Carta afable para un amigo comunista analítico
Joaquín Miras Albarrán
Dedicada a Salvador López Arnal que es quien me aconsejó publicarla y me sugirió el título.
Querido Salvador: entiendo tu precaución a la palabra ontología, sobre todo por las interpretaciones a la misma que se han hecho durante el siglo XX. Pero si uno parte de que todo el mundo tiene una concepción de lo que es el ser humano, que se trasluce en el hacer cotidiano porque lo guía, y esta concepción se puede ver en frases comunes como por ejemplo: no todos somos iguales, el ser humano es bueno, no te fíes del ser humano, piensa mal y acertarás, la desigualdad es inherente al ser humano, el ser humano no tiene remedio, lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien, el defecto del ser humano es precisamente lo que lo hace encantador (… sobre todo si, por todo pijama, lleva dos gotitas de Chanel Número 5 detrás del lóbulo de la oreja…como Marilyn Monroe; la apostilla es mía) , siempre habrá pobres y ricos, la envidia es eterna, el egoísmo es consustancial al ser humano, todos somos iguales, todos somos socialmente iguales aunque cada individuo sea singular –una modulación importante–; e incluso: la familia es lo fundamental, los antepasados… sólo Dios nos puede salvar… etc…y que ese pensamiento no sólo da sentido a nuestro vivir, sino que orienta nuestro hacer, nuestra praxis, creo que resulta valioso abrir la reflexión segunda o sea, filosófica, sobre esto. Es decir, abrir una filosofía sobre el qué es lo que constituye al ser humano, esto es, sobre la ontología humana, que aporte lucidez, más allá de las posiciones ¿Wittgenstein-ianas? (no lo he leído) que se dedican a negar el sentido de proposiciones por negación del sentido de la temática de temas que, no porque él los desconsidere, dejan de ser fundamentales, pues si no me equivoco, desde luego, nos orientan. Incluso, y contra lo que tengo entendido que este autor dice: el agua moja, el agua quita la sed, hace calor, y frases así, que la física desconsidera que sean científicas, cuando la física haya sido sustituida por una ciencia aún más rigurosa y científica –la re-física de re-cuerdas: un decir–, seguirán siendo válidas y operativas; todos sabemos que una mojadura de agua te puede producir una pulmonía y «que se te lleve Dios padre todopoderoso», etc. Y que una persona se puede morir de un golpe de calor, pero eso no tiene sentido más que desde el ser humano, y no desde los, creo, casi 6 mil grados centígrados del sol. Pero a parte de estas cosas, más triviales, la reflexión sobre ese todo que es el ser humano, creo, es imprescindible, lo mismo que es seguro, a mi juicio, que estudios de esta índole totalizante, serán siempre no inmediatamente científicos, que se alimentarán de la experiencia nueva del pensamiento cotidiano, y que serán siempre, por ello, una ontología o una reflexión segunda en devenir porque el ser humano es ontológicamente -es ya una afirmación ontológica- historicidad, ser deviniente, plasticidad social -segunda afirmación- autoproductora y autoconsciente de sí -tercera y cuarta…- y estas cosas fueron captadas por la experiencia de la consciencia, nacieron como saber de la experiencia de la consciencia -Hegel dixit- o sea de la experiencia del vivir –Suárez dixit y Molina dixit (por fin tengo el famoso libro de Luis de Molina Concordia)–. Los nuevos problemas que se nos plantean a la humanidad, o que nos plantea la historicidad humana: la praxis nueva y sus consecuencias, hacen que la experiencia nuestra sobre lo que ignorábamos de nosotros mismos, porque no existía, y que resulta puesto de manifiesto por lo que emerge, exija respuestas para estar a la altura práxica de la solución de esos nuevos problemas. Por ejemplo, el ecológico, que no es un problema científico, sino de supervivencia humana. Si la ciencia fuera una señora con la que dialogar, seguro que diría, «pero bueno, ¿qué problema es ese, de la ecología?: vuelve a haber tanto dióxido de carbono en atmósfera como el que ya hubo».
Esto lo he visto muy claro en Suárez, –los jesuitas– cómo se ve obligado a elaborar la noción de plasticidad humana, de libre autoelección ontológica, o sea civilizatoria, del ser humano, –evidentemente: otorgada por Dios– ante el descubrimiento y conocimiento de grandes civilizaciones admirables, y lo hace desde el debate sobre el libre albedrío, si tenemos o no libertad para hacer el bien y el mal, concepto que es retomado y reconvertido en un debate sobre la libertad ontológica de autocreación humana….se le critica -los dominicos- de que rompe con toda la tradición de los «padres de la iglesia», pero es que la forma de debatir que tienen sus rivales es tan nueva, tan moderna, como la de Suárez, porque lo que se discute es la concepción nueva del ser humano que debe dar razón de todos esos cambios y nuevos conocimientos, y por eso, la posición de los dominicos hubiera dejado al pobre Santo Tomás, en la más absoluta incomprensión, pues «su mundo no era de ese reino»…de la Modernidad. Es decir, tomar consciencia del nuevo «¿qué es el hombre?» que resulta de lo nuevo emergente, creado en nosotros por nuestro propio hacer, es necesario para dar respuestas práxicas… Creo que, en relación con la obra de Marx, y voy a su obra máxima, El Capital de Marx, el asunto es particularmente importante. Karl Marx no escribió reflexión filosófica ontológica alguna, a pesar de que, como todo ser humano, tenía una concepción sobre lo que era el ser humano, la suya –era ateo, era de los que no buscan certezas, sino que era de los que dudan, «de omnia dubitandum», no se ponía como modelo, «nihil humanum alienum mihi puto»…etc, todo esto, declaraciones suyas sobre lo que «es» el ser humano–. Pero Marx estaba en contra de la filosofía en general, o siempre tuvo mucho prejuicio contra la misma: en Ideología alemana –ese libro inexistente–, en sus artículos, se da la lucha por superar y dejar atrás la filosofía y crear una nueva ciencia, … que acaba siendo filosofía, porque no hay una reflexión sobre la totalidad humana que sea asumible por una ciencia. Pero, respecto del libro El Capital, lo importante es recordar que Marx no quiere hacer filosofía y que no «sabe» lo que es una ontología. Y no se plantea filosóficamente ni teóricamente, qué es el ser humano. Tener en cuenta esto es muy importante cuando abordamos El Capital, desde la comprensión nuestra, actual, de las nuevas necesidades que el mundo capitalista nos plantea, y que nos muestran cómo no hemos tenido en cuenta la vida cotidiana etc., en nuestro pensamiento, y las novedades que éste revela. Y que, a mi juicio, esto hace que resulte imprescindible tener elaborada una nueva y provisional, noción interpretativa de la totalidad concreta humana, que incluya la totalidad social cultural humana emergente en su complejidad. Desde este punto de vista, si se comparte esta necesidad intelectual, la denominemos como la denominemos, caben dos posiciones respecto de la obra de Marx: una, elaborar una concepción del hombre a partir de lo que él elabora en El Capital, y entonces, convertimos un libro, que es una crítica a una ideología capitalista –«Crítica de la Economía Política/ Contribución a la Crítica…»– en fundamento de una ontología. Pero por ejemplo, la noción de trabajo que maneja Marx en la obra, es la capitalista, porque Marx está criticando el modelo práxico productivo del capitalismo: es trabajo lo que produce ganancias –valor, plusvalor y salario, si se quiere– y todo lo demás, para el capitalista y para Marx es «reproducción de las fuerzas productivas, noción cajón de sastre, y noción propia de la «vida privada». O sea, la antropogénesis, pasa a ser cosa «privada», la ontogénesis antropogenética, pasa a ser asunto «privado-guión- reproductivo». De entrada el propio Marx, inconscientemente colabora a eso, cuando mete en El Capital, de vez en cuando, alguna frase de Aristóteles, cuya noción de «trabajo», sin embargo, abarca la totalidad de la praxis y poiesis, el ergon completo de la energueia humana: la totalidad de la acción humana –Marx mete en EC lo de las araña y las hormigas… y cosas así, aristotélicas–. Esto es una inconsistencia respecto del modelo que él crea para criticar el mundo de la producción, que es producción de una sola cosa, valor, no clavos, o panes, y que se debe a que no se percata, pero que hace que pareciera que quiere presentar un modelo de lo que sea el ser humano global, o así nos lo puede llegar a sugerir la inclusión de esas cosas, aunque él hubiera rechazado por …«¿escolástica»?…tal elaboración y luego en todo el resto del libro, en lo medular del libro, Marx se queda trabajando a partir de la, o sobre la, opción capitalista de lo que es el trabajo. El libro, como crítica, como «teoría critica de» o como «critica teórica a», es bueno, es válido. Como ontología, sería una catástrofe sideral. De hecho, es la que se ha dado. Durante 150 años, se ha pensado que un sindicato –asalariados– y un partido –aparatos de estado– bastaba para la revolución, y eso es adoptar como patrón total de lo que hay que cambiar, no la eticidad, no las mores o cultura material, no el «trabajo» entendido como metabolismo con la naturaleza en su totalidad, sino como lo que es explotado en la producción capitalista…y creo que esto es un buen argumento en favor de toda reflexión sobre: «que es el hombre» o qué es el ser social, o sea sobre la ontología…
Otra opción es falsificar a Marx, a sabiendas de todo lo que no hay en su obra, pero sí es necesario para la lucha revolucionaria presente, y meterle, embutirle, las dos grandes onto- antropologías como si fueran suyas, las de Aristóteles y Hegel. Como hacen los de la escuela de Budapest –Lukács, et cía–, autores a los que por otra parte yo aprecio mucho. Cuando dejan de ser «faux monnayeurs». Desde luego, esto parte de la comprensión de la gravedad de hacer pasar la concepción de actividad/trabajo válida –de validez y de «valor»– del capitalismo, por la concepción de la actividad que produce ontogenética y filogenéticamente al ser humano… que acaba dando sindicalismo como praxis alternativa, o economicismo –socialización de los… desde el estado o desde donde sea, etc.– en vez de consciencia de tener que elaborar un vivir total, una eticidad, una nueva vida cotidiana y una nueva antropología, lo que exige entender la política de otra manera. Pero falsificar es no salir de una ortodoxia autoritaria que obliga a ponerlo todo en el santo fundador, pare evitar la excomunión…y, desde luego, salir de ese autoritarismo , que, no por ser común y no sólo, en absoluto, «estalinismo de los comunistas», es menos dañino, es imprescindible si queremos sobrevivir…no sé si llegamos a tiempo.
Sea como fuere, creo que todo esto que te comento aquí de forma embarullada reúne las razones que me inducen a darle valor a una ontología, es decir a una reflexión sobre lo que sea el ser humano, a la luz de la experiencia que surge, en primer lugar, la de catástrofe y derrota de los…¿«paradigmas»? teóricos de la izquierda, que han demostrado ser un «hasta aquí llegó la marea»,…
Un abrazo, Salvador.