enfermedades aparecen y desaparecen cuando se producen cambios importantes en las relaciones sociales, la población, los tipos de alimentos que comemos y el uso de la tierra. Cuando cambiamos nuestras relaciones con la naturaleza, también cambiamos la epidemiología y las oportunidades de infección»55. Como ejemplo, explicó cómo la tala de bosques para aumentar la producción de grano en Sudamérica promovió el contacto entre roedores y humanos. Las semillas y la hierba atrajeron a los roedores. Varios depredadores, como coyotes, búhos y serpientes disminuyeron por estos mismos procesos. Esto, a su vez, fomentó la expansión de las poblaciones de roedores. A medida que la comunidad de roedores se expandía, éstos buscaban lugares para anidar, como almacenes, cobertizos y «las casas de la gente, facilitando la transmisión de enfermedades».56 Se puede ver cómo surge una dinámica similar con la construcción de presas y el regadío, que crean hábitats que favorecen la «cría de caracoles, que transmiten la enfermedad de la fasciola hepática, y de mosquitos, que propagan la malaria, el dengue y la fiebre amarilla». En cuanto a la demografía, una alta densidad de población, como la que puede encontrarse en las megaciudades mundiales y los barrios marginales que las acompañan, crea «nuevas oportunidades para las enfermedades» y aumenta su capacidad de propagación. Una dinámica similar surge en los cebaderos y las fábricas avícolas a gran escala, donde el hacinamiento de animales que viven en condiciones excepcionalmente deficientes facilita la aparición de «superbacterias» resistentes a los antibióticos.
La crítica del capital era fundamental en el enfoque dialéctico-ecosocial de Levins, por el que destacaba las contradicciones de la sanidad pública contemporánea. En el capitalismo, donde la atención sanitaria se centra en la maximización del beneficio, la atención real prestada no es necesariamente buena en sus propios términos, ya que aquí como en cualquier otro lugar este sistema económico no está interesado principalmente en el valor de uso sino en el valor de cambio. El creciente dominio de la atención sanitaria por parte de las corporaciones monopolísticas, y su capacidad para exprimir económicamente a los pacientes, cuya demanda de atención sanitaria tiende a ser inelástica, permite una enorme inflación de los precios, convirtiéndola en uno de los sectores más rentables de la economía.
El capitalismo crea y se alimenta inherentemente de las desigualdades sociales; produce activamente una sociedad enferma. Sus operaciones cotidianas provocan una contaminación, un estrés y una enfermedad innecesarios y cada vez mayores. Dentro de la sociedad estratificada en clases, «la tasa de mortalidad u otros resultados perjudiciales aumenta con el nivel de pobreza en enfermedades como las cardiopatías coronarias, el cáncer en todas sus formas, la obesidad, el retraso del crecimiento en los niños, los embarazos no deseados y la mortalidad materna».57 Esta sociedad enferma exige «un gasto cada vez mayor para reparar el daño a la salud pública que ella misma ha infligido».58
Levins iluminó cómo podrían ser diferentes las cosas, insistiendo en que una revisión integral implicaba centrarse en: (1) la salud del ecosistema para dar cuenta de las múltiples causas de estrés y problemas; (2) la justicia medioambiental; (3) la determinación social de la salud; (4) la atención sanitaria para todos; y (5) la medicina alternativa como parte de un enfoque integral de la salud.59 Las mejoras en el medio ambiente y la salud, argumentó, «son aspectos de la lucha de clases, no una alternativa a ella».60
Rojo y verde
Para Levins, la lucha contra la dominación de clase y la lucha contra la dominación despreocupada de la naturaleza necesitaban la una de la otra, y no podían enfrentarse entre sí, como en el capitalismo, sin desembocar en un desastre total. Su papel como científico ecológico no estaba divorciado de su práctica ecológica. De hecho, sus profundos conocimientos como científico se nutrieron de su época de agricultor cultivando hortalizas en Puerto Rico y de su trabajo en apoyo de la Revolución Cubana, con sus esfuerzos por establecer «una agricultura ecológica y una vía ecológica de desarrollo económico que fuera justa, igualitaria y sostenible».61 Cuando cultivaban en Puerto Rico, Morales y Levins redactaron el «programa agrario», destacando el potencial de la producción agroecológica y colectiva.62 Levins desarrolló una crítica incisiva de la agricultura capitalista moderna y sus consecuencias socioecológicas. Igualmente importante, también detalló cómo la planificación socialista y las prácticas agroecológicas servían de medio para transformar la relación humana con la naturaleza.
En el ensayo «Ciencia y progreso», publicado originalmente en Monthly Review en 1986, Levins esbozó un «enfoque dialéctico, político y de base ecológica» de las prácticas y la tecnología agrícolas en contraste con la lógica desarrollista moderna que se empleaba para justificar la estructura de la agricultura capitalista.63 Abogó por una agroecología basada en «el conocimiento detallado de los procesos que afectan a la fertilidad social, la dinámica de población de los insectos (tanto plagas como útiles) y la microclimatología».64 Esto incluía determinar formas eficaces de reducir la labranza y de aflojar la estructura del suelo. El objetivo era emplear estrategias intensivas en conocimientos que influyeran en la combinación de mano de obra y tecnología empleada en el cultivo de alimentos. Levins explicó que «el monocultivo crea inevitablemente nuevos y graves problemas de plagas, nos impide utilizar la variabilidad de los suelos y del clima en nuestro beneficio, agota el suelo y hace necesario el uso intensivo de insumos costosos.» En su lugar, es necesario trabajar dentro de los patrones de la diversidad. Un cinturón de árboles a lo largo de los campos agrícolas retiene el aire más frío, facilitando el crecimiento de los cultivos que necesitan aire caliente. Una diversidad de cultivos –como frutas que se recogen cuando están maduras frente a tubérculos que pueden dejarse en el suelo hasta que se necesiten– ofrece más opciones y posibilidades dadas las incertidumbres de la naturaleza. También ayuda a controlar las plagas. Levins promovió la planificación social para determinar el «tamaño óptimo de la parcela», que es «lo suficientemente grande para hacer uso de la mecanización necesaria» y «lo suficientemente pequeña para permitir el uso de los efectos de borde».65
La planificación agroecológica debe tener en cuenta cuestiones relacionadas con «la hidrología, las migraciones de las plagas, la oferta de mano de obra y las necesidades de consumo». Aquí es probable que la unidad de producción sea más pequeña que la unidad de planificación para mejorar la coordinación colectiva y garantizar prácticas sostenibles. Dadas las inevitables variabilidades medioambientales, es importante tener en cuenta las tendencias de la temperatura y la humedad a lo largo de décadas. Cultivar juntas plantas con requisitos diferentes es útil para garantizar la producción de alimentos, en caso de que falle una variedad concreta66.
Por lo tanto, para Levins, la planificación desempeñó un papel fundamental en el establecimiento de un sistema justo y sostenible de producción de alimentos. Era una parte crucial de la creación de «un tipo diferente de ciencia» que «requiere la combinación de la comprensión detallada, íntima, local y particular que la gente tiene de sus propias circunstancias con el conocimiento más general, teórico pero abstracto que la ciencia adquiere sólo distanciándose de lo particular».67 Esto requería la apreciación y coordinación entre el conocimiento popular y el científico. Aquí el conocimiento era social y debía compartirse, en lugar de privatizarse para obtener beneficios. Un enfoque así exigía plantearse preguntas más amplias y analizar la complejidad de todos los sistemas para evitar la hiperespecialización y el reduccionismo. Esta forma de planificación era abierta, colectiva y necesaria para reorganizar las relaciones metabólicas sociales de los humanos con la tierra.
Dada su experiencia de primera mano trabajando y colaborando con camaradas en Cuba, Levins vio cómo estos desarrollos ecológicos incipientes echaban raíces y surgían como parte de un florecimiento a gran escala de la planificación social coordinada a medida que el país perseguía «una vía ecológica de desarrollo que combina objetivos de sostenibilidad, equidad y calidad de vida »68. Levins celebró los notables logros de la ciencia cubana. Señaló que la ciencia en Cuba es de titularidad pública, lo que permite una coordinación dentro y entre los campos de estudio y el desarrollo de planes y objetivos nacionales. El conocimiento está orientado al servicio de la humanidad, en lugar de ser una mercancía. La concepción de la propia ciencia es más amplia, permitiendo la integración de los conocimientos de la sociedad en su conjunto. Esto ha desempeñado un papel crucial en lo que respecta al desarrollo de la agricultura orgánica, dado el conocimiento local de los microclimas, el suelo, las plantas y las plagas.69
«Cada tipo de sociedad», reconoció Levins, «desarrolla sus propias relaciones con el resto de la naturaleza». Sostuvo «que una vía ecológica de desarrollo está al menos latente en el desarrollo socialista, en pie de igualdad con la equidad y la participación. A pesar de todos los zigzags, vacilaciones y disputas, emerge como una característica cada vez más central. Y esto es imperativo, ya que el socialismo no puede tener éxito sin comprometerse con una vía ecológica».70 Tras la revolución, los dirigentes cubanos tuvieron que abordar toda una serie de preocupaciones sociales, como la pobreza, el saneamiento, el acceso al agua, la escasez de viviendas y el analfabetismo. Pero también dirigieron su atención a abordar las consecuencias de la deforestación, la erosión y el monocultivo que estaban asociadas a la economía de la caña de azúcar. Estos esfuerzos incluyeron la creación de jardines botánicos, programas de reforestación, microestanques y pastoreo rotativo. Levins indicó que el alejamiento de la ciencia colonial fue una parte crucial del establecimiento de una nueva relación con la naturaleza. El desarrollo se diferenció del crecimiento, ayudando a establecer «un objetivo de desarrollo armonioso de la economía y de las relaciones sociales con la naturaleza».71
La producción agrícola en su conjunto se reorganizó progresivamente para establecer ciclos y procesos nutritivos restauradores, mejorar la biodiversidad, minimizar el uso de pesticidas, proporcionar alimentos nutritivos y proteger a los trabajadores agrícolas. La producción diversificada de plantas y animales «permite el reciclaje dentro de la explotación». «La fertilidad del suelo se mantiene mediante el compostaje, la rotación de cultivos, el uso de bacterias fijadoras del nitrógeno, hongos que movilizan el potasio y el fósforo y otros minerales, así como el cultivo de lombrices de tierra».72 En lo que respecta a las lombrices de tierra, se ha hecho común la lombricultura, mediante la cual las lombrices convierten la materia orgánica vegetal en compost rico en nutrientes para su uso en los campos. La agricultura urbana orgánica se ha hecho común en toda Cuba. La transformación revolucionaria de la relación humana con la naturaleza en Cuba pasa por implantar lo que Fred Magdoff ha denominado «una economía ecológicamente sólida y socialmente justa» que pueda ayudar a reparar «la grieta de carbono del suelo »73.
Como ecologista dialéctico, Levins propuso que nos hiciéramos las grandes preguntas, como parte de la comprensión de por qué el mundo llegó a organizarse de una manera particular, y cómo podría ser diferente. Junto con Lewontin, insistió en que «debemos unirnos a la lucha para influir en lo que sucede».74 La obra de Haila y Levins, Humanidad y naturaleza, concluía: «Nuestra ciencia debe identificar los procesos contradictorios que mueven a la sociedad-naturaleza en su curso o la desplazan de él, y proyectar posibles alternativas entre las que podamos elegir con conocimiento de causa. Un futuro que no está determinado es una llamada al ejercicio de la libertad. «75
Notas
- Yrjö Haila y Richard Levins, Humanity and Nature (London: Pluto, 1992), 11.
- John Vandermeer, “Objects of Intellectual Interest Have Real Life Impacts: The Ecology (and More) of Richard Levins,” in The Truth Is the Whole: Essays in Honor of Richard Levins, Tamara Awerbuch, Maynard S. Clark, y Peter J. Taylor, eds. (Arlington, Massachusetts: The Pumping Station, 2018), 1–7.
- Richard Levins, “Touch Red,” en Red Diapers: Growing Up in the Communist Left, Judy Kaplan and Linn Shapiro, eds. (Urbana: University of Illinois Press, 1998), 264; Richard Lewontin y Richard Levins, Biology Under the Influence (New York: Monthly Review Press, 2007), 367.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 185. Este libro incluye ensayos que Lewontin y Levins escribieron juntos, así como individualmente.
- Levins, “Touch Red,” 264.
- Véase John Bellamy Foster, The Dialectics of Ecology (New York: Monthly Review Press, 2024).
- Como explicó Levins, «el término “materialismo dialéctico” se asocia a menudo con la rígida exposición particular que de él hizo Stalin y sus aplicaciones dogmáticas en la apologética soviética, mientras que “dialéctico” por sí mismo es un término académico respetable. En un momento en que el retroceso del materialismo ha alcanzado proporciones epidémicas, merece la pena insistir en la unidad del materialismo y la dialéctica, y recuperar toda la vitalidad de este enfoque para comprender el mundo y actuar sobre él. Aquí utilizo indistintamente dialéctica materialista y materialismo dialéctico» (Lewontin and Levins, Biology Under the Influence, 377).
- Richard Levins, “A Science of Our Own: Marxism and Nature,” Monthly Review 38, no. 3 (July–August 1986): 5–6.
- John Bellamy Foster, “Engels and the Second Foundation of Marxism,” Monthly Review 75, no. 2 (June 2023): 1–18.
- Richard Levins y Richard Lewontin, The Dialectical Biologist (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1985); Lewontin y Levins, Biology Under the Influence; Stephen Jay Gould, The Structure of Evolutionary Theory (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2002). Como ha escrito Sahotra Sarkar, «con Engels [Levins, Lewontin y Gould] sugirieron implícitamente que también eran materialistas dialécticos comprometidos casi en el anticuado sentido doctrinario soviético. Pero un examen minucioso de su obra revela algo más sutil….. Las tres figuras fueron explícitas en su deuda con Engels». (Sahotra Sarkar, “Lewontin’s Legacy and the Influence of Engels,” Marxism and Sciences 1, no. 1 [Winter 2022]: 10). Véase también Brett Clark y Richard York, “Dialectical Nature: Reflections in Honor of the Twentieth Anniversary of Levins and Lewontin’s The Dialectical Biologist,” Monthly Review 57, no. 1 (May 2005): 13–22.
- W. F. Hegel, The Phenomenology of Mind (New York: Harper and Row, 1967), 80–81; Lewontin and Levins, Biology Under the Influence, 186–87.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 370.
- Theodosius Dobzhansky, Foreword (1949), in I. I. Schmalhausen, Factors of Evolution: The Theory of Stabilizing Selection (Chicago: University of Chicago Press, 1986), xv–xvii.
- David B. Wade, Foreword (1986), en Schmalhausen, Factors of Evolution, v–xii; Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 75–80. El término «triple hélice» está tomado del famoso libro de Lewontin, Richard Lewontin, The Triple Helix: Gene, Organism and Environment (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2000).
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 77; “Macroevolution,” New World Encyclopedia; Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 169.
- Waddington citado en Gould, The Structure of Evolutionary Theory, 584.
- Hegel citado en Evald Ilyenkov, Intelligent Materialism (Chicago: Haymarket, 2020), 26.
- Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 191.
- Tan unidos estaban que a la muerte de Levins, Lewontin dijo a uno de nosotros que siempre había considerado a Levins como su «hermano».
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 368–69.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 110.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 185–86.
- Levins tomó el término «segunda contradicción» de James O’Connor. Pero en el propio análisis de Levins, esto se refería directamente a una contradicción ecológica, por oposición a económica, del capitalismo. Por tanto, no se refería, como en O’Connor, a una crisis económica del lado de la oferta, por oposición al lado de la demanda, provocada por los elevados costes de los recursos y la contaminación (el socavamiento de las condiciones de producción). En la noción de «segunda contradicción» de O’Connor, no existía una crisis ecológica como tal, sino simplemente una forma diferente de crisis económica. Richard Levins, “Rearming the Revolution,” Socialism and Democracy 12, no. 1 (1998): 65; John Bellamy Foster, “ Capitalism and Ecology: The Nature of the Contradiction,” Monthly Review 54, no. 4 (September 2002): 6–16.
- Haila y Levins, Humanity and Nature, 48.
- John Bellamy Foster, Marx’s Ecology (New York: Monthly Review Press, 2000); John Bellamy Foster y Brett Clark, The Robbery of Nature (New York: Monthly Review Press, 2020), 18–23, 206–11.
- John Bellamy Foster, The Return of Nature (New York: Monthly Review Press, 2020), 24–72.
- Foster, The Return of Nature, 348–57, 390, 475.
- Foster, The Return of Nature, 405–9.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 103.
- D. Bernal, “Dialectical Materialism,” en Aspects of Dialectical Materialism, Hyman Levy et al., eds. (London: Watts and Co., 1934), 103–6, 112; Foster, The Return of Nature, 378–79; Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 121.
- John Maynard Smith, “Molecules Are Not Enough,” London Review of Books 8, no. 2 (February 6, 1986); Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 101–2; Richard Lewontin, “In Memory of John Maynard Smith (1920–2004),” Science 304 (May 14, 2004): 979. Sobre cambios de fase y emergencia, véase Hyman Levy, A Philosophy for a Modern Man (New York: Alfred A. Knopf, 1938), 88–125; Hyman Levy, The Universe of Science (London: Watts and Co., 1932), 75.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 102.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 103.
- Levins citado en William Wimsatt, “Richard Levins as a Philosophical Revolutionary,” Biology and Philosophy 16 (January 2001): 107.
- Bernal, “Dialectical Materialism,” 103–6.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 115.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 110, 120.
- Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 278. Levins y Lewontin no sólo sostenían que «los objetos son internamente heterogéneos» a todos los niveles, sino también que «no había sótano», es decir, que no existían unidades fundamentales discernibles en la base de la existencia material de las que pudiera derivarse todo lo demás.
- Lewontin y Levins, The Dialectical Biologist, 288.
- Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 136.
- Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 89–106.
- Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 85, 89, 104–5; Lewontin, The Triple Helix.
- Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 105–6. Levins and Lewontin held not only that “objects are internally heterogeneous” at all levels, but also that “there was no basement,” i.e., that there were no discernible fundamental units at the base of material existence from which everything else could be derived. Véase Rasmus Grøndfeldt Winther, “Richard Lewontin as Master Dialectician,” Science for the People, November 23, 2021.
- Levins consideraba su enfoque pionero de la teoría de los nichos como un ejercicio de aplicación de la interpenetración de los opuestos. Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 372; Richard Levins, Evolution in Changing Environments (Princeton: Princeton University Press, 1986), 39–65.
- Haila y Levins, Humanity and Nature, 190–99; Levins y Lewontin, The Dialectical Biologist, 269.
- Haila y Levins, Humanity and Nature, 248–50; Richard Levins, “Eulogy Beside an Empty Grave,” en Socialist Register 1990 (New York: Monthly Review Press, 1990), 330.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 298.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 370.
- Marx, Capital, vol. 1 (London: Penguin, 1976), 484–85; Bernardino Ramazzini, Diseases of Workers (Thunder Bay, Ontario: OH&S Press, 1993).
- John Bellamy Foster, Brett Clark, y Hannah Holleman, “Capital and the Ecology of Disease,” Monthly Review 73, no. 2 (June 2021): 1–23; Howard Waitzkin, The Second Sickness (New York: Free Press, 1983); Brett Clark y John Bellamy Foster, “The Environmental Conditions of the Working Class: An Introduction to Selections from Frederick Engels’s The Condition of the Working Class in England in 1844,” Organization & Environment 19, no. 3 (September 2006): 375—88.
- Ray Lankester, The Kingdom of Man (New York: Henry Holt and Co., 1911), 31–33, 185–87; E. Ray Lankester, Science from an Easy Chair: Second Series (London: Methuen and Co., 2015); Foster, Clark, y Holleman, “Capital and the Ecology of Disease”; Nancy Krieger, Epidemiology and the People’s Health (Oxford: Oxford University Press, 2011).
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 298.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 302–3.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 301.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 299.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 300–2.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 307.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 305–6.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 306–10.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 319.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 306–7.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 366.
- En su ensayo, Levins ofreció una crítica perspicaz del desarrollismo. Generalmente, el desarrollismo, que sustenta los programas de desarrollo económico capitalistas, supone que los países menos desarrollados «progresarán» a lo largo de un mismo eje siguiendo a los países desarrollados. Advirtió que con demasiada frecuencia las sociedades «revolucionarias» siguen la misma lógica, asumiendo que deben avanzar a lo largo de este mismo eje para alcanzar y finalmente superar a las naciones capitalistas. Esta lógica contribuyó a la aplicación de prácticas agrícolas alienadas que sirvieron a la acumulación de capital y provocaron la degradación del medio ambiente.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 322.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 323.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 323–24.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 325–27.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 343.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 346–53.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 344.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 356.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 358–62; Mauricio Betancourt, “The Effect of Cuban Agroecology in Mitigating the Metabolic Rift,” Global Environmental Change 63 (July 2020): 1–10; Rebecca Clausen, Brett Clark, y Stefano B. Longo, “Metabolic Rifts and Restoration: Agricultural Crises and the Potential of Cuba’s Organic, Socialist Approach to Food Production,” World Review of Political Economy 6, no. 1 (Spring 2015): 4–32; Christina Ergas, Surviving Collapse (Oxford: Oxford University Press, 2021); Sinan Koont, “The Urban Agriculture of Havana,” Monthly Review 60, no. 8 (January 2009): 44–63; Sinan Koont, Sustainable Urban Agriculture in Cuba (Gainesville, Florida: University Press of Florida, 2011); Peter Rosset, “Cuba: A Successful Case Study of Sustainable Agriculture,” en Hungry for Profit, Fred Magdoff, John Bellamy Foster, y Frederick Buttel, eds. (New York: Monthly Review Press, 2000), 203–13; Peter Rosset, “Fixing Our Global Food System: Food Sovereignty and Redistributive Land Reform,” Monthly Review 61, no. 3 (July–August 2009): 114–28; Miguel A. Altieri, “The Principles and Strategies of Agroecology in Cuba,” en Sustainable Agriculture and Resistance, F. Funes, L. Garcia, M. Bourque, N. Perez, y P. Rosset, eds. (Oakland: Food First Books, 2002), xi–xiii.
- Fred Magdoff, “An Ecologically Sound and Socially Just Economy,” Monthly Review 66, no. 4 (September 2014): 23–34; Fred Magdoff, “Repairing the Soil Carbon Rift,” Monthly Review 72, no. 11 (May 2021): 1–19.
- Lewontin y Levins, Biology Under the Influence, 217.
- Haila y Levins, Humanity and Nature, 252, enfasis añadido.
Fuente: Monthly Review, 2025, Volume 76, Issue 08 (January 2025) (https://monthlyreview.org/2025/01/01/the-dialectical-ecologist-richard-levins-and-the-science-and-praxis-of-the-human-nature-metabolism)