Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Donde pueden leerse cartas del autor dirigidas a sus amigos de juventud Josep M.ª Castellet y Juan Carlos García Borrón (más un comentario suyo sobre Gabriel Ferrater, quien, como él, también escribió sobre Simone Weil en Laye)

Manuel Sacristán Luzón

Edición de Salvador López Arnal y José Sarrión

Estimados lectores, queridos amigos y amigas:

Seguimos con la serie de materiales de Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) que iremos publicando en Espai Marx todos los viernes a lo largo de 2025, el año del primer centenario de su nacimiento (también de los 40 años de su prematuro fallecimiento). En esta ocasión se trata de cartas que el traductor de Platón, Engels, Adorno y Quine envío a sus amigos Juan Carlos García Borrón y Josep Mª Castellet, más un comentario de los años 70 sobre Gabriel Ferrater.

Los materiales ya publicados, los futuros y las cuatro entradas de presentación pueden encontrarse pulsando la etiqueta «Centenario Sacristán» –https://espai-marx.net/?tag=– que se encuentra además debajo de cada título de nuestras entradas.

Próximas actividades:

1) México

Conmemorando el centenario del natalicio de Manuel Sacristán. Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Plantel Del Valle

Aula Magna

Jueves 20 de marzo 11 h mesa redonda La práctica de la teoría en Manuel Sacristán

Jueves 20 de marzo 16 h mesa redonda Relevancia del pensamiento de Manuel Sacristán para el mundo contemporáneo

Viernes 21 de marzo 11 hrs documental Integral Sacristán 04. Sacristán marxista

Viernes 21 de marzo 16 hrs obra de teatro El pasillo

2) Madrid

El programa de un acto organizado por la FIM (con el apoyo del CSIC (The Age of Glass)) el próximo 5 de mayo:

La Universidad en el pensamiento de Manuel Sacristán y Paco Fernandez Buey

Lunes 5 de mayo de 2025, Biblioteca Marqués de Valdecillas – UCM

Calle Noviciado 3, 28015 Madrid, 15:30 – 20:00

En el marco del «Año Sacristán«, la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) organiza la jornada «La Universidad en el pensamiento de Manuel Sacristán y Paco Fernández Buey«, que se celebrará el lunes 5 de mayo de 2025 en la Biblioteca Marqués de Valdecilla –UCM (Calle Noviciado 3, Madrid). El evento abordará la crisis de la universidad contemporánea, la mercantilización del conocimiento y las reflexiones de Sacristán y Fernández Buey sobre el papel de la institución académica en la sociedad.

La FIM se adhiere de esta manera a la conmemoración del centenario de Manuel Sacristán (1925-1985), y lo hace conectando su pensamiento con la lucha actual en defensa de la Universidad Pública. Filósofo, traductor y militante comunista, Sacristán defendió el socialismo y la democracia y la justicia social, y desde los años 70 integró la cuestión ecológica en su pensamiento. Su enfoque crítico e innovador del marxismo, basado en la racionalidad científica y el compromiso social, dejó aportes esenciales en lógica, filosofía de la ciencia y ecología política. Como traductor de Marx, Engels, Lukács y Gramsci, facilitó el acceso a textos fundamentales para la transformación social.

Más allá de la teoría, su militancia comunista fue clave en la resistencia antifranquista, siendo esencial en la creación del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB) y, más adelante, en la fundación de las Comisiones Obreras de la Enseñanza. También destacó en el Comité Antinuclear de Cataluña y en la lucha contra la permanencia de España en la OTAN. En el «Año Sacristán», la FIM apoya las iniciativas de homenaje y difusión de su obra, como herramienta de análisis y transformación social.

En este contexto, resulta imprescindible destacar también la figura de Paco Fernández Buey (1943-2012), eminente discípulo de Sacristán y filósofo con voz propia. Fernández Buey fue también uno de los fundadores del Sindicato Democrático de la Universidad de Barcelona en 1966 y se destacó como miembro de la Coordinadora Estatal del movimiento de Profesores No Numerarios (PNN) en los setenta. Tras la muerte de Franco, contribuyó activamente a la creación y consolidación de las Comisiones Obreras de la Enseñanza y, en los ‘90, integró el Consejo de Coordinación Universitaria a propuesta de Izquierda Unida. Su labor como catedrático de filosofía política en la Universidad Pompeu Fabra, donde también coordinó el Centro para el Estudio de los Movimientos Sociales (CEMS), enriquece y complementa el legado de Sacristán y ofrece una visión crítica sobre la Universidad.

La jornada del 5 de mayo se estructurará en dos mesas de debate. En la primera, «La universidad según Sacristán y Fernández Buey», se revisará la concepción de la universidad en el pensamiento de ambos autores, abordando su función dentro de la sociedad y su papel en la formación de una ciudadanía crítica. Se debatirá si la democracia supuso realmente la solución a los problemas universitarios o si, por el contrario, se han reproducido nuevas formas de subordinación y mercantilización del saber. En la segunda mesa, «Diagnóstico de una universidad en crisis«, se analizarán cuestiones como la privatización, la creciente subordinación a intereses económicos y la precarización de la labor docente e investigadora y se debatirán posibles soluciones para rescatar la función emancipadora del conocimiento.

PROGRAMA

Apertura 15:15 – 15:30.

Mesa 1. La universidad según Sacristán y FFB.

15:30–17:15 (15 min c/u + 45 min discusión). Modera: Alicia Durán (Profesora de Investigación del CSIC)

Jordi Mir. Profesor asociado Departament d’Humanitats – Universidad Pompeu Fabra

José Sarrión. Profesor Permanente Laboral (PPL). Universidad de Salamanca.

Eddy Sánchez. Profesor de Geografía Política de la UCM. Presidente de la FIM

Ana Jorge. Profesora en el Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Universidad de Málaga

Café: 17:15 -17:30

Mesa 2. Diagnóstico de una Universidad en crisis

17:30-19:15 (12 min c/u + 45 min discusión). Modera: Paco Marcellán (Profesor emérito honorifico, UC3M.)

Paco Sierra, Catedrático Universidad de Sevilla. Portavoz de Universidades. IU

Victor Rocafort, Profesor Teoría Política, UCM.

Cristina Rodriguez, Presidenta de Federación de Jóvenes Investigadores Precarios (FJI)

Paloma López, Secretaria General de CCOO-Madrid

Aída Maside. Colectivo Estudiantil Alternativo (CEA), Universidad de Salamanca.

Conclusiones 19:30-20:00

José Sarrión (USAL) y Eddy Sánchez (UCM)

Para conseguir un debate ágil y rico contaremos con una Fila CERO, con invitados que esperamos intervengan activamente en el debate.»

Izquierda Unida ha publicado recientemente un comunicado de apoyo a los actos del centenario: «Manuel Sacristán (1925-2025): «100 años de pensamiento crítico y lucha por un mundo ecosocialista. Izquierda Unida impulsa el ‘Año Sacristán’: Reivindicando al filósofo, traductor y militante que unió marxismo, ecología y feminismo ante la crisis global». https://izquierdaunida.org/2025/02/20/manuel-sacristan-1925-2025-100-anos-de-pensamiento-critico-y-lucha-por-un-mundo-ecosocialista/.

Otros comunicados de apoyo: 1. Comunistes de Catalunya: https://comunistes. 2. Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM): ttps://www.fim.org.es/

En el mientrastanto.e de marzo se ha publicado un artículo de Alfons Barceló que creo que será de su interés: «Noticia y recuerdo de Manuel Sacristán» (https://mientrastanto.org/243/ensayo/noticia-y-recuerdo-de-manuel-sacristan/.)

Buena semana, muchas gracias.

INDICE
1. Presentación
2. Cartas no fechadas
3. Primeras cartas [1947-1950]
4. Cartas desde 1951
5. A propósito de la mística
6. Sobre Gabriel Ferrater

1. Presentación

Las principales fuentes de las cartas incluidas son las siguientes: J. Mª. Castellet, Seductors, il.lustrats i visionaris. Sis personatges en temps adversos, Barcelona: Edicions 62, 2009; Juan Carlos García Borrón, España siglo XX. Recuerdos de un observador atento, Barcelona: Ediciones del Serbal, 2004; Laureano Bonet, El jardín quebrado. La escuela de Barcelona y la cultura del medio siglo. Barcelona: Ediciones Península, 1994; Juan Carlos García Borrón, «La posición filosófica de M. Sacristán desde sus años de formación», mientras tanto, 30-31, mayo de 1987, pp. 41-56.

Según manifestó el propio Josep Mª. Castellet en una conversación con uno de los editores, las cartas que guardaba de su correspondencia con Sacristán se perdieron en un accidentes doméstico.

Algunas de estas cartas fueron enviadas desde Alemania. Fue en 1950 cuando Sacristán realizó su primer viaje a la República Federal de Alemania, la «Alemania del Oeste». Cuatro años después, como recordamos, cursó cuatro semestres de estudios de posgrado en el Instituto de Lógica Matemática y de Investigación de Fundamentos de la Universidad de Münster, Westfalia.

En la conversación que mantuvo con Antoni Munné y Jordi Guiu en 1979 (De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón, pp. 91-114), Sacristán hablaba de su germanismo en los siguientes términos: «Por un lado, está el hecho de que yo no puedo evitar ser germanista. Yo tengo mucho amor a la cultura alemana y al pueblo alemán, y me interesa mucho todo lo alemán. Entre los rojos españoles estoy en minoría. Soy germanófilo al mil por mil […]. Una de las motivaciones era esta, entender cosa alemana, cosa que les pasa a los alemanes. Entender cosas que les pasan a los alemanes es entender cosas que me pasan a mí, porque tengo un buen elemento de cultura alemana asimilada. No sé, si aquí ganara Líster y hubiera que perder la nacionalidad por disidente, supongo yo que la nacionalidad primera que se me ocurriría pedir sería la austríaca. Muy probablemente lo primero que se me ocurriría sería ser austriaco para poder tener que ver con Mozart. Desde luego, entre la música española y la música germánica, mi música es la germánica, la germánica y la italiana.»

(A propósito de Mozart: en un resumen, con anotaciones, depositado en BFEEUB sobre Ernst Fischer, Kunst und Koexistenz. Beitrag zu einer marxistischen Ästhetike [Arte y coexistencia. Contribución a una estética marxista], Rowohlt, 1966, puede verse la siguiente reflexión:

1. p. 24. Expresión particularmente mema y repugnante de culturalismo superior. La clave está en el ideológico «soñarse a sí misma» del final: se supone un arquetipo utópico, la archiutopía de La HUMANIDAD, y como uno es sólo prehumano –y aún pequeño-burgués– no tiene a mano para descubrir la utopía más que los casos a los que el tópico cultural siente como «sublimes» y «sobrehumanos», dicho sea con perdón de Mozart, el músico que me es más querido. El culturalismo pequeño-burgués no se da cuenta de la autocontradicción en que incurre: Mozart es tan pre-hombre como Robespierre. Por tanto, la prehumanidad es ya LA HUMANIDAD. Esa contradicción se debe al uso de ideas platónicas hegelianamente pseudohistorizadas. Pero en la actitud hay otro elemento de falsedad: el abusivo uso de ‘sentido’. Sentido es algo que da la inserción en una estructura teleológica, principalmente la de la acción humana. Por eso tiene tanto sentido la acción de los estadistas como la de los artistas. Y hasta lo tiene más directamente. En cambio las entidades sueltas no tienen sentido. LA HUMANIDAD o LA VIDA no tienen sentido ( = es un sinsentido afirmar que lo tengan y, en cambio, hace sentido metalingüístico decir que no lo tienen, pero significar que no se les puede atribuir). Ante la extinción de la humanidad, o incluso de las condiciones de la vida propia de este planeta, ¿qué «sentido» arquetípico tiene Die Zauberflöte (y es la pieza de música que más me importa en el mundo)? La negativa a aceptar que los hombres son lo que y como son, y que ya con lo que son y como son hay bastante para luchar contra tiranías y aberraciones, es la base de todos las memeces y todas los desvaríos de los ideólogos progresistas.)

Por otra parte, en «Esbozo de una biografía política» (El legado de un maestro, p. 32), Juan-Ramón Capella narra en los siguientes términos la arriesgada ruptura de Sacristán con las organizaciones juveniles de Falange: «Hay que decir sin embargo que el comportamiento como seuista [miembro del SEU (Sindicato Español Universitario)] de Manuel Sacristán fue bastante anómalo y también arriesgado. ¿Por qué? Pues porque él actuaba en el aparato cultural del SEU, entre los que se ocupaban de las revistas y este tipo de cosas; y junto con otros dos estudiantes, uno de Madrid, con cierta importancia dentro de esa organización de encuadramiento, y otro de Santiago, intentó conspiratoriamente, sin autorización ni conocimiento de la superioridad, una aproximación a trabajadores anarquistas». Pero la conspiración fue descubierta: «Sacristán recibió un buen día la llamada telefónica de su compañero de Madrid diciendo que había tenido una entrevista tormentosa con el jefe nacional, supongo que del SEU; que debajo de su casa había estacionado un coche de la policía, y que se iba a suicidar con gas».

Cosa que hizo, comenta Capella. Al día siguiente Sacristán vio en la prensa la noticia de su muerte. Nada supo de su compañero de Santiago de Compostela, «con quien no pudo ponerse en contacto. En cuanto a él mismo, fue “condenado a muerte por traidor” por la organización de los falangistas de la Universidad de Barcelona, por sus compañeros del SEU. Condenado a muerte significaba, como me contaba ayer Francesc Vicens, que el encargado de ejecutarle, que era el jefe de la organización, Pablo Porta, se paseara exhibiendo una pistola y diciendo que esa pistola era para Manuel Sacristán. El cual (no sé si ha contado nunca esto a nadie más que a mí, y por eso lo cuento ahora y me detengo en esto) un buen día, para acabar con el asunto, se presentó muy de mañana en el domicilio de Porta armado también con una pistola; entró en la casa, le despertó con el arma en la mano y le preguntó cómo estaban las cosas. Circunstancia que Porta aprovechó para decirle que no se preocupara, que todo era un teatro que él montaba para que los más exaltados no intentaran matarle de verdad, etc. Y así se consumó la ruptura de Manuel Sacristán con la Falange y sus aparatos políticos».

El profesor Capella explicaba a continuación que había querido señalarlo «porque a partir de una situación a la que te llevan las circunstancias, la historia que no dominas, la de un muchacho que entra en la organización juvenil de Falange y sigue en el SEU, aparece la consciencia; y la consciencia le lleva a intentar algo que no está dentro de las reglas: contactar con trabajadores anarquistas. Sacristán siguió tratando de entrar en contacto con trabajadores organizados en los años siguientes, en los años en que desplegó una política cultural inventada por él mismo, al convertir la revista Laye en un centro de referencia alternativo de la cultura barcelonesa. Hay una foto de esa misma época —que he reproducido en un texto biográfico-político sobre Sacristán [Juan-Ramón Capella, La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, Trotta, Madrid, 2005.] en la que se le ve en compañía de Pedro Gómez de Santamaría, otro falangista de izquierdas que poco después hubo de exiliarse –vivió en América Latina hasta que pudo regresar a España ya en la “transición”– por intentar contactar con trabajadores ácratas.»

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2. Cartas no fechadas

A Josep M.ª Castellet

Mientras en la iglesia se me ocurrían todas esas irónicas asociaciones, el [ilegible] del coro ha conseguido hacer vibrar la cuerda, tan tensada en mí, de la lealtad a la tradición histórica. Y he pensado que las formas tradiciones solo podrán sobrevivir si somos nosotros los que sabemos valorarlas en su justo alcance […] pero si son los supersticiosos reaccionarios quienes intentan salvarlas, se hundirán en el ridículo de una falsa orientación funcional. Pues funcionalmente son solo los objetos simbólicos en que cristaliza «por modo saduceo» la masa inabandonable de la tradición histórica –no fórmulas vivas paras las necesidades cotidianas.

A Josep M.ª Castellet

JMC estaba recuperándose de su enfermedad en el sanatorio de Puig d’Olena. Véase el magnífico documental: Xavier Juncosa, El jove Castellet. Formació d’un intel·lectual equidistant https://www.filmoteca.cat/web/ca/film/el-jove-castellet.

Por lo que explícitamente leo en tu carta y por lo que implícitamente entreveo, la fase de adaptación a tu nueva vida ha sido breve y fácil. Me parece muy bueno tu plan de aislamiento, bueno también el horario –con un astuto reparto de lecturas «duras» y «blandas»– y algo molesta la reglamentaria visita de Naphta. De acuerdo con mis antiadlerianas teorías, te deseo un largo período de incomunicación en tu cuarto, sin asomar siquiera la nariz al pasillo, para que puedas librarte de esa enfermiza normalidad…

A Josep M.ª Castellet

Creo que ya es hora de que comuniques algo concreto de tu actividad intelectual. La primera vez que aludiste a algo creí que correspondía callar hasta que tú mismo tuvieras ocasión de decir algo. Pero por tu última carta veo que, cuando menos, tiene ya claras las alternativas que se te ofrecen –o, si te ofende el término en exceso concreto, las premisas ordenadoras del eternamente imposible silogismo, en su versión «Castellet, 1950». Espero pues… Hoy he acabado de leer un libro al que comprendo sería estúpido intentar calificar convenientemente. Está más allá de toda expresión emotiva y admirada (…) Aparte de su contenido –observa que vuelvo a prescindir de todo calificativo– tiene un interés decisivo por su método (…) Las instancias biológica, estética y religiosa –o la de la «fe», como él dice– son las estaciones sucesivas y repetidas de un terrible viaje ascensional en espiral: eso es este libro de Kierkegaard. Lo guardo para releerlo y me lo llevaré a Alemania (…) Y ese «antropologismo» en la perspectiva vive tanto en ti como en mí desde la época de los entusiasmos adolescentes, como causa de que estos no fueran flores de un día, sino germen de vocación más serena. (En fin, muchacho: que Temor y Temblor es un libro bastante bueno).

A Josep M.ª Castellet

El viernes o el lunes dejaré en tu casa los tres tomos de Paideia [Werner Jaeger]. Dejaré los tres, porque no sé qué te interesa inmediatamente y supongo que te interesa leerlos todos –cosa que todavía no he podido hacer.

A Josep M.ª Castellet

Sobre una obra de teatro –no era «El pasillo»– que Sacristán quería presentar a un premio.

Un tal Pujol, joven millonario barcelonés, ha instituido en Madrid un importante premio para la mejor obra novelística y la mejor obra teatral que ilustren el problema de la cuestión social. He decidido mandar mi Judas. Para lo cual, claro está, debo escribirlo previamente (…) estoy totalmente decidido a explotarte como crítico previo. En cuanto tenga escrito el primer acto te lo mando como hice con el Eulogio, con blancos marginales, para que anotes todo lo que se te ocurra.

Ignoramos si llegó a escribirlo. No se conserva copia alguna entre la documentación depositada en BFEEUB. Tampoco de Eulogio.

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3. Primeras cartas [1947-1950]

A Juan Carlos García Borrón, 3 de abril de 1947.

Sacristán y su amigo estaban editando en aquel momento Qvadrante, los universitarios hablan. El último número, el 4, se publicó en mayo de 1947.

La Dirección General de Prensa dio por fin señales de vida con un molesto oficio muy amenazador que decía que era la última vez que se nos permitía cambiar el nombre o formato. Molesto asunto, porque además se nos obligaba a poner «en primera página» una nota que comenzara así. «La revista Estilo cambia su nombre por el de Qvadrante.» He adoptado la siguiente resolución: en 2ª página […] aparece una nota en la que por equivocación he puesto: «la revista Alerta cambia su nombre…»

A Juan Carlos García Borrón, 4 de abril de 1947

[El jefe de Prensa y Propaganda del SEU] ha desencadenado una fuerte campaña con todas las características, eso sí, de la oligofrenia. Sus actuaciones nos beneficiaban en último término; se dedicaba, por ejemplo, a lanzar en la Universidad unas octavillas firmadas por el SEU y «astutamente» difamatorias contra nosotros –tú y yo en concreto. Yo me alegraba grandemente de su «técnica» propagandística cuando he aquí que su oligofrenia tuvo un magnífico éxito sobre otro oligofrénico, pero éste de altura… La creciente dimensión de nuestra ex-aventura editorial (ya no es aventura, Juan Carlos, ahora es deber espiritual y económico, por los miles de pesetas de suscriptores que llevamos detrás) impone cada vez más y ya tajantemente el dejar de ser jóvenes diletantes (…). Se suscita este gordísimo problema: ¿cómo unos jovencitos estudiantes, pedantuelos y tal, pueden convertirse definitivamente en unos señores con dos profesiones que sirven con eficacia, no con inútil buena voluntad…?

A Juan Carlos García Borrón, finales de julio de 1947

«Carta colectiva de «los tres sargentos que suscriben [Castellet, Pocholo <Jesús Núñez>, Sacristán]», escrita por Sacristán.

– 4 tíos y 4 posiciones distintas.

– 3 tíos –Pocholo, José María y yo– hasta los cojones del mundo y de la vida.

– 3 tíos –Pocholo, José María y yo– que adoptan la decisión de no seguir haciendo Qvadrante.

Llámalo senilidad espiritual y es posible que aciertes. Pero cada uno ha seguido diversas vías para llegar a este Nirvana… Tú quizás sigas optimista. La Rioja dinamogenia a los hombres, Barcelona y Santa Fe [del Montseny, donde Sacristán estaba haciendo milicias] los tumban. Tenemos ganas de cambiar contigo impresiones.

A Juan Carlos García Borrón, inicio del curso 49-50

La facultad ha mejorado ligerísimamente con la provisión de las plazas de profesores adjuntos, una de las cuales ha sido ganada por un tal Gomá, profesor que fue de Filosofía en la Academia P. I., hombre de buena formación e información. Un nuevo auxiliar de griego ha mejorado también el deslucido cuadro de profesores: se llama Alsina y nos comenta magníficamente a Demóstenes, aunque sólo filológicamente, se entiende.

A Juan Carlos García Borrón, 29/X/1949

Hoy he leído un párrafo de Ment-sé hablando de que el Estado y la sociedad están obligados a tener maestros competentes para que no se malogren los que él llama ‘Apéndices de la Sabiduría’ y, por el contrario, puedan formarse, madurar y educar a su vez. Por cierto que, como quiera que esto está dicho con interés político en último término, me recuerda aquellas conversaciones nuestras que terminaban en el doble y terrible callejón sin salida de ‘bienestar nacional necesario’ y ‘educación imprescindible de la nación’. Es decir, en la Despensa y Escuela de Costa y en la Liga para la Educación Política Española de Ortega, pasando por el Ateneo del Bar-Club.

[…] ahora más que nunca estoy convencido de que también para los jóvenes la verdad habita en el hombre de dentro. Aunque esta verdad sea sólo la posibilidad de llegar a llevarla –madurando y madurándose– en potencia.

A Juan Carlos García Borrón, 1950

Mi alejamiento [de la vida pública] en cuestión no me ha impedido sin embargo entregar a Pocholo [Jesús Núñez] y José María [Castellet] una nota de crítica literaria y una nota sobre exámenes para que lo publiquen en Laye, órgano del servicio de educación nacional de cuya dirección técnica se encargan ambos.

A Juan Carlos García Borrón, mayo de 1950

Relaciono su enfermedad [la de Castellet], naturalmente, con la de su hermano [Eduard], y también con la reciente visita de Juan Ferrater, enfermo hace dos años, y con el que Castellet mantiene continuo intercambio de escritos y libros. Todo ello me recuerda cuántas veces pensé con satisfacción durante mi enfermedad en lo relativamente fácil que me era evitar contagios mediante la separación absoluta de mi ropa y su lavado en agua hirviente. No hay duda de que el saberse propagador del mal es uno de los mayores sufrimientos de esa enfermedad porque no es un sufrimiento moral en el que se atisba uno de los mayores misterios de nuestra puñetera vida: la responsabilidad sin culpa, la responsabilidad objetiva, a-moral (perdona el especulativo desahogo).

[…] ningún hombre razonable puede atreverse a juzgar lo que es de la esfera afectiva de otro.

[…] ese hombre [Ortega] al que todos debemos algo y que a todos nos debe… porque no le debemos todo lo que podríamos deberle.

[…] la ingenuidad del enamorado se transparenta en frases como «es difícil de resistir»; pero la fuerte reflexividad y conciencia objetiva de Juan Carlos García Borrón se revelan incólumes cuando observa que «al fin y al cabo, desenfado y decisión son cualidades de las que estoy algo falto» y, sobre todo, cuando se dice con «la predominante ocupación mental de aclararme que hay en el fondo de todo es».

[…] Puedo tal vez decirte que tienes que hacer la tesis. Pero no dudo que a veces el aumento de quehaceres vitales aumenta la eficacia en vez de disminuirla, y así ocurre cuando tal aumento equilibra nuestra vida psíquica.

[…] las últimas correcciones de Qvadrante en que la propuesta de una coma o de su supresión, llegada entre un rumor de decrépito puteo, vitalizaban un texto o le daban la precisión que no tenía; que no puede ser me resulta lamentable en este apogeo de la propaganda marxista y democristiana que se respira en Barcelona.

A Josep María Castellet, 7 de agosto de 1950

Hace treinta horas largas que estoy en Heidelberg. Treinta horas con el sombrero quitado. Cuando das un paso en Heidelberg tus pies sienten la necesidad de disculparse por tocar tierra pisada por Fichte, Schiller, Schubert, Wagner, Heidegger,… Hace cuatro días estuvo aquí Jaspers. He visto su fotografía en la prensa. Es un hombre de aspecto impresionante. Pero no entremos en detalles. Heidelberg es una ciudad exclusivamente universitaria. Y esa estupenda cualidad se apoya sobre una gran belleza física –la cual es tan grande que te mandaré algunas postales sin texto (el texto de la postal es siempre odioso, como el de los telegramas) para que las juzgues como fotografías. Las cosas agradables que contarte se agolpan ante mi produciéndome una oligofrénica dificultad de expresión. Esquematizaré…

Enorme. La monda. Habría podido elegir una habitación alquilada en casa particular. Pero he preferido –con Barral, Reventós y otro–- el Collegium Academecium. Es más barato, pero eso es lo menos interesante … En el escaparte de una librería próxima a la Universidad he visto Über die Liebe y Der Aufstand der Massen [Estudios sobre el amor, La rebelión de las masas], de José Ortega y Gasset.

[la vida cotidiana al Collegium] es maravillosamente proletaria, nos hacemos las colchonetas, nos servimos hasta el agua en el comedor, las habitaciones están destartaladas. Es una pobreza que une cojunadamente lo estudiantil medieval con lo social moderno.

A Josep M.ª Castellet, 12 de septiembre de 1950

Estoy en San Feliu [de Codines] desde el sábado –y en Barcelona desde el jueves– sin decidirme a escribirte por el propósito que tenía de subir a Puig d’Olena. Pero como la hipotética visita se retrasa considerablemente –mañana salgo para Córdoba con la familia– decido darte parte de mi supervivencia. Supervivencia .–¡y con qué ímpetu me lanzo!– problemática y descorazonadora: estoy bajo el shock del contraste. De aquello a esto. Mis cinco días en España han sido íntegramente dedicados a luchar contra la nostalgia que llega a ser sentimental, cosa insólita en mí que soy en este terreno sentimental completamente apátrida. Una vieja canción estudiantil alemana empieza con el cursi verso. «He perdido mi corazón en Heidelberg…» Y hay que ser ferozmente no-conductor, aislante puro, para no adoptar como lema la frase lacrimosa. No se trata, desde luego, en mi caso de la misma pérdida a la que alude el «poeta» –aunque no ha sido mala la experiencia de la mujer alemana. Es «aquello» lo que me provoca Heimweh, nostalgia. Es la mensa académica de Heideberg o Tübingen y Heimsoeth enseñando filosofía en Colonia. Pero no me da la gana charlar por carta acerca de esto. Por ti y por mí prefiero cambiar impresiones oralmente, para eludir toda posible literatura. Calculo que dentro de diez días estaré de vuelta de Córdoba. Aprovecho este viaje como lenitivo –¡hasta tal punto está deprimido el antes indestructible Manuel Sacristán Luzón!…»

A Juan Carlos García Borrón, 11-X-1950

La gente: Viladàs, Rosanas, E. Pinilla de las Heras, Farreras, Forns. Paganos: Mateu y otros prohombres. Esta gente sacaría una revista de lujo, dirigida por Estelrich, y un boletín universitario cuya dirección me ofrecen, como también me ofrecen un fácil acceso a la revista grande. Como es natural, el asunto no me tienta. Yo, lo mismo que tú en este terreno, he andado demasiado por ahí para que estas cosas puedan ilusionarme.

[Farreras] aprovechó la ocasión para soltarme un rollo insinuante y al parecer sincero. Me pidió por favor que compaginara Laye. Le dije redondo que no creía nada de aquello, si bien mi falta de fe no era obstáculo para que le compaginara Laye mientras él estuviera en Madrid.

A Juan Carlos García Borrón, 6-7/XII/1950

[…] estando escrita de un tirón y sin pausas reflexivas –al menos eso me parece– presenta [la carta de JCGB] «un cuerpo de doctrina coherente», como dicen los críticos, acerca de tu situación profesional, tus deberes y tus posibilidades… Es pereza dejarse ir por la pendiente de la propia constitución temperamental cuando el sentido en que se rueda por ella no es el conveniente. Y está claro que ni para ti ni para mí es remontar la pendiente el dispersarse alegremente como pequeños faustos renacentistas.

Aceptadas por ellos [Farreras, Viladàs, Forns y Roxanas], en principio –ya veremos si tardan en presentarse discrepancias– las exigencias de autonomía que yo postulé, a primeros de enero tendemos nuestras actividades iniciales. Ahora bien, dado que mi frialdad y desánimo para todo lo público solo podían ser vencidos por algo extraordinario, mi plan no es ni más ni menos que el germen de eso que alguna vez tú yo llamamos una Institución Libre de la Enseñanza a nuestra medida. He preparado ya mucho y estoy preparando lo que me falta, de modo que o no se consiga nada o se consiga algo gordo, ya sea la cárcel, ya sea una trascendencia nacional (…) Cuando vengas a Barcelona, tengo intención de hablar contigo de esa Sección, toda vez que, de salida, la he estructurado de modo que pudiera ser dominada, pese a la heterogeneidad de colaboradores culturales de todo tipo, por un equipo que considero formado por ti, Castellet, yo y dos nuevos individuos que te presentaré. Tengo que escribir a Pocholo sobre esto.

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4. Cartas desde 1951

A Juan Carlos García Borrón, 1951

Nunca como en estos meses habría estado justificado nuestro viejo uso epistolar que me imponía a mí el mayor derroche de sobres. Esa certidumbre me tenía sujeto a una vaga conciencia de culpabilidad que tu carta ha venido a agudizar. Te agradezco la prudencia con que evitas merecidos reproches.

A Juan Carlos García Borrón, febrero de 1951

Acostumbrado a tirar del mismo carro, has olido perfectamente la esencia de mis sudores en Laye. Naturalmente, las protestas del Obispado se han producido inmediatamente después de la salida del primer número del nuevo formato. El artículo de Ferrater reseñando lo de Castro les ha resultado «existencialista» y mi crónica «volteriana y extranjerizante». Afortunadamente numerosas felicitaciones han venido a inflar la vanidad de Fuentes [Jefe de Servicio que editaba Laye] y me han salvado de momento. Farreras se muestra bastante comprensivo y no ofrece peligro a nuestro intento. Vamos a ese nuestro: el hecho de que me hayas enviado tu «Crónica de Villacualquiera» me permite suponer que tal vez la fachada que proporciona el nuevo formato te permite alentar –como a mí– alguna modesta esperanza de dejar constancia, cuando no más, en unos cuantos números (es decir, hasta que, descubierto el juego, nos manden a la calle). En este caso, ni que decir tiene que todo lo que me mandes –y ten en cuenta que el formato permite llegar al ensayo– serán más cartas en mi mano de representante de ese grupo que tal vez no formamos más que tú y yo, pero que a lo mejor cuenta también con Castellet y Pocholo, cuando menos,. ¿Hasta dónde llegan mis esperanzas? No demasiado lejos: calculo que con cierta prudencia puedo aguantar alrededor de un año o poco más como Redactor-Jefe. Es lo más probable que al cabo de ese tiempo un trabajo tuyo, mío, de Castellet o de J. Ferrater, un poema de Costafreda o de Oliart provoquen la cuestión de confianza, y a mi escasa ductibilidad no me permita seguir disfrutando del sueldecito y de la plataforma, mucho más importante ésta que aquél, pese a la debilidad de la carne, como lo demostrará mi dimisión, que, apenas en el comienzo del camino, preveo para antes del primer recodo. No admito recodo en mi trayectoria: por eso acabo de dimitir del Instituto de Estudios Hispanoamericanos.

[…] Salvo que se realizara la más utópica de las esperanzas, a saber, que se hundiera todo y el crédito obtenido con unos artículos dignos y una información bibliográfica rica nos permitiera contar con una publicación viable.

A Juan Carlos García Borrón, 1951

[los patrocinadores de Laye] se han dado cuenta de que están alimentando enemigos, gente poco católica, nada neocatólica y escasísimamente devota del señor Ruiz Giménez [NE: ministro de Educación Nacional desde julio de 1951].

Sospeho que se han formulado claramente esta cuestión.

A Juan Carlos García Borrón, mayo de 1951

Haré una horita de alemán para redondear mi todavía muy imperfecto dominio de esa superlengua, otra de griego, que nunca viene mal cuando uno está enamorado de aquella gente tunicada, y otra de sánscrito, que es mi fiebre del momento. Mi fiebre, por mejor decir, es Sankara y la filosofía brahmánica ortodoxa y heterodoxa. Pero con mi sólita cazurra pedantería empiezo la casa por los cimientos.

A Juan Carlos García Borrón, 28 de octubre de 1951

Es posible que baje considerablemente en tu estimación si te digo que el culpable de mi retraso en escribirte es el señor Collins [NE: autor de un Diccionario de inglés-español muy consultado]. Pero la verdad ante todo: he necesitado una semana de cierta intensidad para asimilarme correctamente la terminología de ese «pensamiento» inconcebible. Naturalmente, aprendidas las palabras se ha aprendido ya todo lo que puede enseñar.

[…] Leo la Metafísica de Aristóteles en la edición de Ross. El comentario me ayuda mucho, porque estoy poco hecho a la lengua de Aristóteles.

A Josep Mª Castellet, octubre de 1952

Simone [Weil] es la mejor tratadista de religión que conozco (…) es, no superior como mística, pero sí mejor tratadista que San Juan de la Cruz. Me explicaré: a) en San Juan tienes que separar tú mismo lo que es técnica de lo que es sustancia ideológica. Simone no confunde jamás esa dos cosas. b) San Juan andada flojo en teología. Simone, empolladísima, verdadera teóloga, llega incluso a algo que yo persigo desde hace más de un año: el estudio del misterio como única realidad teológica, el misterio como único tema de la teología, en el que ésta se [ilegible] con la mística y se fundan ambas en algo que solo a partir de esa unión puede llamarse religión dignamente c) En San Juan es tácita la solución a uno de los más fuertes problemas de la mística: la visión y aceptación del mundo natural. Bergson supo leer entre líneas y desveló e hizo explícita esa tácita solución. Simone lo consigue con éxito mucho mayor trabajando simplemente el misterio que yace debajo de la cuestión (..) d) San Juan usa una tradición filosófica sin saberlo. Simone sabe lo que la mística –la religión pura– debe a Platón (…) e) San Juan se ve a veces oprimido por una dogma (Aunque sobre estoy hay mucho que hablar). Simone odia los dogmas.

A Juan Carlos García Borrón, 9 de febrero de 1953

[…] aprovecho el respiro [discente] que me da el aniversario de la muerte de aquel pobrete [‘era el día del estudiante caído’], que debe estarse mordiendo con rabia sus puños de bienaventurado…

En la revista Nuestro Tiempo, órgano literario del Partido Comunista en el exilio, aparece un articulito en el que se vomitan contra Cela los mismos productos indigestos que suelen destilar los opus y los Sopeñas y los razonifes, y los píos societarios de San Pablo o Apostolado de la buena prensa. He cogido esos textos (los comunistas) y he compuesto para Laye una hermosa adivinanza: se pregunta al lector que adivine a qué revista pertenecen estos párrafos tan condenatorios de la oscuridad grosera del existencialismo. Proporciono luego la solución (en líneas invertidas) y obtengo para concluir la siguiente moraleja: «Si es usted un artista decente, si se aferra usted al non serviam que exige todo arte honrado, le pegarán a usted un tiro en la nunca con pistola rusa mientras le aplastan la frente con el martillo aquel de Don Marcelo [Menéndez Pelayo]. Leída la adivinanza a Castellet, me pidió que la firmáramos los dos; y entonces concluimos que ese esbozo de equipo firmante nos obligaba a consultarte. ¿Quieres firmarla tú también?

A Juan Carlos García Borrón, 1954

[…] mis deplorables experiencias cuarteleras: con mi carácter y dado que esta guarnición es, según todo el mundo sabe, la más corrompida de España, excurso decirte el estado de ánimo en que me encuentro desde mi primera declaración de guerra a la infecta «Mayoría» de este batallón (declaración que consistió en un parte por escrito contra el propio Comandante Mayor)… Don Joaquín (Carreras i Artau) me soltó textualmente que hago bien en marchar al extranjero [NE: a Münster, ya habia obtenido la beca del gobierno alemán], porque con mis ideas duda que pueda llegar a conseguir una cátedra.

A Juan Carlos García Borrón, 1955

No hay temor alguno de que me dedique «al amor beatífico de Europa y olvide otros rincones del planeta», por la sencilla razón de que Europa está para el arrastre. Para mí está fuera de toda duda que Adenauer no hace sino defender al cristianismo (más precisamente, catolicismo) y que Alemania y Europa le importan un comino. Y también lo está que el catolicismo necesita la guerra contra Rusia.

[…] no existe Europa, sino partes de Europa totalmente incluidas en las respectivas órbitas políticas de Rusia y los Estados Unidos… el actual cine gubernamental alemán prepara a la gente para defender a la Cruz y a la Coca Cola. Los intelectuales pesan aquí exactamente lo mismo que en España: nada.

[…] Trabajo mucho (exclusivamente logística) y creo que a la vuelta de unos cuantos meses puede ser un discreto especialista. También voy poco a poco aprendiendo de modo vivo el alemán. Ni una ni otra materia de estudio dan para conversaciones, por lo cual me limito a la indicación de temas.

[…] Sí quiero explicarte suficientemente, porque te debo la explicación, los motivos de mi tardanza en escribir. Me comprenderás si te digo que al llegar aquí y empezar a adentrarme en el frío y limpio terreno de la lógica me tentó irrestiblemente el deseo de dejar dormir el alma, descansar y olvidar en lo posible el hervidero más o menos ridículo en que he vivido en Barcelona desde que me licencié; mientras mi cabeza se aguzaba en el estudio técnico, mi alma consiguió casi «nirvanearse» en un paradisíaco olvido de coroneles, profesores, familia y amigos. Hoy voy desesperando y sintiendo ganas de recibir cartas que cuenten cosas de allí abajo […] y expresan el noble y patriótico deseo de comer chicha de don Francisco.

A Juan Carlos García Borrón, 1959

Vale la pena añadir –o acaso no la valga, dado tu conocimiento de mi carácter– que no pienso que esa cátedra [la de Lógica en Valencia] la pueda ganar alguien que viva tan en off-side como vivo yo (…) Pero, si no la cátedra, sí busco con mucho interés otras dos cosas: primera, terminar con mi falta de presencia en toda oposición; segunda, hacer unos ejercicios decentes que den armas en Barcelona a los miembros de la Sección que –con la oposición de otros– querían encargarme la Lógica, aquí Cátedra no cubierta ni dotada. Preparo un artículo «Sobre el espíritu de los algoritmos lógico-aritméticos en Leibniz». Tema y tiempo no me darán más que para 25/30 folios. Espero en cambio que tenga interés y rigor.

A Juan Carlos García Borrón, 1961

Quería principalmente decir que estaba, y estoy, cansadísimo de lucha y de tensión, y que tenía –y tengo– ganas de sentarme en el Bar Club (que no existe ya) a charlar. Contigo principalmente, porque ninguno de los demás amigos me resultaba ni resulta lo suficientemente filosófico para hablar de que uno está harto de tensión y de lucha.

A Juan Carlos García Borrón, 8 de abril de 1962

No te hará falta declaración explícita mía para creer que si, a pesar de lo agotado de estos últimos meses, hoy supero mi crónica pereza epistolar, es porque tengo que comunicar contigo algo que me parece importante […] la lamentable historia Castro-Albornoz, y su importancia es naturalmente moral y personal, de unas cuantas personas: Castro, Albornoz, tú y yo y algún otro amigo tuyo que, aunque perezoso en escribir, sea amigo desde antiguo y con razones. Repito que la relevancia que doy al asunto es moral. Crítica, histórica y filosóficamente creo evidente que llevas toda la razón y que los dos viejos se han hartado de chochear. Pero la vertiente moral del asunto es más complicada. A uno –y ese uno puedes ser tú– se le ocurre acaso que hay que respetar al desterrado por su condición de tal y por reconocer así la injusticia del destierro. También yo soy contrario a toda precipitada condena del emigrado político por su supuesto ‘desconocimiento de país real’. Pero me parece que en este caso hay tal desconocimiento, envenenado aún por el resentimiento, no por sanos sentimientos de odio a tal o cual cosa odiada. Eso es en sustancia lo que quería decirte. Cuando me he dado cuenta de que para mí el asunto había tenido esa cara moral, he pensado que podía tenerla también para ti y he vencido la pereza. Una cosa más, no esencial, quiero añadir: me parece mal que hayas tenido tanta consideración con el Castro en tu último artículo. Las cosas estaban así: [él…] no había leído tu Séneca y los estoicos [NE: título de la tesis doctoral de Juan Carlos García Borrón editada en 1956 por el Instituto Luis Vives del CSIC de Barcelona]. Pues basta. Hasta la deshonestidad no. Por desterrado, etcétera, le podemos perdonar los demás vicios intelectuales de su vocación tardía. Pero lo otro, creo que no.

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5. A propósito de la mística

Como se observa en una de las cartas dirigidas a Castellet, no fue la mística asunto desconocido para el joven Sacristán (punto confirmado por Juan Carlos García Borrón, cuando fue entrevistado por Xavier Juncosa para los documentales «Integral Sacristán», al igual que por Rosa Rossi). La hispanista italiana, gran amiga de Giulia Adinolfi y de Sacristán, señaló en el acto inaugural del homenaje celebrado en Barcelona en noviembre de 2005:

«Manolo, que entre sus múltiples facetas tenía la de ser un documentado y agudo crítico literario y teatral, sabía perfectamente que la literatura española tenía en la obra escrita y en la investigación teológica uno de sus puntos más importantes. Quizás fue, entre todos los intelectuales españoles que yo he conocido, uno de los que mejor dominaba y conocía a los místicos españoles del cinquecento. Todavía conservo en mi casa de Nápoles algunos libros de místicos franciscanos que él me regaló. Sacristán conocía perfectamente a Juan de la Cruz y a Luis de León, como lo atestiguan, por ejemplo, sus escritos de Laye. Él sabía que a través de su opción teológica Luis de León y Juan de la Cruz expresaban su opción respecto del mundo, entendido éste en toda su complejidad, ya que la teología es un lenguaje que lleva en sí un significado histórico total, pleno.»

El doctor benedictino dom Anselmo Stolz pronuncio en 1935 en la Universidad de Salzburgo doce extraordinarias conferencias capaces, según nos parece, de imponer a todos los investigadores religiosos un replanteamiento del tema místico. Esas doce conferencias constituyen el presente volumen, cuya traducción francesa (1939) nos era ya conocida en España. Una segunda edición francesa (1947) y las traducciones al inglés y al italiano han precedido a la edición española en el camino que recorrerá sin duda este libro hasta llegar a la categoría de clásico.

Merecedora de dilatados estudios, la obra del Padre Stolz los ha provocado ya en Alemania. Es de esperar que los especialistas españoles se sumen pronto a la tarea. En esta nota, y con el propósito de no saludar al libro con despreocupada precipitación, nos limitaremos a indicar su nervio teórico, para pasar después a señalar un punto realmente débil de su doctrina. Nuestro interés en esto último no es puramente formal: como luego se verá, la laguna que indicaremos ha tenido que ser necesariamente dejada por el genial benedictino, en atención a determinados rasgos dialécticos de su sistema teológico-místico.

El hallazgo central del P. Stolz fue reconstruir el pensamiento místico cristiano a partir de la teología, con el fin de lograr un planteamiento integral del tema y la mayor precisión terminológica y conceptual posible en tan delicada materia. Por debajo de este punto de partida se descubre casi a primera vista la vieja tendencia benedictina que insiste constantemente en el carácter sacramental –casi litúrgico– de la vida religiosa. Está basada la doctrina del P. Stolz en el análisis de la segunda carta paulina a los Corintios, XII, 1-5 y, consecuentemente sobre la teología del Paraíso. Desde la descripción del estado de Adán, investido de la gloria paradisíaca, el padre Stolz recorre la teología histórica cristiana –caída, redención, escala nueva hacia el paraíso, gracias de la cruz, reino del Padre– asimilando cada uno de los textos de la tradición mística a cada uno de esos puntos de referencia histórico-teológicos a través de su respectivo equivalente sacramental.

No insistiremos sobre ese esquema ni detallaremos sus desarrollos concretos. Señalaremos sólo, a título de ejemplo, cómo al reducir todo fenómeno místico a un equivalente especialmente intenso de los hechos sacramentales, el P. Stolz ignora desde el principio un problema central para el pensamiento religioso: el problema de la diversidad de religiones positivas en que aparecen místicos.

Este ejemplo nos introduce de manera inmejorable en la insuficiencia más importante de la obra. Porque se trata de un desliz muy semejante: consiste también en dar por inexistente un problema con sólo que desborde el marco dialéctico impuesto por los principios iniciales sentados. Veámoslo ya: si se establece que teología y mística son, en el fondo, dos versiones paralelas de un mismo hecho –el hecho religioso fundamental: el sacramento– es natural que se desprecie o pierda de vista todo aquello que en la mística parece añadido a aquel elemento básico sacramental. Tanto más cuanto que esos hechos adventicios son sospechosos de por sí: éxtasis, visiones, tocamientos internos, todo el aparato psicológico –acaso psicofísico– que tanto papel juega en numerosos místicos, no merece mucha confianza al doctor benedictino, y apenas atención. Claro está que no siendo su obra un estudio psicológico de la mística, sino teológico, no tenía por qué tocar aquel tema. Pero la anulación de toda la problemática psicológica se presenta con cierta gravedad cuando comprobamos que el doctor Stolz ha rehuido visiblemente un estudio comprensivo de toda la mística que no es literalmente sacramental o, cuando menos, estrictamente cristológica. Es decir, para hablar redondamente, toda la mística posterior a San Gregario Magno. En las 260 páginas de la edición francesa sólo hay una cita del primer místico de Occidente, San Juan de la Cruz («Subida…», II, cap. 26).

Deslumbrado –y conste que hay para estarlo– por la extraordinaria luz de su descubrimiento metodológico, el P. Stolz ha manejado precipitadamente un concepto de mística psicológica que creemos incompletísimo y algo primario. La mística moderna –y entendemos por tal toda la no-patrística– es realmente psicológica en sus caminos, en su método. Pero en sus grandes figuras ha sido del todo consciente de que lo psicológico es sólo el camino. Sus obras enteras, todas y cada una de las páginas del primero de los místicos, testimonian que San Juan de la Cruz sabía que los fenómenos psíquicos carecen de auténtico valor religioso. Éxtasis y deliquios, y tanto más cuanto más sabrosos sean, son al fin y al cabo vía lateral –la de los bienes del cielo– tan divergente como la de los bienes del suelo de aquella otra vía central en que la propia mano del Místico Doctor repitió esta sola palabra: «Nada, Nada, Nada… » (Recuérdese el dibujo del manuscrito 6.296 de la Biblioteca Nacional.)

Si la mística teológica patrística pareció al P. Stolz mucho más concorde que la «psicológica» o moderna con los principios religiosos fundamentales –y en especial con el principio de la trascendencia divina–, podemos sostener con cierto fundamento que tal opinión obedece a un concepto extremadamente simplista de lo que ha sido la mística posterior a San Gregario Magno.

Y acaso debamos completar nuestra reducida tarea con la siguiente observación: si el P. Stolz hubiera aplicado sus poco comunes dotes intelectuales al estudio de la mística moderna –o, para mayor precisión y sinceridad, al estudio de San Juan de la Cruz, sin cuyo profundo conocimiento no entendemos se pueda establecer nada sobre mística dentro de la cultura europea– habría advertido pronto que esta escuela, pese al peligro que realmente presenta de ser explotada por ingenuos presuntuosos o histéricos, ofrece al mismo tiempo una ventaja decisiva: su total universalidad. Basta, en efecto, ser hombre, para emprender la marcha hacia el fondo del alma –esa marcha que Heráclito inició (y en la que fracasó, según se infiere de sus propias palabras) casi veinte siglos antes que el Maestro Eckhart y dos mil doscientos antes que San Juan de la Cruz. Para trepar por el Monte Carmelo no se requiere más piernas que las corrientes y molientes facultades anímicas (dejando aparte, claro está, el tema de la gracia, toda vez que ésta, en correcta teología, es tan necesaria al místico extraordinario como al más ordinario de los fieles que realiza el más humilde acto sacramental). Por eso siguieron a San Juan legos y monjas incultas, que con sus versos y dibujos quedaban suficientemente ilustrados para entenderle.

En cambio, la doctrina de1 P. Stolz exige conocimientos teológicos, y no como quiera teológicos, sino profundos y de exasperada pureza patrística, más que recta, de perpendicularísima ortodoxia casi exclusivista en las fuentes: pues su teología se basa poco menos que únicamente en los padres anteriores al siglo VI, con influencias tomistas más aparentes que profundas, según opinamos y salvo error.

Creemos, pues, que al difundir esta extraordinaria Teología de la Mística del Padre Stolz es justo –y acaso necesario– acompañarla de la salvedad que hemos hecho. La cual no quita nada a la admiración que nos merece el genial benedictino, tan prematuramente muerto. Porque, al fin y al cabo, está dentro del papel del descubridor el verlo todo a través de su descubrimiento.

Anotaciones de lectura: sobre Peers, E. Allison, San Juan de la Cruz, espíritu de llama. Traducción de Eulalia Galvarriato. Instituto Miguel de Cervantes, CSIC, Madrid, 1950.

De la documentación depositada en BFEEUB.

1. Muy deficiente en lo histórico, es aceptable en la crítica literaria, y de nuevo flojo en la crítica ideológica. Prescinde explícitamente de los numerosos milagros que el P. Crisógono reproduce. Conoce a Barusi y al P. Crisógono.

2. «Otra cuestión interesante es la que se relaciona con los escritos de los dos santos. Hacía ya tiempo que Teresa había redactado la mayor parte de sus obras… por el tiempo de la estancia de San Juan de Ávila. ¿Acaso las conversaciones frecuentes que los dos sin duda sostendrían acerca de estos libros de Teresa… influyeron en él inspirándole el deseo de escribir? No sabemos. Pero sí podemos decir, por lo menos, que hasta este momento él no había escrito probablemente nada y que es muy poco tiempo después de haber dejado Ávila cuando se sabe que dio comienzo a alguna de sus obras.» (36-37).

No está mal la observación y el plantearse el problema. Aunque olvida los ejercicios escolares en el Colegio.

3. En la segunda parte del libro, Allison Peers hace un análisis de los elementos que él descubre en «la presentación de la Vis Mística por San Juan de la Cruz». Son: 1º. Cualidad. 2º. Intensa y evidente subjetividad, que va por debajo de su marcada objetividad de forma. 3º. Variedad de condiciones.

4. La «Divina oscuridad» de la contemplación la toma San Juan del Pseudo-Dionisio (p. 109).

5. Hay bibliografía escasa, pero muy interesante.

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6. Sobre Gabriel Ferrater

En La práctica de Manuel Sacristán.Una biografía política (Madrid: Trotta, 2005, pp. 58-59), observaba Juan-Ramón Capella: «Cuando Manolo se enteró del hecho [detención policial de Gabriel Ferrater] se presentó en las oficinas de la policía política [BPS, Vía Layetana] ostentando una condecoración que le habían dado en las milicias universitarias, afirmó ser el autor del artículo [“Humanismo marxista en la Ora marítima de Rafael Alberti”], contó que se lo había solicitado un desconocido para una revista belga [Nuestras ideas se publicaba en Bélgica legalmente] y pidió que dejaran libre a Ferrater. Los dos amigos quedaron en libertad pues Creix, el jefe de aquel grupo de torturadores a sueldo del Espíritu objetivo, pareció tragarse la explicación (cuando seis años después Manolo fue llevado detenido a los locales de la Brigada Político-Social su jefe, Creix, sin mediar palabras, le asestó un culatazo en la cabeza con el arma reglamentaria.»

Aquella historia, prosigue Capella, solía ser narrada en términos elogiosos hacia el valor de Sacristán –y su sentido de la lealtad–. «Yo le comenté años más tarde que había sido una temeridad ir a meterse él mismo en la boca del lobo en aquella ocasión ya lejana. “Seguramente, pero aún no me tenían fichado” -respondió Manolo-; “de todos modos, si no lo hubiera hecho habríamos tenido que despedirnos de la influencia del PSUC entre los intelectuales”.»

Véase también sobre este tema: SLA, La observación de Goethe, Madrid: La Linterna Sorda, 2015, pp. 28-89.

Juan-Ramón Capella explica también el reencuentro de Ferrater y Sacristán en el encierro de protesta antifranquista de Montserrat (La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, pp. 147-148): «El régimen, por el contrario, preparaba el juicio de Burgos contra miembros de ETA acusados de matar a un policía conocido como sistemático torturador en San Sebastián [Melitón Manzanas]…La movilización popular contra el juicio fue extensísima en el País Vasco y particularmente en Cataluña, pero no solo ahí. La gente estaba harta de represión y condenas a muertes. Un numeroso grupo de intelectuales y artistas catalanes, por una iniciativa del cantautor J. M. Serrat, decidió reunirse para aprobar una declaración contraria a las penas capitales».

El lugar elegido fue la abadía de Montserrat, protegida por el concordato entre el Estado y la Santa Sede, lo que «evitaría a la asamblea la disolución policial inmediata y aseguraría cierta repercusión internacional. Lo primero que hizo la asamblea reunida fue encargar a Manuel Sacristán y a Gabriel Ferrater la redacción del proyecto de declaración que había de ser debatido y aprobado en sus versiones castellana y catalana. Los dos viejos amigos cumplieron el encargo en perfecto acuerdo y en muy pocos minutos presentaron un texto que la asamblea discutió, endureció y logró difundir antes de que se materializara el cerco policial del monasterio. El texto exigía, entre otras cosas, la amnistía general, la derogación del decreto/ley de bandidaje y terrorismo y las reivindicaciones del pueblo vasco y denunciar el uso sistemático de la tortura por parte de la policía…»

La fuente de los comentarios de Sacristán sobre Gabriel Ferrater: Josep-Miquel Servià, Gabriel Ferrater, reportatge en el record, pp. 45-50. Prólogo de Josep M. Castellet (III Premio Gaziel de Periodismo).

Yo había entregado el artículo hacía tiempo al aparato clandestino del P.S.U.C. Ellos lo habían pasado a otro papel, con otra máquina, como es natural, y eso complicó las cosas a la hora de la identificación. Por otra parte, le habían puesto como firma el pseudónimo «Víctor Ferrater». Fue esto lo que llevó a la policía a detener a Gabriel. No sé por qué despreciaron el «Víctor», que era precisamente mi nombre de partido entonces.

(…) Pude arreglar las cosas, aunque tuve que jugar demasiado fuerte. Convencí a la policía de que el autor de aquel artículo era yo, y además quedé en libertad (…) De todos modos, ése ha sido el más difícil de todos los interrogatorios que me han hecho en la Brigada Social [la BPS], y me hizo bastante daño años más tarde.

Por el momento, en cambio, quedé muy satisfecho. Gabriel me invitó a su casa al salir de Jefatura, bebimos algo y él llamó por teléfono a unos cuantos amigos hablando efusivamente de mí. Me pareció que nuestra amistad ganaba mucho con el incidente. Pero luego quedó claro que en todo aquel asunto, tan condenable desde el punto de vista de las normas de conspiración, el tiro me salía por la culata. Como enseñan las comedias de Marivaux, si quieres que alguien te quiera, tienes que conseguir que te salve la vida él, no salvársela tú. Si haces a alguien un favor demasiado espectacular, el beneficiario acaba resentido contra ti. Hay que añadir a eso que los intelectuales no son gente muy preparada para comprender las motivaciones de la aceptación del riesgo personal. El caso es que el cabo de un año algunos amigos de Gabriel iban diciendo que si yo había conseguido aquel tour de force en Jefatura tenía que ser un agente de la policía. Y eso lo decía buenísima gente a la que después he tenido la suerte de oír la opinión contraria: por ejemplo, Margarita Petit (…) Para mí, la cualidad más destacada de Gabriel era la gran inteligencia: una excepcional capacidad de abstracción, aplicada, como es debido, a entender las cosas con gran concreción. Eso me enamoraba en él. Dicho sea de paso, mi relación con Gabriel era de enamoramiento no correspondido. He oído a veces decir que entre Gabriel y yo había una competición. Eso no es verdad. Vivíamos en mundos muy diferentes, de modo que no veo que hubiera nada por lo cual pudiéramos competir los dos. La verdad es que yo sentía admiración y gusto por él y él no los sentía por mí. Eso es todo. No creo que sus momentos de hostilidad nacieran de un ánimo competitivo. Creo más bien lo que una vez opinó al respecto un amigo común: Gabriel me reprochaba en el fondo mi actividad militante ilegal por el riesgo que ella supusiera para otros. Creo que él pensaba –magnificando lo que yo hacía y subestimando la autonomía de la decisión de otros– que en cualquier detención, tortura o condena de universitarios yo había ser un poco culpable.

Es un típico giro mental conservador (el mismo exactamente que razonó mi expulsión de la Universidad), pero, en todo caso, es más noble que la competición entre intelectuales.

(…) De todos modos, yo me hago la ilusión de que desde finales del 67 mejoró nuestra relación, probablemente desde su encuentro con los neovanguardistas italianos en Vallvidriera y desde que, en una conversación que tuvimos sobre unos versos de Da nuces pueris, pudimos aclarar algunos equívocos organizados por distinguidos correveidiles.

(…) Yo no soy lingüista, ni conozco bien el trabajo de Gabriel en lingüística. De todos modos, creo que lo mejor suyo es la poesía. En ella se realizó su delicado modo intelectual, su capacidad de reconstrucción de concreciones a través de mucho filo analítico y de mucha abstracción. Y tan buenos como su poesía eran los mejores ratos de su conversación.

(…) Sí, era muy esencial en todo. El que dejara las cosas a medio hacer no quiere decir que no fuera esencial. Recuerdo que, cuando él empezaba a interesarse por la lógica, le dejé un ejemplar de la primera edición del tratado de Hilbert-Ackermann, que ya entonces era un rareza bibliográfica. Yo acababa de conseguirlo en un anticuario y todavía no lo había abierto. Cuando me lo devolvió, Gabriel había corregido cuidadosamente las erratas. La impresión de que fuera superficial porque dejaba cosas a medio hacer es engañosa. Gabriel era concienzudo, y esta condición no siempre es favorable para el curriculum.

(…) Yo creo que, lejos de ser muy seguro de sí mismo, era muy tímido. Era desaforadamente pudoroso –así lo habría dicho él de otros–, muy afectivo y con mucha necesidad de comunicación. Por eso exageraba, por compensación, y entonces podía parecer arrogante…

(…) Su muerte me apabulló como un desastre. No la esperaba. Al contrario. Desde que creía comprender la seguridad de su poesía, tenía la impresión de que su vida estuviera ya pacificada. A mí me parecía que Gabriel estaba mejorando. Los últimos años de su vida no estaba ya tan púdico, ni tan tímido, ni tan crispado.

(…) No, de mi relación con él no me arrepiento de nada. O quizás me arrepiento de una cosa: de una comprensión utópica de la amistad, un orgullo tanto que impide pelear contra la mezquindad. Tal vez si yo hubiera condescendido a refutar mentirillas malévolas, Gabriel se habría equivocado menos en algunas cosas.

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