“La soberanía, como una parte del desarrollo moral del individuo, es por naturaleza indelegable”
Nando Zamorano
Con la excusa de comentar los resultados electorales del pasado 26J y sus consecuencias en las gentes de izquierda, entrevistamos a Miguel Ángel Domenech, miembro de Espai Marx e impulsor del blog La cabaña de Babeuf, toda una referencia en republicanismo y democracia para todo aquel que pretenda acercarse a una línea de pensamiento, que partiendo desde, al menos, desde la Grecia antigua, llega hasta nuestros días.
¿Cuáles son las causas del sentimiento de frustración, que parece generalizado, en las gentes de “a pie” después de que los resultados electorales de Unidos-Podemos no fuesen tan favorables como habían previsto las encuestas?
Para responder de entrada y sin irme por las ramas: la frustración proviene de haber puesto la esperanza donde no había que ponerla. Que se me entienda bien. El origen del sentimiento no es un que hubiese exceso de optimismo ni estoy adoptando una actitud de quien está de vuelta reprochando a novicios su exceso de ilusión. El problema no es el sentimiento que se puso, sino en lugar donde se puso. La causa no son las exageradas expectativas sino hacia donde se dirigieron y cuando. Me atrevería a decir que aunque se hubiera dado el esperadísimo sorpasso, la frustración hubiera sobrevenido diferida en un tiempo más bien breve, pero hubiera llegado.
Ese entusiasmo electoral estaba de manera patente divorciado y se alejaba del trabajo de movilización de base que no fuese el dirigido a las convocatorias electorales que iban llegando con la mirada puesta en los sondeos. Ni debate participado, ni reflexión en las luchas cotidianas donde se juega diariamente el destino de las gentes. No se están produciendo previamente tomas de poder cultural, creándose espacios autogestionados de voluntad popular que nacen de ellas, como consecuencia de esas posibles luchas y concienciaciones. No se está creando una hegemonía de valores, construida socialmente por los propios interesados y afectados. No nos empeñamos aun suficientemente en la labor de hacer una cultura,- que no es un convencer para votar a alguien que se presenta como representante- sino un ethos, de espacios propios de cultura material de las clases subordinadas y sometidas.
Es una hegemonía que no se está dando, que es la hegemonía del poder y el pensamiento que se va creando, con tenacidad, paciencia, y tesón reflexivo, en cada huelga, en cada ocupación, en cada ateneo, en cada barrio. Yo suelo proclamarlo así: construir la República en “en toda casa, en toda caso, en toda cosa”. En cada casa (nuestra inmediata república), en cada cosa relacional, y en cada caso u ocasión de lucha colectiva, en cada uno de esos espacios que constituyen la sociedad. Joan Tafalla lo expresa muy bien cuando dice: “Hace falta todavía mucha lucha obrera y popular, hace falta todavía mucha socialización de experiencia colectiva, hay que tejer todavía mucha organización capilar, en cada barrio, en cada lucha, en cada empresa. Hacen falta sindicatos de clase, hace falta mucha pedagogía, mucha formación colectiva, mucho debate, mucha lectura.” La emancipación no tiene la dinámica de un día de voto ni la rapidez de un mensaje web, ni se hace en un colegio electoral ni ante un ordenador. Ni siquiera desde un parlamento o un ministerio. No la hacen otros por mucho que ganen sondeos y elecciones.
El ejemplo más ilustrativo de la vaciedad- por no decir vanidad que curiosamente y en esta ocasión también han ido juntas- de la ilusión que se generó está en la propia vacuidad del discurso que acompañaba esa obsesión por lo electoral. El alcanzar el cielo- que fue la expresión aplicada a los “communards” de la Comuna de Paris de 1871, no es un procedimiento electoral sino de confluencia de luchas de masas maduradas por compartir una cultura que ellos han construido diariamente como propia y contraria a la de sus dominadores.
Hasta tal punto el divorcio es tal que ni siquiera se cuidaba el mensaje y contenido de lo que se proponía, salvo en la redacción adecuada para hacer progresar los sondeos. El contenido eran cuestiones de minucia estratégica utilizable con ese fin. Lo importante era ganar las elecciones porque el resto vendría por añadidura dado que, supuestamente, las elecciones son la puerta por la que se entra a la sala desde donde se proporciona la equidad secularmente esperada de las clases subordinadas. Otros nuevos y “mejores” vendrían, que “si nos representan”, esta vez barriendo a los otros que no nos representaban ya .La plasticidad de ese contenido demostraba a su vez lo que los “nuevos” que pretendían ser la buena representación habían aprendido de la madurez de los antiguos.
Pero el reproche de este análisis no debe de ser tanto a las personas, sino que está en la naturaleza del propio mecanismo de lo electoral, de lo representativo y su juego. Lo diré, reiterándolo una vez más, la frustración, ha sido por una derrota inmediata, pero la verdadera esperaba a la vuelta de la esquina de un resultado electoral que hubiese sido considerado triunfante.
Porque las elecciones no son la solución sino parte del problema. Porque la representación política no actúa como vía sino como obstáculo.
¿Podrías explicarnos un poco mejor porqué consideras que las elecciones son parte del problema y qué relación guardan con los límites de la representación política?
Las elecciones son, en efecto, parte del problema. Primero por razones prácticas. La movilización en torno a las elecciones precisan tanta energía y dedicación de recursos desde económicos a psicológicos, y condicionan y polarizan tan pesadamente no solo la estrategia sino hasta la adhesión a los principios y su formulación, hasta los asuntos y temas de reflexión que me parece que agotan los recursos humanos o los desvían hacia esa actividad, digamos que por razones de ahorro energético. Por otra parte es más fácil, exige menos tenacidad, menos paciencia, menos profundización,… (Es infinitamente más fácil militar en la red que en la fábrica, militar en campaña electoral que en la creación de colectivos auto gestionados, lo electoral simplifica el argumento y así sucesivamente)… se fomenta la costumbre del éxito inmediato, la actitud publicitaria, lo menos reflexionado, (ver los estupidísimos slogans electorales). ¿El ejemplo más patente?: La transición española cambio los movimientos sociales madurados tenaz y pacientemente en el anti-franquismo en papeleta electoral. Toda la política se encauzó en campañas electorales, urnas, votos,… la papeleta hizo que todos los movimientos políticos fuesen, literalmente, papel.
Segundo y sobre todo, por razones que podríamos calificar de “ontológicas”. Por la naturaleza misma de lo que es la representación, la democracia representativa y la elección en representantes. El voto, la elección en representantes, es, en sí, un sucedáneo de la democracia, puesto que no consiste en gobernar sino en designar a los que gobiernan, es decir en delegar en elites. Se desplaza la democracia- gobierno de los pobres y muchos (la política como conciencia y desarrollo moral), en el gobierno de los que saben y seleccionamos en cuanto tales y para ese fin- Es la política como techne, como ciencia. Joaquín Miras nos lo ilustra muy bien en sus escritos. El voto en la democracias representativa consiste en que se elige a los supuestamente capaces y los mejores. Es una versión del gobierno de sabios, una forma de oligarquía electa en la que el pueblo no gobierna sino designa y consiente que le gobiernen. El representante en democracia representativa no está mandatado, se confía en él, -como Burke lo decía muy bien-, no es el gobierno de los iguales, de la “plebe” que no sabe. La delegación en el representante es la expresión de la desconfianza en el gobierno de los muchos por ser “plebe” no cualificada para gobernarse ni a sí mismos ni a los demás. Deben de ser dirigidos porque sus bajas pasiones se lo impiden. El representante no es igual que el representado (como si lo seria en caso de sorteo, por ejemplo).
El voto, la urna, la elección en democracia representativa lleva en su raíz la razón que desmoviliza las luchas sociales revolucionarias y de la definición de política misma que consiste en la actividad de la emancipación, por autogobierno de los que constituyen cada lugar colectivo, donde somos humanos, por ser políticos y donde se da la gestión de nuestras propias vidas. La soberanía, como una parte del desarrollo moral del individuo, como la moralidad misma, es por naturaleza indelegable porque la moralidad no se puede delegar. La delegación en representante no es una categoría de lo político sino del contrato comercial. Por eso la representación es la forma de organización política de la sociedad capitalista. Históricamente, como dice Bernard Manin, la democracia representativa liberal fue una invención para evitar los males de la democracia y por esa “ontológica” y funcional razón. Con ese objeto funciona muy eficazmente. Su finalidad es apartar a los miembros de la polis de la actividad de la política, es decir del gobierno de sí mismos y de su propia libertad por cuanto la libertad es la facultad autogobernarse. Este argumento, ya es un clásico y me remito por ejemplo, a que otros lo han dicho como Aristoteles, Montesquieu, Rousseau Castoriadis, Bernard Manin, o hoy dia: Ranciere, Van Reibrouk, Yves Sintomer, L Francis Dupuis- Derin, Joaquin Miras…. Castoriadis tiene una expresión muy brillante, «elegir a los que han de gobernar no es gobernar».
Afirmas que incluso en el caso de que se hubiera dado el esperadísimo sorpasso, la frustración se habría producido igualmente, aunque diferida en el tiempo. ¿Nos puedes desarrollar un poco más esta afirmación?
Los argumentos sobre los que me extiendo en la respuesta anterior podrían aplicarse igualmente en el caso de que se hubiera dado ese sorpasso. Aparentemente se hubiera comenzado una “nueva etapa” en la que se hacía retroceder a las fuerzas de la oligarquía… No es así, y ya es hora de que seamos categóricos y consecuentes. La izquierda se ha evaporado en la falta de consecuencia hasta reiterar el discurso que siempre ha sido de las oligarquías, hasta el punto de que no es más que la mano izquierda del cuerpo dominante de la derecha y de su pensamiento único. Lo que se autodenomina izquierda hoy, es una aburrida extensión de más de lo mismo oligárquico, pero por el lado izquierdo. No es un discurso distinto y radical.
El resultado es consolidar otra vez más, y reiteradamente, la institución política de la oligarquía que es el gobierno de los representantes que rendirán servicios al pueblo y le dirigirán como los pastores dirigen al rebaño a cambio del pago que han recibido en forma de voto,… ya Shumpeter describió la relación entre esa forma de democracia y el capitalismo. Jefferson mismo tiene unas agudas cartas a Du Pont de Nemours, el cual le proponía un sistema político en que todo se fuese delegando en representantes que a su vez delegasen en otros para terminar haciéndose un gobierno decantando, por destilaciones sucesivas en una extrema sabiduría de un licor selecto,.. a lo que Jefferson le respondía que los humanos no somos borregos. Hoy ha triunfado el sistema de D. de Nemours.
Los que creemos que pueblo, no es una “canalla” alienada solo capaz de consumir y recibir servicios, estamos obligados a creer que su reducción al estado de ovejas apolíticas y delegantes es insoportable y que mantiene una frustración por mantener una inhumanidad.
Otra cosa es si esa inhumanidad continúe durante largo tiempo o da lugar a la rebelión. Walter Benjamin nos prevenía diciendo que el límite de la inhumanidad y el sufrimiento no era la rebelión sino el exterminio.