Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Los consejos del consejero de Educación catalán Ernest Maragall.

Salvador López Arnal

Así expresaba Jorge Riechmann la belleza, toda “La belleza de la huelga general”:

Con independencia de todos los valores ético-políticos que pueda tener una huelga en una situación determinada, en ella hay algo valioso en cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas que la enmarcan: su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas.

Es un corte potencialmente capaz de romper el desastre hacia el que se encamina el mundo. En el universo del tardocapitalismo, lo maquinal es el principio de muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una afirmación de vida.

Frente a la dictadura del “tiempo real”, la demora.

Frente a la brutal coacción de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.

Frente al abaratamiento de la palabra (condicionado por las mejoras técnicas en el campo de las telecomunicaciones), el valor de la reticencia y el silencio.

Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco.

Frente a la tiranía del trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la restallante belleza de la huelga general.

Hoy ha sido un día hermoso en Cataluña. Nos ha inundado, tenía razón Jorge Riechmann, la restallante belleza de la huelga (casi) general de la enseñanza preuniversitaria.

El consejero de Educación catalán, el señor Ernest Maragall, sus consejeros áulicos, la nueva ley de bases de la educación (hoy ya colocada en el archivo de los papeles inútiles), el gobierno tripartido catalán, fruto de la alianza del PSC-PSOE, ERC e ICV-EuiA, como marco institucional de apoyo, lo han conseguido. La mayor movilización obrera de la ciudadanía catalana desde las masivas y sentidas protestas ante la anunciada barbarie contra Iraq, convocada esta vez por la mayoría sino por todos los sindicatos de enseñanza, con el apoyo de sindicatos de estudiantes, ha recorrido como un vendaval de aire fresco los centros de estudios y las calles de la ciudad donde residieron Ferrer i Guardia y Andreu Nin (quien, como es sabido, ejerció de maestro en una escuela laica y libertaria).

Supongamos aunque no admitamos[1] los datos oficiales. Hablan ellos del 60% de seguimiento de la huelga en primaria y del 40% en secundaria. Subamos algo las cifras y estaremos ante números más verídicos. Es igual, el éxito es rotundo.

Como también lo ha sido la manifestación que esta mañana ha recorrido durante más de dos horas (no exagero ni un minuto) las calles céntricas de la ciudad. Los organizadores hablan de 60.000 personas, la Guarda urbana reduce la cifra a 50.000. Tanto da. Si nos ponemos rigurosos y contamos los metros cuadrados y la densidad media, es probable que el número se aproxime a los 40.000. Se lo aseguro, no exagero partidistamente la mayor manifestación de trabajadores, no sólo de maestros, profesores y alumnos sino también de padres, madres, tutores y ciudadanos en general, desde los años en que esta ciudad se puso en pie contra el barbarie de Bush II, Aznar, Blair y Durao Barroso, dejando aparte las movilizaciones ciudadanas sobre el derecho a decidir o en protesta por determinadas acciones del gobierno central.

Ha sido un día de felicidad, de lucha si se quiere usar términos clásicos. “Piedra de Sol“ de Octavio Paz estaba en la mente de algunos manifestantes

Amar es combatir, si dos se besan

el mundo cambia, encarnan los deseos,

el pensamiento encarna, brotan las alas

en las espaldas del esclavo, el mundo

es real y tangible, el vino es vino,

el pan vuelve a saber, el agua es agua,

amar es combatir, es abrir puertas,

dejar de ser fantasma con un número

a perpetua cadena condenado

por un amo sin rostro;

La huelga, además, no ha tenido motivaciones económicas. No se trataba de conseguir mejores salarios, reducción de guardias u horas lectivas, o incremento en la cuantía de trienios o sexenios. Se trataba de otra cosa, sin menospreciar, claro está, la legitimidad y a veces la necesidad de esas vindicaciones. Se trataba de protestar contra la introducción de una visión empresarial en la gestión de los centros que incremente el poder de las direcciones sin el correspondiente control, que busque criterios de rentabilidad en los resultados de los centros y apunte a senderos donde se privatice aún más -no olvidemos el escándalo de la concertada- algunos servicios educativos (De hecho, ya ahora, la limpieza de los institutos se gestiona por empresas privadas).

Días habrá para comentar el estilo del conseller, sus declaraciones inexactas, sus anuncios incumplidos, su estilo, su subido estilo hoy netamente rebajado ante el éxito de la movilización, el papel y dependencia de los medios de comunicación, las afirmaciones de los periodistas-estrella, la importancia de las convocatorias unitarias, el malestar (justificado) del profesorado. Largo etcétera. Importa ahora otra cosa, entender el marco teórico desde el  que se gobierna, desde el que se trabaja, desde el que se quieren introducir cambios de gestión, desde el que se conduce la educación preuniversitaria en Cataluña. Una visita, una visita del conseller, dice esta vez más que 1.000 interesantes panfletos y 15 sesudos volúmenes.

El señor Maragall visitó a finales de enero el Pau Claris, un instituto de secundaria situado en el centro de la ciudad,  cerca del Paseo de Sant Joan. El conseller fue a la clase de un grupo de alumnos de 4º de ESO. Unos 25. Un 75% o más del alumnado del Pau Claris es de familias inmigrantes. El conseller preguntó en ese curso qué alumnos tenían intención de cursar estudios de bachiller al año siguiente. Cuatro, sólo cuatro levantaron la mano. El conseller no les felicitó, ni les animó, ni les ofreció todo  su apoyo, ni sugirió al resto de alumnos que siguieran ese sendero. Todo lo contrario. Les comentó que era inútil, que para qué iban a seguir ese tipo de estudios, que lo mejor era que hicieran ciclos formativos, que este tipo de estudios eran más prácticas, que de este modo podrían adquirir formación laboral de calidad con rapidez. Adelante, a por los ciclos, ese fue su grito de guerra.

No pidió disculpas al día siguiente. No llamó a la dirección para dar cuenta de su equivocación. No dijo que había tenido un mal momento. El conseller dijo lo que dijo y estaba ufano, muy feliz, de haberlo dicho. Esos alumnos de familias empobrecidas están destinados a lo que están destinados.

Es, no lo olvidemos, el conseller de educación de un gobierno autodenominado de izquierdas y catalanista al cual, por cierto, muchos ciudadanos hemos otorgado nuestro voto (a los partidos de su gobierno, no a su partido en concreto desde luego). Ese es su marco teórico-político-moral. ¿Para qué van a esforzarse cuatro alumnos de familias pobres e inmigrantes en estudiar bachiller y seguir luego carreras inútiles como historia, astrofísica, química inorgánica o filología árabe si pueden adquirir una formación práctica que les permita ser en un futuro muy próximo proletariado cualificado, explotado, precarizado, sin aristas culturales?

Sangrante paradoja. Probablemente más del 90% de los manifestantes de este mañana son votantes de los partidos que forman el gobierno tripartito catalán. La base social del gobierno en contra de ese mismo gobierno.

Créanme. Los tiempos están cambiando. No es sólo un lema desgastado. Se palpa en el ambiente. Es tiempo de resistencia ¿No oyen los tambores que anuncian rebelión, no resuenan con suficiente fuerza?

 

[1] El giro era del agrado de otro maestro barcelonés, de Manuel Sacristán.

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