Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Las revoluciones las hacen los pueblos

¿Existe un «Pueblo» capaz de dar respuesta con una cultura de vida y política alternativa?»

Nos acercamos a un escenario electoral, en el que toman protagonismo organizaciones políticas, con mensajes y programas que defienden los intereses de las clases populares indignadas por la progresiva pérdida de derechos y el empobrecimiento, junto con la prepotencia y corrupción del gobierno.

Organizaciones políticas que, sin entrar en detalles, expresan con claridad la denuncia al capitalismo. Organizaciones y líderes que apuestan por políticas económicas distintas para dar un giro de ciento ochenta grados a la situación actual. Organizaciones y líderes que expresan, con compromiso, convicciones profundas y claras. Pero ¿las clases populares realmente se unen en un proyecto de ruptura? ¿Hay un «Pueblo» detrás de las palabras de estos representantes?

Ésta es una debilidad que no debemos esconder mirando hacia otro lado. La fortaleza y eficiencia de nuestras organizaciones en las instituciones solo será, si es reflejo y consecuencia real de unas clases populares de individuos organizados en sus entornos, con cultura y conciencia propia.

Esta carencia condiciona que el posible proceso de cambio político se limite a la elección de representantes políticos, repitiendo esquemas del pasado y que los resultados del cambio dependan más de la necesidad estratégica del sistema de asumirlos y menos de la capacidad real de nuestras organizaciones.

No es ninguna novedad ni tiene nada de original afirmar que nos encontramos ante un momento histórico. Ni es novedad que en las grandes crisis estructurales es cuando se puede derribar el sistema o sentar las bases de una nueva estructura política y económica que pueda ejercer de motor de transición revolucionario.

Pero los procesos sociales no se desarrollan solos de manera espontánea o dicho de otra manera no es suficiente con que se den las condiciones objetivas. Sin las condiciones subjetivas adecuadas este momento histórico y su crisis será superado y reconducido por quienes ostentan el poder. Con un pueblo sin conciencia política, sin capacidad de actuar por si mismo, no hay motor que empuje un vehículo político, no hay fuerza real para encarar y sacar provecho de ese momento histórico ni de esa crisis estructural.

La historia está llena de ejemplos en los que, aun dándose las condiciones objetivas, no solamente no se revertió la situación, sino que las organizaciones o líderes que representaban la voz de los oprimidos fueron absorbidos por el poder establecido. Sería muy extenso explicar algunos procesos que pudiendo haber desencadenado un cambio revolucionario se quedaron, en el mejor de los casos, en un simple cambio estético sin ninguna repercusión sustancial en las condiciones de vida del pueblo que reclamaba cambios profundos.

Muchos sectores y personas, compañeros y compañeras, que forman parte integrante de estas organizaciones alternativas no quieren ni desean que el proceso que vivimos se parezca a una revolución pasiva ni a un cambio para que no cambie nada, saben que esto es cierto. Saben y nombran a Gramsci, a Marx, a Hegel, a Aristóteles etc., pensadores políticos que en distintos momentos de la historia desarrollaron con precisión este elemento fundamental.

¿Qué hacer entonces? ¿Esperar que unos resultados electorales milagrosamente de la noche a la mañana generen la formación y experiencia que un pueblo debería labrar durante años? sería totalmente inocente pensarlo. Y sin embargo no dudamos en aprovechar la oportunidad electoral que se nos ofrece, con la incertidumbre del día después.

Hoy no hay duda que nuestra sociedad, nuestro pueblo, nuestras clases populares están en un proceso lento de formación como sujeto político, pero no lo suficiente como para liderar y exigir a sus representantes. La cultura de nuestro pueblo, la de quienes votarán a estas organizaciones alternativas, la de la izquierda sociológica, no es una cultura de vida nueva formada y madurada en la práctica diaria, es cultura neoliberal, es cultura individualista impuesta por el sistema a través de sus medios de masa y en ningún caso esta cultura nos enseña a tener criterio propio y a organizarnos como colectivo.

El pensamiento revolucionario y el hacer colectivo del pueblo no se ha ido extendiendo lentamente en las décadas que nos preceden para llegar hasta hoy con unas organizaciones de masas reflejo de una cultura de vida alternativa. Nada de eso ha ocurrido.

Unos resultados electorales que pongan a nuestras organizaciones en las instituciones pero sin la capacidad de materializar las ilusiones de millones de votantes, serían un paso positivo, aun no cumpliéndose las expectativas, pero el verdadero peligro es que ese resultado se traduzca en frustración, y esa desilusión que puede generar entre las clases populares frene, desmovilice y desactive el verdadero proceso revolucionario, el proceso de constitución de consciencia de clase que transciende a las fechas electorales. Ese sería el gran triunfo del sistema y también nuestra derrota.

Debemos reconocer abiertamente que las condiciones subjetivas están en un débil proceso inicial de formación, y por tanto hay que romper el silencio en el interior de estos movimientos y organizaciones, abriendo el debate con sinceridad y sin miedos. Transmitir la idea de que es la maduración de nuestra praxis, de nuestro hacer, la que nos hará fuertes y no un líder por renovado, reluciente y revolucionario que parezca.

En las próximas elecciones tampoco habrá milagros, pero si las miles de personas que darán confianza a las organizaciones alternativas saben cuáles son nuestras posibilidades reales y que ganar elecciones no es sinónimo de cambio, que hoy el trabajo político es crear tejido social, cultura solidaria, pensamiento ecologista y conciencia de clase, respetando los ritmos pero siendo parte integrante, contribuiremos a que la participación política del pueblo deje de ser la pantomima de introducir el sobre en la urna para pasar a ser algo determinante.

«Solo entonces estaremos ayudando a que se creen las condiciones subjetivas necesarias para derribar el sistema.

La frase «las revoluciones las hacen los pueblos» hemos de aprender que no quiere decir que el pueblo vota en masa la opción de izquierda, «las revoluciones las hacen los pueblos» quiere decir que el pueblo día a día en su hacer diario, en su entorno inmediato, en su actitud como ser social se autoorganiza, se autogobierna para resolver sus problemas a pesar del poder establecido. Y tiene otra forma de vivir y otra cultura que no se corresponde con la cultura que promueven quienes nos gobiernan.

En estas circunstancias el pueblo es Pueblo y está en condiciones de echar del poder a quienes lo oprimen.

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