Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Muertes en el circo

Salvador López Arnal

Había nacido el 26 de noviembre de 1984. El futbolista del Sevilla Antonio Puerta Pérez falleció el 29 de agosto a las 14:30 en la UCI del Hospital Virgen del Rocío después de ser ingresado de urgencias. Había sufrido una parada cardiaca durante el partido Sevilla-Getafe, consecuencia de una arritmia ventricular, causada a su vez por una displasia arritmogénica del ventrículo derecho. Según fuentes del hospital, la muerte del joven Antonio Puerta fue causada por “la encefalopatía postaxónica y el fracaso multiorgánicos secundarios a la parada cardiaca” que motivó su ingreso el pasado sábado 25 de agosto.

La capilla ardiente se instaló en el estadio Sánchez Pizjuán. El futbolista estuvo amortajado con la bandera del Sevilla. Se colocó también una bandera de España, que, según las crónicas, simbolizaba su internacionalidad. A sus pies, todos los títulos que conquistó con el equipo, al que, según comentó un dirigente del club, esas fueron sus palabras, “amó desde que tuvo uso de conciencia” (sic).

No vi el partido. Pero creo haber leído o escuchado que Antonio Puerta tuvo un primer desvanecimiento. Siguió adelante, nadie le advirtió del peligro, o acaso él no quiso hacer caso de la advertencia. Ignoro incluso si los servicios públicos del club le habían hecho pruebas suficientes para detectar su enfermedad. Una médica cardióloga de un organismo oficial de Deportes declaró, un día después del fallecimiento de Puerta, que era posible mediante pruebas adecuadas, cuya necesidad ella misma no había dejado de señalar, detectar esa y otras enfermedades cardiovasculares semejantes. Según creo, nadie la ha escuchado hasta la fecha o nadie ha querido tomar nota práctica de su recomendación. Tal vez incremente gastos y aumente la fracción costes-beneficios.

Bien estudiado, y no estoy en condiciones de hacerlo, algo de lo que ha sucedido tiene que ver directamente con lo que hoy es el fútbol: un negocio-espectáculo que mueve millones, y a millones de personas, en manos de multinacionales, abogados de renombre, empresarios de la construcción o gentes poco recomendables (Gil y el Atlético de Madrid, Berlusconi y el Milan)[1], que usan a veces su popularidad “deportiva” como trampolín político hacia otras arenas de aún mayor proyección y proximidad al Poder-poder. Que ese negocio no tiene entrañas, o las tiene en parada dilatada, es sabido: baste pensar en la final del mundial Francia-Brasil, cuando se obligó a jugar enfermo a Ronaldo, entonces en su mejor momento y con popularidad internacional. Los media impusieron su presencia.

Sobre el tratamiento mediático de la muerte de Antonio Puerta no es necesario decir nada que no se sepa. Acaso un pequeño apunte. ¿Qué sentido tiene hablar del embarazo de su compañera en estos momentos luctuosos? Tal vez lo tenga. Entonces, ¿qué sentido tiene hablar de los dos hijos de la anterior relación de su pareja? ¿Es ato de interés? ¿Qué sentido tiene señalar la diferencia de edad entre ambos, entre Puerta y su compañera? Algunas de las preguntas se responden solas. La cosmovisión que las envuelve produce vómitos.

Sigamos adelante porque acaso valga la pena señalar dos instantáneas más. Ese mismo 29, el día que fallecía Antonio Puerta, moría en Castellbisbal (Barcelona) un trabajador -latinoamericano, aunque no importa, pero acaso por ello más desprotegido y más desesperado- de las obras del AVE que se están haciendo en Barcelona. Dos trabajadores más resultaron heridos. Una bobina de 3.000 kilos de cabe cayó sobre ellos cuando instalaban la catenaria, justo cuando la estaban  manipulando. La responsable de las obras, en el tramo donde tuvo lugar el accidente, es ADIS[2], una unión temporal de las empresas Thales, Siemens, Dimetronic e Indra. Los trabajadores formaban parte de la plantilla de System, una empresa dedicada a la instalación de cabe eléctrico. Ya lo han adivinado: System es una subcontrata de Thales. De hecho, desde que en 2001 se iniciaron las obras del AVE en Cataluña, han perdido la vida en ellas al menos 11 trabajadores; otros 9 han sufrido heridas graves.

Pues bien, la noticia de la muerte del trabajador fallecido en Castellbisbal apareció en la página 27 de la edición del diario “independiente”. Se le dedicó media página. Apenas 30 segundos en el informativo de TV3 se dedicaron al “accidente”. Creo que no fue noticia en ningún otro telediario. ¿Es necesario recordar el tiempo y el espacio concedido al otro “accidente laboral”?

Otros datos, sabidos todos, pueden y deben esgrimirse[3]: en 2006, se produjeron en España cerca de 1.400 muertos en accidentes (¿accidentes?) laborales, unos 1.000 en el mismo lugar del trabajo. Los jóvenes trabajadores son el sector más afectado, y la causa, en la mayoría de los casos, apunta a la inexistencia de medidas preventivas que las empresas suelen conceder a cuentagotas, bajo presiones y luchas, teniendo como tienen, no podía ser de otra manera, responsabilidad plena en el tema.

Item más. En el sector de la construcción, fallecen en España en “accidente” laboral una media de 6 trabajadores cada semana. En estos últimos 30 años, han fallecido –me quedo corto seguro- más de 4.500 trabajadores/as, y sólo en este sector. ¿Cuál es la principal preocupación actual de nuestra ciudadanía? Según las últimas encuestas, nuevamente el terrorismo, al que, desde luego, no quiero quitar importancia. Parece obvio que los focos mediáticos iluminan las partes del dibujo social que se desean que resalten más, por la rutina, por directivas recibidas, por la propia ideología, por la forma usual de mirar el mundo.

Desde mi punto de vista, cada día que pasa es más necesario que la izquierdas o las izquierdas hablen de estos temas, con enfoques ajustados, yendo, si es necesario y a pesar de la incomodidad vital que representa, en contra de opiniones mayoritarias y asentadas, y no sólo en espacios amigos y afines sino, sobre todo, en territorios comanches que sabemos están poblados de intereses, de cuentas (y cuentos) y de sicarios (casi) desalmados.

No sólo la justicia más elemental lo reclama sino que nuestros principios más esenciales, fácilmente compartibles. exigen que gritemos una y otra vez: ¡Basta! No sólo a favor de la memoria de los trabajadores fallecidos y olvidados, sino también a favor de la memoria de futbolistas fallecidos, y de sus familiares, que merecen y exigen, como todos, respeto, y no ser actores de una noria que no han elegido en un circo que cada vez tiene menos miramientos para conseguir clientela.

 

[1] Sobre estos asuntos, veáse el excelente artículo de Adolfo Gilly, “El caso Zidane. La elegancia, el honor, los mercados y el orden”. SinPermiso nº 2, pp. 105-125

[2] El País, 30-8-2007, edición Catalunya, p. 27

[3] Manuel Piqueras López, delegado de prevención y salud laboral de las CC.OO. de Madrid, daba cuenta de ellos en “Cartas al Director” (El País, 31-8-2007, p. 12)

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