Aristas epistemológicas en la obra de Manuel Sacristán
Salvador López Arnal
En un texto titulado “Homenaje a Ortega”, publicado en el número 23 de Laye, en 1953, Sacristán explicaba la distinción entre el que sabe muchas cosas y el maestro: el sabedor de cosas cumple comunicando sus conocimientos; el maestro está obligado a más: si cumple su obligación, señala fines. El maestro Ortega había señalado fines. No estoy seguro que las finalidades propuestas por Ortega sean totalmente aconsejables hoy, pero sí estoy seguro de que Sacristán no sólo fue un sabedor de muchas cosas, sino un auténtico maestro, y eso en tiempos en que en el erial del franquismo la densidad de ejemplos similares no era muy alta.
En octubre de 1983, en el primer centenario del fallecimiento de Marx, Alfons Barceló presentó una conferencia en la Universidad de Alcalá sobre “Marx y Sraffa”. El borrador de esta conferencia de Barceló, que Sacristán estudió y conservó, se iniciaba con una cita de Joan Robinson: La diferencia entre un científico y un profeta no radica en lo que un gran hombre dice, sino en cómo es recibido. La obligación de los alumnos de un científico es contrastar sus hipótesis mediante la búsqueda de pruebas para refutarlas, mientras que la obligación de los discípulos de un profeta es repetir sus palabras verdaderas. Barceló, en su intervención, quiso argumentar persuasivamente que si bien Marx había tenido muchos discípulos, habían “escaseando los alumnos y que su alumno más aplicado en el campo de la economía política” había sido Piero Sraffa. El autor de “Karl Marx como sociólogo de la ciencia” tuvo mejor suerte: Sacristán fue un alumno aplicado de aquel hombre que consideraba héroes a Kepler y a Espartaco, tuvo numerosos alumnos-discípulos, y, además, muchos de ellos son hoy maestros, auténticos maestros: Paco Fernández Buey, que hace unos años estuvo entre ustedes presentándoles su Leyendo a Gramsci, uno de cuyos capítulos, precisamente, aparece estos días colgado en algunas páginas amigas de la red, Miguel Candel, Joaquim Sempere, Antoni Doménech,… En el punto final los Agradecimientos de Ciudad de cuarzo, Mike Davis recuerda que en el curso de la redacción del libro había sufrido la pérdida de su primo Jim Stone y de su madre Mary Davis, y finalizaba diciendo “quiero que mi hija sepa que sus espíritus rebeldes mueven la mano con la que escribo”. Durante el tiempo en que he escrito este papel, no me ha ocurrido directamente ninguna desgracia -aunque el mundo, visto como se quiera ver, sigue siendo un horror y un error, pero también no lugar de resistencia y de gentes virtuosas- pero quiero que ustedes también sepan que si hay aquí, en lo que les he contado, algún valor los espíritus rebeldes y perfectamente amueblados de muchos discípulos de Sacristán, amigos míos también, mueven directamente la mano con la que yo he escrito.
Conferencia impartida en el aula 103 de la Universidad de Pamplona, el 26 de abril de 2007, 12h. Presentación de “Integral Sacristán”. Acto organizado por Eraldatu, izquierda estudiantil”.