Un punto de encuentro para las alternativas sociales

El dominio humano de la biosfera: la rápida descarga de la batería Tierra-Espacio presagia el futuro de la humanidad

John R. Schramski, David K. Gattie, James H. Brown

La Tierra es una batería química en la que a escala evolutiva, con una carga muy lenta de fotosíntesis usando energía solar, miles de millones de toneladas de biomasa viva fueron almacenados en bosques y otros ecosistemas en grandes reservas de combustibles fósiles. En apenas los últimos cientos de años, los humanos han extraído la energía explotable de esta biomasa viva y fosilizada para construir la moderna economía industrial-tecnológica-informacional, para hacer crecer nuestra población hasta más de 7 mil millones y para transformar los ciclos biogeoquímicos y la biodiversidad de la Tierra. Esta rápida descarga de la energía orgánica almacenada de la Tierra impulsa el dominio humano de la biosfera, incluyendo la conversión de los hábitats naturales en campos agrícolas y la pérdida resultante de especies nativas, la emisión de dióxido de carbono y el cambio climático y del nivel del mar resultantes, y el uso de fuentes energéticas suplementarias nucleares, hidroeléctricas, eólicas y solares. Las leyes de la termodinámica que gobiernan la carga lenta y la rápida descarga de la batería Tierra son universales y absolutas. La Tierra está solo temporalmente en equilibro a una cantidad cuantificable del equilibrio termodinámico con el espacio exterior. Aunque esta distancia del equilibrio está compuesta por todo tipo de energía, la más crítica para los humanos es el depósito de biomasa viva. Con el rápido agotamiento de esta energía química, la Tierra está volviendo a un equilibrio inhóspito con el espacio exterior con ramificaciones fundamentales para la biosfera y la humanidad. Porque dado que no hay energía de sustitución o reemplazo para la biomasa viva, la distancia que queda hasta el equilibrio que será necesario para mantener la vida humana es desconocida.

Fig. 1. Batería Tierra-Espacio. El planeta es una carga positiva de energía química orgánica almacenada (cátodo) bajo la forma de biomasa y combustibles fósiles. A medida que esta energía es disipada por los humanos, finalmente es irradiada como calor hacia el equilibrio químico con el espacio profundo (ánodo). La batería se está descargando rápidamente sin recarga.

Tal como se describe en la Figura 1, la Tierra es una batería de energía química almacenada en la que el planeta es el cátodo (energía química orgánica almacenada) y el espacio es el ánodo (el equilibrio). Nosotros lo llamamos la batería Tierra-Espacio. Costó millones de años que las plantas fotosintéticas cargasen lentamente la batería, convirtiendo gradualmente energía solar difusa de baja calidad en energía química de alta calidad almacenada temporalmente bajo la forma de biomasa viva y con más duración bajo la forma de combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón. Solo en los últimos siglos -un parpadeo en términos evolutivos- el uso de energía por parte de los humanos para impulsar el auge de la civilización y la moderna sociedad industrial-tecnológica-informacional ha descargado la pila Tierra-Espacio induciendo el flujo entre los terminales, degradando la energía de biomasa de gran calidad para hacer el trabajo de transformar la Tierra para beneficio humano e irradiando la energía de baja calidad resultante al espacio profundo. Las leyes de la termodinámica dictan que la diferencia en ritmo y escala temporal entre la lenta carga y el rápido agotamiento es insostenible. La actual descarga masiva está llevando rápidamente a la Tierra de una biosfera rebosante de vida y manteniendo una civilización humana altamente desarrollada a un yermo paisaje lunar. Considérese como ejemplo que el estado energético de la Tierra sea parecido al de una casa que funcione con una batería de una sola carga que proporcione energía para la luz, la calefacción, el aire acondicionado, los aparatos eléctricos y las comunicaciones electrónicas. A medida que la pila se descarga, estos servicios dejan de estar disponibles y la casa pronto se vuelve inhabitable.

Fig. 2. Almacenaje energético químico y nuclear de la Tierra (distancia del equilibrio) (10, 11, 38, 39). Donde es necesario la biomasa es convertida en energía suponiendo que 1 t carbono ∼35 × 109 julios. ZJ = zeta julios = julios × 1021.

La energía en Física y Biología

Las leyes de la termodinámica son incontrovertibles. Tienen ramificaciones inevitables para el futuro de la biosfera y la humanidad. Empezamos explicando los conceptos termodinámicos necesarios para entender la energía de la biosfera y los humanos dentro del sistema Tierra-Espacio. Las leyes de la termodinámica y las muchas formas de energía pueden ser difíciles para los no expertos. Sin embargo, los flujos y depósitos de la energía de la Tierra pueden ser explicados en términos directos para comprender por qué la biosfera y la civilización humana están en desequilibrio energético. Estas leyes físicas son universales y absolutas, se aplican a todas las actividades humanas y son la clave universal para la sostenibilidad. La energía es lo lejos que está una propiedad (por ejemplo, temperatura, química, presión, velocidad) del equilibrio. Esta distancia, o gradiente, puede ser capturada para realizar un trabajo, moviendo en el proceso a la propiedad más cerca del equilibrio.  Así, mientras la capacidad de realizar un trabajo se usa a menudo como la definición más simple de energía, en última instancia esta capacidad requiere un sistema fuera de equilibrio, un gradiente que sea posible capturar. Por ejemplo, la Tierra está fuera del equilibrio químico con respecto al espacio exterior. A medida que quemamos energía fósil química para conseguir trabajo, la Tierra pierde el calor resultante y de nuevo se mueve más cerca del equilibrio. La Primera Ley de la Termodinámica asegura que aunque la energía sea transformada entre solar, química, trabajo y calor en estas transacciones, no es ni creada ni destruida. Cambia de forma, pero se conserva la cantidad total. La Segunda Ley de la Termodinámica asegura que a medida que la energía cambia de forma, toda esta energía es finalmente degradada a energía calórica de baja calidad y la pierde el planeta. Estas leyes físicas no solo han permitido la evolución de la vida, también han permitido el desarrollo de la civilización humana. Los seres vivos usan la fotosíntesis para convertir la difusa pero fiable luz solar en compuestos orgánicos ricos en energía, y usan la respiración para romper estos componentes, liberar la energía almacenada y hacer el trabajo biológico de vivir (1, 2). Para los humanos esto significa consumir alimentos y respirar para alimentar el metabolismo biológico. Sin embargo, los humanos también usan innovaciones tecnológicas para quemar productos químicos orgánicos y usar esta energía extrametabólica para hacer el trabajo adicional de alimentar actividades socioeconómicas complejas. En milenios de tiempo evolutivo, a medida que los seres vivos evolucionaron y se diversificaron, desarrollaron nuevas vías bioquímicas para convertir la energía solar en biomasa. Llevó del orden de mil millones de años para que los primeros procariotas fotosintéticos y quimicosintéticos explotasen los pequeños gradientes de energía disponibles y sintetizasen suficiente biomasa como para empezar a cargar la batería química Tierra-Espacio. Viejos organismos unicelulares crearon un modesto gradiente químico energético que duró miles de millones de años. Hace alrededor de 600 millones de años, con la explosión Cámbrica de diversidad de grandes organismos multicelulares y la consiguiente colonización de la Tierra por parte de las plantas, la biosfera adquirió un gran depósito de biomasa viva, principalmente bajo la forma de bosques (3). En los periodos Carbonífero, Pérmico y Jurásico (350-150 millones de años), restos de plantas y animales muertos se conservaron en la corteza terrestre para crear las reservas de carbón, petróleo y gas. Desde entonces, la Tierra ha estado básicamente en un cuasi-equilibrio energético, perturbado continuamente por impactos de asteroides, actividad tectónica, glaciaciones y fluctuaciones climáticas, añadiendo o restando modestamente de los depósitos de combustibles fósiles, pero siempre volviendo a un equilibrio aproximado entre input solar y pérdida de calor, fontosíntesis y metabolismo heterotrófico. Todo cambió cuando los humanos anatómicamente modernos aparecieron y se extendieron fuera de África para colonizar toda la Tierra. El hito más importante fue el desarrollo y extensión de la agricultura, que empezó hace unos 12.000 años. Antes de esto, las sociedades cazadoras-recolectoras habían estado en un equilibrio aproximado, basándose en la energía fotosintética para proveerse de alimentos vegetales y animales y combustible para cocinar y calentar y apenas alteraron la superficie de la Tierra. Con la llegada de la agricultura, los humanos empezaron a capturar sistemáticamente el gradiente almacenado de biomasa y a aumentar la descarga de energía química. Inicialmente, la labor humana y animal y los fuegos de madera y estiércol fueron usados para hacer el trabajo de fabricar herramientas, despejar la tierra, cultivar los campos y cosechar. Sin embargo, sociedades aún más inventivas desarrollaron nuevas tecnologías basadas en emplear  nuevas fuentes de energía. Lo que es más importante, la revolución industrial usó los molinos de viento y agua para realizar trabajo y quemó primero madera, luego carbón vegetal y finalmente combustibles fósiles para explotar y fundir menas de metal y para fabricar herramientas y máquinas. Estos desarrollos llevaron a poblaciones humanas cada vez mayores con economías y sistemas sociales cada vez más complejos, todos alimentados por un ritmo siempre creciente de descarga de energía química.

El paradigma de la batería Tierra-espacio

Por definición, la cantidad de energía química concentrada en los depósitos de carbono del planeta Tierra (cátodo positivo) representa la distancia del duro equilibrio termodinámico con el cercano espacio exterior (ánodo negativo). Este gradiente energético mantiene la biosfera y la vida humana. Se puede modelar como una batería de una sola carga. Esta batería química Tierra-espacio (figura 1) cargó muy lentamente durante 4,5 mil millones de años de influjo solar y de acumulación de biomasa viva y combustibles fósiles. Ahora se está descargando rápidamente debido a las actividades humanas. A medida que quemamos energía química orgánica, generamos trabajo para hacer crecer nuestra población y economía. En el proceso, la energía química de alta calidad se transforma en calor y se pierde para el planeta por la radiación al espacio exterior. El flujo de energía del cátodo al ánodo está acercando al planeta rápida e irrevocablemente al estéril equilibrio químico del espacio. La figura 2 describe los depósitos de energía primaria de alta calidad químicos y nucleares como sus distancias respectivas del equilibrio del espacio exterior. Seguimos a la industria energética al centrarnos en las reservas de alta calidad y usar la ‘energía recuperable’ como nuestro punto de referencia, porque muchos depósitos de combustibles fósiles y menas nucleares están dispersos o inaccesibles y no se pueden capturar actualmente para producir energía neta y beneficio económico (4). Las muy grandes reservas de energía orgánica de baja calidad incluyendo los compuestos de carbono en suelos y sedimentos oceánicos (5, 6) no se muestran, pero no son actualmente económicamente extraíbles y utilizables, así que normalmente no se incluyen ni en las categorías de recuperables ni en las de no recuperables. Aunque los gradientes de energía atribuidos al enfriamiento geotérmico, los gradientes térmicos del océano, las temperaturas de efecto invernadero del aire, etc. contribuyen a la distancia termodinámica de la Tierra del equilibro con el espacio, tampoco se incluyen porque no son energía química y presumiblemente seguirían existiendo de alguna forma en un planeta desprovisto de seres vivos, incluyendo los humanos. La figura 2 muestra que los humanos están actualmente descargando todos los depósitos recuperables de energía química orgánica al ánodo de la batería Tierra -Espacio como calor. La pila Tierra-espacio creada por organismos está compuesta de dos tipos de compuestos químicos orgánicos. El primero son los combustibles fósiles. Estos combustibles fósiles son principalmente hidrocarburos, conteniendo principalmente carbono e hidrógeno, casi nada de oxígeno y a menudo pequeñas pero significativas cantidades de otros elementos como sulfuro, vanadio, hierro, zinc y mercurio, que pueden ser tóxicos cuando se liberan al medio e incorporados por humanos y otros organismos. Las reservas de combustibles fósiles, la mayor parte depositadas hace cientos de millones de años, son finitas y se están agotando rápidamente. El petróleo, el gas y el carbón , que suponen más del 85% del actual consumo energético global son quemados para producir los bienes y servicios de nuestra economía industrial-tecnológica-informacional. A pesar de algunos excelentes análisis aleccionadores del uso presente y las perspectivas de futuro de los combustibles fósiles (4, 7, 8), la magnitud de la depósitos de energía de hidrocarburos económicamente recuperables son objeto de mucho debate. En la figura 2 reconocemos la incerteza asignando un valor conservador de <40 zetajulios (ZJ).

La crítica importancia de la biomasa viva

Aquí nos centramos en el segundo tipo de productos químicos que forman la batería Tierra-Espacio, los compuestos orgánicos en la biomasa viva. Nuestro trabajo sugiere que los dos valores más pequeños, 19 y 2 ZJ, en el gráfico de barras de la figura 2, son los más importantes. Los 19 ZJ representan la actual energía química potencial almacenada bajo la forma de biomasa viva, la mayor parte de ella como fitomasa en plantas terrestres y la mayor parte de ellas en bosques. Estos productos químicos son los carbohidratos, lípidos, proteinas, celulosa, ligninas y otras sustancias que forman los cuerpos de los organismos vivos. A diferencia de los combustibles fósiles, la magnitud de este gradiente de almacenaje de energía (esto es, su distancia del equilibrio) se mantiene gracias a un flujo constante de energía solar (9). Los 2 ZJ son el flujo de energía debido a la producción primaria anual neta (PPN) del planeta, que es la cantidad de energía convertida cada año de energía solar a biomasa por el proceso de fotosíntesis. La PPN global es el presupuesto anual de energía renovable de la Tierra dentro de la cual operan todos los seres vivos y dentro de la cual nuestros ancestros humanos cazadores-recolectores funcionaban anteriormente. Por lo tanto, un input de 2 ZJ/año de fotosíntesis mantiene un stock permanente de 19 ZJ de biomasa almacenada. Esta biomasa almacenada es esencial para los humanos modernos, porque su energía química mantiene una biosfera habitable alejada del equilibrio químico del espacio. La PPN y la biomasa viva almacenada de la biosfera mantienen la biodiversidad y regulan el ciclo climático y biogeoquímico. La energía metabólica que alimenta nuestros cuerpos y mantiene nuestra población se deriva del PPN, porque todos nuestros alimentos son biomasa viva, producidos por las plantas y animales de los diversos ecosistemas de la Tierra: campos agrícolas, tierras de pastoreo, océanos y agua dulce. Además, la biomasa es esencial para que los humanos accedan a otras formas de energía, incluyendo la eólica, hidro, fósil, nuclear, etc.

La biomasa viva se está agotando rápidamente

En tiempos del Imperio romano y el nacimiento de Cristo, la Tierra contenía ∼ un millardo de miles de millones de toneladas de biomasa viva (10), equivalente a 35 ZJ de energía química, principalmente bajo la forma de árboles en los bosques. En apenas los últimos 2000 años, los humanos han reducido esto un 45% a ∼ 550 mil millones de toneladas de carbono en biomasa, equivalente a 19,2 ZJ. La pérdida se ha acelerado con el tiempo, con un 11% agotado solo desde 1900 (figura 3) (11,12). En los últimos años, de media, estamos capturando -y liberando como calor y dióxido de carbono- los restantes 550 mil millones de toneladas de carbono en biomasa viva a un ritmo neto de ∼1,5 mil millones de toneladas de carbono por año (13, 14). La causa y medida del agotamiento de la biomasa son temas complicados, y los números están siendo casi continuamente reevaluados (14). El agotamiento se debe principalmente a cambios en el uso de la tierra, incluyendo la deforestación, la desertificación y la conversión de los paisajes con vegetación en superficies estériles, pero también secundariamente a otras causas como la contaminación y una pesca y silvicultura insostenibles. Aunque las estimaciones cuantitativas de más arriba tienen una considerable incertidumbre, la tendencia y magnitudes  generales son hechos ineludibles con terribles consecuencias termodinámicas.

Fig. 3. Depósitos globales de fitomasa. Calculados a partir de la tabla 2 de Smil (11), suponiendo que 1 t carbono ∼35 × 109 julios.

ZJ = zeta julios = julios × 1021.

El rol dominante de los humanos

El Homo sapiens es una especie única. La historia de la humanidad -empezando con los cazadores-recolectores, quienes aprendieron a obtener energía calórica útil quemando madera y estiércol, y siguiendo hasta los humanos contemporáneos, quienes aplican las últimas tecnologías, como el fracking, los paneles solares y las turbinas eólicas- es la de la innovación para usar todas las fuentes de energía económicamente explotables a un ritmo cada vez mayor (12, 15). Juntos, el imperativo biológico de la dinámica malthusiana-darwiniana para usar todos los recursos disponibles y el imperativo social  de innovar y mejorar el bienestar humano han dado como resultado en al menos 10.000 años de crecimiento de la población y económico virtualmente ininterrumpido: de unos pocos millones de cazadores-recolectores a más de 7 mil millones de humanos modernos y de una economía de subsistencia  basada en el uso sostenible de plantas y animales (esto es, en equilibrio con la producción energética fotosintética) a la moderna economía industrial-tecnológica-informacional (esto es, fuera de equilibrio debido a la descarga unidireccional insostenible de la batería de biomasa).

La figura 4 muestra el efecto multiplicador de dos grandes cifras que determinan el rápido ritmo de descarga de la batería Tierra-Espacio. El uso de la energía por persona multiplicado por la población da el total global de consumo de energía por parte de los humanos. Según los números de British Petroleum (16), que muchos expertos aceptan, en 2013, el uso medio de energía per cápita fue de 74,6 x 109 J/persona por año (equivalente a ∼2,370 W, trazado en verde en la figura 4). Multiplicando esto por una población mundial de 7,1 mil millones en 2013 da un consumo total de ∼0.53 ZJ/año (equivalente a 16,8 TW, trazado en rojo en la figura 4), que es más del 1% del total de combustibles fósiles recuperables almacenados en el planeta (esto es, 0.53 ZJ/40 ZJ = 1,3%). A medida que avanza el tiempo, la población aumenta, y la economía crece, el resultado de multiplicar estas dos muy grandes cifras es que la tasa total de consumo de energía global está creciendo a casi un ritmo exponencial. Para poner estas cifras en perspectiva, considérese un punto de referencia. Un individuo humano requiere de media 8,4 MJ/día (2.000 kcal/d) bajo la forma de alimentos para mantener una tasa metabólica biológica de aproximadamente 100 W. Para dar energía a sus diversas actividades, los humanos contemporáneos suplementan el metabolismo biológico con energía extrametabólica derivada de otras fuentes, principalmente combustibles fósiles. Por lo tanto, el actual consumo per cápita de 2370 W identificado más arriba para una persona media es aproximadamente 24 veces el de un ancestro cazador-reproductor. Además, este valor medio no indica la gran variación en el consumo de energía per cápita como una función de las condiciones socioeconómicas, que van de poco más que la tasa metabólica biológica en los países subdesarrollados más pobres a más de 11.000 W en los países más desarrollados con sus economías industrial-tecnológico- informacionales demandantes de energía (8, 17). Comparado con las necesidades metabólicas de la humanidad y los depósitos químicos restantes en la batería Tierra-Espacio (distancia del equilibrio termodinámico), el ritmo de descarga neta es muy grande y obviamente insostenible. La Tierra está en un serio desequilibro energético debido al uso humano de la energía. Este desequilibro define nuestro conflicto más dominante con la naturaleza. En realidad es un conflicto en el sentido de que el actual desequilibrio energético, una crisis sin precedentes en la historia de la Tierra, es una consecuencia directa de la innovación tecnológica. Los efectos nocivos de descargar la energía química orgánica almacenada en la batería se extienden mucho más allá del agotamiento de la fitomasa viva almacenada y la energía combustible fósil. Considérense los minerales. Los humanos energéticamente dominadores han descubierto y explotado la mayor parte de los depósitos más ricos de cobre, hierro, zinc, oro y plata, usado estos metales para mantener la economía industrial, y dispersado los ‘desechos’ no usados en vertederos y estanques irrecuperables. Considérese el nitrógeno y el fósforo, ingredientes críticos de los fertilizantes porque son esenciales para el crecimiento de las plantas. Los depósitos globales de nitratos y fosfatos han sido drásticamente agotados. El nitrógeno para fertilizantes puede sintetizarse del gas nitrógeno atmosférico, pero este proceso químico requiere un gran aporte de energía exógena, usualmente bajo la forma de combustibles fósiles (18). Más ominosamente, no hay sustituto o mecanismo para sintetizar artificialmente fósforo. Considérese el agua. Mediante la represa de ríos y corrientes y al cavar pozos en los acuíferos subterráneos, los humanos utilizan actualmente más del 56% de todas las aguas dulces accesibles. La mayor parte de este agua se usa para el riego de cultivos, de forma que las actividades humanas suponen aproximadamente un 26% del agua perdida por evapotranspiración de los ecosistemas terrestres (19, 20). Considérense los impactos sobre los ecosistemas mundiales (21) y la biodiversidad (22).Para producir plantas y productos animales para el consumo humano y para albergar a nuestra creciente población, hemos transformado los ecosistemas y paisajes de aproximadamente el 83% de las áreas terrestres de la Tierra libres de hielo. Hemos reemplazado bosques y otros ecosistemas nativos con cultivos agrícolas, pastos, plantaciones forestales, edificios y pavimento, acaparando aproximadamente el 40% del PPN terrestre y reduciendo el stock permanente de biomasa viva en el planeta en un estimado 45%. Los cambios adicionales causados por los humanos  han reducido sustancialmente los stocks de pesca oceánica, alterado los ciclos globales biogeoquímicos y el clima y causado una extinción de especies a 100-1000 veces las tasas de extinción media prehumana. Finalmente, considérese que el 15-30% del consumo actual global de energía se usa para simplemente proporcionar alimentos para 7,2 mil millones de personas (23, 24). La mayor parte de esta energía procede de combustibles fósiles y se utiliza para los inputs suplementarios de agua, fertilizantes, pesticidas y trabajo con máquinas que permiten a la agricultura moderna conseguir altos rendimientos (25-27). Por lo tanto, la población humana se mantiene por la PPN de la agricultura, pero la capacidad de esta agricultura de alimentar a la población mundial exige una descarga masiva de la batería Tierra-Espacio. La disipación unidireccional de la biomasa viva y de la energía de los combustibles fósiles ha proporcionado a nuestra especie un poderoso dominio sin precedentes sobre los ciclos biogeoquímicos y sobre otros organismos del planeta. Otros han registrado estos cambios y sus consecuencias (18-22, 28-30), pero sus advertencias no han conseguido provocar la suficiente preocupación pública y motivar una respuesta significativa.

Fig. 4. Historia del crecimiento global de consumo per cápita, población y consumo total de energía. Reproducido de la ref. 30, con permiso de Macmillan Publishers Ltd, Nature.

Irónicamente, las poderosas fuerzas políticas y de mercado, en lugar de actuar para conservar la carga restante en la batería, en realidad empujan en la dirección opuesta, porque los efectos generalizados para aumentar el crecimiento económico requerirán un aumento del consumo de energía (4, 8). Buena parte de la información anterior ha sido presentada en otros sitios, pero bajo diferentes formas (por ejemplo, en las referencias citadas). Nuestra síntesis difiere de la mayor parte de estos enfoques en dos aspectos: (I) introduce el paradigma de la batería Tierra-Espacio para dar una nueva perspectiva, y (II) enfatiza la importancia crítica de la biomasa viva para la sostenibilidad global tanto de la biosfera como de la civilización humana.

Los humanos y la fitomasa

Podemos ser más cuantitativos y poner esto en contexto introduciendo una nueva medida de sostenibilidad Ω

Ω = P/BN [1]

que combina a propósito las quizás dos variables críticas que afectan al estatus de la energía del planeta: el total de fitomasa y la población mundial. La ecuación 1 cumple esta combinación al dividir la energía química almacenada en fitomasa P (en julios) por la energía necesaria para alimentar a la población mundial durante un año (julios por año, figura 5). El denominador representa la energía básica (metabólica) necesaria para la población mundial. Se obtiene al multiplicar la población mundial N por sus necesidades metabólicas per cápita durante un año (B = 3,06 × 109 julios/persona·año calculado a partir de una dieta de 8,4 x 106 julios/persona·día). La expresión simple de Ω da el número de años con las tasas actuales de consumo que el depósito de fitomasa global podría alimentar a la raza humana. Al hacer la suposición conservadora pero completamente  irreal de que toda la fitomasa pudiese ser cosechada para alimentar a los humanos (esto eso, toda ella es comestible), conseguimos una estimación máxima absoluta del número de años de alimentos que le restan a la humanidad. La figura 5 muestra que en los años 0-2000 Ω ha disminuido predecible y dramáticamente de 67.000 a 1.029 años (por ejemplo, en el año 2000, P = 19,3 × 1021 julios, B = 3,06 × 109 julios/persona·por año, y N = 6,13 × 109 personas; esto es, Ω =1,029 años). En solo 2000 años, nuestra especie sola ha reducido Ω en un 98,5%. La anterior es una drástica subestimación por cuatro razones. Primera, obviamente no podemos consumir todos los depósitos de fitomasa para alimentos; la preponderancia de la fitomasa gobierna la bioesfera. Segunda, al basar nuestra estimación en el metabolismo biológico humano no incluye aquella alta proporción de gasto de energía extrametabólico utilizado actualmente para alimentar la población y nuestra economía. Tercera, la estimación de arriba no tiene en cuenta que tanto la población humana global como la tasa de uso de energía per cápita no son constantes, sino que aumentan a ritmos casi exponenciales. No intentamos extrapolar para predecir las futuras trayectorias, que deben en última instancia dar un giro hacia abajo a medida que depósitos esenciales de energía se agoten. Finalmente, destacamos que no solamente ha disminuido rápidamente el depósito global de energía de fitomasa, sino lo que es más importante, el dominio humano sobre la parte restante también ha aumentado rápidamente. Mucho antes de la hipotética fecha límite cuando el depósito global de fitomasa esté completamente agotado, la energía de la biosfera y de todas sus especies habitantes se habrán alterado drásticamente, con profundos cambios en la función biogeoquímica y la biodiversidad restante. El muy conservador índice Ω muestra con qué rapidez los cambios en el uso de la tierra, la apropiación de PPN, la contaminación y otras actividades están agotando los depósitos de fitomasa para alimentar las casi exponenciales trayectorias de crecimiento de la población y la economía. Dado que el índice Ω es conservador, también destaca el muy poco tiempo que queda para hacer cambios y conseguir un futuro sostenible para la biosfera y la humanidad. Ya estamos firmemente en la zona de incerteza científica en la que cualquier perturbación podría desencadenar un cambio de estado castastrófico en la biosfera y la población y economía humanas (31). A medida que nos acercamos rápidamente al equilibrio químico del espacio exterior, las leyes de la termodinámica ofrecen poco espacio para la negociación.

Fig. 5. Número de años de fitomasa alimenticia potencialmente disponible para alimentar a la población humana global. Calculado a partir de la energía total de fitomasa almacenada del planeta dividida por las necesidades energéticas metabólicas para alimentar la población mundial para 1 año (esto es, julios/julios por año = años) suponiendo una dieta de 8,4-MJ per cápita para todo el año. La línea con una tendencia rápidamente decreciente indica el dominio de la fitomasa por parte de la humanidad. Por razones dadas en el texto, estos valores son muy conservadores. Queda poco margen para continuar con seguridad la actual tendencia.

Discusión

La trayectoria de Ω mostrada en la figura 5 tiene al menos tres implicaciones para el futuro de la humanidad. Primera, no hay razón para esperar una trayectoria diferente en el próximo futuro. Algo como el actual nivel de destrucción de energía de la biomasa será necesario para mantener la actual población mundial con su economía y producción de alimentos subsidiadas por los combustibles fósiles. Segunda, dado que la batería Tierra-Espacio está siendo descargada cada vez más rápidamente (figura 3) para mantener una población cada vez mayor, la capacidad de amortiguar los cambios disminuirá y los restantes gradientes de energía experimentarán perturbaciones en aumento. Como cada vez más gente dependerá de menos opciones energéticas disponibles, su  nivel de vida y su misma supervivencia serán cada vez más vulnerables a fluctuaciones como sequías, epidemias, agitación social y guerra. Tercera, hay una considerable incerteza en cómo funcionará la biosfera cuando Ω decrezca del actual Ω = ∼1.029 años a una inexplorada región de funcionamiento termodinámico. La biosfera global, la población humana y la economía obviamente se estrellarán mucho antes de Ω = 1 año. Si H. sapiens no se extingue, la población humana disminuirá drásticamente cuando nos veamos forzados a volver a llevar un estilo de vida de cazadores-recolectores o simples horticultores. Además, la Tierra tras el colapso de la civilización humana será un lugar muy diferente que el de la biosfera que mantuvo el auge de la civilización. Habrá un legado de larga duración de clima, paisajes y ciclos biogeoquímicos alterados, stocks de combustibles fósiles, metales y menas nucleares agotados y dispersos y una biodiversidad disminuida. La especie más poderosa en los 3,5 mil millones de historia de la vida ha transformado la Tierra y dejado una marca que perdurará mucho después de su desaparición. Muchas de las organizaciones y autores que han reconocido lo serio de la amenazante crisis de energía sugieren la posibilidad de conseguir algún nivel de sostenibilidad de la población mundial y de la economía poniendo en marcha tecnologías de energía renovable (32, 33). Nosotros también reconocemos la importancia de la energía solar y otras renovables para amortiguar las consecuencias ecológicas y socioeconómicas a medida que la biosfera vuelva a un estado de homeoestásis entre la PPN y la respiración. Hay de hecho un gran suministro de energía solar que todavía no ha sido aprovechado para su uso humano. Como hemos mencionado más arriba, la luz solar es energía muy dispersa de baja calidad. En consecuencia, las actuales tecnologías dependen en gran manera de los combustibles fósiles para diseñar, explotar, construir y operar los sistemas de captura y distribución (34) y expandir los todavía por diseñar pero obligatorios sistemas de almacenamiento de energía a gran escala. Además, mientras algunos despliegues de sistemas solares (por ejemplo en techos, carreteras y aparcamientos) causan poca reducción directa de biomasa, un mayor despliegue indudablemente daría como resultado un aumento de consecuencias indirectas en la biomasa tanto al fabricar como al instalar colectores solares y otras infraestructuras. El paradigma de la batería Tierra-Espacio clarifica por qué las inversiones totales en curso y adelantadas en energía solar y otras renovables deben equilibrarse con la energía producida, esto es, una mayor Tasa de Retorno Energético (4, 35) y por qué su producción e instalación deben no impactar negativamente en el presupuesto de biomasa restante de la Tierra. La lógica presentada arriba es indiscutible, porque las leyes de la termodinámica son absolutas e inviolables. A menos que los depósitos de fitomasa se estabilicen, la civilización humana es insostenible. El paradigma de la batería destaca la necesidad de seguir refinando las estimaciones de degradación global de biomasa (13) y su correspondiente contenido en energía química y de combustibles fósiles recuperables. Recalca la necesidad de un mayor reconocimiento de la importancia central de la biomasa viva y la trayectoria pasada, presente y futura de una Ω en descenso. La historia ofrece un mensaje mixto sobre la capacidad de los humanos de innovar y actuar a tiempo para evitar el colapso. A escala local y regional, muchas civilizaciones pasadas (por ejemplo, Grecia, Roma, Angkor Vat, Teotihuacan) no consiguieron adaptarse para cambiar las condiciones sociales y ecológicas y se estrellaron catastróficamente. Al mismo tiempo, el ingenio humano y las innovaciones tecnológicas permitieron que la población mundial y la economía creciesen a tasas casi exponenciales. Este crecimiento ha estado alimentado por la explotación de nuevos recursos de energía, haciendo la transición entre la animal, hídrica, eólica, madera, carbón, petróleo, gas natural, nuclear, solar fotovoltáica, geotérmica y otras. Las implicaciones de colapsos pasados localizados y del crecimiento global son de una relevancia cuestionable para la situación actual, sin embargo, porque ahora, por primera vez en la historia, la humanidad se enfrenta a un límite energético químico global. El paradigma de la batería Tierra-Espacio proporciona un marco sencillo para comprender los efectos históricos de los humanos sobre la dinámica energética de la biosfera, incluyendo los inalterables límites termodinámicos que ahora plantean serios retos al futuro de la humanidad. La biomasa viva es el capital de energía que hace funcionar la biosfera y mantiene la población humana y la economía. Hay una necesidad urgente no solo de detener el agotamiento de este capital biológico, sino de movernos tan rápidamente como sea posible hacia un equilibrio aproximado entre PPN y respiración. Simplemente, no hay tanque de reserva de biomasa para el planeta Tierra. Las leyes de la termodinámica no tienen piedad. El equilibrio es inhóspito, estéril y final.

Materiales y métodos

Para calcular omega en la figura 5, hemos usado los datos de aumento de la población N desde los años 0 a 1950 y desde 1950 a 2000 del US Census Bureau (36, 37). En todos los casos, si hubo una variación en las estimaciones de población para un año dado, para ser conservadores, utilizamos la más baja. El contenido de energía de la fitomasa P requirió una función continua para representar todos los años entre 0 y 2000. Usamos ecuaciones de segundo orden para ajustar los puntos de referencia en la figura 3. Los primeros 3 puntos de referencia (años 0-1800) fueron representados como energía de fitomasa= [35 − 1,70 × 10−6 (años)2 − 1,801 × 10−3 (años) − 1,8031 × 10−3 ] zeta julios. Los restantes puntos de referencia (años 1800-2000) fueron representados como energía de fitomasa = [35 − 3,386 × 10−5 (años)2 + 9,373−2 (años) − 67,770] zeta julios.

AGRADECIMIENTOS. Agradecemos a los estudiantes de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Georgia por comprometerse continuamente con preguntas y discusiones profundas que ampliaron los puntos clave en esta investigación. Este trabajo ha estado financiado en parte por la National Science Foundation Macrosystems Biology Grant EF 1065836 (a J.H.B.).

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John R. Schramski a,1, David K. Gattie a, y James H. Brown b,1

a College of Engineering, University of Georgia, Athens, GA 30602; and b Department of Biology, University of New Mexico, Albuquerque, NM 87131

Edited by B. L. Turner, Arizona State University, Tempe, AZ, and approved June 8, 2015 (received for review May 4, 2015)

Traducción: Carlos Valmaseda

http://www.pnas.org/content/early/2015/07/14/1508353112.full.pdf

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