Susan Neiman: «La ideología woke no es de izquierdas»
Gerardo Lisco
«Nos hemos equivocado, la cultura woke es de derechas. La izquierda debe volver a ser universal». Así comienza Susan Neiman la entrevista sobre su reciente ensayo titulado Izquierda no es woke, publicado en Italia en mayo por la editorial UTET. Las entrevistas concedidas por Susan Neiman a La Repubblica y al suplemento «Donna» adjunto al diario anticiparon la publicación de su libro en italiano. En «Donna», entrevistada en febrero, Neiman afirmaba: «Estamos en la era poswoke y no debemos dar nada por sentado». En la entrevista va mucho más allá en su crítica a la ideología woke, hasta afirmar que ha allanado el camino a Trump y, en general, a la derecha. Neiman, filósofa estadounidense que se declara explícitamente socialista, no hace concesiones a la izquierda woke y posmoderna. Antes de entrar en el fondo de lo que escribe, hay dos cosas que me han llamado especialmente la atención. La primera es que el ensayo no cuenta con la introducción de ningún filósofo, politólogo o sociólogo italiano; la segunda es que, aparte del periódico mencionado anteriormente, quien ha tratado el ensayo en su canal de YouTube ha sido Diego Fusaro. Sin embargo, podría abrir un debate nada desdeñable. A pesar de ser un ensayo de filosofía, como afirma la propia autora, tiene un propósito divulgativo, por lo que el lenguaje utilizado lo hace comprensible a un público que va mucho más allá de los especialistas en la materia. Prueba de que el variopinto mundo de la izquierda censura deliberadamente el ensayo de Neiman es el énfasis de estos días en el Orgullo Gay de Budapest. El presidente Orbán, por haber prohibido la manifestación, es acusado de no se sabe muy bien qué actos liberticidas, cuando la legislación húngara legaliza la homosexualidad tanto para hombres como para mujeres y prohíbe cualquier forma de discriminación contra ellos. Orbán simplemente ha prohibido una farsa que, por su vulgaridad, viola el derecho de los demás ciudadanos a no tener que asistir a semejante espectáculo. La hipocresía de un cierto mundo que se autodenomina de izquierda es tal que omite deliberadamente condenar las acciones violentas del movimiento LGBTQIA+, de los idólatras de la ideología woke y de lo políticamente correcto cuando, por ejemplo, impidieron a Agacinski de dar conferencias contra la práctica del vientre de alquiler en varias universidades francesas, por no hablar de los ataques a Rowling y a muchos otros que se han permitido criticar, con razón, el woke, la cultura de la cancelación y prácticas como el vientre de alquiler o la oposición al intento de imponer por ley la ideología de género teorizada por Judith Butler.
Retomando la reflexión del ensayo de Neiman, la propia filósofa destaca cómo la izquierda está en crisis desde 1991, fecha a partir de la cual el socialismo, en todas sus posibles declinaciones, ha sido considerado un fracaso. Todos aquellos que de alguna manera rechazaban las propuestas políticas de la derecha acabaron pensando que la única forma de combatir a la derecha era luchar contra el racismo, el sexismo y la homofobia, dejando de lado las luchas por la igualdad, los derechos sociales, etc. La izquierda criticada por Neiman es la posmoderna y, por lo tanto, debe considerarse en línea con las reflexiones críticas expresadas por Christopher Lasch, Mark Lilla y Carl Rhodes. En cuanto al concepto de tribalización de la sociedad, Neiman me recuerda los estudios de Jonathan Haidt. Como señala Neiman, el rechazo al woke no es algo actual, sino que se remonta a varios años atrás, hasta el punto de que Trump encontró el terreno ya allanado. Pero, ¿quiénes son los teóricos que han inspirado la cultura woke? Básicamente, la autora identifica en Foucault, en la «teoría francesa» y, por tanto, en Butler y Carl Schmitt, los principales puntos de referencia, subrayando, con referencia a este último, que el «woke» se inspira en la ideología política que dice querer combatir.
A la desestructuración posmoderna que ha determinado la tribalización de la sociedad funcional a la derecha, Neiman contrapone la recuperación de la universalidad propia de la Ilustración. Neiman escribe: «Quienes se sitúan a la izquierda y se sienten incómodos con el universalismo deberían tener en cuenta que no hay mejor ejemplo de política identitaria, con su apelación a un pasado de víctimas, que el nacionalismo judío de políticos israelíes como Benjamin Netanyahu. La política identitaria no solo contrae los múltiples componentes de nuestras identidades en uno solo, sino que esencializa el componente sobre el que tenemos menos control en absoluto». En lugar del término identidad, Neiman prefiere utilizar el término tribal. Esta idea, tan antigua como el Antiguo Testamento, evoca envidias, conflictos y guerras. Escribe al respecto: «El tribalismo es la descripción de la degradación civil que se produce cuando personas de diversa índole reducen la diversidad humana a su propia categoría y al resto del mundo. Hoy en día, el tribalismo es aún más paradójico, porque se sabe que la idea de raza fue creada, precisamente, por los racistas (…)». Las reivindicaciones identitarias, es decir, tribales, propias de la ideología woke se inspiran en el victimismo que alimenta ciertas instancias, como pueden ser las cuestiones de raza y género. Neiman escribe al respecto: «La política identitaria encarna un cambio trascendental que comenzó a mediados del siglo XX, cuando el sujeto de la historia dejó de ser el héroe para convertirse en la víctima. (…) Dar la vuelta a la situación e insistir en que las historias de las víctimas formaran parte de la narrativa fue una forma de reparar antiguos agravios. Si estas historias merecen nuestra atención, también merecen nuestra compasión y nuestros sistemas de justicia. (…). Pero al redefinir el papel de la víctima, algo ha salido mal, y un impulso nacido de la generosidad se ha convertido en una perversión. (…) El victimismo orquestado es traicionero, porque se burla de las verdaderas víctimas del racismo, (…) La condición de víctima debería ser un medio para presentar demandas legítimas de reparación, pero si se empieza a considerar la condición en sí misma como moneda de reconocimiento, entonces nos encontraremos separando el reconocimiento y la credibilidad de la virtud (…)». Afirmaciones como estas son muy fuertes, incluso crudas. Neiman, en su ensayo, aporta varios ejemplos para apoyar su tesis. Independientemente de los ejemplos citados por la autora, cada uno de ustedes puede pensar en personajes que, gracias al victimismo, se han hecho ricos y famosos hasta el punto de ocupar escaños en el parlamento sin tener ningún mérito particular. A menudo, la discriminación es solo aparente o en la medida descrita por unos medios complacientes con fines distintos a la justa lucha política por eliminar los obstáculos que impiden la plena realización de la persona. Pero el derecho a la plena realización de la persona es un principio universal que no está vinculado a reivindicaciones tribales y particularistas.
En defensa de su tesis, Neiman critica radicalmente a quienes han contribuido a difundir la idea de que la Ilustración fue una ideología eurocéntrica al servicio del dominio del hombre blanco sobre el resto del mundo. Esta tesis ha sido adoptada por los estudios sobre el colonialismo y la posmodernidad. Neiman señala acertadamente que: «… la Ilustración introdujo precisamente la idea de humanidad que sus críticos, como De Maistre, no eran capaces de reconocer. Los pensadores ilustrados insistían en que todos —cristianos, confucianos, parisinos o persas— estaban dotados de una dignidad innata que debía respetarse. Otras versiones de la misma idea se pueden encontrar también en los textos judíos, cristianos e islámicos, según los cuales al menos algunos de ustedes habrían sido creados a imagen y semejanza de Dios; pero la Ilustración sentó las bases del discurso sobre la razón, y no sobre la revelación. (…)». Neiman, al criticar la ideología woke, no apela únicamente al universalismo propio de la Ilustración, sino que destaca que quienes inspiraron dicha ideología fueron pensadores vinculados al ámbito cultural de la derecha. Cita a Bentham, quien definió absurdos los derechos humanos, y al propio Carl Schmitt o, como hemos visto, a De Maistre; pone de relieve las contradicciones presentes en el pensamiento de Foucault, recordando la comparación entre este y Noam Chomsky, quien, al término del debate, declaró que nunca había conocido a una persona tan amoral como el filósofo francés. No es casualidad que la autora se pregunte: «¿Cómo ha podido Michel Foucault convertirse en el paladín de la izquierda woke? Su estilo era sin duda radical, pero su mensaje era tan reaccionario como los escritos de Edmund Burke o Joseph de Maistre. Es más, la visión de Foucault era aún más sombría que la de ellos». «Los primeros pensadores conservadores se contentaban con advertir que se desataría el infierno si los revolucionarios cuestionaban las tradiciones que, para bien o para mal, mantenían la sociedad. (…) Las advertencias de Foucault eran más traicioneras. Uno podría pensar que el progreso va hacia actitudes y prácticas más amables, más liberadoras, más respetuosas con la dignidad humana: ¿son todos objetivos de la izquierda? (…)». Al leer al filósofo francés, no hay ningún objetivo de ese tipo. Las instituciones tienen como única y exclusiva función la opresión del individuo, por lo que el progreso acaba siendo solo una ilusión. El «woke», es decir, estar alerta, el significado original de este término, ha acabado reduciéndose al individuo y a la tribu a la que pertenece, un sentido de pertenencia e identidad que, a estas alturas, es efímero porque está estrechamente ligado al presente inmediato y al contexto en el que opera el individuo. Es el triunfo total de la nada, del vacío en el que la izquierda, convertida en woke y posmoderna, traicionándose a sí misma, ha perdido toda función histórica y política.
Estas son solo algunas de las reflexiones que se recogen en el ensayo de Susan Neiman. La idea misma de contraponer al tribalismo de la ideología woke la Ilustración y el universalismo abre una amplia reflexión con enormes implicaciones. Una izquierda que vuelva a sus raíces ilustradas ya plantea en sí misma una serie de preguntas que merecen respuesta. La izquierda está hoy perdida y haber abrazado la cultura woke no la convierte en tal. Si analizamos el variado mundo de la izquierda, lo que emerge de forma evidente es que lo woke es hegemónico: los movimientos, los propios partidos políticos, las clases dirigentes tanto de los partidos que se definen de izquierda como de algunas organizaciones sindicales tienen como prioridad política el programa woke. Conociendo el contexto, espero que el ensayo de Neiman pueda de alguna manera abrir el debate político y cultural en la izquierda, pero, sinceramente, no lo creo.
Fuente: L’interferenza, 30 de junio de 2025 (https://www.linterferenza.info/interferenza/susan-neiman-lideologia-woke-non-e-di-sinistra/)