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Barry Commoner, homenaje a un precursor del ecosocialismo

Daniel Tanuro

Barry Commoner falleció el 30 de setiembre a los 95 años. Biólogo de formación, profesor de física vegetal, se interesó sobre todo por el funcionamiento global de los ecosistemas; dicho de otro modo, por la ecología. En 1996 fundó el Centro para la Biología de los Sistemas Naturales en la Universidad de Washington, donde enseñaba. Años antes, a finales de los 50, Commoner se dio a conocer por su oposición a la energía nuclear, y en concreto, a los ensayos nucleares en la atmósfera, y se dedicó a demostrar sus efectos negativos sobre la salud humana, especialmente en la de los niños.

En 1971, Barry Commoner publica «El círculo que se cierra», que se convierte en un éxito de ventas. Su objetivo es mostrar que en la naturaleza todo viene de algún lado y camina hacia otro, lo que obliga a pensar globalmente, pensar en ciclos; es decir, salir de una visión utilitarista que considere el medioambiente como una reserva de recursos por un lado, y como depósito de basuras por otro.

El libro estuvo muy determinado por la polémica que sostenía con el matrimonio Ehrilch, autores de «Population Bomb», otro éxito de ventas. Los Ehrlich, discípulos de Malthus, pretendían que la degradación del medio ambiente se debía fundamentalmente al crecimiento demográfico. Por el contrario, tras una demostración rigurosa sobre la contaminación en los Estados Unidos, Commoner llegó a la conclusión de que el factor tecnológico (los errores cometidos a la hora de optar por determinadas tecnologías) tenía cinco veces mas importancia que el factor demográfico.

Fue sobre esta base que Commoner planteó de forma clara el dilema político: «Nos encontramos ante un especie de juego político en el que dos opciones divergentes permiten alcanzar el mismo resultado: si consiguiéramos reducir la población total, sería posible soportar las consecuencias de determinados errores tecnológicos que nos abruman en los terrenos social y económico; y, en la medida que lográramos compensar o anular estos errores, no cabe duda que la comunidad nacional podría soportar un incremento de la población». Commoner no cesó de denunciar a quienes, bajo el manto de la ciencia, querían escamotear el debate para «imponer al público una de las dos opciones». Consideraba que la gente era capaz de «decidir su destino, de utilizar los instrumentos de que dispone al servicio de su existencia».

«El círculo que se cierra» revela que Commoner tenía una sólida formación marxista. Al final del libro el autor muestra que ha leído El Capital con mucha más atención que algunos autores que, sin embargo, piensan que dominan el pensamiento de Marx. He aquí cuatro muestras:

– Commoner pone en evidencia el antagonismo entre la acumulación capitalista y los límites naturales: «Si llegamos a la conclusión de que el sistema de libre empresa está obligado a desarrollarse sin límite mientras que su base ecológica no puede soportar una explotación ilimitada, percibimos de que entre uno y otra existe una incompatibilidad muy grave.»

– De ahí dedujo el carácter sistémico de la futura crisis capitalista: «Así pues, la crisis del sistema ecológico tendrá que ser considerada como el primer signo de la próxima crisis del sistema económico».

– Subrayó la diferencia entre los escritos de Marx y la realidad soviética y negó que el socialismo sea productivista por esencia: «A fin de cuentas, un régimen socialista podría ofrecer más ventajas que un régimen de libre empresa en lo que respecta a la indispensable armonización entre los procesos económicos y los imperativos ecológicos. La teoría (remarca) económica del socialismo no exige un crecimiento económico ilimitado».

– Finalmente, aunque defiende una «profunda modificación» de los sistemas económicos en general y del socialismo en particular, Commoner rinde un hermoso homenaje al autor de El Capital por su concepto de la «gestión racional de los intercambios entre la humanidad y la naturaleza» y por haber comprendido la forma como la agricultura capitalista a gran escala y la industria estarían cada día más asociadas para agotar las dos únicas fuentes de riqueza: la tierra y el trabajador.

En 1976, Commoner publica un nuevo éxito de ventas: «La escasez de energía. La energía y la crisis económica». Un trabajo tan remarcable como el precedente. Commoner muestra en él la relación indefectible entre la crisis medioambiental, la crisis energética y la crisis económica. De la misma forma que en «El círculo que se cierra» abogaba por un punto de vista global sobre el medio ambiente y sus ciclos, este nuevo libro defiende una visión integrada del sistema energético; en concreto, que la segunda ley de la termodinámica sea aplicada al conjunto de los procesos energéticos y no sólo a las instalaciones. Este punto de vista ha inspirado a numerosos autores, por ejemplo a JC Deléage y sus amigos, coautores de otro libro remarcable, «Les servitudes de la puissance», elaborado a partir de la noción de «sistema energético».

Commoner se equivocó al pronosticar una penuria creciente de capitales: se ha producido precisamente lo contrario: una crisis de superproducción y sobreacumulación que dura ya treinta años. Pero señaló de manera acertada el agotamiento del sistema y la tendencia a la caída de la tasa de beneficio como producto de las enormes inversiones en capital fijo, en particular en el sector energético.

«La escasez de energía» denuncia en toda regla los monopolios del petróleo y de la petroquímica. De forma aún más clara que en «El círculo que se cierra», Colommer aboga en este libro por una solución socialista o ecosocialista: «Hace apenas unos años, la idea de la nacionalización provocaba reacciones embarazosas. Hoy en día, la necesidad obliga a tenerla en cuenta -bien es cierto, con prudencia- como una posibles solución a las dificultades de las compañías ferroviarias e incuso de la industria energética».

La conclusión a la que llega es más actual que nunca: «El encadenamiento ciego e irracional de los acontecimientos ha transformado la tecnología agrícola e industrial, ha modificado los transportes e incrementado el rendimiento del sistema productivo, pero al precio de un aumento aún mayor de sus necesidades en capital, energía y otros recursos. Ha suprimido empleos y deteriorado el medio ambiente, ha concentrado la fuerza física de la energía y el poder social que deriva de ella en un puñado de grandes sociedades generando paro y pobreza. Este es el vicio innato que ha engendrado la crisis del medio ambiente y de la energía y que amenaza con enterrarnos bajo los escombros de un sistema económico tambaleante».

A pesar de haber tomado, justificadamente, precauciones para no chocar con público americano, Commoner no ocultaba la realidad: «el vicio innato que amenaza con enterrarnos bajo los escombros de un sistema económico tambaleante» es la carrera capitalista por el beneficio. Leamos y releamos a Barry Commoner. Ese será el mejor homenaje que podamos hacer a este científico comprometido y riguroso, de espíritu libre y audaz, precursor del ecosocialismo.

Publicado en: http://www.europe-solidaire.org/spi

Traducción de Viento Sur: http://www.vientosur.info/spip/spip.php?article7237

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