¿Por qué confluencia?
Carlos M.Gutiérrez
En principio, parecería que la respuesta es casi innecesaria: tal vez estamos en el ámbito de la necesidad histórica o incluso de aquello de hacer de la necesidad virtud. Y si queremos buscar una referencia y un guiño a Pasionaria, cabría decir que estamos ante el único camino. Aunque hay una razón aún de mucho más peso: la mayoría social trabajadora, las clases subalternas de nuestro país lo demandan. De todos modos, pienso que es necesario explicar algo más sobre lo que queremos, y cómo y para qué lo queremos.
En primer término creo que hay que abordar los procesos electorales con la cabeza muy fría, sabiendo que sería infantil despreciar la vía electoral, pero teniendo claro que este camino no es el único, sino que solo se trata de una vía que nos da una oportunidad para avanzar en la politización de las clases populares y para construir espacios de poder en los que se consigan mejoras en la vida de la mayoría social trabajadora.
No me parece de recibo tratar de confrontar nuestra identidad con lo que quiere la mayoría de la gente. No estoy proponiendo algo que suponga renunciar a nuestras ideas ni aceptar que el sentido común mayoritario es un elemento invariable y sobre el que no se debe incidir. Todo lo contrario, si somos capaces de comprender por qué piensa de un determinado modo la gente, será más factible intentar que nuestras ideas influyan sobre ella. No debemos renunciar a la hegemonía, que no consiste en amoldarnos al modo de vida funcional al capitalismo sino conseguir una vida nueva basada en valores que no tengan que ver con la lógica del capital.
Que nos encontremos con el hecho de que la clase trabajadora no está constituida, no es clase para sí, ni ha construido una comunidad homogénea y con los mismos intereses, no significa que no haya que abordar un lento y paciente trabajo para que eso suceda. No ocurrirá de modo inevitable, pero es en parte responsabilidad nuestra trabajar por ello. Me parece imprescindible un discurso que recupere la necesidad de que los trabajadores se organicen y participen en una lucha de clases que les está pasando por encima hallándoles cautivos y desarmados. Para reactivar a la clase es necesario estar con ella, no darle la espalda ni estigmatizarla con “nuestra verdad”.
En los espacios de confluencia es más imprescindible que nunca el discurso y la perspectiva de clase: el lugar que dejamos desierto lo ocupan otros, tengámoslo en cuenta. Y es necesaria la presencia del gran relato, por supuesto siempre englobando el conjunto de las reivindicaciones populares, pero dotándolas de una perspectiva y una alternativa globales. Volviendo a un concepto tan manoseado como es el de la hegemonía, considero vital que esté presente en toda su densidad y con toda la complejidad que conlleva. No podemos dejarlo exclusivamente en el ámbito de lo discursivo. Hegemonía supone romper con el modo de vida capitalista y vivir de otro modo, no se trata de votar a un determinado partido en unas u otras elecciones, sino de algo más rico y con un mayor potencial transformador.
El proceso que se desplegó en el siglo XX de demolición de las tradiciones culturales comunitarias de los pueblos está casi totalmente concluido y más en la Europa que nos ha tocado vivir, pero, pese a eso, no podemos conformarnos ni pensar que todo será más fácil empezando de cero. No debemos tirar al niño con el agua sucia y despreciar el importante caudal de lucha de nuestro pueblo. La experiencia republicana, la de la lucha contra el fascismo o la resistencia a la dictadura franquista tienen mucho que enseñarnos y debemos, sin nostalgias inútiles, beber del manantial de sabiduría que nos pueden proporcionar.
De nada sirve en estos momentos un discurso autorreferencial. Hay que demostrar que se puede llevar a cabo una experiencia unitaria sin renunciar a la propia identidad, entendida ésta no como un bunker ni como un contenedor de verdades inamovibles, sino como una suma de saberes permeables y de herramientas analíticas siempre en evolución. En los proyectos unitarios es más sencillo y gratificante construir y aprender que refugiarse en la propia identidad. Siempre sabiendo que la parte institucional no es más que un pequeño paso, pero que visibiliza. Es necesaria una perspectiva de construcción en y con la sociedad, que supere coyunturas electorales y que tenga claro que las elecciones tienen una utilidad limitada. Nuestro proyecto de otro país, de otro modo de vida, viene de lejos y va mucho más lejos aún.
No hay nada más antimarxista que el fatalismo. Debemos luchar con todas nuestras fuerzas contra discursos que nos tratan de convencer de que juntándonos con otros perderemos nuestras esencias o lo de bueno que hay en nosotros. Esta es la misma lógica de los que sostienen que el capitalismo caerá por sí mismo o que la historia es una sucesión de modos de producción. La historia la hacen los seres humanos y los pueblos, y las organizaciones políticas son producto de la actividad y las decisiones de los que participan en ellas, no hay procesos dados de antemano. Si tenemos esto muy claro dispondremos de una buena guía para abordar nuestra tarea.
Sobran los motivos para participar en las confluencias y para trabajar siempre por la unidad. Ya sabemos que como dice el Manifiesto Comunista: “los comunistas no forman un partido aparte…”. No estoy proponiendo, como creo ha quedado claro más arriba, nuestra inclusión en organismos unitarios para obtener puestos institucionales o para “salvar los muebles” sino hacerlo para construir hegemonía con voz y propuestas propias y con una perspectiva muy determinada. Estoy convencido de que los comunistas y las gentes de izquierda en general somos muy necesarios en estos procesos en tanto en cuanto dejemos atrás vicios burocráticos y nuestro inveterado gusto por la pelea interna y aportemos una visión amplia, histórica, de los procesos y claridad de ideas en cuanto a lo que proponemos. Hay que ponerse a ello, nuestro futuro y el de nuestra clase están en juego.