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Gramsci reducido a cantor idealista

Guido Liguori

Antonio Gramsci de Diego Fusaro editado por Feltrinelli. Un panfleto a veces contradictorio y confuso, donde, en nombre de Giovanni Gentile, el autor de los “Cuadernos’ es presentado como un idealista bueno para cualquier uso.

Es extraño constatar cómo algunas leyendas a veces se resisten a morir, incluso en el campo de la historia de las ideas y del pensamiento político. Este es el caso, por ejemplo, de la leyenda del Gramsci ‘gentiliano de izquierda’, sostenida en los años setenta del siglo pasado por el filósofo católico-tradicionalista Augusto del Noce en un libro entonces bastante conocido titulado Il suicidio della rivoluzione. La tesis se refiere no solo al período de la formación del pensador comunista – cuando entre los autores de que conducían su reacción contra el positivismo y por tanto contra el marxismo determinista y fatalista, batalla en cuyo ámbito se formó Gramsci, estaba sin duda Giovani Gentile ( junto a Croce, a Bergson, a los pragmáticos estadounidenses y a muchos otros). Para del Noce el núcleo duro del pensamiento maduro gramsciano, la filosofía de la praxis elaborada y propuesta en los Cuadernos de la Cárcel no dejaba de ser una variante del subjetivismo que Gentile había descubierto en las marxianas Tesis sobre Feuerbach. Esta lectura, aún cuando declinada y reivindicada en sentido ‘revolucionario’, ha sido retomada por Diego Fusaro en un libro (Antonio Gramsci, Feltrinelli, pp. 174, € 14), que tiene la ambición de proponer a las hodiernas fuerzas anticapitalistas el camino de un posible ‘relanzamiento a partir de Gramsci ‘.

El acto y la acción pura

Gentile y Gramsci son pintados por Fusaro como ‘héroes italianos, maestros de la coherencia y de la filosofía como pensamiento vivido.’ En el plano filosófico, la operación del libro – incluso a través de uso compulsivo (excesivo, confuso, a veces contradictorio) de las referencias a bibliografía secundaria y con referencias a menudo superfluas a varios exponentes de la tradición filosófica, esparcidos por los siglos – consiste en pintar un Gramsci que plantea ‘ una lectura quinta-esencialmente idealista» de Marx. De mismo modo que éste último nunca se habría liberado de su formación idealista, Gramsci nunca se habría liberado del actualismo gentiliano: para el autor, Gramsci sigue establemente en el terreno del actualismo, incluso sería de hecho marxista en tanto que actualista, debido a que “el actualismo incorpora eso mismo en el código marxiano, y por tanto no debe ser interpretado como opuesto a Marx, sino al contrario, como derivado de él ‘. Así Gramsci es ‘discípulo de Marx precisamente por ser alumno de Gentile” y retradujo en el léxico marxista’ los fundamentos de la dialéctica actualista ‘.

Fusaro no tiene en cuenta que, en los Cuadernos, Gramsci ha declarado explícitamente, como antecedente de la interpretación que él hace de las Tesis sobre Feuerbach a Antonio Labriola y su tesis de la alteridad del marxismo con respecto de cualquier otra filosofía; ni que Gramsci ha puesto en claro toda la diferencia que existe entre su praxis y el acto puro de Gentile. Una presunta “lectura sintomática” ( ¡pobre Althusser!) sirve al autor para afirmar que todo lo que Gramsci escribe contra Gentile es una excusatio non petita, un intento tosco y superficial para sacudirse de la espalda su actualismo, que sin embargo sería tan íntimo, tan introducido (¿), que volvería inútil cualquier intento de hacerlo. Se intenta dejar de lado las páginas de los Cuadernos en que Gramsci pronuncia juicios muy claros sobre el filósofo del actualismo: por ejemplo, se lee que su pensamiento es un disfraz sofisticada de la ‘filosofía política’ más conocida con el nombre de oportunismo y empirismo”. Y Gramsci señala una diferencia muy precisa entre su filosofía de la praxis y el actualismo, al afirmar que la primera es la filosofía del acto (praxis, desarrollo) pero no del acto “puro”, si no del acto “impuro”, real en el sentido más profano y mundano de la palabra”. Para no hablar de las referencias gramscianas a la inmanencia labriolana y de Maquiavelo, y la conocida cuestión de la traducibilidad: temas y aspectos de la filosofía de la praxis gramsciana que confirman la irreductibilidad del Gramsci de los Cuadernos (Quadernos) a Gentile y a su actualismo.

Adoptada la tesis del Gramsci gentiliano integral, Fusaro llega a imaginar, como consecuencia de la misma, que la “revolución” planteada por el comunista sardo es esencialmente “cultural”, con la consecuencia de que la clase “dominada” debería ser “guiada por los intelectuales”. De ese modo, se pierde, se simplifica, se vulgariza, se traduce en fórmulas que horrorizarían al Gramsci real la compleja urdimbre de los Cuadernos, la importancia de la creación de una nueva capa de intelectuales orgánicos provenientes de la clase de los productores y capaz de producir una verdadera “reforma intelectual y moral de masa”.

Por otra parte, la tesis del eje Gentile-Gramsci es para Fusaro funcional a su visión política. Gramsci habría puesto en boga “la lucha nacional contra el internacionalismo de la globalización de los mercados y de las finanzas”. Las conocidas páginas gramscianas que -desde los años juveniles, y después en los Cuadernos- afirman la necesidad de una lucha, que teniendo como fin el internacionalismo, parta del reconocimiento del terreno nacional ( una enseñanza eminentemente leninista, que por otro lado, tuvo otras continuaciones incluso en polémica con Rosa Luxemburg, una “águila” no carente de abstracción) es traducida increíblemente en una especie de nacionalismo político-económico, la vía que el autor evidentemente identifica con el camino para oponerse a la globalización capitalista.

Derivas roji-pardas.

Por otra parte, Fusaro es defensor de la desaparición de toda barrera entre comunistas y fascistas en nombre de la lucha común contra el sistema capitalista. Y en este libro repite la acostumbrada letanía, que sostiene que la vieja dicotomía derecha-izquierda debe ser substituida por una nueva oposición entre capitalismo y anticapitalismo. Son opiniones que han tenido en ocasiones algunos seguidores. Pero que en las filas de este partido “roji-pardo” se pueda o se quiera inscribir también a Antonio Gramsci- muerto entre otras cosas a causa de haber sido prisionero de una cárcel fascista- es algo que suscita, más que perplejidad, disgusto.

Traducción Joan Tafalla y Joaquin Miras( 24 abril 2015)

Esta traducción ha sido publicada originalmente en Espai Marx el día 26 de abril de 2015. Se agradecerá su difusión por cualquier medio, citando el lugar de su publicación

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