¿Demasiados hombres?
Georges Labica
“You take my life when you do take the means whereby I live”
(Shakespeare) [1]
Organismos oficiales y analistas hacen coro, en este final de semestre del año 2000, para proclamar que Francia en particular y otros países europeos importantes experimentan una importante mejora económica. “Todos los semáforos están en verde”, claman las metáforas periodísticas, después del informe del INSEE (N.T: Institut National de la Statistique et des Études Économiques) que pondera los méritos del “pleno régimen”. La tasa de crecimiento prevista es del 3,5%, el paro cae “por debajo de la frontera” del 10%, el consumo está en alza de 3%, el crecimiento alcanza el de los Estados-Unidos. Más aún: “las empresas empiezan a padecer una penuria de mano de obra” [2] . Y según Le Monde que no le tiene miedo al énfasis, “el gotha de los universitarios, buscadores y filósofos franceses”, invitados por el MEDEF (N.T: Mouvement des Entreprises de France) empieza a saborear “la refundación social” [3] . Como si se dijera, y se dice, que la política de la izquierda plural, guiada como el pelotón del Tour de Francia, por los socialistas, y las políticas social-demócratas en general han triunfado sobre las recesiones, inflaciones, regresiones y otros estancamientos, y conseguido hacer entrar nuestras democracias evolucionadas en la era de la “mundialización feliz”. O casi, porque “la reducción de las desigualdades”, tan cacareada desde los años 80 (por lo menos), no parece haberse llevado a cabo. Con motivo de la jornada de reflexión del 29 de mayo, en la universidad de Evry-Val d’Essonne, donde Francia descubría, parece ser, a sus “trabajadores pobres”, en número de 1,85 millones, los testimonios de mujeres, que representan el 85% de la nueva categoría, con salarios iguales o inferiores al SMIC (4.500 F) (N.T: Salario Mínimo Interprofesional de Crecimiento), coincidían, en las informaciones de la prensa, con el anuncio del traspaso de Fabien Barthez, portero del equipo nacional de fútbol, al club del United Manchester, por un coste de 120 millones de francos, con un sueldo mensual de 1,5 millones, es decir 333 veces el sueldo de Éliane y casi 28 años de su trabajo. Apuntemos que cada uno de los jugadores vencedores de la Euro cobraba 3,5 millones de prima sólo por el partido contra Italia, es decir, según el mismo cálculo, 777 veces el SMIC y casi 65 años de trabajo.
De seguro sólo puede uno alegrarse de ver que el número de parados disminuye de 600.000 unidades, pero sería realmente excesivo hacer de ello un motivo de euforia. Cuando, según la publicación del INSEE de junio pasado, el aumento del empleo asalariado ha sido de 3,5%, el trabajo precario ha progresado en un 23 % y los Contratos de Duración Determinada (CDD) en un 9%. El abaratamiento del coste del trabajo y la precariedad de los empleos son, así pues, concomitantes y recíprocos con la prosperidad de las empresas. Un responsable de la dirección de la previsión señalaba que el “boom” del tiempo parcial era en parte imputable a las desgravaciones de cargas patronales decididas por los poderes públicos a partir de los años 90 para sostener el empleo. El crecimiento se acompaña y se fortalece con la extensión de un “nuevo lumpenproletariado” [4] . Se sabe de sobra que la famosa “refundación social”, ya evocada, tiende a instaurar una separación de los parados en dos grupos, el de los buenos/empleables y el de los malos/Rmistas de por vida (N.T: beneficiarios del Revenu Minimum d’Insertion), además merecedores de sanciones.
Sin embargo, ¿no se podría oponer, a la tentación del catastrofismo, que, entre sus aspectos positivos, la coyuntura permite detectar una tendencia al retroceso progresivo del desempleo y a una mejora de las condiciones de trabajo y de remuneración? Sería hacer poco caso de lo que se llama el paro “irreductible” o “estructural” [5] , ya que la preocupación que suscita, lejos de encontrarse disimulada por la mejora aparece como uno de sus puntales. El nivel del susodicho paro, que no ha cesado, a lo largo de los años, de ser revisado a la alza, se situaría, según las estimaciones, entre el 7% y el 9% de la población activa, dicho de otra manera, afectaría a varios millones de personas, entre 3, 4 o 5, en función de los métodos de cálculo del número de los sin trabajo. “Ahora bien, este paro estructural define el umbral a partir del cual los esfuerzos financieros para reducir el paro son demasiado costosos respecto a los beneficios que se podrían esperar”. [6] Y es a este paro al que las esperanzas nacidas de la “recuperación” califican de “ vuelta al pleno empleo”.
La elección no está entre buena y mala mundialización, como algunos fingen creer y hacer creer, desde los partidarios de Blair de cualquier obediencia a la plataforma del reciente congreso del PCF. No hay elección. Con o sin “mejora”, el atestado sigue siendo una “mejora” permanente, sólo a favor del capital. Todas las encuestas y estadísticas tanto nacionales como internacionales nos asestan esta mejora día tras día. Tiene por nombre pobreza. La sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU, que tuvo su cumbre en Ginebra del 26 al 30 de junio precisamente sobre esta cuestión, se disolvió con una atestiguación de impotencia. Se trataba de medir los progresos realizados desde el anterior encuentro de Copenhague en marzo de 1995 que se proponía, tomando nuevas iniciativas en el ámbito del desarrollo social, “erradicar la pobreza en el mundo”, con la reducción a la mitad de aquí al 2015 del número de personas que viven en una pobreza extrema. Cinco años después, los progresos son nulos y los participantes, mucho menos numerosos, menos prestigiosos, y más africanos [7] , han tenido que contentarse con renovar los compromisos anteriores de dar “un rostro humano a la mundialización”. Con 1 dólar por día, viven 1000,2 millones de seres humanos en una pobreza absoluta; con dos dólares, la mitad de la humanidad (2000, 8 millones) se encuentra fuera de circuito; 1,5 millón no dispone de agua potable; 750 millones padecen subempleo; 850 millones son parados; 800 millones no tienen acceso alguno a servicios de sanidad; 850 millones son analfabetos. En Francia, el INSEE constataba en 1996 que el nivel de vida de los menores de 25 años había bajado en más de 15% en cinco años; y en 1998, que el 10% de las familias estaban en posesión de la mitad de las fortunas, ya que el sistema de impuestos, como la progresión de la Bolsa, favorece a los más ricos… Las paradojas, en realidad las contradicciones expuestas en Copenhague no dejan lugar a la duda. En cincuenta años, desde el final de la segunda guerra mundial, la pobreza no había retrocedido, mientras que la riqueza mundial, en PNB, se multiplicaba por siete y que, a pesar del aumento de la población, la renta por habitante se había más que triplicado –siendo las ganancias de todas maneras muy desiguales entre naciones y en el interior mismo de cada nación. Gran-Bretaña nos da un triste ejemplo, con un porcentaje de pobres del 25%, idéntico al que tenía al principio del siglo. El paro, que en Estados Unidos sólo afectaba oficialmente al 5,5% de la población activa, coincidía con un 15% por debajo del umbral de pobreza. Se señalaba también que el desarrollo social “no se puede garantizar únicamente con el libre juego de las fuerzas del mercado”. La OCDE, ya desde julio de 1993, había apuntado que las “desigualdades de renta se han ampliado en los años 80”, lo que llevaba a Guy Herzlich a escribir: “Desigualdades crecientes, empobrecimiento de los más pobres, enriquecimiento de los más ricos: si el marxismo estuviera todavía de moda, habría de que recoger el llamamiento del Manifiesto comunista, “Proletarios de todo el mundo, uníos”. [8] Le hacen eco el 66% de los españoles que todavía piensan que la sociedad está dividida en clases y el 23% que están convencidos de la realidad de la lucha de clases, cuando 8 millones de ellos, sobre un total de 40, están por debajo del umbral de pobreza [9] , Compostela, con casi 25% de pobres, se muestra como “capital… de pobreza”. [10] El mismo fenómeno, “imputable al funcionamiento de la economía y a la forma de sociedad” se encuentra en Portugal, cuya población cuenta con un 30% de pobres. [11] En Argentina se organizan “marchas para el trabajo”que llevan al presidente liberal Carlos Menem a declarar “Ya pueden hacer mil marchas, mil huelgas, nada cambiará”. [12] Ni siquiera se salva el paraíso suizo, donde se señala la estratificación social. 3% a 5% de Heimatlos (N.T. Sin techo) y más de 400.000 personas (ya en 1976) por debajo del umbral de pobreza, mientras que “ de nuevo, la caridad remplaza la justicia” [13] . En 1997, según el INSEE (9 de julio), el 12% de las familias europeas vivían bajo el umbral de pobreza; en Francia un 11%. 23% de los menores de 16 años, que representan el 19% de la población europea, viven en una familia pobre. En junio del 2000, la UNICEF constata que 47 millones de niños de países desarrollados, es decir uno sobre seis, viven en la pobreza, llevándose la palma, justo después de Méjico, los Estados Unidos (22,4%) y Gran Bretaña (19,8%). Señalemos de paso que los Estados Unidos donde la pena de muerte para menores no ha sido abolida, siguen sin haber firmado la Convención de los derechos del niño. Bill Gates, posee, él sólo, una fortuna equivalente a la renta del 40% de la población más pobre de Estados unidos. El salario de Michael Eisner, el más alto del país, alcanzaba 4 mil millones de francos en 1990. El 80% de la energía producida es consumida por ¼ de la población mundial. Un niño de cada cuatro padece malnutrición. En 1960, la diferencia ricos / pobres era de 30 veces, pasó a 82 en 1995. En 1997, las 225 mayores fortunas poseían el equivalente de la renta anual del 47% de los individuos más pobres, es decir 2 mil 500 millones de personas. Las diferencias de sueldo en Estados Unidos pasan de 1 a 42 en 1980, de 1 a 85 en 1990, de 1 a 326 en 1997. Están a disposición centenares de cifras análogas que repiten incansablemente la verdad de “la miseria infatigable” [14] : la bipolarización acrecentada inherente al proceso de globalización.
Por lo tanto no hay que extrañarse de las inquietudes y hasta de los toques de alarma que se profieren por todos lados. Vienen a la vez de los organismos humanitarios, que no están todos pervertidos -de la Comunidad de San Egidio al magnífico Atd Quart Monde que impuso “la Jornada mundial de rechazo de la miseria”, el 17 de octubre, sin embargo rápidamente instrumentalizada por los poderes y los medias y convertido en irrisoria-, de los diversos organismos, oficiales o no, que multiplican encuestas e informaciones, pero también de las principales autoridades implicadas en la gestión del orden dominante. El Banco Mundial, nos aseguran, se preocupa del crecimiento de la pobreza. El Sr. Camdessus, Director del FMI, en vísperas de su retiro, condena las diferencias de riqueza como “moralmente ultrajantes”. En 1991, F. Miterrand llamaba a redoblar los esfuerzos: “la desigualdad, decía, se ve por todas partes. Tiene que haber en todas partes combatientes por la igualdad, cada vez más numerosos, cada vez más vigilantes…” Su sucesor hace de “la fractura social” su leitmotiv y profetiza que “el siglo XX será el de la ética” (29 de junio de 2000). En el mismo momento (26 de junio), con ocasión de la conferencia del Banco Mundial, el primer ministro, L. Jospin, invita a “intentar gobernar las fuerzas que obran en la mundialización de la economía”, mientras que su ministro de finanzas, L. Fabius declara: “tranquilamente se perennizan las desigualdades de una sociedad a dos velocidades, de un mundo con dos porvenires.” El PNUD (N.T: Programme des Nations Unies pour le développement), en su informe de mayo de 1991,que establecía que la pobreza se debía más a los errores (sic) de la política que a la falta de dinero, propone, diez años más tarde (junio de 2000), “instaurar una comisión mundial sobre los derechos del hombre en el gobierno mundial”. De Copenhague a Ginebra, ya nadie discute el fiasco “social”. Pero el “relanzamiento reciente”, aunque suscite algunas hipocresías sobre los “dejados-de-lado” o sobre la resistencia del “núcleo duro de los excluidos” (notemos de paso la delicadeza de estas nuevas expresiones) no deja de traducirse, según formula un “olvidado del crecimiento”, por la constatación siguiente: “Vemos pasar el tren pero no se detiene para nosotros”.
La pobreza, pues. Que no es ni un accidente ni una equivocación. Que es enteramente un fenómeno de estructura. De esta estructura que es el capitalismo, que la mundialización actual reconduce, cuando no la agrava. No resulta inútil, para entender la naturaleza del fenómeno, volver, sin contentarse sólo con alusiones, al diagnóstico más riguroso que se ha establecido. Se encuentra en el capítulo XXIII del libro 1 del Capital dedicado a “ La ley general de la acumulación capitalista”, en particular en el capítulo 3 que expone cómo se constituye el famoso “ejército industrial de reserva” [15] así como el capítulo 4, que trata del pauperismo. “La acumulación capitalista, -escribe Marx, produce de manera constante, antes bien, , y en proporción a su energía y a su volumen, una población obrera relativamente excedentaria,esto es, excesiva para las necesidades medias de valorización del capital y por lo tanto superflua. Todos los recursos del vocabulario se movilizan para expresar este “demasiado”: “excedentaria” (zuschuss, überschüssige) , “superflua” o “que sobra” (überflussige), “supernumerario”(übersählige),“superpoblación”(übervolkerung), “supernumerización” (überzähligmachung), “excedente de población obrera” (Surplusarbeiterpopulation), “material humano disponible” (disponible Menschenmaterial), “brazos desocupados o medio desocupados” (unbeschäftigte oder halbbeschäftigte), “no aptos para el trabajo” (Arbeitsunfähige), “peso muerto” (tote Gewicht). La creación permanente de una sobrepoblación disponible –ejército de reserva, o dicho de otra manera “material humano constantemente dispuesto y explotable”- es la ley de población propia del modo de producción capitalista y “la condición de existencia de la industria moderna” como lo había visto Ricardo (redundant population). Esta es “la gran belleza de la producción capitalista” [16] . El capital podrá dictar libremente su ley a esa población superflua y amenazar al trabajador “con volverlo superfluo, tanto a él como a su función parcelaria”, privándolo de sus medios de existencia, y provocando “la inmolación sacrificial (Opferfest) ininterrumpida de la clase obrera”. En la guerra industrial a la que se entregan, los capitalistas “rivalizan entre ellos para licenciar al mayor número de soldados de la industria.” [17] El ejército industrial de reserva crece con la riqueza social y el pauperismo, este “peso muerto del ejército industrial”, forma inferior de la superpoblación, crece con ella, abarcando a “los aptos para el trabajo”, los hijos de los pobres y los “incapaces” (“pordioseros y desposeídos”. Resultado: “una acumulación de miseria proporcional a la acumulación del capital. La acumulación de riqueza en un polo significa pues, al mismo tiempo, en el otro polo una acumulación de miseria, de tortura en el trabajo, de esclavitud, de ignorancia, de brutalidad y de degradación moral para la clase cuyo producto propio es, de entrada, el capital”; (subrayado por el autor, G.L.) ¿Y esto habría sido escrito a finales de los años 60 del siglo XIX, y no hace ocho días? Y Marx subraya además: las primicias de nuestra “flexibilidad” en las vicisitudes de los obreros ingleses que la serie de crisis condena a la movilidad; que los censos oficiales ingleses muestran un aumento constante del número de los pobres; que “en ningún aspecto se afirma más brutalmente el carácter antagónico de la producción y de la acumulación capitalista que en el progreso de la agricultura inglesa y en la regresión del obrero agrícola inglés”; que las estadísticas engañan en lo que se refiere al pauperismo y que este último, como lo había constatado ya Engels, en su Situación de la clase obrera en Inglaterra, sigue provocando “los mismos aspavientos, tan piadosos como pasajeros, que hacían las delicias de las gacetas de sensación; o que en Bélgica, en este “paraíso de los capitalistas”, 200.000 familias obreras sobre un total de 450.000 se cuentan entre los indigentes. Hasta la categoría “nueva” de los trabajadores pobres está englobada en la suerte reservada a “las capas mal pagadas” (Ibíd.) [18]
¿Es excesivo en adelante concluir volviendo a tomar estas primeras fórmulas de los Manuscritos del 44 que el Capital explicitó: “La producción produce un exceso de población inútil (unnütze)”, “hay demasiados hombres” ( “Es gibt zu viel Menschen”) [19] . Michel Verret, que escribe bajo la mundialización, nos transmite el eco de hoy: “Cosas tiradas mucho antes de estar desgastadas… Hombres considerados sin uso en la cima de la experiencia de su vida profesional… Sólo el Capital sigue sus usos, desgastando a los demás sin desgastarse…” [20] .
Esto no quita que, un siglo y medio más tarde, las cosas deban revisarse un tanto, no en el sentido de una superación hacia no se sabe bien qué postcapitalismo, sino más bien en el de un endurecimiento. En efecto, en Marx, el número en exceso es sin duda “permanente”, pero permanece “relativo” y estos dos caracteres están ellos mismos en relación con la actividad productiva. El “demasiado” se hincha y se deshincha en función de las necesidades del capital. El nuestro, ya lo hemos visto, connota un umbral, -7%, 8%, o 9%-, considerado “irreductible”, es decir una fracción de la población, que no es mínima, abocada definitivamente al desempleo. La producción actual no la necesita. Por un lado, porque las ganancias de productividad, posibilitadas por las nuevas tecnologías así como las partes de mercado que permiten conquistar, ya no representan incrementos de puestos de trabajo sino al contrario destrucción de empleo. Ya no se contrata, se expulsa, o según una metáfora tan corriente como exactamente apropiada, “se desengrasa”, se retiran las células inútiles para conservar sólo el músculo, el cual, gracias al eventual efecto de algún producto dopante, permitirá nuevos récords. Por otro lado, no se puede mantener igual la regla dialéctica extraída por Marx: el crecimiento del proletariado ya no es la recíproca del crecimiento del capital y al enriqueciemiento del burgués ya no le corresponde el aumento del precio de la fuerza de trabajo obrera. Es que el capital financiero, o especulativo, aunque permanezca, a pesar de las apariencias bursátiles, bajo la dependencia de las formas de producción, ha reemplazado al capital productivo. Marx no había ignorado esta fase del desarrollo del capitalismo, cuando mostró que a la ecuación A-A’ podía sucederle la ecuación A-M-A’ y que con este “fetiche autómata”, “el dinero adquiere así la propiedad de crear valor, de proporcionar interés, tan naturalmente como el peral da peras” [21] , pero no estaba en condiciones de poder medir todas sus consecuencias. Con la existencia de “los paraísos artificiales”, especializados en el blanqueo del dinero llamado “sucio”, y cuidadosamente protegidos por las potencias dominantes, nosotros sabemos perfectamente a qué atenernos.
Porque este ámbito es el nuestro e invita antes que nada a examinar las categorías “miserables” a las que la mundialización impone los rasgos que le son propios. La pobreza es la más antigua. Si se acabó de una vez con una cierta ideología que alababa la pobreza como elección de vida moral, desde los órdenes religiosos llamados “mendicantes” a los tópicos muy ventajosos socialmente del “hombre feliz que no tiene camisa”, del “dinero no hace la felicidad” o de “mal de dinero no es mortal”, la culpabilización con que se carga a los sin trabajo y que a menudo sienten, reforzada además ahora por la “reactivación” [22] , no ha desaparecido. La obra publicada bajo la dirección de D. Vidal, Quelle place pour le pauvre? [23] , recuerda muy oportunamente la recurrencia de la sospecha que pesa sobre el “asistido”. Rodríguez [24] muestra que la filosofía de la Sra. Thatcher dio el ejemplo, los malos pobres siendo los asistidos del Welfare State que se dedicó a destruir. La New Poor Law de 1834 ya había definido la asistencia, en contra de los partidarios de una dimensión estructural de la pobreza, como expresión de la vulnerabilidad social, como una pena acompañada de deberes. En 1996, el Jobseeker’s Act suprimía el principio del subsidio de desempleo concebido como un derecho. Se sabe que, desde entonces, T. Blair lo ha hecho todavía mejor y que el MEDEF intenta la misma operación en Francia. K. Clément [25] , al recordar que en 1992, el 37,7% de la población de Rusia se encontraba por debajo del umbral de pobreza (fijado a 924 rublos, es decir 231 F), apuntaba que los pobres se percibían como extremistas, incapaces, culpables o víctimas, que se les hacía responsable de su suerte, que un gran número de ellos sufrían un sentimiento de inutilidad, de inaptitud que les conducía a la “autodepreciación” y que, con el paso a la economía de mercado estarían, en realidad, “de más”, serían “superfluos” (lisnie) [26] . La “nueva pobreza no está provocada sólo por “el fetiche autómata”, ha ganado en extensión. Ya no se limita a la clase obrera. Se extiende a las capas medias, como lo muestra G. Kessler para Argentina [27] . Desde 1990 no es ya el paro sino la disminución de sus ingresos la que obliga a los nuevos pobres de la clase media a “dar sentido a una situación para la cual no encuentran respuesta ni en las reservas de experiencias comunes de la sociedad, ni en su propia historia familiar”; dedicados a conservar su papel social, se desplazan hacia una marginalización que tiende a excluirles de la sanidad, de la cultura, de los transportes y de los servicios. Así se empobrecen sociedades enteras. Se puede constatar igualmente una “feminización de la pobreza”, según los propios términos de la ONU, marcada, ya se sabe, por el sello de una inferiorización social prácticamente inalterada, por las disparidades de salario con los hombres, mantenidas y a veces acrecentadas, un porcentaje de paro muy superior y mucho más largo (en Francia, el 79,3% de los parados de larga duración) [28] , cualificaciones peores, etc. En las “trampas de la pobreza”, -último invento del nuevo lenguaje económico-mediático- han caído ya “los trabajadores pobres” y caen cada vez más los “ parados diplomados no cualificados” [29]
La comprensión del concepto de pobreza se ha enriquecido y se enriquece con una verdadera constelación de nociones, destinadas a describirla o a explicarla. Como un número considerable de obras ya está consagrado a esta cuestión, me limitaré a algunos puntos que no me parecen suficientemente recalcados. Apuntamos que se ha apelado a todos los recursos del vocabulario, – fragilidad, asistencia, desplazamiento, marginalidad, precariedad, underclass, exclusión, entre otras palabras, cuyas figuras se han catalogado, -pobreza integrada, marginada, descualificante, por ejemplo, y sus evoluciones reconstituídas, así la evolución de la precariedad a la exclusión [30] . Atd Quart Monde, que lucha para restaurar la noción de pobreza en su dignidad y quiere cualificar al “pueblo” como el “asunto de hombres que aceptan caminar con los excluídos” [31] , ha seguido el mismo itinerario, partiendo de la terminología oficial, como por ejemplo “familias inadaptadas”, o “con problemas” o “asociales” y pasando progresivamente de “subproletariado” o de “chabolismo” a “ pueblo”, a “exclusión” y por fin a “ cuarto mundo” [32] . La asociación ha efectuado una distinción entre “los más pobres” y “los muy pobres”, estos últimos representantes de la “gran pobreza”, así definida por el Padre Wresinski: “La precariedad conduce a la gran pobreza, cuando afecta varios ámbitos de la existencia, cuando se vuelve persistente, cuando compromete las posibilidades de volver a asumir sus responsabilidades y de volver a conquistar sus derechos por sí mismo, en un porvenir previsible” [33] . Esta caracterización permite dos lecciones. En primer lugar, con la idea de Cuarto Mundo, que engloba el conjunto de poblaciones que viven en la miseria [34] o en la “gran pobreza”, pierde su razón de ser el término de Lumpenproletariat. Conservaba en efecto la acepción peyorativa y el descrédito de clase, que todavía poseía en Marx que aislaba del pauperismo a este “peso muerto del ejército de reserva”, a “los vagabundos, los criminales, las prostitutas” [35] . Por otro lado tenemos que renunciar a la facilidad del análisis que distingue entre visiones económica, sociológica y psicológica del pobre. La pobreza es un todo. El excluído está a la vez excluído del mercado, de los servicios, de la representación política, de la salud, de la cultura, de la sexualidad, “en su mente” como se suele decir, y para su entorno [36] . Añadamos que el aspecto masivo de estos fenómenos, sea cual sea el nombre que se les atribuya, representa un factor de desestabilización de la sociedad, a causa de la flexibilidad y de los desplazamientos de una situación a otra (empleo/paro/empleo…), tanto en su relación con los poderes públicos (el Estado) como con los grupos que la componen. Por consiguiente, la pobreza debe entenderse de colectivos, más allá de los individuos. Y hay países pobres. Hasta son los más numerosos. Las instancias internacionales no se privan de invitarles “al buen gobierno”, entre sermones y amenazas, exactamente como se trata a los mendigos o a los parados, cuando no hacen de ellos peligrosos condenados, sometidos a implacables bloqueos. Porque a los males naturales que abruman a los pobres desde siempre, se añaden además las maldiciones que dependen del orden dominante. Blancos privilegiados de seísmos u otros maremotos, el “dialogo Norte-Sur” representa para ellos las mejores tasas de mortandad, de explotación de niños, de analfabetismo, de contaminación, de hambre, sin contar la droga y el SIDA que han reemplazado ventajosamente la trata de negros y el colonizador en la limpieza de un continente [37] . Sin volver sobre el destino reservado antaño a los “indeseables”, -enfermos, locos o salteadores, y sin llegar a preconizar, como Swift, la eliminación física de los pobres, ¿cómo evitar pensar que también hay pueblos de más? El ejemplo de los palestinos, expulsados de su tierra hace medio siglo, para dar sentido a la famosa fórmula “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” y siempre condenados al exilio (3.521.000, según la UNRWA [ N. Del T. :United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East]), particularmente en campos de concentración que sólo suscitan la indiferencia general, ¿no impone al menos una pregunta? ¿Y los miles de niños iraquíes que mueren cada mes con la complicidad de los más poderosos “Estados de derecho”, entre ellos “la patria de los Derechos del hombre”, no deberían considerarse como de más? [38]
La concepción liberal del individualismo, por supuesto, está en el centro de la ideología cuyo proceso incoa la nueva pobreza. Antaño, la existencia del pobre creaba una obligación para el rico, que le debía, en nombre de la vida común, un mínimo de solidaridad: “Dale a tus prójimos su derecho, pero también al pobre, al hijo del camino”, dicta el Corán [39] . En nuestras democracias, a la inversa, la igualación abstracta indispensable para el mercado, como lo veía A. Smith, remite al individuo, o más bien al contratante, a él mismo y a su única responsabilidad: no le ocurre nada más que lo que se merece. Se encuentra “ relegado al rango de ciudadano de segunda cuando no se encuentra sencillamente desechado en una especie de fuera de juego social” [40] , salvo que al individuo “fuera de juego” le conviene muy poco el calificativo de “ciudadano”. El maltusianismo que permite “considerar y castigar la miseria del proletario como siendo culpa suya” [41] justificaría la eliminación de los excedentes, implícita en todo (neo-) liberalismo [42] .
Una última llamada de atención para asegurarse de que la crítica no desembocará en los virajes morales y las ilusiones humanitaristas, inocentes o viciosas. No se trata tanto de denunciar falsedades de vocablos de moda, la marginalidad, por ejemplo, que está en primera plana, o la exclusión, tan ferozmente incluída, en el poder del capital sobre el trabajo [43] , como de ciertas asociaciones conceptuales propiamente indivisibles. Hay dos, que son prioritarias. La pobreza es indisociable de la propiedad. No se puede pensar una independientemente de la otra. “El pobre moderno”, muestra E. Logiudice, no está sólo privado de ataduras con el aparato productivo, y por consiguiente es no-productor, no-contratante, no-consumidor y no-ciudadano, sino que también es no-propietario: “La exclusión acompaña necesariamente el derecho de propiedad. La propiedad privada es exclusión”. Y el derecho de propiedad que pretende regir la relación entre una persona y un bien, sólo sirve para ocultar las relaciones entre los individuos y la exclusión de los unos por los otros. [44] La inmaterialidad de la globalización no hace más caduca la categoría de propiedad así como tampoco pone fin al trabajo, en su doble función de desarrollo económico y social y de mecanismo privilegiado de socialización de los individuos, ni tampoco al… capitalismo. En cuanto a la exclusión, no compete ni al charity business, ni a la condición de inempleables (Chirac). [45] Representa todavía menos, como lo quisiera A.Touraine, el paso de una sociedad vertical (i.e. jerarquizada en clases) a una sociedad horizontal, en la que se emparejaría con la integración ( los in y los out) [46] . Si no se quiere hacer de ella una “palabra comodín” que recubra realidades inconexas (R. Castel), hay que descubrir por el contrario, bajo la exclusión, la actualidad misma de la explotación. Como la mundialización del mercado representa la vocación y la esencia misma del capitalismo, la explotación actual sólo es nueva en el sentido de que le confiere una extensión jamás incluso alcanzada hasta ahora. La mercantilización no deja hoy en día nada fuera de su campo. [47] La búsqueda del provecho, libre de todo límite [48] y dopada por el salto de las tecnologías de la información, opera la mundialización del paro, de la precariedad y de la exclusión. No se trata aquí de ninguna fatalidad, sino del resultado de políticas determinadas cuyo modelo universal ha sido dado por el thatcherismo. Es por lo que, como lo recuerdan L. Boltanski y A. Chiapello, “en la ausencia de una noción clara de explotación (…) el rechazo de la injusticia social ha experimentado en cierta medida una regresión hacia lo que constituye su estímulo original: la indignación frente al sufrimiento” [49] que dispensa evidentemente de designar responsables. De ahí también, esta constatación de S.Wuhl: “las políticas que intentan luchar contre la exclusión profesional sin actuar sobre las lógicas económicas que la producen, no hacen más que ratificar un estado de hecho” [50] . Un gobierno, una institución, una formación política, una estructura de poder, por modesta que sea, que no se dé como tarea prioritaria, no declamatoria o ritualizada, el hacer en entrar en acción todas las fuerzas de las que dispone contra un sistema tal, no merece sino desprecio y rechazo.
¿Qué perspectivas, pues? – se puede preguntar. Además del hecho de que se trata de otro objeto, no sería razonable, a pesar de los movimientos que ya están manos a la obra [51] , profetizar las formas que tomarán las luchas de emancipación a escala internacional. Sin embargo, se puede estar seguro de su necesidad: “Cuando todos los pobres se pondrán a trabajar”. [52]
( Traducción: Cristina Menier)
[1] El Mercader de Venecia, Acto IV, Escena 1, versos 372-373; citado por Marx, Marx Engels Werke, t.23, p.511 (Cf. infra)
[2] Cf. entre otros. Le Monde del 8 de julio del 2000.
[3] El “gotha” en cuestión se reduce, según el mismo artículo, a “media docena”, como por casualidad, de ideólogos patentados del periódico (14.06.00)
[4] Cf. Ibíd. , 31 de mayo del 2000
[5] O “nuevo paro”, “duradero”, diagnosticado desde 1973 (Cf. Le chômage, Paris, Ed. La Découverte, 1984)
[6] Cf. Le Monde,06.06.00. “El paro estructural –escribe Martine Laronche (“Un mal identificado, remedios todavía controvertidos”, Ibíd.) corresponde al nivel de paro a partir del cual el nivel de inflación es constante. En otros términos, si su nivel baja, aparecen tensiones en el mercado del trabajo y la inflación aumenta”.
[7] 130 jefes de Estado y de gobierno estaban presentes en Copenhague, 8 presidentes y 11 primeros ministros, en gran parte africanos, se desplazaron hasta Ginebra.
[8] Cf. “Plus pauvres ou plus inégaux?”, Le Monde, del 07.03.95.
[9] Según la Fundación Foessa (oct.94) que muestra que las disparidades no han dejado de aumentar
[10] Según Noelia Fernández Marques, “Compostela capital… da pobreza”. O Pedroso. mayo de 1999
[11] Cf. “Pobreza. A mancha que alastra”. Intervençao democratica, Lisboa, junio de 1993
[12] Prensa del 11 de julio de 1997.
[13] Cf. G. Buétas que cita Wohlstand und Armut in der Schweiz de Brigitte Buhmann, Basler sozialökonomische Studien; Verlag Ruegger Postfach CH 7001 CHUR, 1988 ( “La pauvreté cachée”, Le Monde, 21.11.1989
[14] Esta expresión se encuentra en un titular del Monde, del 19.10.93, a propósito de la conmemoración del Día mundial del rechazo a la miseria.
[15] Remito a la traducción francesa de Jean-Pierre Lefebvre, París, Quadrige/P.U.F., 1993, p.705 y siguientes. y a la edición alemana, Marx Engels Werke, t.23, Dietz Verlag Berlin, 1972, p. 657 y siguientes.
[16] “La gran belleza de la producción capitalista consiste en que no sólo reproduce permanentemente al trabajador asalariado en su ser de trabajador asalariado, sino que produce siempre, en relación con la acumulación del capital, una superpoblación relativa de trabajadores asalariados” (Ibíd. , 862).
[17] Cf. Travail salarié et capital, Paris, Éditions sociales, 1968, p.40.
[18] Los “trabajadores pobres” representarían el 17% de la población activa en Francia; en 1998, el 15% de las familias “viven” con el SMIC (N.T: salario mínimo interprofesional). Ver J. Petras y T.Cavaluzzi, “Devenir pauvre en travaillant”, apud Le Monde diplomatique, julio de 1996.
[19] Cf. Manuscritos de 1844, París, Ed. Sociales, 1962, trad. de E. Bottigelli, IIIer Manuscrito, p.104 y 105; y Marx Engels Werke, Ergängzungsband, Schriften bis 1844. Erster Teil, Dietz Verlag Berlin, 1968, p.550 y 551.
[20] Cf. Le travail ouvrier, Paris, L’Harmattan, p.X
[21] Cf. Le Capital, Paris, Ed. sociales, III 2, p.55-56.
[22] Cf. la página entera del Monde, del 18.07.00, bajo el título “La gran soledad de los dejados de lado por la reactivación económica”: “ los que no se han aprovechado de la disminución del paro se sienten señalados con el dedo”.
[23] Paris, L’Harmattan, 1999.
[24] “La “révolution” thatchérienne en perspective: l’Angleterre et ses pauvres depuis 1834”, ibid. p.15 y siguientes.
[25] “Russie: pauvreté de masse et stigmatisation des pauvres”, ibid., p.35 y siguientes.
[26] Ibíd. , p.52 (subrayado por el autor, G.L) En su volumen de narraciones, Mordre au travers (París, Librio,1999) Virginie Despentes presenta una pobre y le hace decir las siguientes palabras: “le pire… c’est moi qui me sentais gênée d’être en trop, de n’avoir droit à rien” (p.46) et “Parfumerie classe rue des Gobelins, je regarde la vitrine juste pour pas le croire qu’il y a des crèmes pour les vieilles un seul pot c’est mon RMI” (p.48). “lo peor… es que era yo quién me sentía avergonzada de estar de más, de no tener derecho a nada” “Perfumería “high”en la calle des Gobelins, miro el escaparate sólo para no creer que existen cremas para viejas un único frasco equivale a mi subsidio”
[27] “L’expérience de paupérisation de la classe moyenne argentine!, apud Quelle place pour le pauvre?
op. cit., p.71 y siguientes.
[28] La ONU estima que el 70% de los pobres del planeta son mujeres y que “la mundialización de la economía agrava su situación”; los salaripos eon de promedio inferiores en un 50% a los de los hombres; la diferencia de los porcentajes de salarios, según l’INSEE (1995) iría del 9,8% al 13,9%. “Si el hombre es a menudo un lobo para el hombre, lo es siempre para la mujer”, apunta Jack London, añadiendo: “las mujeres reciben las palizas que los hombres deberían dar a sus patronos”” (Le peuple d’en bas, trad. F.Postif, reed. París, Editions Phébus, 1999, p.170 y 182; de relectura obligatoria).
[29] Categoría de excluidos muy distinta de la de la era industrial (Cf. M. Godet, “Los obstáculos estructurales para el empleo”, apud Futuribles, nº 180, oct.1993, p.22).
[30] Una recensión reciente, a partir de una bibliografía extendida, ha sido propuesta por Cédric Frétigné, Sociologie de l’exclusion, Paris, L’Harmattan, 1999; ver igualmente las obras de S. Paugam, en particular La société française et ses pauvres, Paris, PUF, 1991 y Le salarié de la précarité, Paris, PUF, 2000.
[31] Cf. Le croisement des savoirs. Quand le Quart Monde et l’Université pensent ensemble, Paris, Éditions de l’Atelier, 1999, p.109.
[32] Ibíd. , p.120 y siguientes.
[33] Ibíd., p. 145; se trata de un Informe de 1987.
[34] Jack London cree que no existe equivalente inglés de esta palabra (Op. cit., p.218)!
[35] El Capital, op. cit., p.722
[36] “ El parado se siente sin valor, en los tres sentidos del término: sin valor de cambio, sin valor de uso, sin valor moral. Muy rápidamente desvalorizado por otra parte incluso por los suyos, como incapaz o perezoso” (M.Verret, op.cit., P.121). J.-Ph. Catinchi, prologuista de una novela negra escrita por un colectivo de parados, subraya que estos últimos prefieren la fórmula “ privado de empleo” que “supone, tanto como una exclusión de la esfera del trabajo, una frustración consecutiva, una energía negativa con la que se puede hacer palanca, si se invierte la carga” (Roseback Ricardo Montserrat & Christian Vincent, Ne crie pas, Paris, Gallimard, 2000, p.9-10).
37 Sobre este tema, forzosamente demasiado alusivo, algunos esclarecimientos, entre mil posibilidades: títulos de periódicos: “la contaminación afecta antes a los pobres de los países pobres”, “Los pueblos del abismo”, “Francia vive con buena salud, África muere cada vez más pronto”; en cuanto a la droga, Cf. J.-Cl Grimal, Droga: la otra mundialización (París, Gallimard, 2000) que prueba la estigmatización y la penalización de los países pobres; sobre el SIDA, cf. la decimotercera conferencia que se desarrolla actualmente en África del Sur y su balance terrorífico. Y las cárceles: en EE:UU, la inmensa mayoría de los detenidos y de los condenados a muerte, son pobres – negros y latinos singularmente; en Francia, el presidente de la Comisión Parlamentaria declaraba “Son los pobres los que están en las cárceles” y precisaba que la población carcelaria comprendía 1 analfabeto sobre 5 y 70% de parados o de personas que habían trabajado poco (France-Inter, 05.07.00, 8h30)
[38] Ver el reciente Informe de los médicos publicado en Libération, del 28.04.00. Hay que subrayar que los bombardeos casi cotidianos del Irak por la aviación anglo-estadounidense apenas si aparecen en breves y episódicos sueltos en la prensa (se contabilizaban más de 18.000 incursiones aéreas, desde la guerra de 1998, a finales de enero de 2000).
[39] Surata XVII, 26 (ver también la Surata XXX,38).
[40] Cf. D.Vidal, “catégorisations, territoires et individu: quelle place pour le pauvre?”, apud. Quelle place pour le pauvre?, op. cit., p.7.
[41] K. Marx, Trabajo asalariado y capital, op.cit, p.59
[42] R. Kuntz, viene de dar de ello una nueva demostración en Schwarzbuch des Kapitalismus, Frankfurt am Main, Ed. Eichborn, 1999 (Traducción francesa en preparación).
[43] “Es el capital quien pone el trabajo en movimiento” repite Marx. (Trabajo asalariado y capital, Op.cit, p.54); añadamos que es igualmente el capital el que para el trabajo o pasa de él, pues “la superpoblación está en el interés de la burguesía” (Ibíd., p.59).
[44] Estos trabajos han sido objeto de conferencias con motivo de diversos coloquios y artículos (Cf. en particular “Le socialisme peut-il oublier la faim?” apud Actuel Marx, Paris, P.U.F., nº16,1994). No es en absoluto resultado del azar si investigadores de América latina han reservado una atención particular a la pobreza moderna. Cf. igualmente M. Langon, Sobre la pobreza, que denuncia la tesis según la cual la educación constituiría el instrumento más eficaz para superar la pobreza.
[45] Cf. B. Gerbier, “La mondialisation, leçons du présent”, apud J. Michiels, D.Uzundis, Mondialisation et citoyenneté, Paris, L?Harmattan, p.1999, p.59.
[46] Cf. C. Frétigné, Sociologie de l’exclusion, op.cit. que presenta las tesis de Touraine, “le théoricien de l’exclusion” p.87 y siguientes.
[47] La fuerza de trabajo, evidentemente, pero también esta conquista de la modernidad: la venta de sus órganos por los propios individuos y la prostitución en masa de los niños.
[48] Incluso moral, de ahí los ligámenes inextricables entre política, finanzas y corrupción. E. Joly, en su reciente obra, Notre affaire à tous (París, Les Arènes, 2000), desvela que el producto criminal bruto es estimado a un billón por la ONU, es decir el PIB de Francia (174), y que “según la INTERPOL, el producto total de la lucha anti-droga desde hace 20 años representa apenas una jornada del comercio mundial de estupefacientes, es decir 1/7300 parte del tráfico, es decir una miseria” (207)
[49] Le nouvel esprit du capitalisme, citado por C.Ramaux, que propone una discusión rica de las tesis de los dos autores, “Quelle critique pour quel nouveau capitalisme”, apud Utopie critique, París nº16 marzo de 2000, p.55.
[50] Du chômage à l’exclusion?, París, Syros/Alternatives, 1991, p.203
[51] M Verret hace el recuento de ellos, Le travail ouvrier, op.cit., 5ª parte, p.137 y siguientes; ver también Serge Latouche, “Les stratégies alternatives des exclus face à la mondialisation: les SEL et l’informel”, apud L’homme et la société, nº136-137, 2000/2-3, L’Harmattan, p.57.Aparecen nuevas formas con los movimientos antimundialización (Seattle, Davos) y las expresiones de desesperanza de algunos conflictos del trabajo (la fábrica Cellatex en las Ardenas o la brasería Adelschoffen de Schiltigheim).
[52] Según la letra de “La semaine sanglante” de P.Dupont y J.-B. Clément, interpretada por Marc Ogéret, Autour de la Commune, discos Vogue,1994.