Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Marx, Jenny y El Capital

Antonio Ruiz

La joven pareja y el devenir.

El 19 de julio de 1843, Karl Marx y Jenny von Westphalen se casaron en la iglesia protestante de Kreuznach, ciudad-balneario a 80 kilómetros de Tréveris donde ambos nacieron. Marx tenía 25 años y Jenny 29. Su noviazgo había durado más seis años, gran parte de éste, en secreto por temor a sus diferencias de origen social.

Marx era amigo del hermano menor de Jenny y frecuentaba asiduamente la casa de ésta. El padre de Jenny, el Barón Ludwig von Westphalen, era descendiente directo de un lejano Conde escocés, si bien, era un liberal apasionado de la Ilustración, y poseía una muy buena biblioteca. En este ambiente intelectual fue educada su hija, por la que sentía especial cariño. Puso su biblioteca a disposición de un adolescente amigo de su hijo, con el que daba largos paseos mientras conversaban de sus textos favoritos, sorprendido tanto por la atención que el joven mostraba, como de sus comentarios, espaciados, pero con mucho sentido. La biblioteca, del que más tarde sería su suegro, fue una importante fuente intelectual en la formación del joven Marx.

Poco antes de casarse, Marx ya había decidido abandonar su país. Después de la experiencia vivida como director del diario la Gaceta Renana, que la censura permanente del régimen prusiano acabó cerrando a pesar de haber presentado su dimisión previamente para que esto no ocurriera, era consciente de que nada tenía que hacer ya en ese ambiente opresivo; necesitaba “volar”. Al exponerle su plan a Jenny, ésta, ardorosa de alegría aceptó rápidamente. Después de su larga espera, deseaba impetuosamente vivir esa “aventura” junto al hombre que había elegido. El destino sería París, ciudad de una actividad y creatividad social perturbadora en ese momento. Lejos estaba Jenny de imaginarse lo que le depararía el futuro junto al hombre al que admiraba tanto como amaba.

El periodo vivido en París fue impactante para la joven pareja. Para Marx, significó una reorientación en su pensamiento político. El contacto directo con los trabajadores parisinos, con los socialistas utópicos, con los alemanes emigrados por cuestiones políticas, y los largos debates con todos ellos, le hacen replantearse el sentido de cuestiones como la sociedad civil, el Estado, la economía… o preguntarse por qué los que trabajan son pobres y los propietarios de los medios de producción cada vez más ricos. Estas reflexiones del joven Marx van a determinar su trabajo intelectual el resto de su vida. Jenny, siempre tuvo muy buen recuerdo de esta primera estancia en París; el primer hogar de casada, su primera hija -Jenny-, la vida parisina tan diferente de la de Tréveris,…

Hasta ese momento, Marx era un demócrata radical que entendía el papel del Estado como mediador de la sociedad. Su estancia de quince meses en París condiciona al joven filósofo y le mostrará el camino a seguir: desvelar y desmentir la mistificación de la economía política, demostrar su inhumanidad, las condiciones económicas que se daban en ese momento y que tenían como base la propiedad privada. Este compromiso personal que Marx llamó Crítica de la economía política, y a la que Jenny se refería como “tu obra de la economía política”, fue un objetivo constante en sus vidas y pensamiento. Para Marx, porque siempre la llevó en la cabeza y la iba desarrollando en lo que vivía y leía; en Jenny, porque siempre creyó en la capacidad de su marido.

Hay un periodo, poco conocido, que, junto al de Paris, marcó y potenció el objetivo que Marx ya iba desarrollando en su mente. En julio de 1845, Marx realiza por primera vez una visita a Inglaterra, invitado por Engels y en compañía de este. Empezaron el viaje por Manchester, epicentro de la industria textil inglesa, que estaba ya en la fase fabril de composición tecnológica, superado por tanto, el proceso productivo del artesanado. En el nuevo proceso productivo de maquinofactura el ser humano era un simple apéndice de la máquina. Allí, Marx ve que los trabajadores y sus familias, de hecho, pertenecían totalmente a las fábricas; salarios, viviendas que pertenecían a los propietarios, alimentación adquirida obligatoriamente en economatos pertenecientes al patrón,… sus vidas, en su integridad eran propiedad ajena. Marx pudo comprobar directamente todo este ambiente; cómo trabajaban, en qué condiciones vivían, olores, ruidos, miseria. Pudo ver la realidad material concreta en que convierte a las personas la industria fabril de composición orgánica de la época, tan bien estudiada luego en el capítulo XIII de El capital. Sin duda, esta experiencia tuvo que causar una fuerte impresión en Marx.

Poco después de este viaje, Jenny y Marx tuvieron su segunda hija, Laura.

Jenny tenía una preparación intelectual y social en consonancia a su origen aristocrático de la época. Era inteligente, culta, con buenas dotes de escritora. Poseía además, un carácter amable que irradiaba personalidad, por lo que siempre fue respetada y admirada por los innumerables amigos y compañeros de su marido que pasaban por su casa. Fue Jenny quien pasó a limpio, con su pulcra y modulada letra, El Manifiesto Comunista, cuando le reclamaron a Marx el texto para su primera impresión en Londres-febrero 1848-, también para la edición de El 18 brumario… Era de las pocas personas que entendía los apuntes de Marx y le encantaba ayudarle a pasarlos a limpio. Más tarde serán sus hijas mayores quienes lo hacen. Aparte de la familia, solo Engels era capaz de leer y entender las notas de Marx. Es conocida la anécdota que cierta vez intentó buscar trabajo en los ferrocarriles ingleses y no lo aceptaron por su mala letra.

La vida del matrimonio no fue nada fácil desde pocos meses después de casarse. En cuatro años sufrieron cuatro destierros políticos de los Estados en que vivían. De los siete hijos que tuvieron, solo tres sobrevivieron. Desde el principio, siempre tuvieron problemas económicos. En ocasiones, problemas económicos extremos, como no poder comprar un simple féretro para enterrar a un hijo. A pesar de todo, nunca se rindieron, aunque muy posiblemente lo pensaron más de una vez.

Dos personas de considerables capacidades intelectuales, él de clase media y ella de clase aristocrática acomodada en la Alemania del siglo XIX, no capitularon y siguieron trabajando por su objetivo. Él lo llevaba en la mente. Ella lo fue haciendo suyo poco a poco por vivirlo junto a la persona que amaba, admiraba y defendía, porque iba entendiendo que detrás de la adversidad que sufrían había injusticia. Así que hizo suyo el proyecto de su marido, como lo hicieron suyo, también, más tarde sus hijas.

Crítica de la economía política.

Marx comenzó a leer, tomar apuntes y recopilar manuscritos sobre la economía política, durante la primera etapa en que residió en París. Meses después de entablar amistad con Engels y animado por éste para que publicase lo antes posible su crítica, inicia a través de sus contactos y de su nuevo amigo, la búsqueda de editor. Finalmente llega a un acuerdo con el alemán Karl Leske con el compromiso de enviarle el escrito en los primeros meses de 1846 para su publicación. No lo cumplió este año, ni en los siguientes; el libro, que como él decía, “lo tengo en la cabeza” tardaba en materializarse. Con los años el editor, harto de esperar, rompió el compromiso y le exigió la devolución del dinero anticipado.

Marx, nunca dejó totalmente su estudio de la economía política. No obstante, en los primeros años tuvo que dedicar la mayoría del tiempo a la actividad y organización revolucionaria.

Después de la última expulsión de Francia en 1849, solo Inglaterra aceptó concederle un permiso de residencia. En este país, para él desconocido y cuya lengua no dominaba, le llevó un tiempo ubicarse con su familia. Una vez instalado, en 1851 reinicia su investigación en la biblioteca del Museo Británico. En este año, como resultado de su estudio, llenó catorce cuadernos de notas. Tiempo después, y ante la falta de medios para subsistir él y su familia, Marx tuvo que dedicarse a escribir artículos, en su mayoría escritos como corresponsal en Europa para el New York Daily Tribune. Esto le absorbería gran parte del tiempo de investigación.

El 6 de abril de 1855 muere Musch (Edgar) a los ocho años, el primer hijo varón de Jenny y Marx. Este hecho les dejó destrozados a ambos. Jenny, que aún estaba recuperándose de haber parido a su última hija Eleanor dos meses antes, dijo años después, que había sido “el día más terrible de mi vida”. Marx, en cuyos brazos murió, no se separó de él hasta haberlo sepultado. Y cuando su amigo Liebknecht le quiso consolar, le gritó “¡no puedes devolverme a mi chico!”.

Sufrieron la pérdida de tres hijos más, pero murieron con días o meses de vida. A Edgar, de carácter afectuoso, le tenían un especial cariño porque habían convivido ocho años con él, y nunca se les borró de la mente su recuerdo.

En la primavera de 1857, Marx volvió a la Sala de lectura del Museo Británico, y se encontró que este había sido reformado para bien; más luz, más cómodo y mejor privacidad que era lo que más deseaba. Durante casi un cuarto de siglo estuvo Marx visitando asiduamente esta biblioteca, y se ubicaba en un asiento apartado, que ahora era más placido, entre las filas K y P.

En este nuevo periodo de estudio y redacción, que dura hasta mitad de 1858, deja escritos 8 cuadernos que son conocidos como Grundrisse. Es la primera redacción completa de su proyecto y contiene los fundamentos básicos de su crítica a la economía política burguesa que irá desarrollando en las redacciones posteriores.

En estos momentos, Marx se pone en contacto con Lassalle para que mire de encontrarle un editor y publicar lo que Marx le definió como “una exposición crítica del sistema de la economía burguesa” de carácter científico, que ya tenía muy avanzado, y que se podía publicar por entregas. En la primavera de 1858, Lassalle le notifica que un editor; Franz Gustav Duncker, aceptaba editarlo por entregas y la primera podía ser editada a final de mayo. Animado por la noticia de que por fin se publicase su “trabajo de quince años”, se pone a revisar sus manuscritos para la primera entrega. No le fue fácil, había acumulado ochocientas páginas donde estaban resumidas todas las determinaciones y categorías que se tenían que ir exponiendo y desarrollando en tres libros. Realizó un borrador para la primera entrega, que debía ser la parte general, y se la presentó a Engels (nunca publicó nada sin saber previamente la opinión de Jenny y de Engels) para conocer su opinión. A éste el texto del borrador le pareció “muy abstracto” y se disculpó por no entenderlo. Ante esto, Marx, que ya padecía ataques hepáticos, enfermó y tuvo que estar en cama un tiempo sin poder escribir.

Jenny y Engels eran las personas que mejor conocían al “moro”, apodo cariñoso que arrastraba desde su juventud, y a su vez, ellas eran las personas a las que más respetaba personal e intelectualmente. Ambos sabían lo que le costaba entregar un escrito a tiempo. Marx nunca pudo cumplir los plazos de entrega, a excepción del Manifiesto Comunista. Sabían de su exquisito talento y de la importancia que daba a lo que escribía, pasando por encima de cualquier necesidad material, como era el caso. Marx conocía muy bien el trabajo que estaba realizando, y en el fondo, no podía dejar de investigar para ponerse a escribir. Necesitaba tener delante todo el “conjunto” de su obra para poder desarrollarla por partes y posteriormente escribirla. Si tenemos en cuenta el riguroso criterio intelectual de este brillante pensador, él hubiese necesitado varias vidas para llevar a término su investigación, teniendo en cuenta el reto intelectual que él mismo se ponía como objetivo: la crítica de todas las categorías de la economía política burguesa. Es, en consecuencia, lógico y coherente que El Capital no es una obra acabada en el sentido en el que el propio autor la interpretaba, pero sí nos deja como legado el método para descifrar y criticar las determinaciones y categorías que el insaciable capitalismo va creando en forma mistificada en su desarrollo.

Una vez más, Marx tuvo que disculparse ante el editor por el retraso. Pero se puso a tratar de preparar un texto publicable. Él mismo decía que su manuscrito era “un auténtico batiburrillo” por estar pensado, en buena parte, como borrador que debía ser desarrollado en secciones posteriores. En diciembre Jenny comenzó a pasar a limpio el manuscrito, pero al finalizarlo no tenían medios económicos suficientes para enviarlo. Finalmente, en enero de 1859, según una carta enviada a Engels, Marx le dice que el manuscrito, Una contribución a la crítica de la economía política, había sido enviado a Dunker. Fue la única parte de su trabajo que mandó a publicar.

Al comprobar que no podía seguir publicando su obra por partes, Marx se dedicó a ir desarrollando los temas por libros. A mas de atender sus siempre acuciantes necesidades materiales y el devenir político social general.

Entre agosto de 1861 y julio de 1863, Marx escribe 23 cuadernos -1.472 folios manuscritos- en donde desarrolla y prepara lo que serian los libros II y III de El capital, y lo que llamó Teorías de la plusvalía. En una segunda época que va de julio de 1863 y hasta 1865, periodo en que tuvo que emplear bastante tiempo en la creación y organización de la AIT (primera Internacional de trabajadores), Marx se dedica a concretar el contenido y seguir desarrollando cada uno de los libros I, II y III, para su posterior edición.

Marx había decidido editar el primer libro de El Capital en dos volúmenes sin esperar a tener preparados los otros dos (a pesar de que esto no se correspondía con su deseo). En enero de 1865 autoriza a un amigo negociar con el editor Otto Meissner, de Hamburgo, las condiciones de la publicación de su obra. El editor quería el libro en mayo para imprimirlo en octubre. El libro aún no estaba listo para ser editado pero pensaba que en poco tiempo lo estaría, a pesar de su trabajo en la AIT. Sin embargo, en julio le dice en carta a Engels que, “Tengo que escribir tres capítulos más para completar la parte teórica [los tres primeros libros]. Luego está por escribir el cuarto libro, el histórico-literario…No puedo hacerme a la idea de enviar nada al editor hasta que tenga la obra completa frente a mí. Sean cuales sean los inconvenientes que puedan tener, la ventaja de mis escritos es que constituyen un todo artístico, y solo pueden conseguirse gracias a mi costumbre de no dar nada a la imprenta hasta que lo tenga frente a mí en toda su integridad.”

En enero de 1866 tenía escritas 1200 páginas del libro I, trabajando de noche y preparando una copia en limpio.

En febrero le dice al amigo que se han producido nuevos desarrollos en química agrícola y que tiene nueva información sobre Japón, que hay que tomar en consideración. Marx enferma. Jenny y Engels que eran quienes más le animaban a que publicara sus escritos, lo vieron tan mal, que esta vez le dijeron que debía descansar. Ambos sabían que esto le ocurría siempre que tenía que entregar un trabajo para editar, pero esta vez era más fuerte.

A mitad de noviembre fue entregado el primer volumen del libro I, pero el editor dijo que prefería esperar a que le enviase el segundo volumen para editarlos a la vez. Finalmente, en abril de 1867 fue entregado el segundo volumen, lo que supuso un alivio para la familia, sobre todo para el autor, que lo llevaba “en la cabeza” desde hacía veintitrés años sin darlo a conocer.

Como sabemos, la publicación del libro I de El capital apenas tuvo resonancia al principio. Marx continuó preparando el libro II, sin mucho entusiasmo al inicio, por el silencio sobre su “crítica”. Se centró más en las nuevas ediciones de sus textos anteriores y, posteriormente, en la segunda edición alemana del primer libro de El capital, donde hizo cambios importantes en forma y contenido, y en la versión en francés, a la que dedicó mucho tiempo y trabajo. Le sorprendió la solicitud de traducirlo al ruso, de cuya versión dijo que era la que más le entusiasmaba. Jenny le recordaba que los revolucionarios rusos se habían interesado siempre más por sus trabajos que los alemanes.

Últimos años

En 1870, Engels vendió sus derechos sobre la empresa heredada de su padre a su socio y se instaló en Londres. Liberado de su compromiso familiar y con bastante dinero, Engels le asignó a la familia Marx una cantidad de dinero anual que les garantizaba los gastos ordinarios para que pudiesen vivir sin apuros económicos en el futuro. Marx nunca le dio mucha importancia al dinero. Si tenía, lo gastaba fácilmente. No solo en él, lo daba o lo prestaba a cualquiera de su entorno que se lo pidiese. Si no lo tenía, que era lo normal, intentaba conseguirlo, pero siempre tuvo muchos reparos en pedir prestado sino era a amigos íntimos. Cuando se casarón, Jenny organizaba la economía doméstica escrupulosamente, pero con el tiempo y por el motivo que fuese acabó actuando como su esposo, con la diferencia de que ella, con su sentido diplomático y femenino, era quien recurría a los amigos o conocidos para solicitar recursos puntuales.

Al casarse sus hijas mayores y con la independencia de la menor en los últimos años de los setenta, pudieron retomar los tiempos de los primeros años de matrimonio. Salían solos a pasear, al teatro…recobraron la necesidad y el placer de estar uno junto al otro. Marx seguía con su investigación, solicitando información sobre todos los descubrimientos y avances que se daban y que afectasen a la misma, también estaba al tanto del acontecer socio-político. Cada tarde cuando llegaba su amigo Engels, desde que éste se mudara a Londres, repasaban juntos la actualidad e intercambiaban opiniones. Su actividad era bastante más reposada, sobre todo por sus permanentes achaques de salud. También porque, como pensaba tras dejar la dirección de la AIT, consideraba que su momento de acción ya había pasado, y debían ser las siguientes generaciones las que dieran continuidad a la lucha.

Jenny, que también había padecido serios problemas de salud, como la viruela, se encontraba cansada y débil, aunque no le daba mucha importancia. Ante la insistencia familiar aceptó que le hicieran una serie de pruebas; tenía cáncer. La enfermedad de ambos les llevó a intentar cuidarse mutuamente uno al otro, y a estar el máximo tiempo juntos. La enfermedad de Marx era más oscilante. A veces tenía que estar unos días en la cama sin poder hacer nada y otros estaba tan activo que intentaba animar a Jenny para salir a pasear o sentarse en un café.

Marx hacía un tiempo que tenía pensado dedicar el segundo libro de su obra fundamental, El Capital, a Jenny. Pero ahora era consciente de que no sería posible; ninguno de los dos disponían del tiempo necesario. El 30 de noviembre de 1881, Marx, se sentó junto a la cama de Jenny, muy excitado, para leerle un artículo en inglés, publicado unos días antes, donde elogiaban El Capital diciendo que “contiene la elaboración de una doctrina económica comparable en su carácter revolucionario y en la importancia de su alcance al sistema copernicano en astronomía o a la ley de gravitación universal en física”. Jenny estaba emocionada, “ella siempre supo que su marido era un genio”, opinó Engels de ese momento, al escribir a un amigo. También Marx definió la escena tiempo después refiriendo los ojos de Jenny mientras le daba la noticia “eran [sus ojos] más grandes, más encantadores y más luminosos que nunca”.

Jenny murió dos días después, el 2 de diciembre, a los sesenta y siete años. La familia no quiso que Marx asistiera al entierro dado su estado.

La ausencia de Jenny afectó profundamente a Marx durante los quince meses que éste le sobrevivió. La familia concluyó que tenía que salir de la casa, y de Londres, donde todo eran recuerdos de su compañera. El estado emocional de Marx repercutió en su trabajo intelectual: Poco tiempo después de la muerte de Jenny, el editor le comunicaba que pensaba publicar la tercera edición de El Capital I y que Marx tenía que hacer el prefacio a la nueva edición e introducir los cambios que considerase oportunos. Pero Marx, en contra de su costumbre, a penas realizó cambios, y dejó al editor que hiciera el resto. Nunca, antes, había permitido que nadie pusiera una coma en sus escritos.

A Marx le ocurría lo mismo que le hubiese ocurrido a Jenny si él hubiera muerto antes. Habían vivido muchos e intensos años juntos, luchando, a veces sufriendo, como suele ocurrir en esta contienda, pero siempre ambos unidos por el convencimiento de que ese era el camino correcto.

Una tarde de marzo, como hacia siempre, Engels llega a casa de su amigo. Le abre Lechen (aquella nodriza que había compartido todo con ellos desde 1844) y, llorando, le dice que Marx está muy débil, como dormido. Parecía dormido en su silla, pero estaba muerto. Era el 14 de marzo de 1883.

A su entierro solo fueron 11 personas. Un año después de su muerte eran 6000 ante su tumba y la de Jenny.

Antonio Ruiz

Julio de 2018, Bicentenario del nacimiento de Karl Marx

PD. En el verano de 1880, estando Marx unos días en la playa con su familia, recibe la visita de un periodista del New York Daily Tribune llamado John Swinton. Durante la conversación le expone una pregunta que traía preparada. Marx, después de pensarlo un momento, y sin contestar, le propone dar un paseo por la playa. Al sentarse a tomar una copa frente al mar, el periodista le vuelve a preguntar “¿Cuál es la ley final del ser?”, Marx, después de una larga pausa contemplando el embravecido mar, contesta: ¡La lucha!

*Las fechas y comentarios de los personajes son extraídos del libro, Amor y Capital, de Mary Gabriel -editado por Viejo Topo en 2014-, por entender que contiene una muy buena documentación epistolar de los hechos.

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