Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Después de la revolución: las primeras medidas del poder soviético

Vladimiro Giacché

Ofrecemos por amable concesión del autor y del editor algunas páginas de la introducción de Vladimiro Giacché al volumen Lenin, Economía de la revolución, Milán, Il Saggiatore, 2017, desde hoy en librerías de Italia. Hemos reproducido de la página 14 a la 19, eliminando pocas líneas de texto, algunas notas y referencias textuales.

Para crear el socialismo, decís, hace falta civilización. Muy bien ¿Y por qué no hemos de poder crear primero en nuestro país premisas de civilización como la expulsión de los terratenientes y de los capitalistas rusos y comenzar luego ya el avance hacia el socialismo?

LENIN, Sobre nuestra revolución, 17 de enero de 1923

Cuando Lenin, el 30 de noviembre de 1917, envió a la imprenta El Estado y la Revolución, incluyó una posdata en la que informaba al lector de que no había podido escribir la última parte del opúsculo originalmente prevista. Y añadió: <<la segunda parte de este opúsculo (La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y de 1917) deberá ser enviada a imprenta mucho más tarde, es más agradable y más útil vivir “la experiencia de una revolución” que no escribir sobre ella>>

La experiencia en cuestión había empezado el 25 de octubre de 1917 (7 de noviembre según el calendario gregoriano que fue adoptado en Rusia en marzo de 1918). La noticia fue comunicada a los ciudadanos rusos a través de un llamamiento , escrito por el mismo Lenin, en el que se daba noticia del derrocamiento del gobierno provisional comandado por Kerenski, y del paso del poder estatal <<a las manos del órgano del Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado, el Comité Militar Revolucionario>>. El llamamiento proseguía: <<La causa por la cual ha luchado el pueblo, la inmediata propuesta de una paz democrática, la abolición de la gran propiedad rentista, el control obrero de la producción, la creación de un gobierno soviético, esta causa está asegurada>>.

En los días sucesivos este programa se tradujo en decretos. No se trataba de un programa extemporáneo. Al contrario, sus puntos habían sido expuestos en detalle por el mismo Lenin en diversos escritos anteriores a la Revolución. Desde el punto de vista político, se trataba de romper el dualismo de poder creado por la Revolución de Febrero entre gobierno provisional y consejos (soviets) de obreros y soldados, dando <<todo el poder a los soviets>>. Desde el punto de vista económico, ya en las Tesis de Abril Lenin había afirmado <<nuestra tarea inmediata no es la “instauración” del socialismo, sino, por ahora, solamente lo es el paso al control de la producción social y de la repartición de los productos por parte de los soviets de diputados obreros>>. En el mes de septiembre, en La catástrofe inminente y como luchar contra ella, después de haber descrito la situación de colapso económico y militar del país, y denunciado la incapacidad del gobierno provisional para hacerle frente, había identificado, en este momento, en el <<control verdaderamente democrático, o sea “desde abajo”, el control de los obreros y de los campesinos pobres sobre los capitalistas>> y al mismo tiempo, en la concentración en la manos del <<estado democrático revolucionario>> del poder económico, los elementos clave para evitar la catástrofe y para avanzar hacia el socialismo. De hecho Lenin identificaba en el <<capitalismo monopolista de estado>>, y en particular en la concentración de las funciones productivas y distributivas en las manos del estado que varios países en guerra -empezando por Alemania- habían realizado, un presupuesto esencial para el socialismo. A condición de que el poder no estuviese más en las manos de los capitalistas y sus representantes: << ¡El capitalismo monopolista de estado, en un estado verdaderamente democrático revolucionario significa de modo inevitable e indefectible, un paso, y a veces más que un paso, hacia el socialismo!>>.

El 7 de noviembre mismo, el poder fue formalmente entregado por el comité militar revolucionario en manos del II Congreso de los Soviets, que se reunía precisamente aquel día. En la misma sede, Lenin leyó un Informe sobre el poder de los Soviets del que disponemos de una crónica periodística. El significado de la Revolución es reconocido por Lenin en la creación de un <<gobierno soviético […] sin ninguna participación de la burguesía. […] El viejo aparato estatal será destruido desde las raíces y será creado un nuevo aparato de dirección: organizaciones soviéticas>>. En su Informe Lenin confirma que la Revolución <<debe como resultado final conducir a la victoria del socialismo>> en otros términos, la conquista del poder político para Lenin no coincide inmediatamente con la instauración del socialismo. En cuanto a las tareas inmediatas, se pone en primer término <<la necesidad de poner fin a la guerra de inmediato>>.[…]

El primer decreto aprobado por el Congreso de los Soviets es sobre la paz. En un texto reciente, dedicado al 1917, su presentación es sintetizada así: el 8 de noviembre << a las 20,40 Lenin sale a la tribuna del Congreso y da lectura del Decreto Nª1 sobre la paz: el gobierno obrero y campesino, con el apoyo de los soviets, propone a todos los pueblos beligerantes (y además ¡A sus gobiernos!) el inmediato inicio de negociaciones para una paz justa y democrática sin anexiones y sin indemnizaciones; por primera vez en la historia la legitimidad de las posesiones coloniales y la práctica de la diplomacia secreta son oficialmente rechazadas, y el gobierno soviético, proponiendo el armisticio, se dirige en particular a los “obreros conscientes de las tres naciones más avanzadas de la humanidad” (Francia, Inglaterra, Alemania) para que liguen la lucha por la paz a la lucha por el socialismo>>[i]

En lo que se refiere a la economía, el decreto crucial fue el segundo, el Decreto sobre la tierra, aprobado por el Congreso de los Soviets en la noche entre el 8 y el 9 de noviembre. Este decreto preveía la abolición inmediata y sin indemnización alguna de la gran propiedad rentista y ponía a disposición de los comités campesinos y de los soviets distritales todas las posesiones de los grandes propietarios rentistas, y las tierras de los conventos, de las iglesias y de la corona, con el deber de distribuirlas a los campesinos. Al decreto iba anexo el Mandato campesino sobre la tierra, aprobado en agosto de 1917 en un congreso campesino y fruto de 242 resoluciones de asambleas campesinas, confiriéndole de este modo valor de ley. Este mandato, inspirado por los socialistas-revolucionarios, había quedado convertido en letra muerta durante el gobierno provisional, del que los socialistas-revolucionarios formaban parte. Ahora lo realizaban los bolcheviques, aunque no compartiesen completamente los contenidos: este, de hecho, ponía el acento más sobre una repartición igualitaria de la tierra que sobre la necesidad de crear grandes empresas agrícolas colectivas con el objetivo de aumentar la productividad del trabajo. Estos diversos puntos de vista emergieron en la discusión del Congreso de los Soviets. A la perplejidad de una parte de los bolcheviques Lenin responde así <<Se escuchan aquí voces que afirman que el mandato y el decreto mismo han sido elaborados por los socialistas-revolucionarios. Aunque así fuese[…] como gobierno democrático no podríamos ignorar una decisión de las masas populares, aunque no estuviésemos de acuerdo […] Nos pronunciamos por eso contra cualquier enmienda a este proyecto de ley […] . Rusia es grande y las condiciones locales son diversas. Tenemos confianza en que los campesinos sabrán resolver mejor que nosotros, en sentido justo, la cuestión. Si la resuelven según nuestro programa o según el de los socialistas-revolucionarios: no es esto lo esencial. Lo esencial es que los campesinos tengan la firme convicción de que los grandes propietarios rentistas ya no existen en los campos, que los campesinos resuelvan ellos mismos todos sus problemas. Que ellos mismos organicen sus vidas>>. De nuevo en diciembre de 1917 Lenin confirmará este punto de vista: <<Nos dicen que estamos contra la socialización de la tierra y que por eso no nos podemos poner de acuerdo con los socialistas-revolucionarios de izquierda. A esto respondemos: si, nosotros estamos contra la socialización de la tierra como la quieren los socialistas-revolucionarios, pero esto no nos impide una honesta alianza con los socialistas-revolucionarios de izquierda>>: el objetivo fundamental es de hecho << la estrecha alianza de los obreros y de los campesinos>>. Nuevamente en febrero de 1918 la Ley fundamental sobre la socialización de la tierra que sustituye el Decreto habría expresado el prevalecer de posiciones que encajaban con las de los socialistas-revolucionarios de izquierda.

Las consecuencias del decreto, desde el punto de vista de la entidad de la tierra redistribuida, fueron inmensas. También porqué en la actuación práctica, demandada a nivel local, se fue más allá de las mismas previsiones del mandato: de hecho, la parte del patrimonio agrario sustraída a la distribución fue muy inferior a la prevista. De media, en todo el país, la tierra concedida en uso a los campesinos pasó del 70 por ciento al 96 por ciento de toda el área cultivada, en Ucrania del 56 por ciento al 96 por ciento, mientras en otras regiones llegó casi al cien por cien. Pasaron así a los campesinos 150 millones de hectáreas de tierra en toda Rusia; los campesinos fueron además liberados de arrendamientos por valor de 700 millones de rublos al año y de una deuda de 3 millardos de rublos con el Banco de la Agricultura, el valor de las herramientas expropiadas fue de aproximadamente 300 millones de rublos. No menos importantes fueron las consecuencias en términos de estratificación social en los campos: el decreto redujo la polarización social, acrecentando el peso de los campesinos medios

Decisivas e inmediatas fueron las consecuencias políticas: con el decreto sobre la tierra la Revolución conquistó el apoyo de los campesinos, legitimando e incentivando un proceso desde abajo de expropiación de las grandes propiedades rentistas ya en curso, y acentuó la escisión interna de los socialistas-revolucionarios, entre la derecha, hostil al experimento revolucionario, y la izquierda, que en el mes de diciembre entró a formar parte del Consejo de Comisarios del Pueblo, asumiendo entre otras cosas el Comisariado de Agricultura.

Resulta interesante subrayar que en 1924, en un discurso pronunciado pocas semanas después de la muerte de Lenin, uno de los principales dirigentes bolcheviques; Zinoviev, identificó entre las principales innovaciones de Lenin a la teoría y praxis revolucionaria precisamente <<su actitud en las relaciones con los campesinos. Probablemente fue esté el más gran descubrimiento de Vladimir Ilich: la unión de la revolución de los obreros con la guerra campesina>>; y además <<el problema del papel de los campesinos […] y la cuestión de fondo del bolchevismo, del leninismo>>[ii]. Converge con esto el testimonio del escritor ruso Máximo Gorki, el cual recuerda así los motivos de su disenso con Lenin en el año de la revolución, si desde las Tesis de abril, <<pensaba que se sacrificaba a los campesinos al ejercito reducido pero heroico de los obreros políticamente conscientes y de los intelectuales sinceramente revolucionarios. Esta única fuerza activa habría sido arrojada, como un puñado de sal, en la insípida ciénaga de los campos, y se habría disuelto sin cambiar el espíritu, la vida y la historia del pueblo ruso>>. Para Gorki la política de Lenin habría respaldado en medida excesiva a los campesinos, no teniendo en cuenta la necesidad de <<someter los instintos del campo a la razón organizada de la ciudad>>[iii].

Con referencia a estos primeros movimientos de los bolcheviques en el poder, es útil recordar el comentario de Andrea Graziosi:

“Lenin se movió con extraordinaria resolución promulgando decretos de fuerza impresionante, que reunían lo mejor de las tradiciones socialistas, democráticas e incluso liberales. El decreto sobre la paz llegó solo dos horas después del arresto del gobierno, seguido, el mismo día, del decreto sobre la tierra. Ambos fueron aprobados por el Congreso nacional de los soviets en su primera sesión, asegurando la legitimidad del nuevo poder. El 15 de noviembre un nuevo decreto proclamaba la igualdad y la soberanía de los pueblos del antiguo imperio ruso, reconociendo el derecho a la autodeterminación y a la secesión. Todo esto fue rápidamente seguido por otros procedimientos que abolían la pena de muerte […] e introducían el control obrero, así como medidas liberales en materia de bienestar social, instrucción, etc.. El impacto fue enorme, tanto en el país, donde estas medidas, tan deseadas, reforzaron el apoyo de buena parte del campo, del ejército y de las minorías nacionales, como fuera de él”

1. G.Carpi, Russia 1917, un anno rivoluzionario, Carocci, Roma 2017, p. 157.

2. Cit en A.Nove, An economic History of the Ussr 1917-1991, Penguin, London 1992, p. 29, De <<unión de la “guerra de los campesinos” con el movimiento obrero>>, a propósito de la Revolución Rusa, habló el mismo Lenin en uno de sus últimos escritos, recordando que esta había sido considerada <<una perspectiva posible>> también por Marx en la Prusia del 1856 (Lenin, Obras completas, vol XXXIII, Editori Riuniti, Roma 1967, p.438).

3. M.Gorki, Lenin (1931), a cargo de I.Ambrogio, Editori Riuniti, Roma 1975, p.46.

4. A.Graziosi, L´Urss di Lenin e Stalin, il mulino, Bologna 2007, p. 93.

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