Entrevista a Álvaro de Rújula
Salvador López Arnal
Álvaro de Rújula nació en Madrid, donde estudió Física y obtuvo su doctorado. Ha trabajo en Italia (Centro Internacional de Física Teórica, Trieste), Francia (Instituto de Estudios Científicos Avanzados), Estados Unidos (Universidades de Harvard y de Boston, MIT) y en la Organización Europea para la Investigación nuclear, el CERN (desde estudiante de verano hasta director de la División de Teoría). Actualmente también forma parte del Instituto de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid (IFT/UAM/CSIC).
En los años setenta del pasado siglo, el profesor De Rújula contribuyó a la consolidación del modelo estándar de la física de partículas, principalmente la cromodinámica cuántica y sus quarks encantados. También ha realizado trabajos sobre neutrinos (las mediciones de la masa y la tomografía de la Tierra), la ausencia de antimateria en el universo, cómo encontrar el bosón de Higgs, etc.
En Los Libros de la Catarata (junto con la Fundación Areces y la Real Sociedad Española de Física) ha publicado recientemente Disfruta de tu universo, no tienes otras opción.
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Disfruta de tu universo, no tienes otra opción, es el hermoso y epicúreo título de tu último libro. ¿Es imprescindible saber ciencia para disfrutar de nuestro universo y de tu libro?
Para disfrutar de nuestro universo ciertamente no es imprescindible. Espero que no lo sea para disfrutar de mi libro. Es una de las razones por las que lo escribí.
¿Pero cuánta ciencia habría que saber?
Para disfrutar de mi libro espero que muy muy poca. Para disfrutar del universo, cuanta más, mejor.
El “tu” del título: ¿hace referencia a un universo personal o el universo es igual para todos?
Quizás todos tengamos un universo personal. Pero, si así fuese, yo sólo he estado en el mío. El Universo con mayúscula es igual o muy parecido para todos los científicos… serios.
¿Y qué condiciones debe tener un científico para ser serio? ¿Hay científicos o científicas que no lo son?
Debería de haber dicho bueno, íntegro u honesto. Evidentemente en todas las profesiones los hay que no lo son. En la ciencia el sistema para detectarlos, esencialmente el “arbitraje por los pares”, funciona relativamente bien, pero está lejos de ser perfecto. Hay feudos inexpugnables, intereses económicos espurios, etc. Como en todas partes, pero mucho menos.
Intereses económicos espurios, feudos inexpugnables… ¿Nos puedes dar algún ejemplo?
Las investigaciones en farmacia y ocasionalmente en biología tienen subvenciones directas, o indirectas, de compañías farmacéuticas. Eso tiene sus peligros evidentes. Algunas revistas científicas de prestigio tienen también sus peculiaridades. Un ejemplo: Nature, en donde he publicado algunos artículos de investigación o de comentario (con tendencia a que me cambiaran el título sin mi permiso). Si quieres publicar en Nature un artículo criticando otro que hayan ya publicado y proponiendo una alternativa, la revista exige que tu artículo sea primero aceptado por los autores del artículo criticado. Muy honestos tienen realmente que ser dichos autores para no disfrutar de su inviolabilidad automática. Los hay que no lo son.
Como en todas partes, dices, pero mucho menos. ¿Por qué mucho menos? ¿Ser científico exige un grado de honradez inexistente en las otras profesiones o trabajos? ¿No estás mirando tu profesión con ojos demasiado generosos?
Para no meterme en camisas de once varas, quizás debería de haber dicho “rigor”, en lugar de honradez. El juez definitivo e infalible en la ciencia es lo observable en la naturaleza. El arbitraje de los pares puede no ser riguroso, pero a la larga la verdad científica (en su acuerdo con lo repetida y precisamente observado) prevalece. Pero no siempre los datos se manejan con rigor o se atribuyen las ideas a su primer autor o autores. De hay que dijera mucho menos y no muchísimo menos.
¿Qué es la ciencia para un científico investigador como tú?
En sentido estricto las ciencias como la química o la biología —y sobre todo la física— son aquellas en las que quienes las practican pueden llegar a un acuerdo basado en realidades comprobables observacionalmente. Las matemáticas también son una ciencia, pero sus criterios de veracidad son lógicos, no experimentales. La economía emplea hoy en día métodos científicos pero no es una ciencia. Razón: trata con demasiadas variables no medibles. Prueba: los economistas jamás se ponen de acuerdo, por mucho que manejen los mismos datos.
Para mí la ciencia es un apasionante hobby que de paso me da de comer. Y de cuando en cuando, satisfacción. Por ejemplo cuando creo saber —o mis colaboradores y yo creemos saber— algo que en este planeta nadie más sabe. Y resulta ser cierto.
Lo que apuntas de la economía, ¿se puede decir también del resto de disciplinas que forman parte de las ciencias sociales?
Temo que sí.
¿Será porque en estas disciplinas la ideología de los científicos está más presente?
En la diana.
¿Nos puedes dar algún ejemplo de alguna cosa que tus colaboradores y tú hayáis creído saber y que nadie más sabía, y que además era cierta?
Un ejemplo fácil de entender: el universo visible no está hecho de grandes “continentes”, unos con estrellas y planetas de materia “ordinaria” y otros de antimateria. Demostrado con mis colegas Andy Cohen y Shelly Glashow.
Más difícil de explicar brevemente: las interacciones entre quarks están caracterizadas por una escala de energía o, equivalentemente, de distancias. Dicha escala cromodinámica podía deducirse a mediados de los 70 del siglo pasado empleando datos ya existentes. Yo fui el primero en hacerlo y conocer su valor; ningún otro físico teórico ha sido el primero en determinar una constante “fundamental” de la naturaleza.
Y un ejemplo que no entenderás: es posible acotar la masa de los neutrinos empleando procesos de captura “débil” de electrones; trabajos en parte en colaboración con mi colega Maurizio Lusignoli.
Paro aquí, me he pasado ya varios pueblos dándome autobombo. Te atribuyo a ti toda la culpa.
Haces bien, asumo toda la culpa y acepto también mi dificultad para entender el último ejemplo que has dado. Estudio, me documento.
¿Qué relación hay, desde tu punto de vista, entre ciencia y verdad?
La ciencia no busca la “Verdad” con mayúscula. Pero si descubre aproximaciones cada vez más precisas a la verdad (científica, claro).
¿Quiénes buscarían entonces la Verdad con mayúscula?
Soy físico, no tertuliano. No tengo respuestas ex-cátedra a todas las preguntas. ¿Y a quién podría interesarle mi opinión sobre una pregunta de la que todo el mundo sabe la respuesta?
A mí por ejemplo y no sé si todo el mundo sabe la respuesta.
Menosprecias a tus lectores. Malo, malo.
Intento no hacerlo. ¿Qué caracteriza a la verdad científica, la que escribes con minúscula?
Lo he dicho: es una aproximación, pero es verificable. Las hay que no parecen aproximaciones, por ejemplo que el espacio tiene tres dimensiones. Pero hasta esto es, en cierto sentido, una aproximación, ya que existe la posibilidad —no excluida— de que cada cosa que nosotros consideramos un punto sea como una bolita con sus propias dimensiones “internas”. Pues bien, habitantes de civilizaciones distintas que nunca hayan tenido un contacto anterior llegarán a la misma conclusión: es verdad que hay tres dimensiones espaciales “grandes”: esas que van de adelante a atrás; del lado del corazón al otro; y de arriba a abajo.
Sobre lo que es Verdad con mayúscula, raro sería que dos civilizaciones distintas se pusieran de acuerdo por medios no violentos.
¿La ciencia es el único conocimiento sólido o hay otros tipos de conocimientos, no estrictamente científicos, que no merecen ni deben ser menospreciados?
Por supuesto que, en mi opinión, los hay. Por ejemplo todas las artes. Aunque conocimiento “sólido” no sea la mejor manera de calificarlas. A pesar de que Michelangelo ya supiera de antemano qué estatua, bien sólida, le aguardaba dentro de una enorme losa de mármol de Carrara.
Escribes en el prefacio de tu libro: «Pocos no científicos se adhieren con entusiasmo a la opinión de que entender el universo en el que estamos, o sencillamente intentarlo, también es muy divertido. “No entiendo nada” es una reacción frecuente a cualquier texto científico. En mi opinión, la razón fundamental no es que la ciencia sea aburrida o indescifrable, sino que, en la mayoría de los casos, no se enseña adecuadamente.» ¿Quiénes no la enseñan adecuadamente?
Muchos —aunque no todos— los maestros o profesores, desde el jardín de infancia hasta la universidad.
¿Por desconocimiento, por falta de habilidad pedagógica, por la compleja matemática que rodea a algunos resultados científicos, por excesivo teoricismo,…?
Supongamos que un profesor de tenis no haya jugado nunca al tenis. Olvidemos la compleja matemática, que en el tenis lo es mucho. Este profe tendría también las otras carencias que citas. De modo análogo, para enseñar bien ciencia es casi imprescindible haber hecho un poco de investigación o, como mínimo, haber presenciado como la hacen quienes la hacen. Un ejemplo: grupos de profesores de primaria y secundaria de muchos países visitan con regularidad el CERN. Lo más útil de esas visitas son las sesiones en las que participan con investigadores en, por ejemplo, un análisis de datos. Es como si el profe de tenis se decidiera finalmente un buen día a jugar un poco. Aunque más le hubiera valido empezar ya de pequeñito.
¿No es casi socialmente imposible, una especie de utopía pedagógica, que todo el profesorado que enseña ciencia deba haber hecho un poco de investigación o presenciado como la hacen quienes las hacen? ¿No exigiría lo que señalas y defiendes una verdadera revolución (la palabra no está de más) en la formación de nuestros maestros y profesores de ciencias?
En mi opinión los maestros son los pilares de la sociedad. Y la revolución a la que te refieres se puede costear. Por ejemplo, profesores universitarios de reconocida calidad investigadora y docente podrían pasar una fracción de su tiempo enseñando a maestros o haciendo de maestros. Pagándoles bien por ello, claro. Muchos laboratorios y universidades podrían hacer cosas como las que el CERN y otros laboratorios como Fermilab (cerca de Chicago) ya hacen. Hay que poner las “Manos en la Masa”, algo que escribo con mayúsculas porque es una manera, que explico en el libro, de enseñar a niños como actuar y colaborar como científicos.
Por último, bueno sería que la de maestro fuese una profesión extremadamente competitiva, socialmente respetadísima y muy bien pagada. Nada de esto me parece utópico.
Déjame dar una referencia, que tomo de tu libro, de ese programa de enseñanza al que aludes (“Hands on”): “Looking Back: Innovative Programs of the Fermilab Education Office” https://ed.fnal.gov/office/marge/retro.html.
“La física es un arte” es el título del primer capítulo del libro. ¿Qué tipo de arte es la física?
Dice la definición #1 de “Arte” en el diccionario de la Real Academia:
1. Capacidad, habilidad para hacer algo. ¡Ahá!, veo difícil estar más de acuerdo.
La definición #2: Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoro… es más acorde con la astucia con la que el entrevistador me pone las cosas difíciles.
Menos mal que las dos siguientes definiciones de “arte” me sacan las castañas del fuego:
3. Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer algo. 4. Maña, astucia.
De acuerdo: la física es un arte. Hablas en este capítulo de la belleza de las ecuaciones que describen el universo. ¿Qué belleza observas, por ejemplo, en la ecuación E = m.c2?
Al parecer no fue Oscar Wilde el primero en decirlo, pero si el más eficaz en popularizarlo. Me refiero al dicho: “Beauty is in the eyes of the beholder”. Con decir eso me lavaría las manos, pero diré algo más. A mis ojos la formula es tan bella como las primeras cuatro notas de la 5ª Sinfonía [de Beethoven, claro] o la primera frase de Cien años de soledad. Pero, por supuesto, en muy otro sentido. Una belleza de la famosa ecuación es que nos descubre que dos cosas aparentemente tan distintas (masa y energía) son dos aspectos diferentes de lo mismo (la velocidad de la luz sólo es un factor de conversión de unas unidades a otras, como de pesetas a euros). Einstein dijo durante un tiempo que masa y energía son lo mismo, pero, ¡más bello aún! esa afirmación es falsa, se pasó de listo (sólo para un objeto en reposo son la energía y la masa lo mismo, en distintas unidades). Por cierto, es peligrosísimo decir lo que acabo de decir (que Einstein no era infalible), como cuento en el libro. Y después de todo, aunque la “c” de la formula sea un factor de conversión, no deja por ello de ser, sorprendentemente, la velocidad de ¡la luz! Sin ella no habría beholders. Nos quedaríamos sin casi toda la Beauty.
Doy las referencias de esas críticas nada amables a tus “herejías” sobre Einstein: “El significado de E=m.c²” en https://www.youtube.com/watch?v=gMRsSbFNsyM y “6 errores de Einstein” en https://www.youtube.com/watch?v=C2J6RvykSDI
¿Por qué, como tú mismo indicas, las leyes fundamentales de la naturaleza son elegantes y concisas? ¿En todos los casos?
Como no sé la respuesta, contesto a esto, medio en broma, en el libro. Pero de modo demasiado extenso como para repetirlo aquí. Un ejemplo si daré: Einstein postuló que “la aceleración y la gravedad son localmente equivalentes”. Conciso sin duda; inelegante, sin duda no. Pues de esta curiosa afirmación se siguen las leyes de la teoría de la gravitación de Einstein —la llamada Relatividad General. Dichas leyes se resumen en una sola ecuación. La ecuación es sencillísima. Extraer sus conclusiones lo es mucho menos. La teoría de la Relatividad General predice o explica, por ahora sin falla, gran parte de todo lo que entendemos a un nivel fundamental, incluyendo los objetos más de moda: los agujeros negros, las ondas gravitatorias, el universo en expansión acelerada, tu GPS… No conozco ejemplos de leyes fundamentales de la física que no sean elegantes y concisas.
¿La sociedad española valora suficientemente la ciencia?
No. Pero no es la única. Entre las consecuencias del Covid-19 cabe esperar que algún día tengamos los resultados de un estudio comparativo de la valoración de la ciencia en diversos países. Y de su correlación con otros temas, como la calidad de la sanidad pública.
¿Tu conjetura es que a mayor valoración de la ciencia por la ciudadanía, mayor calidad de la sanidad pública en ese país?
Eso conjeturo. Veremos si tengo razón.
Permíteme un intento de falsación de tu hipótesis. En Cataluña, como en otras comunidades españolas, en absoluto somos diferentes del resto, hay una fuerte valoración positiva de la ciencia por la ciudadanía, sin embargo, en estos últimos diez años, la sanidad pública catalana ha perdido su fuerza y calidad por las privatizaciones y las políticas neoliberales de los gobiernos de la Generalitat. Tú trabajas en la Autónoma de Madrid y por lo que sé también en Madrid pasa tres cuartos de lo mismo. En resumen: se da A (buena valoración) pero no se da B (buena calidad de la sanidad).
Hablaba de un estudio comparativo dando por supuesto que sus resultados fueran estadísticamente significativos. Un ejemplo A y B en solo dos sitios no son un tal estudio. También hablé de correlación con otros temas (en plural). En eso eres tú quien encuentra algunos temas que, por supuesto, juegan un papel esencial. Y no sé hasta que punto es cierto que catalanes y madrileños valoren positivamente la ciencia, pero lo que si parece claro es que los políticos que citas tienen otras prioridades.
Por cierto, saliéndome del guión, ¿qué opinión te merece la calidad de la sanidad pública española? ¿Ha estado, ha podido estar, a la altura de estas difíciles circunstancias que estamos viviendo?
Repito: no soy un omnisciente tertuliano. Así que tendré que contestar saliéndome también del guión y metiéndome donde no deberías llamarme, en arenas muy movedizas que no son de mi especialidad profesional.
Algunos países han podido y sabido responder a tiempo y bastante bien a la Covid-19. Por ejemplo Alemania, un país con gobiernos de coalición y 16 landers —casi 17 “autonomías”— además de alguien al timón que no es solo mujer, sino también doctor en física/química. En muchos otros países los políticos han desperdiciado una ocasión única de quedar bien. Al referirme anteriormente a la sanidad pública estaba sobre todo pensando en los Estados Unidos, la poca que tienen y el peligro que corre de desaparecer o privatizarse.
Hablando de privatizaciones es inevitable acordarse de las que en algunos sitios sufrieron las residencias de ancianos. La calidad de la sanidad pública española puede, como todo, mejorarse, pero la de las citadas residencias sería difícil de empeorar, no sólo en España. Algún día el gerontocidio será un crimen perseguido por el Tribunal de La Haya.
¿Por qué son tan pocos los Premios Nobel españoles de ciencia?
La razón evidente es que España no tiene una secular, sólida y sistemática tradición científica. Pero hay en esto otro aspecto que no suele destacarse. En ciencias muy “individuales”, como la física teórica, los Nobel se conceden con frecuencia por trabajos hechos por autores extremadamente jóvenes, en muchas ocasiones por sus tesis doctorales. Quienes los reciben, creo, aprovechan un equilibrio entre una buenísima educación universitaria y suficientemente pocos prejuicios, que se van adquiriendo con la edad y frenan las ideas revolucionarias. En España, hasta hace poco, teníamos sólo malas universidades y prejuicios a granel, no sólo científicos. Las universidades han mejorado, pero sufren ahora más que nunca la aplastante dictadura de la burrocracia, así, con dos erres.
Por cierto, a muchos periódicos españoles les encanta “adelantar” el nombre de algún español al que le darán, por ejemplo, el Nobel de Física. A paletos no nos gana casi nadie.
Prejuicios a granel, dices, y no sólo científicos. ¿A qué tipo de prejuicios te refieres?
Déjale al amable lector contestarse a sí mismo alguna de las preguntas con respuestas evidentes. Ya me has hecho ejercer más de lo suficiente de repelente niño Vicente.
Al hablar de Einstein recuerdas que el gran físico-filósofo alemán, tras el descubrimiento de las leyes de la relatividad general en 1915, pasó el resto de su vida luchando, sin éxito, por encontrar una teoría unificada de la gravedad y el electromagnetismo. ¿Seguimos en esa búsqueda? ¿Por qué es tan importante la unificación de ambas teorías? ¿Sería la teoría unificada del todo?
A mí no se me ocurriría decir que Einstein era un filósofo. Ni que era alemán, ya que renunció a esa nacionalidad en cuanto pudo, a la tierna edad de 17 años. Opino que ninguno de esos calificativos le hubiera agradado a Einstein.
Rectifico en lo de alemán, gracias por la observación. Pero no estoy tan seguro en que Einstein no fuera también un gran filósofo pero, si quieres, lo dejamos en físico.
Seguimos en esta búsqueda de “teorías del todo” por el motivo de que históricamente todas las unificaciones han sido pasos importantísimos en física, y grandes éxitos [Que fuese también ese el caso en política. Amén]. Además la gravedad y el electromagnetismo tienen mucho en común, es tentador pensar que son aspectos de una misma cosa, las teorías están “pidiendo a gritos” hermanarse.
No sería la teoría unificada del todo, ya que le faltarían las interacciones débiles y fuertes. Y para saber si hay una verdadera teoría del todo, yo esperaría primero a verla.
Para un científico como tú, ¿resultan de algún interés las discusiones, reflexiones y aportaciones de disciplinas humanísticas afines como la filosofía de la ciencia o la historia de las ciencias?
La filosofía de la ciencia no. La historia de la ciencia sí: es motivante. Son opiniones de un no-contribuyente a esos temas, tomémosnoslas de nuevo cum grano salis.
Déjame insistir en este punto. ¿Leer a Popper, Kuhn o Koyré, por citar a clásicos de esas disciplinas, ayuda a un científico en activo en su trabajo como investigador?
A mí no. Tal vez porque dejé a medio camino mis estudios universitarios de filosofía. Quizás porque mis profes no habían llegado ni probablemente hubieran —por aquel entonces— nunca llegado a los citados autores. Así que, de nuevo, mi opinión es la de un profano. Quizás supe de los autores que citas demasiado tarde. No conozco ningún científico a quien leerlos le haya activamente ayudado. Haberlos, ¿haylos?
Pues no lo sé, tendría que documentarme más. Tarea pendiente.
El método científico, comentas en el capítulo IV del libro, funciona como un simple, y por ahora inacabado, programa informático. Las instrucciones del programa son las siguientes: 1. Aceptar, quizás provisionalmente, algunos conceptos como fundamentales. 2. Definirlos empíricamente (es decir, en términos prácticos). 3. Exigir que las relaciones conceptuales entre los conceptos sean consistentes con las observaciones. 4. Seguir ese camino, y si no funciona, volver al paso 1 para empezar de nuevo.
¿Los descubrimientos científicos siguen de hecho siempre ese guión? Pienso, por ejemplo, en la postulación del neutrino por parte de Pauli para salvar la ley de la conservación de la energía.
Excelente ejemplo. Como Pauli no logró encontrarle un punto débil a la conservación de la energía (establecida por los puntos 1 a 3) tuvo que aceptar el punto 4, irse al 1 y añadir algo nuevo: una partícula casi invisible. El método científico sobrevive a este challenge. Tendrás que buscarle otros.
Pruebo de nuevo: ¿el descubrimiento de la ley de evolución por Darwin responde también a ese método? ¿Encaja con el descubrimiento onírico de la estructura en anillo del benceno por parte de Kekulé?
El diario de Darwin está lleno de ejemplos de como se sorprendía de las propiedades que observaba, por ejemplo, en ruiseñores de diferentes islas o que había antes visto en tierra firme. No eran tan parecidos unos a otros como al inicio él sospechaba. Le falló pues el punto 3 del método, se pasó al punto 4 y tuvo que irse al 1 y añadir algo nuevo: la evolución de las especies. El guión de siempre.
Del descubrimiento de la estructura del benceno no sabía nada y no lo voy a googlear. Supongo que quieres que te diga que ni en sueños deja un científico de emplear el método científico…
Has adivinado mi intención. ¿Por qué, según señalan muchos autores (Feynman entre ellos), resulta tan incomprensible, inquietante o difícil la mecánica cuántica?
Porque no tenemos experiencias de “la vida diaria” que nos acostumbren a ella. En esto Feynman, como era su costumbre, hablaba medio en broma, medio en serio. Él mismo inventó la formulación más intuitiva con la que resolver muchos problemas e “inquietudes” de la mecánica cuántica, basada en “la integral de camino”. Este último es un concepto heredado de la mecánica “clásica” (no cuántica). Se lo enseñó de colegial su profesor de física. Cuando Feynman habla de su integral cuántica de camino en sus famosas “Feynman Lectures” se refiere a sí mismo como “un alumno del mismo profesor”. Como siempre, … burla, burlando, ya va Dick delante… que diría Lope (Dick es Feynman).
¿Es la cuántica la gran teoría de la física del siglo XX?
Es una de ellas. Y en el siglo XXI sigue vivita, coleando y progresando.
¿Y cuáles serían las otras grandes teorías del XX?
Las relatividades especial y general de Einstein.
Pero las teorías que citas tienen casi un siglo de antigüedad. ¿Y desde entonces?
Preguntabas por “grandes” teorías. Ninguna hay tan grande como las que cité. Un siglo de antigüedad y no hacen agua por ningún sitio. Excepcional. Hay también teorías más concretas con enorme éxito. Por ejemplo la “teoría cuántica de campos”, que aúna la mecánica cuántica y la relatividad especial. En ella se basan el “modelo estándar” de las partículas elementales y casi todo lo mucho que entendemos sobre “la materia condensada”.
¿Las teorías físicas siguen siendo las reinas de las teorías científicas?
Los reinados duran lo que duran. No me extrañaría que la actual princesa heredera (por emplear tu terminología) fuese la biología. Sobre todo la biología molecular, por eso de darle un empujoncito físico-químico.
Te muestras firme partidario de la investigación básica tanto en el libro que he citado como en esta conferencia tuya que me permito recomendar a los lectores: https://www.youtube.com/watch?v=V_PqG7_uz6E&feature=youtu.be. El principal argumento que esgrimes, salvo error por mi parte, no es el de las aplicaciones posteriores de los resultados básicos obtenidos, aunque también, sino el valor del conocimiento en sí de ese conocimiento.
No sabría resumirlo mejor.
¿Y por qué es tan importante ese conocimiento? ¿Por razones filosóficas? ¿Por nuestro estar-en-el-mundo? ¿Por el deber humano, si fuera el caso, de conocer la naturaleza del mundo, del universo?
Las artes y las ciencias son las actividades y conocimientos que más claramente nos distinguen de otros primates. A cada cual le corresponde intentar escoger de que lado de la tenue línea fronteriza se coloca. Pero hacerlo no es un deber. Y por razones filosóficas… ¿cuáles? Hay ahí, como siempre, mucho donde escoger. Por ejemplo: ¿en Popper y su defensa de la falsabilidad o en Rousseau y su “buen” salvaje?
Por una razón esencial en muchas corrientes filosóficas: la búsqueda de la verdad como arista esencial (no digo que sea la única) de nuestro estar en el mundo. No es muy diferente lo que tú acabas de apuntar. ¿O sí?
Si los filósofos encuentran “la verdad”, que lo demuestren científicamente. Dicho esto tan antipático, nadie les critica el que la busquen. Cada mochuelo a su olivo.
Tampoco, sigo opinando, les hace falta “fichar” a Einstein como filósofo, ya tienen un excelentísimo equipo.
Por cierto, ya que hablas de Popper, ¿qué opinión te merece su teoría de la falsabilidad?
Que yo sepa, nadie ha conseguido falsificarla.
Algunos opinan que Thomas S. Kuhn, que era físico como sabes además de historiador y filósofo, lo hizo hace más de 50 años. Resumiendo: la historia real de la ciencia no tiene nada que ver con el falsacionismo metodológico.
Eres generoso en tu concesión de títulos, como algunas universidades españolas. Efectivamente, Kuhn se doctoró en física en Harvard, bajo la dirección de John Van Vleck, Nobel de dicha profesión. Su tesis la publicó como un libro y con el tiempo ha acumulado seis citas, ¡seis! Inmediatamente después de doctorarse, Kuhn se “mudó” a la historia de la ciencia. Su libro La estructura de las revoluciones científicas es un best-seller y debe de tener miles y miles de citas. Yo no diría que Kuhn “era físico”, nunca ejerció como tal ni hizo contribuciones relevantes. Pero ya que me conduces a derroteros sin fin aparente, continúo:
Efectivamente Kuhn popularizó la idea de Michael Polanyi del cambio de paradigma, el momento “sociológico” en el que la mayoría de una comunidad científica abandona una teoría y acepta otra. En mi opinión no lo hacen solo porque pertenecer al nuevo club sea más “in”, sino porque la nueva teoría es científicamente más aceptable (está más de acuerdo con las observaciones). Para colmo el propio Kuhn escribió posteriormente que para escoger una teoría hace falta que sea “Precisa: empíricamente adecuada en relación con las observaciones experimentales” además de consistente, amplia, simple y fructífera. Esto se asemeja muy mucho a mi opinión (no solo mía) sobre el método científico y el papel crucial de la falsabilidad.
Que la historia real de la ciencia no tiene nada que ver con el falsacionismo metodológico, como citas, ya ves que no se lo creía ni Kuhn. Y ello es comprobable —empíricamente— leyendo sus escritos.
Por cierto, Kuhn acabó liándose en discusiones “filosóficas” sobre si dos teorías distintas son o no conmensurables (pueden ser comparadas, en román paladino) o lo que significa que un criterio sea objetivo o subjetivo, sin especificar lo que sus propios criterios eran. Cosas de filósofos.
No citas mucho en tu libro la teoría de la supercuerdas. ¿Por qué? ¿Te parece demasiado especulativa hasta el momento?
Procuro hablar de lo que sabemos observacionalmente que es una buena aproximación a la realidad. La teoría de las supercuerdas ha generado considerables progresos en física matemática e incluso en matemáticas “puras”. Pero desde un punto de vista popperiano es por ahora una utopía.
Un lógico y filósofo español, Manuel Sacristán, muy interesado en temas de filosofía, historia y política de la ciencia, muy amigo de un conocido tuyo, Jesús Mosterín (ambos profesores míos en la UB), solía afirmar en sus últimos años algo así como lo siguiente: “lo malo de la ciencia actual es que es demasiado buena”. El peligro, hablando políticamente, de la ciencia contemporánea es que es muy buena epistemológicamente. Los riesgos son muchos: bombas atómicas, armamento nuclear,… ¿Un científico no debería preocuparse por los malos usos de la ciencia?
Por supuesto que sí. Ya que citas los ejemplos que citas: muchos eminentes físicos, entre ellos Hans Bethe, “Dick” Garwin, “Marv” Goldberger, “Sid” Drell y “Pief” Panovski dedicaron un esfuerzo enorme a conseguir que salieran adelante varios tratados de reducción de armas, nucleares y balísticas entre otras. Eran épocas en las que “en Washington” escuchaban a los científicos. Desde el otro “lado” y en una posición mucho más débil, también Andrei Sakharov se ocupó de intentar reducir el peligro de una guerra nuclear.
Sobre la relación entre los buenos y los malos usos de la ciencia, hay muchas anécdotas impactantes. Una casi insuperable es la siguiente. En 1969 “Dick” Wilson, por entonces director de Fermilab (el laboratorio americano competidor del CERN) sufría un interrogatorio en el Congreso de los EEUU. A insistentes preguntas del senador John Pastore sobre la utilidad de Fermilab y, en particular, sobre su contribución a la defensa del país, Wilson contestó: [Fermilab] no tiene nada que ver con la defensa de nuestro país, excepto el contribuir a que merezca defenderse. Vale la pena leerse todo su testimonio en https://history.fnal.gov/testimony.html
Los físicos siempre hemos sido una especie de amistoso y pacifista Club sin Fronteras. Una prueba: a todos los que acabo de citar les he conocido personalmente, aunque fuesen bastante mayores que yo e infinitamente más respetables. Y (casi) ninguno se creía el rey del mambo.
¿La ideología del científico juega algún papel en su trabajo investigador?
De nuevo he tenido el cuidado de consultar a la RAE sobre lo que detrás de tu pregunta podría esconderse.
Resultado #1: Ideología: Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.
Si excluimos a quienes defienden “científica-” o artera-mente cosas tales como la superioridad de algunas razas o culturas humanas con relación a otras, mi repuesta a tu pregunta es NO.
¿Son tuyas las ilustraciones del libro? Si fuera así, ¿nos has pensado en cambiar de profesión’ ¡Como ilustrador científico te ganarías muy bien la vida! ¡Serías un gran fichaje editorial!
No sé si ganaría nada. Por ejemplo, érase una vez se publicaban muchas ilustraciones y artículos míos en El País, que antaño tuvo una excelente sección de ciencia llamada “Futuro”. Nunca cobré por ello.
Y ya que hablas de fichajes editoriales: también mi viejo dibujo en el libro, el de Faraday intentando unificar el electromagnetismo y la gravedad con ayuda de una supercuerda, salió en la página editorial del “periódico de la grapa” [el ABC]. Pero era un plagio, extraordinariamente chapucero y, por definición, sin mencionar al plagiado. No me rebajé a ponerles un pleito. Y eso que un primo mío, en la misma época pre-constitucional, le puso un pleito al entonces casi eterno ministro de justicia. Y lo ganó. Yo no tengo ni la osadía ni la baraka de mi primo.
Una curiosidad: ¿qué papel juega la imaginación en tu trabajo como científico?
Imaginar lo aparentemente inimaginable es lo que hacen los mejores científicos. Me gustaría imitarles.
Otra curiosidad: ¿que siente un científico como tú cuando supo de la detección directa de las ondas gravitatorias en un experimento muy pero que muy sofisticado?
De lejos uno de los mayores descubrimientos de los últimos años. Añadiré que el experimento iba camino de ser un desastre hasta que tomó sus riendas Barry Barish —previamente físico de partículas— que introdujo avances esenciales, los potentes láseres infrarrojos, por ejemplo. El experimento sigue introduciendo mejoras impresionantes, como el control del ruido cuántico. Pero Barry y sus colegas ya obtuvieron el Nobel…
Una pregunta de nuestro momento, de la situación que estamos viviendo: ¿qué aportaciones ha hecho la física a la lucha (por decirlo de algún modo) contra el coronavirus?
Del tema del Covid-19, en precisamente el sentido que indicas, me he ocupado recientemente. Es un tema absolutamente crucial que no voy a intentar resumir aquí ya que requiere, creo yo, gráficos, ilustraciones y un tratamiento extenso y monográfico. Sobre mi tentativa de aportar algo a la discusión de este asunto (la ciencia básica y el coronavirus) véanse, por ejemplo: https://www.youtube.com/watch?v=V_PqG7_uz6E&feature=youtu.be, que ya citaste tú, o la versión en inglés: https://youtu.be/v3FsALbK3wg.
Quedan mil cuestiones más pero no abuso más de tu generosidad. ¿Quieres añadir algo más?
No. Démosle un merecido descanso a quién hasta aquí haya llegado.
Fuente: El Viejo Topo, octubre de 2020.