Entrevista a Ramón Franquesa; El brexit ha demostrado que hay vida fuera de la Unión Europea
Enric Llopis
Además de los desplomes de su cotización en bolsa, los balances del Deutsche Bank presentan serias dudas. En septiembre de 2016 se anunció que el Departamento de Justicia estadounidense podría sancionar a este banco con 14.000 millones de euros, por su actuación durante la crisis de las subprime. Las incógnitas también planean sobre el Commerzbank, segundo banco del país, a lo que se agrega la situación de las cajas de ahorro y el escándalo del falseamiento de las emisiones de la Volkswagen. Pero el dedo acusador señala invariablemente a los países del sur…
Respecto a los bancos, cuanto mayor es su dimensión más responsabilidad tienen. Y no quiero decir que los bancos españoles sean totalmente inocentes. Pero la que dirigió las inversiones especulativas desde Alemania hacia nuestro país, fue precisamente la banca alemana privada. Por tanto ellos son los grandes responsables de nuestra crisis inmobiliaria, los que introdujeron un capital especulativo que provocó el alza de precios de los productos inmobiliarios. Y ello, en un contexto en que los salarios en España tendían a la baja. Llegaban capitales de todo el mundo, pero sobre todo alemanes y en menor medida de Francia. Se pensaba que los pisos eran una inversión segura, y que nunca bajarían los precios.
¿Tiene el gigante alemán los pies frágiles?
Que tiene los pies de barro es evidente, pero es un gigante, porque el Deutsche Bank ha acabado utilizando al Banco Central Europeo para su propósito. Tenemos un BCE que, primero, ha provocado una brutal recesión con el argumento de que no podía haber déficits presupuestarios; tampoco podía cubrir con emisión monetaria la deuda de los países más duramente golpeados por la crisis. Pero después, cuando las cuentas de los grandes bancos se mostraron hinchadas, falsificadas, llenas de agujeros y deudas, el BCE no tuvo ningún problema en emitir miles de millones de euros para rescatarlos. Ocurrió con el Deutsche Bank, Dexia y otros, también los españoles, lo que sucede es que las inversiones están cruzadas entre ellos. Se trata de bancos que apostaron su dinero en inversiones que no podían devolverse, y tampoco las podían cubrir con las exigencias de solidez que impone el mismo sistema bancario.
¿Qué ocurrió entonces?
Primero, se intentaron cambiar estas exigencias. Hemos visto que los convenios de Basilea obligaban a los bancos a disponer de un cierto porcentaje de capital propio. Pero esto se ha ido “relajando”. Más todavía en Basilea II y Basilea III mediante diferentes trucos, como permitir contabilizar determinados epígrafes como “capital solvente”, cuando no lo son. Y claro, en la medida en que los agujeros bancarios empezaron a mostrar vías de agua, es decir, no se devolvía el capital en el tiempo establecido, tuvieron que recurrir a los préstamos del BCE a tipos de interés prácticamente nulo.
El brexit ha sacudido con fuerza el consenso europeo durante los últimos meses. La libra esterlina ha llegado a caer hasta los niveles más bajos en tres décadas y la primera ministra británica, Theresa May, anuncia que en menos de seis meses comenzará el proceso de desvinculación de la UE. ¿Qué es lo más relevante del brexit?
Lo más destacado es el “no” de la población y demostrar –como lo están haciendo- que hay vida fuera de la Unión Europea. Todo el argumento de que Inglaterra se iba a derrumbar aparece como una falacia. Era la construcción (falsa) de la amenaza por abandonar un barco que, en el fondo, se está hundiendo. En el proceso de brexit irrumpen diferentes fuerzas: conservadoras, nacionalistas que sueñan con un pasado colonial…y aparece también la izquierda. Los sindicatos, en especial los industriales y mineros, se dan cuenta de que dentro de la Unión se hallan comercialmente desprotegidos, y se les quitan las competencias de la gestión monetaria sin que se establezca una unidad fiscal ni de derechos sociales. Esta situación provoca el derrumbe del estado social en Inglaterra. Además, la ruptura con la UE no se produce por el hecho de estar unidos a otros países del espacio europeo, sino por las reglas con las que se ha forjado esta Unión. Sobre esta experiencia, por tanto, son los trabajadores quienes de manera masiva han votado por la salida del sistema. El brexit también supone una amenaza a la línea de flotación del TTIP.
El expresidente de la Comisión Europea durante una década y también expresidente del gobierno portugués (2002-2004), Durao Barroso, fichó en julio de 2016 por la filial británica de Goldman Sachs. ¿Qué supone este paso de la política a los negocios?
Es la prueba de a quién están sirviendo las instituciones europeas. Se trata de políticos corruptos, pero en un sentido profundo: no sólo porque “pasen” o no maletines (de lo que no podemos tener pruebas), sino en lo más evidente, es decir, traicionan los intereses de la mayoría social de los pueblos de Europa. ¿Qué necesitan los pueblos? Reactivación económica, trabajo y garantías sociales. Durao Barroso les ha dado destrucción de salarios, del empleo y del tejido industrial. Además, gracias a Durao Barroso y al BCE, la carga de la imprudencia de los bancos ha recaído sobre la población.
El periodista, cofundador de ATTAC y colaborador de Le Monde diplomatique Bernard Cassen, plantea un rechazo libre comercio, que contrapone a los derechos humanos y a la conservación del planeta. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué opinas de la “desmundialización” como principio?
El comercio es un factor que en principio me parece positivo, siempre que esté a favor del desarrollo de la economía y de las sociedades. Lo que en cambio es un producto envenenado, tóxico, es el comercio sin ninguna regulación. Que se pueda comerciar libremente entre dos países que se ajustan a un mismo marco legal y de derechos es positivo, porque cada uno se especializa en aquello que puede producir mejor. Sin embargo, el libre comercio entre un país que permite el trabajo infantil y otro que no, es provocar que al final trabajen los niños en el país que en principio no lo permite. Entendida como una regulación del comercio, la mundialización es, hasta cierto punto, necesaria. Pero tampoco soy partidario de volver a la autarquía. Los países hemos de relacionarnos y comerciar entre nosotros buscando no la competencia, sino la cooperación y la ventaja mutua. Ello implica una filosofía distinta a cómo se están negociando acuerdos comerciales como el TTIP o el TPP (Acuerdo Transpacífico), que ni siquiera se negocian en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las multinacionales se sienten incómodas en la OMC, porque es demasiado transparente para ellas; por tanto, buscan acuerdos bilaterales entre países y entre gobiernos sobre los que ejercen una enorme presión mediante los lobbies. Además, hay regulaciones comerciales que permanecen escondidas para las poblaciones. El TTIP tiene protocolos en que se plantea que, durante años, los acuerdos van a ser secretos.
Formas parte de la Plataforma por la Salida del Euro. Actualmente el debate político en el estado español pivota sobre la investidura de Rajoy y las guerras intestinas en el PSOE, de modo que ningún partido se cuestiona el marco que rige la relación entre la UE y España. ¿Cómo introducir en la “agenda” la discusión sobre la moneda única?
Es parte de nuestra tarea, introducir esta cuestión en la “agenda” política sin que ello implique dejar de entrar en otros asuntos. Hoy no se puede hablar de una salida de desarrollo y en positivo para las grandes mayorías sin abordar la cuestión del euro. Existe actualmente un gran miedo a entrar en la polémica. Hay una visión que, implícitamente, supone que este sistema monetario es reformable. Ahora bien, no se va a poder avanzar hasta que no se sea consciente de que no hay reforma posible dentro del sistema euro, porque tanto la moneda única como el banco central están diseñados para producir las consecuencias actuales.
¿Qué relevancia atribuyes entonces a las iniciativas que plantea Unidos-Podemos como el trabajo garantizado, la renta mínima para el rescate ciudadano o los programas “keynesianos” de gasto?
Son medidas correctas, el problema es cómo van a financiarse cuando estás atado de manos a un banco central que controla la emisión monetaria, y que no te va a permitir emisiones dirigidas al rescate de las personas o la creación de puestos de trabajo; además va a inundarte con una moneda que va a servir para rescatar a los bancos. ¿Qué estamos viendo con los miles de millones de euros que el BCE ha inyectado en el Deutsche Bank y los bancos privados europeos? No han servido para estimular la actividad económica ni siquiera para sacarlos de la recesión, porque los bancos se han dedicado con ese dinero a especular de nuevo: contra los estados, la deuda pública y con los nuevos productos financieros artificiales; además, para mantenerse en un círculo de beneficios ficticios. En definitiva el banco central ha decidido rescatarlos, en lugar de que las entidades tuvieran que responder con sus activos y sus propios recursos al desastre donde se metieron.
El partido de extrema derecha AFD (Alternativa por Alemania) quedó por delante de la CDU en las elecciones regionales de Mecklemburgo-Pomerania en septiembre de 2016, y en las de Berlín alcanzó el 14% de los votos. Además de las vallas y los discursos xenófobos, el gobierno de Hungría ha sometido a referéndum la cuota de refugiados para el país establecida por la Unión Europea. ¿Está cometiendo la izquierda errores?
En una situación en que las personas cada vez viven peor y la izquierda se muestra incapaz de señalar dónde reside el problema y la solución; donde además se limita a especular dentro de la jaula preestablecida, al final lo que se produce es un cansancio de la política institucional; y un agotamiento de los partidos de izquierda que, se supone, han de dar una salida a estas demandas. Ante tal situación, la extrema derecha tiene un campo político amplísimo. Tampoco es la primera vez que esto ocurre en Europa. No sólo sucedió con el ascenso del nazismo, también antes en Austria, en Italia, Hungría o Rumanía. En una coyuntura en la que empeoraban las condiciones de vida de la población, se emprendió la vía de azuzar el patriotismo y de culpar a otros países y colectivos. Hoy en lugar de armonizar a los países europeos, el euro está provocando una conflictividad creciente entre estos.
Esta semana la policía griega ha reprimido con gases lacrimógenos una manifestación de jubilados que pretendía avanzar hacia la oficina del primer ministro, en protesta por el recorte de las pensiones. ¿Simboliza esta movilización en qué finalizó el sueño de Syriza?
Syriza se ha convertido en un agente de la Comisión Europea, que impone las medidas que su pueblo no quería. Esto acaba en imágenes tan gráficas como las de esos pensionistas que defienden sus derechos. Observemos que en Grecia, Italia, España y Portugal son las fuerzas de la izquierda las que lideran la resistencia social, a diferencia de lo que ocurre en el centro y oriente de Europa, donde lo hace la extrema derecha. Esta izquierda coherente y los movimientos sociales ya se sitúan frente a la izquierda fraudulenta. Es la que moviliza a los pensionistas, y a la que votó el pueblo de Grecia. En caso de que Syriza no lo recoja, surgirá otra fuerza política que lo haga, en este caso Unidad Popular junto a otras formaciones políticas que están emergiendo. Todo ello demuestra que no se puede matar el movimiento a partir de sobornar, arrastrar o meter en el redil a los líderes. Hay un problema social que está por debajo…
“Para demasiados intelectuales de izquierda es una grosería cuestionar la actual Unión Europea”, afirmaste hace unos meses…
El problema actual entre los intelectuales de izquierda, de derecha y en general, es un excesivo sometimiento a la idea de Europa como noción de “progreso”. Esto se ha convertido en una idea falsa. Pudo ser cierta en los años 80, porque veníamos de una dictadura y nos acercábamos a un modelo de Europa que era muy distinto del actual. Pero hoy, la UE es el instrumento para la destrucción del estado del bienestar y, por tanto, hemos de romper con ese “eurobobismo” que asocia ser europeo con mostrarse de acuerdo con la Unión Europea. ¿Nombres de intelectuales? No me gusta citar a personas, pero creo que las posiciones irán cambiando. Por ejemplo, en las jornadas “Salir del Euro” celebradas en octubre de 2015 en Barcelona, el economista Arcadi Oliveres explicó su evolución.
Por último, el historiador y miembro de la Plataforma por la Salida del Euro, Joan Tafalla, ha afirmado en repetidas ocasiones que no existen los atajos; y que la impaciencia es “el opio del pueblo de izquierdas”. ¿Estás de acuerdo?
No sé en qué contexto se planteó la cuestión. En efecto, las cosas avanzan cuando se debaten, penetran en el pensamiento de la gente y no se resuelven con afirmaciones esquemáticas o superficiales. Pero en determinados momentos sí hay que dar determinados pasos hacia delante, porque los tiempos sociales e históricos se aceleran. Pensar en estos momentos que el sistema monetario es reformable y que se trata de buscar una mayoría distinta en el Parlamento, implica situarnos en un camino sin salida. Primero, porque las contradicciones van a estallar mucho antes de que se produzcan esas mayorías suficientes en una Europa con cada vez más diferencias entre sus territorios. Además, si se produce la ruptura se planteará un euro de dos tiempos o velocidades, para que el sistema bancario se asegure de que la deuda continúe siendo válida y la seguimos pagando. Romper con el euro implica, por tanto, contar con un instrumento para cuestionar la deuda ilegítima.
Fuente: Rebelión