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Robert Wyatt, un comunista músico

Antonio Navas

Rock Bottom, la recién estrenada película de animación dirigida por la valenciana María Trénor, cuenta la historia de este músico de excepcional singularidad tanto musical como humana

Hace escasas semanas que puede verse en una plataforma televisiva la recién estrenada película de animación del año 2024, de poco más de 80 minutos titulada Rock Bottom, dirigida por la valenciana María Trénor. Cuenta la historia de un periodo particular de la vida de Robert Wyatt, músico de excepcional singularidad tanto musical como humana.

Conocí a R. Wyatt, sin saber aún su nombre, una lejana noche de sábado de mi adolescencia. Oía Radio 3 y advertí que sonaba una versión de la música de la Internacional tocada como en un organillo, sin letra. Muy extraño e inquietante. No repitieron el nombre del músico tras sonar el tema e ignoré su nombre y existencia hasta que unos años después, participando como organizador y jurado de un concurso musical que organizaban los CJC de Cataluña (organización juvenil del PCC) para jóvenes bandas de música, un miembro del jurado, trabajador de una tienda de discos de referencia en aquella Barcelona me habló de un extraño, curioso, inclasificable músico que había hecho una obra maestra para poco numerosas pero enfervorizadas legiones de melómanos: Rock Bottom (en una de sus acepciones: caer en lo más hondo) de 1974.

Poco después descubriría al autor de aquella versión de la internacional, y, de una versión del Guantanamera que oí aquella misma mágica noche de un sábado de mi adolescencia, cuyo título era Caimanera: las lanchas que patrullan la costa cubana ante la amenaza del vecino enemigo imperial. Incluida en un disco de 1982: Nothing can stop us que recogía títulos como: Stalin wasn’t stallin’ (versión de una canción popularizada en Inglaterra durante la segunda guerra mundial), Red Flag, Strange fruit (su versión de la maravillosa y emocionalmente devastadora canción interpretada por la perseguida con saña y torturada por los servicios de seguridad estadounidenses Billie Holiday), para acabar con Arauco de Violeta Parra y, Stalingrad, un poema recitado de Peter Blackman.

Poco a poco fui investigando y descubriendo su música, que oscilaba entre las exploraciones psicodélicas de largos desarrollos instrumentales, procedentes del ambiente musical de los sesenta y primeros setenta: rock progresivo (conocido en nuestros lares como rock sinfónico), jazz-rock, como sería Rock Bottom que merece una distinción singular en el conjunto de su obra: de un lirismo apabullante lleno de melodías delicadas y emocionalidad desbordante. Este disco se compuso en torno a los episodios que aunque ligeramente ficcionados se recogen en la película documental del mismo nombre. Y por otro lado, recogidas en diversos discos, versiones de standars de jazz y canciones revolucionarias hispanoamericanas. Versiones de Te recuerdo Amanda, Yolanda, Biko (de Peter Gabriel), Round Midnight de Thelonius Monk, etc. No puedo dejar de mencionar aquí uno de sus escasos éxitos comerciales: su versión del Shipbuilding de Elvis Costello. Una denuncia de la guerra de las Malvinas, desde la óptica de unos obreros que ven con ilusión la reapertura de la actividad en los astilleros de su ciudad como consecuencia de la guerra. Versión que supera y amplifica mil veces en la memoria del oyente la calidad del original.

En 1973, en una fiesta loca con abundancia de psicotrópicos, nuestro hombre se lanza desde la ventana de un tercer piso al vacío con resultado de una paraplejia que le acompañará toda su vida hasta el momento presente. El evento sucede en Londres, si bien las licencias narrativas del film lo sitúan en Nueva York. Ese fue el punto de inicio de su extremadamente creativa y original carrera en solitario, cerrada hace pocos años. Lo acompañará el resto de su vida Alfie, Alfreda Benge, pintora, cineasta experimental y personalidad extraordinaria, autora de todas las portadas de los discos de Wyatt, con su característico estilo naïve. La Alif de la película, la pareja de conflictiva y tormentosa relación en aquellos locos años de hippismo, drogas y remodelación de nuestros estilos de vida.

Previamente R. Wyatt había sido cantante y batería de un grupo seminal en la órbita de la fusión jazz-rock, Soft Machine. Grupo musicalmente muy valioso en su primera época en la que Wyatt deja una impronta indeleble y distintiva. Finalmente es excluido por su informalidad y los problemas derivados del consumo de psicotropos. Eran aún los 60. Wyatt formaba parte del ambiente del sonido Canterbury (minoritario-siempre minoritario-por desgracia minoritario) y era amigo de músicos como Kevin Ayers, Jimi Hendrix, Hugh Hopper, David Allen, así como de varios miembros de la ascendente escena musical no comercial de aquellos años: grupos como Pink Floyd y tantos otros (cuyo batería Nick Mason produjo su seminal álbum Rock Bottom).

Portada del disco «Dondestan» que muestra sobre la mesa un periódico con la cabecera de Avant, el órgano de expresión del PCC

A modo de coda final. En 1991 se produce otro encuentro inesperado con nuestro músico. Edita un disco titulado Dondestan. De inmediato me hago con él. Es uno de sus mejores discos. Pero impacta enseguida su portada, como siempre obra de Alfie. La pareja había venido a vivir durante una temporada a la playa cercana a Barcelona, en la zona de Gavà-Castelldefels. La portada me dejó perplejo. Un salón con vistas a la playa. Un inmigrante africano de tez muy oscura vende sus productos ambulantes por la playa. Robert escucha música plácidamente en un sillón, mientras Alfreda ataviada con un delantal de ama de casa parece escribir o dibujar en un cuaderno. En una pared un póster de José Menese. En la mesa dos copas y una botella de vino. Doblado un periódico que permite ver un anagrama: Avant, órgano de expresión del PCC.

Imagen de Robert Wyatt fotografiado frente a un mural del PCC en Catalunya, enviada por el músico y su pareja Alfie con dedicatoria para Antonio y Cati

Años después conseguí la dirección postal de R. Wyatt una vez que hubieron retornado a Inglaterra. Le pregunté por aquel disco y aquella portada. El título Dondestan, era una referencia directa a su visión de una economía capitalista turística en que los trabajadores que la sostenían eran invisibles y precarios. En el intercambio postal me envió algún pasquín típico que se había llevado como recuerdo de los que se hacían en las campañas municipales; la foto del cabeza de lista para al ayuntamento de Gavà, un obrero metalúrgico de origen andaluz. Acudía a alguna peña flamenca y prefería tratar con los obreros inmigrantes del sur en Gavà. Y me envió una foto suya delante de algo que le llamó mucho la atención: los murales con que llenábamos aquellos muros pelados de las ciudades del extrarradio durante las campañas electorales. Aparecía sentado en su silla de ruedas y detrás el lema único del mural, además del anagrama del PCC, sobre pintura blanca: “Los obreros no tienen otra cosa que perder más que sus cadenas”.

Fuente: Mundo obrero, (https://mundoobrero.es/2025/07/18/robert-wyatt-un-comunista-musico/)
Foto de portada: Robert Wyatt | Foto: Bryan Ledgard / wikimedia commons / CC BY 2.0

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