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Selección de poemas de Wislawa Szymborska

Wislawa Szymborska

Wislawa Szymborska, poeta y crítica literaria polaca, murió el pasado miércoles 1 de febrero a los 88 años en Cracovia, después de una larga enfermedad. Nació en Kornik, un pueblo de la provincia de Pozman, en julio de 1923, pero en 1931 se trasladó, junto con su familia, a Cracovia, lugar al que siempre estuvo ligada.

Licenciada en Filosofía Polaca y en Sociología por la Universidad Jagelloniana de Cracovia, compaginó su creación literaria con la traducción de poesía francesa al polaco. Desde 1953 hasta 1981 trabajó como crítica en la revista «Zycie Literackie» («Vida Literaria»), con la columna «Lectura no obligatoria», en la que comentaba libros de los más diversos temas. También publicó en el semanario «Tygodnik Powszechne» y en la sección de libros del periódico «Gazeta». Publicó su primer libro Busco las palabras en1949 pero no comenzó a alcanzar reconocimiento literario hasta la publicación en 1952 de su poemario Por eso vivimos. Formó parte del Partido Obrero Unificado Polaco del que con el tiempo se iría distanciando hasta adoptar una postura crítica.

Fue una escritora discreta, que decidió vivir alejada de los organismos institucionales y de los congresos de escritores. En 1996, cuando fue galardonada con el Premio Nobel, exclamó: “Una catástrofe, más llamadas que atender, más cartas que escribir, la invasión de desconocidos”. Vivió casi toda su vida en un modesto apartamento de Cracovia, del que apenas se movía, ya que no le gustaba viajar. En una entrevista que le realizó el escritor Félix Romero con motivo de la publicación de su Poesía no completa (Fondo de Cultura Económica, 2009) afirmaba que: La escritura requiere soledad, aislamiento, trabajo y cansancio. He visto pintores trabajando mientras hablaban, riéndose, rodeados de gente, y eso es imposible para un escritor. Con estilo intimista e irónico, de versos cortos, se sirve del léxico común para conseguir unos poemas de gran hondura y fuerza. Nunca renegó del humor como parte de sus poemas: Mi poesía, como la vida, es una moneda: tiene una parte trágica y una parte cómica.

Vivimos tiempos de vorágine y de vértigo, también son tiempos difíciles para la poesía, que obliga a quien la enfrenta a detenerse, a pararse, a meditar sobre su significado, a pensar. Echar el freno de mano y apartarnos temporalmente de la rueda de ratón que gira y gira puede llegar a ser un minúsculo acto revolucionario.

Las tres palabras más extrañas.

Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

Versión de Abel A. Murcia

Fin y principio

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

Entierro II

«Tan de repente, quién lo hubiera dicho»
«los nervios y el tabaco, yo se lo advertí»
«más o menos, gracias»
«desenvuelve estas flores»
«su hermano también murió del corazón, seguramente es de familia»
«con esa barba jamás lo hubiera reconocido a usted»
«él tiene la culpa, siempre andaba metido en líos»
«he de hablarle pero no lo veo»
«Casimiro está en Varsovia, Tadeo en el extranjero»
«tú sí que eres lista, yo no pensé para nada en el paraguas»
«qué importa que fuera el mejor de ellos»
«es un cuarto de paso, Bárbara no estará de acuerdo»
«es cierto, tenía razón, pero eso no es motivo»
«barnizar la puerta, adivina por cuánto»
«dos yemas, una cucharada de azúcar»
«no era asunto suyo, por qué se metió»
«todos azules y sólo números pequeños»
«cinco veces, y nunca contestó nadie»
«vale, quizá yo haya podido, pero tú también podías»
«menos mal que ella tenía ese empleo»
«no lo sé, tal vez sean parientes»
«el cura, un verdadero Belmondo»
«no había estado nunca en esta parte del cementerio»
«soñé con él hace una semana, fue como un presentimiento»
«mira qué guapa la niña»
«no somos nadie»
«denle a la viuda de mi parte… tengo que llegar a»
«y sin embargo en latín sonaba más solemne»
«se acabó »
«hasta la vista, señora»
«¿qué tal una cerveza?»
«llámame y hablamos»
«con el tranvía cuatro o con el doce»
«yo voy por aquí»
«nosotros por allá»

De «Gente en el puente» 1986. Versión de Abel A. Murcia

Un gato en un piso vacío

Morir, eso no se le hace a un gato
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.

Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.

Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.

Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.

Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.

Versión de Abel A. Murcia

Falta de atención

Ayer me porté mal en el cosmos.
Viví todo el día sin preguntar por nada,
sin sorprenderme de nada.

Realicé acciones cotidianas,
como si fuera lo único que tenía que hacer.

Aspirar, espirar, un paso tras otro, obligaciones,
pero sin pensamientos que fueran más allá
de salir de casa y volver a casa.

El mundo podría ser tenido por un mundo loco
y yo lo tuve para mi propio y trivial uso.

Ningún cómo, ningún por qué,
o de dónde ha salido éste,
o para qué quiere tantos impacientes detalles.

Fui como un clavo superficialmente clavado a la pared,
O (aquí una comparación que no se me ha ocurrido).

Uno tras otro se fueron sucediendo cambios
incluso en el limitado campo de un abrir y cerrar de ojos.

En la mesa más joven, con una mano un día más joven
había pan de ayer cortado de forma distinta.

Las nubes como nunca y la lluvia como nunca,
porque era con otras gotas que llovía.

La Tierra giraba sobre su eje
pero en un espacio abandonado para siempre.

Duró sus buenas 24 horas.
1.440 minutos de ocasiones.
86.400 segundos que mirar.

El cósmico savoir-vivre
aunque calla sobre nuestro asunto,
exige, sin embargo, algo de nosotros:
una cierta atención, un par de frases de Pascal
y una sorprendente participación en este juego
de reglas desconocidas.

Si acaso

Podía ocurrir.
Tenía que ocurrir.
Ocurrió antes. Después.
Más cerca. Más lejos.
Ocurrió; no a ti.

Te salvaste porque fuiste el primero.
Te salvaste porque fuiste el último.
Porque estabas solo. Porque la gente.
Porque a la izquierda. Porque a la derecha.
Porque llovía. Porque había sombra.
Porque hacía sol.

Por fortuna había allí un bosque.
Por fortuna no había árboles.
Por fortuna una vía, un gancho, una viga, un freno,
un marco, una curva, un milímetro, un segundo.
Por fortuna una cuchilla nadaba en el agua.

Debido a, ya que, y en cambio, a pesar de.
Qué hubiera ocurrido si la mano, el pie,
a un paso, por un pelo,
por casualidad,
¡Ah, estás? ¿Directamente de un momento todavía entreabierto?
¿La red tenía un solo punto, y tú a través de ese punto?
No dejo de asombrarme, de quedarme sin habla.
Escucha
cuán rápido me late tu corazón.

De «Si acaso» 1978

El terrorista a l’aguait

Una bomba ha d’explotar en un bar a les tretze i vint.
Ara tot just són les tretze i setze.
Encara n’hi haurà que tindran temps d’entrar,
d’altres de sortir.
El terrorista ja és a l’altre cantó del carrer.
La distància el priva de prendre cap mal
i disposa d’una vista igual que al cinema.
Una dona amb una jaqueta groga: una que entra.
Un home amb ulleres fosques: un que surt.
Uns nois amb texans: uns que xerren
Les tretze i disset i quatre segons.
Aquell menut té prou sort i puja a una vespa.
Aquest, però, alt i prim: aquest entra.
Les tretze i divuit.
La noia ja no hi és.
Si ha estat o no prou beneita i ha entrat
ho veurem tot seguit, quan els treguin.
Les tretze i dinou.
Ara no entra ningú.
En canvi, en surt encara un de calb, amb un gran ventre.
Però es posa a remenar dins de les butxaques i,
a manca de deu segons per a les tretze i vint,
se’n torna a buscar els guants miserables.
Són les tretze i vint.
Com passa el temps.
Potser ja és l’hora?
No, encara no.
Sí, ja és l’hora.
Esclata la bomba.
Uns guants miserables…

Palabriñas

-La Pologne? La Pologne? Alí vai un frío terrible, verdade? –preguntoume e respirou con alivio. Porque aparecen tantos deses países, que o máis seguro é o clima na conversa.

-Oh, señora –quérolle responder-, os poetas no meu país escriben com luvas. Non aseguro que eles de ningún modo as saquen; se a Lúa quece lixeiramente, daquela si. Em estrofas compostas de alaridos escandalosos, xa que só isto se abre paso a través do asubío dun vento forte, cantan a sinxela vida dos pastores de focas. Os clásicos esculpen com carambos de tinta sobre montes de neve trepada. Os demais, os decadentes, choran sobre a súa sorte com estreliñas de neve. O que queira afogar tem que ter um machado para facer um buraco no xeo. Oh, señora! Oh, miña querida señora!

Así quero responderlle. Pero esquecín como se di foca em francés. Non estou segura de carambo e buraco na neve.

-La Pologne? La Pologne? Alí vai un frío terrible, verdade?

-Pas du tout –respondo xelidamente.

Del libro Sal (1962), traducción al gallego de Lucía Caeiro

Vietnam

Muller, como te chamas? –Non sei.
Cando naciches, de onde es? –Non sei.
Porque escavaches esta gorida na terra? –Non sei.
Dende cando te agochas aquí? –Non sei.
Porque me mordiches no dedo anular? –Non sei.
Sabes que non che imos facer nada malo? –Non sei.
De parte de quen estás? –Non sei.
Agora estamos em guerra, tes que elexir. –Non sei.
A túa aldea aínda existe? –Non sei.
Estes son os teus fillos? –Son.

Del libro Unha monada (1967), traducción al gallego de Lucía Caeiro

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