Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Una herramienta estratégica del MST

Roberto Aguirre

Cuando las multinacionales se apropiaron de los recursos naturales y
proponen una agricultura transgénica en manos de unos pocos, el MST
plantea otro camino.

El gobierno de Noruega está construyendo una de las reservas de semillas
más grandes del mundo, con la intención de preservar la biodiversidad
frente a la amenaza cada vez mayor de los cultivos transgénicos. Geoff
Hawtin, miembro de la Asociación Global para la Diversidad de Cosechas,
encargada del proyecto, explicó a la BCC que se trata de una “cámara
acorazada para el día del juicio final”, ubicada en el archipiélago de
Svalbard, a 996 kilómetros del polo norte.

Mientras el país escandinavo se embarca en esta millonaria inversión
digna de una película de Hollywood, en América Latina las cosas son un
poco distintas. En el sur de Brasil en los asentimientos de Hulha Negra
y Candiota, ubicados en Rio Grande do Sul, funciona desde hace diez años
la Red Bionatur de Semillas, un proyecto encabezado por el Movimiento de
Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) que apunta a preservar semillas
agroecológicas en búsqueda de un modelo de agricultura alternativa.

El MST nació hace más de veinte años, con el objetivo de ocupar y
recuperar tierras para el sustento de sus familias. Su causa se fue
expandiendo, convirtiéndose en el movimiento social más importante de
Brasil y poniéndose a la cabeza de la lucha por la reforma agraria.
Actualmente, mantienen más de 100 invasiones, al tiempo que negocian con
el gobierno de Luis Inacio Lula Da Silva, una política agraria más
inclusiva y sustentable.

El tiempo y la ubicuidad del sistema les mostraron que la ocupación de
tierras no era suficiente. Por eso se armaron de una red institucional
para reproducir su modelo alternativo, que incluye a la Red Bionatur,
formada en 1997. Su principal objetivo es luchar contra la privatización
de la tierra y los recursos naturales, de la misma forma que contra las
alteraciones genéticas y el modelo agrario imperante. En Brasil lo
conocen como el agronegocio y es consecuencia de las políticas
neoliberales que azotaron a América Latina en la década del ‘90.

No alcanzó con la concentración de tierras, la precarización y expulsión
de los campesinos. El mercado se lo deglutió todo. En pocos años hasta
las semillas pasaron a ser un bien codiciado por las empresas
internacionales, que mediante la alteración genética produjeron nuevas
especies. Actualmente, las multinacionales Monsanto y Sygenta manejan
casi el 100 por ciento del mercado de semillas transgénicas. Mediante un
intrincado sistema de patentes, obligan a quienes usan sus productos a
pagar por un bien que debería ser natural.

Esta privatización de las semillas trae consigo varias consecuencias
graves. En principio ecológicas, ya que se atenta contra la
biodiversidad, y al interrumpirse ciclos naturales se producen sequías y
agotamientos de las tierras. Según la FAO (Fondo de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura) se perdieron tres cuartos de la
diversidad de plantas alimenticias. Al mismo tiempo se produce una
concentración de la tierra y del negocio del agro en pocas manos. Un
caso paradigmático es el de Argentina y la soja, donde la introducción
de la semilla RR (Roundop Ready) alterada por Monsanto, generó una
expansión de la oleaginosa. La actual caja del “oro verde” no deja lugar
a pequeños productores, que se ven aplastados por las grandes empresas
exportadoras.

Al mismo tiempo, Monsanto (de capitales estadounidenses) hace su fabuloso
negocio: la particularidad de la soja RR es que tolera el glifosato, un
potente agroquímico que mejora rendimientos y que la misma empresa
fabrica. Finalmente hay una tercera consecuencia, que es la de la
Soberanía Alimentaria. Hace varios años la FAO alentaba los cultivos
transgénicos por su potencialidad de acabar con el hambre del mundo. Hoy
se ve que no es así, sino que algunos alimentos pierden parte de su
calidad nutritiva. Así lo demostró un análisis realizado por el
Instituto Técnico de Educación e Investigación Agraria (ITEPA) del MST,
otra de sus instituciones que busca poner a la ciencia al servicio de su
causa.

Este panorama llevó al MST a crear la Red Bionatur y el banco de semillas
naturales, denominadas criollas. El “informativo do MST, campaña
sementes año 2005” aclaraba que la red es “un instrumento fundamental
para la construcción de un nuevo modelo de agricultura, pautado en la
agroecología, reconstrucción del paisaje, promoción de la seguridad y la
soberanía alimentaria de los pueblos, y recuperación de la capacidad
productiva de los suelos”. Como se ve, no se trata sólo de un proyecto
de acumulación de semillas para su preservación, sino de reproducción de
las mismas para la vuelta a una agronomía ecológica. El sistema funciona
repartiendo esas semillas a los campesinos, que a la vez aprenden a
aprovecharlas luego de la siembra para volverlas a recoger. Como bien
aclara el documento anteriormente citado, la red intenta “promover y
cultivar libremente la biodiversidad del planeta, oponiéndose a toda y
cualquier forma de patentamiento de la vida.”

El MST es ambicioso; ya no se trata de un objetivo individual sino
universal. Para cambiar el agronegocio por el modelo agroecológico hace
falta la posesión de semillas no alteradas genéticamente, cosa cada vez
menos frecuente. Y no poder construir un gran freezer cerca del polo
norte, no los aleja de tal empresa. El banco del MST es “en vivo”, esto
quiere decir que las semillas se mantienen en condiciones naturales, con
humedad y temperatura controladas y no congeladas. Al mismo tiempo se
intenta depender cada vez menos de la agricultura artificial, los
químicos y el monocultivo. Se siembra y se cosecha a mano y no se rotan
los cultivos, sino que se plantan especies asociadas que se benefician
entre ellas. Tampoco se utilizan pesticidas artificiales, sino que se
fomenta el control biológico. Esto ayuda a descontaminar las tierras y
reduce el peligro de intoxicación, muy frecuente en las precarias
condiciones en que trabajan los campesinos.

Actualmente Bionatur está presente en diversos municipios de Río Grande
do Sul, Santa Catarina, Paraná, Minas Gerais y en fase de implementación
en Mato Grosso, Goiás, Distrito Federal y Sergipe. Como dato de
referencia, en la zafra 2004 se obtuvieron aproximadamente siete
toneladas de semillas totalmente ecológicas de más de 90 variedades de
plantas. Sin duda un éxito en la lucha del MST, que entendió que cuidar
el patrimonio biológico y no dejarlo en manos del capital es una forma
de empezar a cambiar las cosas. No en vano el coordinador nacional del
movimiento, João Pedro Stedile, afirmó durante el festejo del 20
aniversario del movimiento: “Si perdemos el patrimonio de las semillas,
de nada servirá que conquistemos la tierra y el capital”.

(*) El autor de esta nota es alumno del Seminario “Periodismo en
Escenarios Políticos Latinoamericanos” que actualmente dicta la Agencia
Periodística del Mercosur (APM) en la Facultad de Periodismo y
comunicción Social de la UNLP.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *