¿Cómo construir un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo por la recuperación de la democracia, de la soberanía nacional y del desarrollo social y ecológicamente justos?
Joan Tafalla
¿Cómo construir un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo por la recuperación de la democracia, de la soberanía nacional y del desarrollo social y ecológicamente justos?1
Joan Tafalla
1.- A la búsqueda del “programa de fase”.
“Estos dos puntos fundamentales- formación de una voluntad colectiva nacional-popular de la que el moderno Príncipe es al mismo tiempo el organizador y la expresión activa y operante, y reforma intelectual y moral – deberían derivar dramáticamente del discurso, no ser una fría y pedante exposición de raciocinios”2.
Se suele considerar tarea de los comunistas tratar de dilucidar cual pueda ser el programa de acción que corresponde a la fase actual de la lucha de clases. Analizar concretamente la situación concreta, dilucidar en que momento del proceso de acumulación capitalista nos encontramos, caracterizar la crisis de largo recorrido en que se encuentra el capitalismo, determinar el periodo concreto de la lucha de clases que se atraviesa. De ese análisis se debe extraer el programa de acción, el programa de fase que permita economizar esfuerzos, evitar el mayor número de errores posible, concentrar la acción y las fuerzas sobre los centros de anudamiento de las contradicciones y contribuir a la creación de las condiciones revolucionarias, que no son otras que las condiciones subjetivas.
Pero en la búsqueda de ese programa de fase conviene tomar precauciones con el fin de evitar errores que ya son consuetudinarios entre la izquierda. Conviene desconfiar de aquello que las fuerzas de la izquierda de gobierno suelen considerar como “programa”. Esas fuerzas suelen confundir el programa de acción con un programa electoral que contenga una serie de medidas que servirán para guiar la acción en el gobierno en el caso de alcanzarlo por mayoría absoluta. O, en su defecto, que sirva para negociar con otras fuerzas la entrada en minoría en un gobierno presidido por otra fuerza política.
A mi modo de ver, esta concepción del programa contiene debilidades notorias.
La primera y principal de esas debilidades consiste en su carácter utópico, por inaplicable si se atiene al medio que se piensa utilizar. Se suelen prometer cosas que se sabe que no se pueden cumplir si no es cambiando en profundidad las relaciones sociales de producción y reproducción de la vida. Por ejemplo: el pleno empleo. A ninguna de estas fuerzas le interesa examinar la coherencia de esta promesa con una realidad evidente: el keynesianismo no volverá. Otro ejemplo, la promesa del relanzamiento del consumo, que es contradictorio con el final próximo de la civilización del petróleo y con el colapso de los principales equilibrios ecológicos que permiten la subsistencia de la vida humana sobre el planeta.
Ninguno de esos programas electorales propondrá la vida buena, es decir es decir la ruptura con la estructura de necesidades artificiales que se encuentran en la base de la antropología y de la economía política del capitalismo. Por decirlo con lenguaje republicano europeo, ninguno de esos programas considera pertinente proponer la felicidad común es decir, la adecuación de las necesidades humanas a los principios de la libertad y de la igualdad. Entre otras cosas no lo propondrán por que construir un ethos nuevo les parece tarea ardua, larga y difícil. Incompatible con sus prisas por gobernar.
La felicidad común es tarea correspondiente a la correspondiente a la triple crisis que padecen nuestros pueblos: económica, ecológica y de régimen político. Pero tiene un inconveniente: no es tarea de gobierno ni de ingeniería social a realizar por parte de élite política alguna. La vida buena, la felicidad común o son una tarea que se auto-proponga el pueblo soberano o no son nada. La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los propios trabajadores, decían unos viejos filósofos anteriores a la post-modernidad.
Quiero recordar que el programa entendido como programa electoral (por muy utópico o demagógico, radical o verbalmente anticapitalista que sea) supone una ruptura radical con la tradición inaugurada por un célebre programa que vio la luz en febrero de 1848. Una tradición que entiende el programa como análisis concreto de la situación concreta, y como crítica de la realidad actual. Una crítica y un análisis del que se desprenden unas hipótesis de intervención, lo que se puede llamar un programa de acción.
Quiero entender que la intención de fondo de este fórum consiste precisamente en esto: en interrogarse sobre la actual fase de desarrollo de la crisis capitalista, sobre la relación de fuerzas en presencia y sobre la fase de la lucha de clases en curso, para extraer un programa de acción de las fuerzas democráticas y comunistas. Si se trata de esto, bienvenido sea el debate y, a ser posible, bienvenidas sean las conclusiones de trabajo que se vayan extrayendo del mismo.
Dejadme, sin embargo, señalar otra cautela a la hora de elaborar programas, aunque sean programas de acción y de lucha. Una cautela que se suele olvidar.
Para ilustrar lo que digo se puede recordar que, además de la ya señalada auto-limitación programática del Manifiesto comunista3, debemos añadir la actitud de Marx en 1866, a la hora de contribuir a la elaboración del programa de la AIT: “Me limité intencionadamente a los puntos que hacen posible un acuerdo inmediato para la acción conjunta de los obreros y que pueden satisfacer directamente las necesidades de la lucha de clases y fomentar la organización de los obreros en clase”4. Otro ejemplo de realismo programático lo dio Lenin y el II Congreso de los Soviets el día 8 de noviembre de 1917 defendiendo ante el II congreso de los soviets de diputados obreros y soldados de toda Rusia: “Confiamos en que los propios campesinos sabrán mejor que nosotros resolver el problema con acierto, como es debido. Lo esencial no es que lo hagan de acuerdo con nuestro programa o con el de los eseristas. Lo esencial es que el campesinado tenga la firme seguridad de que han dejado de existir los terratenientes, que los campesinos resuelva ellos mismos todos los problemas y organicen su propia vida”5.
Vemos pues, que la idea de Gramsci de que el programa solo puede solo surgir dramáticamente de la acción de las amplias masas tiene ilustres precedentes y es, además, una idea potente y actual.
Tomadas estas cautelas, me adentro en la discusión del documento que se nos propone.
2.- La nueva geopolítica europea: la reconquista del Lebensraum alemán y sus consecuencias.
El documento de la Rete dei comunisti menciona la cuestión del imperialismo alemán. A mi modo de ver, esa mención debe ser desarrollada más a fondo, para conseguir caracterizar su dimensión real y extraer las consecuencias políticas oportunas. Me parece que la recuperación por parte de Alemania de la hegemonía en el conjunto de la geopolítica europea es un centro de anudamiento del conjunto de contradicciones presentes y operantes en ese marco de lucha de clases que se llama Europa.
En el origen de la Unión Europea se encuentra un acuerdo entre las burguesías imperialistas francesa de un lado y alemana por otro. Un acuerdo expresado por los “padres fundadores” en torno a una idea que hacía y hace consenso en Europa: que nunca más se volvieran a producir en el territorio europeo las condiciones que llevaron a las dos guerras mundiales.
En la base de este acuerdo inter-imperialista estaba la derrota de las principales pretensiones territoriales y de dominio expresadas en los autores de una nueva “ciencia” aparecida a finales del siglo XIX y desarrollada en las dos primeras décadas del siglo XX, la geopolítica alemana. No olvidemos que la geopolítica fue creada y difundida como “ciencia” por el Alto Estado Mayor de la Wermacht tras los tratados de Versalles que destruyeron el imperio austro-húngaro y que modificaron tantas fronteras europeas en detrimento de Alemania y de Austria. Es preciso recordar que la creación y desarrollo de la geopolítica es anterior a su asunción y aplicación radical por parte del nazismo. Las pretensiones territoriales y la lucha por la hegemonía sobre el entero espacio europeo no pueden ser imputadas a la “locura” o al desvarío de unos locos extremistas.
Karl Polanyi nos advirtió en su día de que: “Si existió alguna vez un movimiento político que respondiese a las necesidades de una situación objetiva, en ves de ser la consecuencia de causas fortuitas, ese fue el fascismo”6. Quiero señalar que con la geopolítica nos encontramos ante una ideología orgánica con los proyectos y las necesidades de la gran burguesía industrial y financiera alemanas. Unos proyectos que están detrás de las dos mayores carnicerías de la historia humana y de la más horrible re-edición del trabajo esclavo a gran escala en ámbito capitalista de la época moderna en territorio europeo.
Una de las obras más significativas en el universo de la geopolítica alemana fue Grenzen (fronteras), de Klaus Haushofer (1927, segunda edición, 1938). La critica a los tratados de Versalles (1919) era desarrollada por Haushofer proponiendo otro concepto de frontera, más allá de las fronteras políticas, que son fruto siempre de un acuerdo internacional y de una determinada correlación de fuerzas económico-militar. Haushofer discutía esas fronteras ampliando el concepto de frontera a áreas de carácter cultural-racial: fronteras religiosas, idiomáticas, de indumentaria, uso del calendario gregoriano o no, o del alfabeto latino o cirílico, la extensión del tipo de casa de tipo franconio, etc. Se trataba de conseguir definir un concepto de frontera natural para confrontarlo con la “artificialidad” de las fronteras de Versalles. La “ciencia” geopolítica y su desarrollo estaban claramente al servicio de un determinado programa: la sujeción colonial de toda la Mitteleuropa y la salida del área germana al Mediterráneo.
Su concepción nos retrotrae a la vieja polémica sobre las fronteras naturales de Francia. En ese caso, para los ideólogos del imperialismo de Luis XIV hasta Brissot, las fronteras “naturales” del estado borbónico francés estaban determinadas accidentes geográficos: el Atlántico, los Pirineos, los Alpes, el Rin. Poco importaba las lenguas o culturas existentes en este espacio a conquistar, ese era el espacio que correspondía al imperio francés. Para Klaus Haushofer por el contrario, se trataba de determinar el espacio que correspondía al pueblo alemán usando, no los accidentes geográficos naturales si no elementos que corresponderían a la “cultura nacional”.
Otras geopolíticas fascistas en este caso subalternas a la geopolítica del imperialismo alemán fueron desarrolladas tanto en Italia como en España. En España desarrolló esta doctrina el historiador Jaume Vicens Vives. En su obra “España. Geopolítica del estado y del Imperio” (1940), resume la concepción de la geopolítica de Karl Haushofer: “… es la ciencia de la sangre y el suelo, en el mismo orden de precedencia, en cuyas consideraciones generales y siempre dinámicas, sobre el desenvolvimiento de las unidades y de los espacios geopolíticos no solo intervienen factores geográficos, sino además, de estructura racial, los movimientos migratorios, las clases sociales, el hábitat, la densidad de población, le economía privada y el comercio, las comunicaciones internacionales; en resumen la escala completa de las ciencias del hombre como base de un edificio general geopolítico. Por lo tanto, según dicho autor, la geopolítica enseña como ha de crecer un estado-pueblo ideal hasta lograr su desarrollo vital máximo, y cómo es necesario que se organice para lograr su máximo desarrollo en beneficio propio, y, luego, dé su cooperación en la cultura de la humanidad”7.
En el debate geopolítico desarrollado en las altas esfera del régimen poliárquico nazi se dilucidaban los destinos del entero continente en torno a tres conceptos claves: Lebensraum (espacio vital), la creación de un Neuordnung europeo (Nuevo Orden europeo) o la Großraumwirtschaft (economia del gran espacio). Los matices entre las diversas escuelas económicas y geopolíticas que convivían y competían en el régimen nazi tenían como punto común la defensa de los intereses geopolíticos del gran capital financiero e industrial alemán. Paolo Fonzi ha definido estos matices del siguiente modo:
“El Großraum era presentado como equivalente al concepto de Lebensraum, pero mirándolo bien, la formulación oficial de este último, dada por Hitler en el Mein Kampf, implicaba la expansión de los confines estatales, mientras que la idea de gran espacio, aún no excluyendo la conquista de territorios como solución de los problemas económicos, preveía la integración de diversas economías formalmente independientes. La ambigüedad es evidente si se considera la tentativa de algunos economistas contemporáneos de definir Europa no con el concepto de Großraum, si no como Lebensraumgemeinschaft, “comunidad de espacios vitales”. Según este concepto cada estado debía considerarse el espacio vital de los propios habitantes, lo que naturalmente quedaba excluido en la versión hitleriana del Lebensraum, que implicaba la lucha entre pueblos por la supervivencia”8.
Giorgio Gattei y Paolo Fonzi han mostrado recientemente que el gran capital alemán barajó una alternativa a la ocupación de todo el espacio europeo: la creación de un espacio único europeo (Lebensraumgemeinschaft) cuyo principal instrumento sería la creación de una moneda única9.
El desarrollo de los acontecimientos significó el triunfo del concepto de Lebensraum de Hitler. Los resultados fueron catastróficos para toda Europa pero también para los proyectos expansivos del gran capital alemán, que resultaron clamorosamente derrotados en 1945. El resultado del compulsivo intento de conquista militar territorial de toda Europa no pudo ser peor para el gran capital alemán, y para el propio capitalismo como sistema. Lejos de la esperada destrucción de la URSS y de la ocupación del Lebensraum necesario al capital alemán, el ejército rojo había llegado hasta el río Elba, la liberación de la Mitteleuropa y de los Balcanes por parte del ejército rojo y el inicio esperanzador de la construcción de las democracias populares abrieron una nueva fase de la lucha de clases internacional. La liberación de Yugoslavia fuera de los acuerdos de Yalta y Postdam y el intento de Grecia, vinieron a añadirse a este panorama.
La nueva tarea prioritaria del imperialismo francés y de los anglosajones a partir de 1945 pasó a ser la contención de la URSS y del comunismo, tarea complementaria y paralela con la reconstrucción de las inmensas masas de capital fijo y humano destruidas durante la contienda. El gran pacto social de 1945 fue fruto de la nueva correlación de fuerzas geopolíticas. Podemos resumir ese pacto social de dimensiones europeas como una gigantesca y transnacional revolución pasiva desarrollada en el conjunto del territorio de Europa occidental. Podríamos resumirlo con la siguiente expresión: estado del bienestar a cambio de renuncia a la revolución democrático-popular.
Naturalmente, como toda frase que intente resumir un proceso muy complejo, se trata de una reducción. La realidad era realmente más compleja. Todo un sistema de valores, una entera cultura fue construida en torno a las grandes conquistas sociales de 1945. Constituciones como la francesa de 1946 y la aún más avanzada italiana de 1948 en las que se recuperaba el discurso de los derechos del hombre y del ciudadano, fueron adoptadas de forma más o menos consensuada. La propia declaración de los derechos del hombre de 1948 formaba parte de ese proceso, cuyos aspectos progresivos fueron truncados por la guerra fría. Pero más allá de las constituciones jurídicas y de las declaraciones de la ONU, lo que importaba realmente era la constitución material de esas sociedades de capitalismo desarrollado, es decir, la cultura, la producción y la reproducción de la sociedad. Aspectos que iban a conocer unos desarrollos inesperados.
La financiación de todo el proyecto, corrió a cargo del European Recovery Program (ERP) más conocido como Plan Marshall. En total entre 1948 y 1951, los USA vertieron en la parte occidental de Europa 12.700 millones de dólares. Las condiciones políticas del plan eran claras: expulsar a los comunistas de los gobiernos occidentales, impulsar la construcción de la Unión europea (como factor de integración de Alemania occidental en el mundo occidental), la creación de la OECE, luego de la CECA en 1951 y, en 1957 de la CEE.
Tras 1945 y, sobretodo, tras el estallido de la guerra fría, no era aconsejable tratar a Alemania del mismo modo que con los Tratados de Versalles. Las tres porciones de territorio alemán ocupadas por franceses, ingleses y norteamericanos debían unirse para constituir, en un primer momento, una marca fronteriza frente al comunismo. El 23 de mayo de 1949 fue creada la RFA. La RDA fue creada sólo tras la declarada intención de las potencias occidentales de dividir Alemania. El segundo objetivo de los USA era también consolidar su presencia en Europa como medio de dominación del continente10.
Para construir tal baluarte era precisa una financiación inicial extraordinaria. Mientras la URSS impuso al derrotado estado alemán un duro programa de exacciones por los daños de la guerra, los USA no trataron de ese modo a su satélite. Al margen de los beneficios del Plan Marshall, el 24 de agosto de 1953 21 países firmaron en Londres un tratado internacional mediante el cual se reducía la deuda alemana en un 50 %, pasando de 23.000 millones a 11.500 millones de dólares. La RFA fue salvada de ese modo de la bancarrota. El otro 50 % hubiera debido ser pagada tras una hipotética reunificación. Pero Kolh se negó en 1990 a pagarla y le fue perdonada. De nuevo Alemania fue salvada de la bancarrota11. Más allá de esa financiación, Alemania no debía ser tratada como una potencia vencida. La RFA devino en uno de los ejes de la reconstrucción europea occidental. Así, en el discurso oficial, la RFA pasó a ser “Alemania” y la RDA pasó a designar a los landers ocupados por el ejército soviético.
Entre 1945 y 1989, el derrotado imperialismo alemán, debió consensuar, disputar y negociar con otras potencias europeas el incremento progresivo de su rol hegemónico en Europa durante todo el largo periodo de la creación de la UE. Se trata una larga marcha de más de sesenta años cuya parábola está aún lejos de haber terminado. Durante los primeros 35/40 años, la RFA debió negociar su espacio y su poder con, sobretodo, Francia. El imperialismo alemán estaba sujeto, contenido, embridado. Pero esta situación de contención del imperialismo alemán cambió radicalmente con la caída del muro de Berlín, con la unidad monetaria alemana y con la anexión de la RDA a la RFA llamada unificación12. Y, luego, con la sucesiva ampliación de la UE hacia el Este y el establecimiento de la unidad monetaria.
La negación del carácter de Estado soberano y legal de la RDA y de su orden jurídico permitió a partir de 1990, el desmontaje del estado de la RDA, su incorporación a la RFA entendida como el único estado alemán, la derogación de toda su orden jurídico, la privatización completa de los bienes del pueblo (“de los bienes comunes”), su compra fraudulenta a precios de escándalo por empresas del Oeste, la destrucción de ingentes cantidades de capital fijo industrial competitivo y la desvalorización del capital humano, ya sea por la brutal rebaja salarial y por el crecimiento vertiginoso del paro y de la precariedad, así como por la purga y caza de brujas del personal de empresas públicas de investigación, del entero mundo universitario o de los restos del estado que fueron ocupados a la manera colonial por funcionarios procedentes del Este. Ese proceso puede ser resumido como la privatización a bajo coste del capital fijo valioso y la socialización de las pérdidas mediante el uso de agencias tecnocráticas que funcionan al margen de los parlamentos. En el caso de Treuhand, la empresa que privatizó la entera economía de la RDA, su documentación ha quedado archivada y sólo podrá ser conocida en el año 2050. No en vano se comparó la anexión de la RDA con una auténtica ocupación colonial13.
Vladimiro Giacché ha mostrado la vinculación estrecha de la experiencia de la anexión de la RDA, con el proceso de neocolonización de la Europa meridional y oriental que se oculta tras la construcción de la Unión Europea14. En resumen, Alemania, en un largo y trabajoso proceso que ha durado más de sesenta años ha recuperado la centralidad geopolítica (y geoeconómica) perdida en 1945. Alemania es el nuevo centro imperialista hegemónico en un área geográfica ocupada por los 28 países miembros y por cinco países candidatos.
La anexión de la RDA supuso un nuevo y determinante impulso al subsiguiente proceso de unificación europea bajo la hegemonía germánica. Aunque la ligazón entre ambos hechos haya pasado, en ocasiones por fases contradictorias, sobre todo en los periodos iniciales de la unificación alemana, la ligazón entre ambos, 22 años después de la anexión de la RDA, es evidente.
El vínculo monetario precedió a la absorción política. La unión monetaria, el euro está actuando del mismo modo con el resto de Europa. La Unión Europea y el euro, lejos de ser, como afirma la mayor parte de la izquierda europea, una construcción incompleta es un mecanismo adecuado a las necesidades y objetivos de quienes la diseñaron y para la liquidación de lo que quedaba de soberanía de los distintos estados. Su objetivo no es crear una nueva soberanía del pueblo europeo, un pueblo que está lejos de haberse constituido como soberano. Por el contrario, se trata de una superestructura que permite gobernar toda el área europea sometiéndola a un auténtico estado de excepción.
Tras 1989, la liquidación de la correlación de fuerzas de 1945 ha conllevado la liquidación no sólo de la posibilidad de reformar el socialismo real, si no también, la liquidación del Estado del Bienestar, de los sistemas políticos liberal-representativos y de los restos de las Constituciones avanzadas. Como dijera el Dante ante la entrada del infierno: lasciate ogni speranza, voi ch’entrate. Los buenos viejos tiempos del keynesianismo y del Estado del Bienestar no volverán. Las viejas constituciones liberal-democráticas, después de años de ser vulneradas, no volverán. Porque el 45 no volverá.
Es por eso que el problema que discutimos está lejos de ser un problema de simple técnica económico monetaria. No es cierto que salir del euro sea un desastre peor del que padecemos los países meridionales con el euro. Puede serlo para la oligarquía bancaria, puede serlo para determinados sectores de la burguesía de los servicios. De ninguna manera puede la situación puede ser peor para el pueblo. No es cierto que no se pueda salir del euro aunque los mecanismos legales de la UE no lo permitan. ¿Desde cuando la legislación vigente ha sido un impedimento para las revoluciones democráticas?
La tarea que pasa al primer plano consiste, en cada estado miembro la recuperación de la soberanía nacional frente a la liquidación de la misma por parte de la UE. También lo es para los pueblos contenidos en estos estados. Aquellos pueblos o naciones sin estado que consideren que ha llegado el momento de desengancharse de los meridionales de su propio estado, para crear como se dice en Catalunya un estado propio dentro de la UE se apresuran a constituirse en nuevas colonias, más débiles aún si cabe, del centro imperialista alemán. La experiencia neocolonial de Eslovenia, de Eslovaquia o de Croacia, de Letonia, Lituania o Rumania, debieran ser suficientes para darse cuenta de que dentro de la UE no hay soberanía nacional posible. De que dentro de la UE, los estados nacionales son, cada vez más, simples superestructuras jurídico represivas al servicio de los mecanismos de intercambio y desarrollo desigual. Simples estados cipayos del imperio alemán. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón ha caracterizó en 1997, esta situación con una metáfora eficaz: El Síndrome de Vichy15,
La recuperación de la soberanía nacional por parte de los pueblos sin estado de Europa, tengan o no actualmente estado propio, no pasa por independencias débiles y subyugadas a la potencia imperial. Los pueblos de la periferia deben saber federar y confederar sus luchas por la soberanía nacional. Como señala justamente el documento de la Rete dei Comunisti, la recuperación de la soberanía pasa por la salida de la Unión Europea, por la creación de instrumentos propios de soberanía económica y por la creación de formas de cooperación económica entre los países PIGE, y por la creación de formas monetarias supranacionales que resistan el envite del imperialismo económico nord-europeo con garantías de éxito.
3.- Pero, ¿es posible la creación de un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo?
La alternativa que nos propone la Rete dei Comunisti cuya discusión nos ha traído a este fórum es un programa de salida simultánea de los países PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España, a partir de aquí, PIGE) de la Unión Europea y del euro. Simultáneamente estos países debieran crear una moneda común, nacionalizar la banca, reestructurar su deuda y hacer una quita gigantesca de la misma. El modelo se inspira en la experiencia de los países latinoamericanos que, colaboran entre ellos en el seno del ALBA. Señalemos de entrada que los países del ALBA no han instituido una monede común.
La simultaneidad del proceso de salida, se dice en el documento, es esencial para evitar una descapitalización del conjunto de los países que podría significar la parálisis de la entera economía de la zona. La generación de esta nueva área económica, independiente del dominio imperial alemán, podría asegurar una división internacional del trabajo justa, economías de escala y posibilidades de cooperación hasta ahora inexploradas. Se trata de una alternativa correcta que daría perspectivas reales de desarrollo social a nuestros pueblos. Sin embargo, las cosas no son tan fáciles.
La propuesta de la Rete aparece como una propuesta que da respuesta a los interrogantes suscitados por la alternativa llamada a salir del euro. Sin embargo tiene, hoy por hoy poca correlación de fuerzas a su favor. La posibilidad de llegar a concertar un programa de acción como el esbozado en el documento de la Rete, un programa multinacional, a poner sobre el tablero de cuatro estados diferentes es, a primera vista, complicada. Las fuerzas de la izquierda europea no están por esa labor. Prefieren chapotear en la retórica demagógica y utópica: reformar la UE, construir una Europa fraternal, no pagar la deuda… e via dicendo. Los resultados de las próximas elecciones europeas pondrán ese cretinismo europeísta en su lugar. Desgraciadamente será, de nuevo, demasiado tarde16.
Un programa como el esbozado por la Rete para poder avanzar debiera haber devenido sentido común de los más amplios movimientos sociales, del conjunto de la izquierda social de los cuatro países. Es más, como decía al inicio de la intervención, recordando un paso de Antonio Gramsci, el programa, para convertirse en fuerza material, para ser el programa del pueblo debe surgir dramáticamente de la experiencia de su lucha. No puede ser, simplemente, una lista más o menos arbitraria de medidas surgidas del análisis hecho por especialistas de la política o de la economía.
Se nos llama pues, a discutir sobre la construcción de un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo tratando de superar, se dice en el documento, la fase en que se entendía el bloque histórico más bien como un bloque social de las luchas económico-corporativas, de las luchas para la defensa de las condiciones de vida y de trabajo:
“Es obvio, que tal propuesta de creíble deviene realizable concretamente, relanzando el protagonismo en las luchas de los trabajadores europeos, restableciendo la supremacía de la política sobre la economía, transformando así la crisis del Polo Europeo en una fuerte reactivación de la iniciativa del sindicalismo independiente de clase; así también en los procesos de lucha sobre objetivos tácticos (reducción de horario de trabajo, trabajo con salario completo y plenos derechos, rédito social, política de vivienda pública, tasación del capital, etc.) se van acumulando fuerzas en el conflicto social y sedimentando organizaciones de clase a partir de luchas reivindicativas para reformas estructurales”.17
Pero para la realización de esta perspectiva transnacional habrá que ir más allá de esa acumulación de fuerzas procedentes. Es preciso algo más que un relanzamiento del sindicalismo de clase. Un sindicalismo de clase que, no creo que discrepemos en eso, se encuentra en nuestros países en una fase más bien defensiva. Por lo menos en España. No diré tanto para Grecia o para Italia o Portugal, aunque la mayor parte de las luchas que conocemos de esos países se encuentran, a pesar de su radicalización, aún en una fase defensiva.
Para proponerse un programa como el esbozado, el movimiento social, la clase obrera y sus aliados deben superar la fase defensiva para llegar a la fase superior de la autoconsciencia de clase, a la fase en que como clase, se proponen la construcción de alianzas sociales y políticas capaces de crear un bloque histórico. La condición necesaria, imprescindible, de la hegemonía es que la clase fundamental que la ejerce sea capaz de plantearse sacrificios en función de tejer las alianzas necesarias para el objetivo18. Sin alcanzar lo que Gramsci denomina fase ético-política no es posible hablar de construir ningún bloque histórico.
Esa autoconsciencia de los fines últimos, esa capacidad de tejer alianzas incluso a costa de sacrificios ha sido siempre difícil de conseguir incluso en etapas de revolución social profunda. De ese déficit de autoconsciencia que permitiera desarrollar un rol hegemónico se desprendieron algunos de los defectos y errores de las experiencias de construcción del socialismo en el siglo XX y en definitiva la paralización progresiva de su impulso revolucionario mundial y su implosión final.
Antonio Gramsci intentó señalar las vías para superar las limitaciones del corporativismo obrero del norte con respecto a las masas campesinas del sur, en sus notas sobre la cuestión meridional, en el marco de lo que sería el estudio del bloque histórico que dominaba en Italia a principios del siglo XX. Hoy, en España los habitantes de algunos territorios consideran que la solución a los gravísimos problemas que padecen pasa por separarse del viejo estado nacional borbónico para negociar un estatus de relación con el centro imperialista alemán privilegiado con respecto al resto de pueblos que malviven dentro de la corona de España. La propuesta de independencia para Catalunya goza de un gran consenso social en este territorio gracias al espejismo de que sea posible, mediante la creación de un nuevo Estado en la Unión Europea, ser tratado como un país centro, alejándose de ese modo de las miserias del intercambio desigual y del empobrecimiento progresivo de la periferia19. Es algo lógico: el corporativismo territorial es la primera reacción de amplias masas de clases medias en proceso de proletarización y de trabajadores amenazados por el paro, empobrecimiento y la desaparición del futuro para sus hijos. El ascensor social no solo se ha parado si no que ha iniciado un descenso cuyo fin no se adivina. El miedo a la pobreza, a la inseguridad, a la precarización más absoluta estimula el corporativismo territorial, la búsqueda de la solución individual o de grupo, el sálvese quien pueda. El miedo al hundimiento en el mundo mediterráneo, considerado globalmente como espacio de la subalternidad, del subdesarrollo, de la desigualdad, de la pobreza, de la inferioridad racial, presiden las actuales reacciones de sectores importantes de nuestras sociedades. La Unión Europea y el euro han estimulado ese corporativismo territorial en el seno de los viejos estados nacionales en declive. Es el divide et impera de los latinos.
Estos fenómenos estarán vigentes durante un cierto tiempo. Sobre todo en ausencia de una izquierda social y política que señale el origen de los problemas, que combata la miseria, el paro, los cierres de empresa, que señale el verdadero enemigo, que no son los “gandules” del sur, sino el imperialismo alemán y su arma de destrucción masiva de derechos, el euro. De una izquierda que de la batalla contra la ideología “europeísta”, del “progresismo” vinculado a la UE y al euro.
Si ya era de por sí difícil hacer converger las luchas de los diversos pueblos de un mismo marco estatal de lucha de clases, aún más difícil va a resultar hacer converger al conjunto de los pueblos del mezzogiorno europeo, separados por fronteras políticas, por idiomas y culturas, que compiten económicamente por la venta de servicios (turismo) y de productos del sector primario a los países del centro, o que compiten en el interior de grupos industriales multinacionales del automóvil o de la construcción ferroviaria por ejemplo para solicitar que los diversos modelos se produzcan en su planta y no en la otro país. Y esa competencia interna de la clase obrera se produce siempre por condiciones salariales, de horario anual de trabajo o simplemente contractuales. Y ello, sin que, hoy por hoy, haya iniciativas sindicales operantes a nivel internacional que logren modificar esa dinámica de subasta a la baja de las condiciones de trabajo.
Más allá de la competencia interna entre la clase obrera, se pueden otras competencias entre otros sectores de la producción y entre otras clases sociales como los campesinos, o la pequeña y mediana industria, todos ellos sectores potencialmente aliados de la clase obrera pero que en el actual contexto de supeditación al centro imperialista y de competencia entre los diversos destacamentos nacionales de estas clases, desarrollan y desarrollarán durante un tiempo reacciones económico-corporativas frente a la competencia de sus compañeros de clase de otros países periféricos. Todo en conjunto permite prever un incremento de las reacciones chovinistas y reaccionarias.
Todo muestra la necesidad de la creación de organizaciones políticas, sindicales y sociales de ámbito del mezzogiorno europeo para poder poner en marcha la justa propuesta del documento de la Rete dei Comunisti. Sin embargo, sabemos que la creación de esas fuerzas no es, simplemente cuestión de voluntarismo. La voluntad o es consciencia operativa de la necesidad o es, simplemente, pura arbitrariedad. La tarea que señalo es difícil, ardua, no es cuestión de verbalismo o de iluminación de minorías. Y sin embargo, es condición necesaria aunque no suficiente de la construcción de ese nuevo bloque histórico de los países del Mezzogiorno europeo por la recuperación de la democracia, de la soberanía nacional y del desarrollo social y ecológicamente justos
Hasta el presente, los bloques históricos realmente operantes en la historia, se han construido a lo largo de procesos históricos de largo recorrido dentro de las fronteras de los estados nacionales surgidos durante la modernidad. Unos estados nacionales que fueron construidos de manera paralela a la constitución material de dichos estados. Conviene que usemos una concepción amplia de estado, no limitada al aparato burocrático-represivo, al simple consejo de administración de los asuntos de la burguesía. Las cosas han cambiado mucho desde que Marx señalara este aspecto del Estado, un aspecto que no ha dejado de ser operante, pero que se ha recubierto de otros muchos elementos que han ampliado su función. Si queremos comprender y usar adecuadamente la expresión bloque histórico, no podemos hacerlo sin tener una compresión del estado como “estado integral” al modo como lo hacía Antonio Gramsci.
En los sesenta años transcurridos desde los primeros pasos de la Unión Europea están tratando de construir, en un complejísimo proceso social de larga duración, un nuevo bloque histórico en el conjunto del espacio europeo. En este bloque histórico, la burguesía hegemónica es, actualmente, la burguesía alemana industrial y financiera alemana, en pactos complejos con la francesa con aliados en las burguesías de los pequeños países más desarrollados (Bélgica, Holanda, Dinamarca). Podemos afirmar que la oligarquía alemana ha recuperado su viejo proyecto de Lebensraumgemeinschaft.
Los instrumentos utilizados para conseguir esta hegemonía son: en lo jurídico-institucional, la Unión Europea y el tratado de Lisboa; en la política económica, el mercantilismo; en la política monetaria, el euro; en la división territorial entre centro y periferia, forzando una división internacional del trabajo desfavorable a los países periféricos; en la dominación ideológica, el fundamentalismo neo-liberal.
Por su parte, las burguesías de los países periféricos y del sur se encuentran supeditadas a los proyectos de la burguesía alemana. Tratan de conseguir pactos de trato preferente, de asegurar su espacio vital en la división internacional del trabajo que les impone el centro. O mejor, tratar de asegurar su salvación en medio del naufragio general. Manuel Monereo ha hablado recientemente de un “Vichy global”20. Una tarea urgente de análisis se levanta ante los marxistas: investigar la trama y la urdimbre de este permanente tejer y destejer de alianzas y de subordinaciones entre diversas fracciones del capital europeo. En ese contexto, deberíamos poder analizar la realidad subyacente en la actual lucha de sectores del gran capital catalán por mejorar su posición y autonomía respecto de otras fracciones del capitalismo español.
En este contexto, los viejos estados nacionales experimentan el declive de su capacidad para representar las soberanías de los pueblos, la inanidad creciente de su trabajo legislativo, incluso de su capacidad de gobernar y de decidir sobre sus presupuestos nacionales, sobre los ingresos y los gastos. Un estado de excepción a nivel europeo, una auténtica dictadura de clase, determina la legislación realmente operativa, las medidas de gobierno, la política económica y social del conjunto del territorio europeo. Los viejos estado nacionales se ven reducidos a su función de “portero de noche” o, para recordar la vieja retórica antiimperialista ejercen, simplemente, como estados cipayos, que administran su territorio según las políticas decididas en la metrópolis. La verdadera soberanía, el poder legislativo y ejecutivo se encuentra, ya no en esos estados, si no en los grandes oligopolios alemanes y de su bloque de poder. Un bloque que se unifica a través de instituciones para-estatales como son la Comisión europea y el BCE. El régimen de excepción que hace entrar en crisis regímenes, estados y gobiernos es un poder de clase despiadado: el viejo Déspota ilustrado que buscaban los fisiócratas se ha encarnado de una forma terrible21.
Pero las mentalidades populares siempre van con retraso en relación a los cambios de carácter orgánico, respecto a las reestructuraciones que impulsa el capitalismo. La defensa de la soberanía de los viejos estados nacionales o la creación de otros nuevos estados supuestamente tan independientes como los viejos estados constituyen los escenarios más creíbles en que se va a producir la lucha clases en los próximos años. En ese terreno nos movemos hoy y nos moveremos durante un tiempo. Unir a los pueblos, combatir a los estados, combatir el proyecto de la UE me parece la tarea más urgente.
Abrir paso a un nuevo bloque histórico de los PIGE, significa iniciar un largo proceso de construcción que tiene por delante un largo y difícil recorrido. De entrada parece difícil dotarlo del carácter nacional-popular con que contaron los estados nacionales en el proceso de su creación. Las identidades culturales y lingüísticas, los corporativismos de clase o de fracción de clase y de territorio van a poner obstáculos formidables a este nuevo internacionalismo.
Los tiempos de la política tampoco facilitarán el desarrollo de esta propuesta política. Por un lado el ritmo lento de formación de un nuevo bloque histórico, va a chocar y andar a contrapelo de los ritmos rápidos y decisivos de la destructora guerra relámpago (blitz krieg) económica del imperialismo alemán por todo el territorio que controla y domina. De otra parte, la dinámica y los ritmos dispares de la lucha de clases en cada territorio de los viejos estados crearan nuevas dificultades y contradicciones.
Pero el camino que se nos señala el documento de la Rete es el único razonable. A la pregunta sobre si se puede crear un bloque histórico de los países del Mezzogiorno europea, sólo podemos dar la respuesta que están dando los movimientos sociales ante las inauditas agresiones del capital: Si se puede.
Trabajar por ello es nuestra perspectiva. Eso si, sin olvidar por un momento que lo nuevo sólo puede abrirse paso desde las entrañas de lo viejo.
Joan Tafalla, Sabadell 27 noviembre 2013.
1 Intervención en Roma 30 de noviembre de 2013, en Fórum euro-mediterráneo: Salir de la Unión europea, una propuesta política por el cambio en Italia, en europea, en el Mediterráneo. El texto de esta intervención discute algunas de las propuestas de los camaradas de la Rete dei Comunisti en su material de debate para el fórum euro-mediterráneo “Fuera de la zona euro. Una propuesta para el cambio”, celebrado en Roma el pasado 30 de noviembre y 1 de diciembre de 2013. Traducción al castellano: https://espai-marx.net/ca?id=8410 . Se puede escuchar mi intervención oral en el siguiente vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=5voFB0AHRX0
2 Antonio Gramsci, Cuaderno 13 § <1>, in Cuadernos de la Cárcel, Edición crítica de Valentino Gerratana, México, Editorial Era, 1985, quinto volumen, p, 17. Primera edición en italiano, Torino, Einaudi, 1975, terzo volume, p. 1561.
3 Karl Marx, Federico Engels, Manifiesto del partido comunista ( febrero 1848), dicen simplemente: “Los comunistas apoyan por doquier todo movimiento revolucionario contra el régimen social y político existente”. Obras Escogidas de Marx y Engels en tres tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1973, Tomo 1º, p. 140.
4 Karl Marx, Carta a Ludwig Kugelman de 9 de octubre de 1866, Ob.cit. Tomo 2º, pp. 440-441.
5 V.I. Lenin, Discurso de resumen de la discusión del informa sobre la paz 26 de octubre ( 8 de noviembre de 1917), Obras Completas, Moscu, Editorial Progreso, 1986, Tomo 35, pp. 27-28.
6 K. Polanyi, La gran transformación, Crítica del liberalismo económico, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1997, p. 371.
7 Jaume Vicens Vives, España, geopolítica del estado y del Imperio, Barcelona, editorial Yunque, 1940. Hice una resumen sobre el conjunto de la obra geopolítica de de JVV en un trabajo aún inédito: La geopolítica i el projecte de país de Jaume Vicens Vives (1993), en catalán, redactado coetánemente con la recomposición de la situación europea tras la implosión del “socialismo” real y la anexión de la RDA por parte de la RFA.
8 “Il Großraum era presentato come equivalente del concetto di Lebensraum, ma a ben guardare la formulazione ufficiale di quest’ultimo, data da Hitler nel Mein Kampf, implicava l’espansione dei confini statuali, mentre l’idea di grande spazio, pur non escludendo la conquista di territori come soluzione dei problemi economici, prevedeva l’integrazione di diverse economie formalmente indipendenti. L’ambiguità appare evidente se si considera il tentativo di alcuni economisti coevi di definire l’Europa non con il concetto di Großraum, quanto come Lebensraumgemeinschaft, “comunità di spazi vitali”. Secondo questo concetto ogni stato era da considerarsi spazio vitale dei propri confinanti, ciò che naturalmente era escluso nella versione hitleriana del Lebensraum, che implicava la lotta tra popoli per la sopravvivenza”. Paolo Fonzi, Nazionalsocialismo e Nuovo ordine europeo. La discussione sulla Großraumwirtschaft in Germania durante la seconda guerra mondiale. Studi Storici, Anno 45, No. 2 (Apr. – Jun., 2004), pp. 313-365.
9 Paolo Fonzi, La moneta nel grande spazio, Il progetto nazional-socialista di integrazione monetaria europea, 1939-1945, Milano, Edizioni Unicopoli, 2011. Durante el fórum se produjo una interesante intervención de Giorgio Gattei profesor de Historia Económica de la Universidad de Bolonia en torno a la cuestión de los proyectos de la Alemania nazi en torno a la creación de una moneda única para el Großraum de enorme interés: http://www.youtube.com/watch?v=d8p3qpqsc-Q . Véase también, un debate sobre esta cuestión entre Fonzi y Gattei en http://www.youtube.com/watch?v=D-aYboeRcIk
10 Esa es la opinión de Josep Fontana, Por el bien del imperio, Historia del mundo desde 1945, Barcelona, Pasado & Presente, 2011, p. 84.
11 Nel 1953 e nel 1990 la Germania venne “graziata” con enormi cancellazioni di debiti dal resto d’Europa. http://scenarieconomici.it/nel-1953-e-nel-1990-la-germania-venne-graziata-con-enormi-cancellazioni-di-debiti-dal-resto-deuropa/
12 Conviene rechazar el uso mentiroso del término unificación alemana, se trató de una anexión de carácter colonial, aunque mostrase el rostro paradójico del consenso de la mayoría de la población Al fin y al cabo, el Anschluss de Austria en 1938 también contó con la aquiescencia de una mayoría de la población. Llamar unificación a ese proceso significa ya un primer paso para la rendición en la lucha cultural.
13 Vladimiro Giaché, Anschluss. L’annessione. L’unificacione della Germania e il futuro dell’Europa. Reggio Emilia, Imprimatur editore, 2013.
14 Vladimiro Giaché, ob. Cit., 301 p.
15 Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, El síndrome de Vichy, El País, 10 de junio de 1997, http://elpais.com/diario/1997/06/10/opinion/865893604_850215.html
16 La previsión sobre la pobreza programática del congreso de la Izquierda Europea contenida en mi intervención se vio, desgraciadamente, confirmada por las resoluciones del Iv Congreso de la izquierda europea celebrado en Madrid los día 13 y 14 de diciembre de 2013.
17 Rete dei Comunisti, FUERA DE LA ZONA EURO. Una propuesta para el cambio. Fórum Euro mediterráneo, Roma 30 Noviembre – 1 Diciembre 2013, p. 8.
18 Antonio Gramsci, Lettera al comitato centrale del partito comunista bolscevico, ottobre 1926, in Scritti rivoluzionari dal Biennio Rosso al congreso de Lione, Camerano, Gwinplaine, 2008., p. 390.
19 Por supuesto no me refiero a la buena fe con la cual comunistas independentistas catalanes apoyan el proceso abierto por la burguesía catalana, con la esperanza de que del mismo se inicie un proceso de revolución social. Me refiero al difuso sentimiento popular, mayoritario en los sectores de clase media y populares catalanes, de que saliendo de España y quedándose en el euro y en la UE, su futuro y el de sus hijos mejorarán, y que de ese modo el pueblo catalán recuperará su soberanía.
20 Manolo Monereo, Por una oposición para la Alternativa. La crisis de la Europa del euro y las elecciones de la izquierda. El Viejo Topo, septiembre, 2013.
http://www.elviejotopo.com/web/revistas.php?numRevista=308
21 Un ejemplo lo tenemos en la carta de Mario Draghi y de Jean Claude Trichet a los gobiernos italiano y español de 4 de agosto de 2011. El gobierno italiano la hizo pública. No así el gobierno español. Sin embargo el ministro de economía italiano Giulio Tremonti confirmó que el gobierno español había recibido también la carta. Se puede leer el texto de la carta en CANFORA, Luciano, È l’Europa che ce lo chiede, Bari, Laterza, 2012, pp. 59-62. En español en el libro de dicho autor, La historia falsa y otros escritos, Madrid, Capitán Swing, 2013, pp. 49-51. La reforma del articulo 135 de la Constitución española ha sido narrado así con toda desvergüenza por José Luis Rodríguez Zapatero: “Fue en aquel momento una especie de iniciativa cautelar para no tener de verme en la tesitura de tomar otras medidas mucho más duras socialmente… entonces el escenario era llegar a las elecciones o a la campaña electoral como acabó Italia y Grecia, con Gobiernos técnicos, o tomar alguna iniciativa de calado que supusiera una imagen de fortaleza y de credibilidad”. Entrevista a El País, 24 de noviembre de 2013. http://politica.elpais.com/politica/2013/11/23/actualidad/1385241338_816422.html#sumario_3 . El día 27 de noviembre de 2013, José Luis Rodríguez Zapatero ha presentado en público sus memorias, incluyendo, según la prensa este documento que le fue pedido por activa y por pasiva por la oposición parlamentaria de entonces. Casi dos años más tarde. http://www.eldiario.es/zonacritica/ZP-guardo-memorias_6_201289873.html .