Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Entrevista a John Berger en La Contra de La Vanguardia

Yo creo que evolucionamos a través de la práctica y no de la teoría. Evolucionamos haciendo cosas, no pensándolas. Y también creo que hay que hacer cosas con otros y no solos. De la acción conjunta es de donde sale la energía para avanzar.

13/11/2000

Tengo 74 años recién cumplidos. Nací en Londres y vivo en un pueblecito de la Alta Saboya. Me escapé del internado a los 16 años y no fui a la universidad. Ya no estoy casado pero tengo pareja, tres hijos y un nieto. La política es muy compleja y depende de dónde, cuándo y por qué. Creo en Dios. Publico "King" (Alfaguara)

Yo creo que evolucionamos a través de la práctica y no de la teoría. Evolucionamos haciendo cosas, no pensándolas. Y también creo que hay que hacer cosas con otros y no solos. De la acción conjunta es de donde sale la energía para avanzar. Por qué huyó usted de un futuro certero? -Como todos los prisioneros soñaba con escapar. Da igual que sea de un internado de Oxford. -¿Adónde fue? -Me interesaba mucho la pintura y conocí a un pintor francés que creyó que yo tenía talento y me acogió en su casa. Luego me fui a Londres a estudiar arte con una beca, pero todo acabó cuando tuve que alistarme en el Ejército, era el año 1944. -¿Qué ocurrió allí? -Uno de cada cinco reclutas no sabía leer ni escribir. Venían a mí, me explicaban sus sentimientos y yo los redactaba. Creo que así empezó mi carrera como escritor público. -En su literatura, cruda y real, siempre hay esperanza. -Pienso que para escribir una historia sin salida, más vale callarse. -¿Qué es para usted la esperanza? -Una llama en la oscuridad que te permi-te ver. -Su sencillez puede parecer ingenuidad. -Lo sé, pero la ingenuidad no debe confundirse con la "ignorancia criminal", que consiste en no querer saber, en no querer mirar, en no querer hablar y en no querer escuchar. -Usted básicamente ha mirado. -Sí, la vista ha sido mi sentido: durante 30 años me he dedicado a pintar y escribiendo explico lo que veo. Sin embargo ahora, de los cinco sentidos, me quedo con el tacto. -¿Por qué? -Veo demasiado. -Ese es un dolor de la madurez. -Para mí la madurez es algo así: cada cultura tiene su imagen del paraíso. Por ejemplo, el islam lo imagina como un jardín con flores y creo que es porque pertenecen a la cultura del desierto y el paraíso es lo opuesto a su dolor cotidiano. -¿Y qué tiene que ver eso con el tacto? -La terapia del contacto da la vuelta al dolor, y de eso te das cuenta con la madurez. -¿Toda cara tiene su cruz? -No, el paraíso y el dolor tienen que ver con el alma y con la felicidad humana. Lo de la cara y la cruz es un cliché de la fatiga. -¿Verdad y dolor van unidos? -En la medida en que es difícil enfrentarse a ambos. Hay dolor cada día. Le voy a contar algo que hace tiempo que me ronda por la cabeza, quizá piense que soy un idiota… -No. -He observado que entre los españoles, tengan o no un trato íntimo, hay un intercambio de tacto, algo muy certero, una forma de contacto que es más evidente que en otras culturas y creo que eso tiene que ver con el dolor. ¿Piensa que estoy loco? -No. -…La fisicalidad de los italianos tiene que ver con el placer, pero aquí tiene que ver con el consuelo. -A usted, ¿qué recuerdos le consuelan? -Hay tantos… la vida está llena de recuerdos y tenemos una forma rara de recordar. Creo que hay algo parecido a una memoria genética, tenemos incorporadas todas las vidas que nos han precedido. Yo, a veces, me siento miembro de las inundaciones de la época del Arca de Noé. -¿? -Es una sensación de un recuerdo. Es como si escuchásemos la memoria genética, de la misma manera que se puede escuchar el lenguaje de las piedras, de las raíces de los árboles o de las nubes. -Cuénteme un recuerdo cercano… -Hace poco, después de 60 años, decidí visitar la casa de mi infancia: estaba prácticamente igual. Los inquilinos me invitaron a entrar y me fui al pequeño riachuelo que había al final del jardín donde a los 4 años construía pequeños puentes con mi padre. -¿Y? -Al otro lado del riachuelo vi un gran olmo que había olvidado. Pero al verlo recordé cada nudo, cada forma, como si estuviera reconociendo una cara. -¿Y qué significa eso? -Significa que recordamos más de lo que sabemos. -¿El pensamiento no nos construye? -Yo creo que evolucionamos a través de la práctica y no de la teoría. Evolucionamos haciendo cosas, no pensándolas. Y también creo que hay que hacer cosas con otros y no solos. De la acción conjunta es de donde sale la energía para avanzar. Se cree que la energía proviene del interior. -¿Y no es cierto? -No, en realidad la energía nos viene dada desde fuera. -¿Como el don de la escritura? -Sí, yo también creo que el talento es un don que nos viene dado. -Y usted lo usa para dar voz a aquellos que no la tienen: indigentes, enfermos… -Creo que si no usase mi talento para dar voz a aquellos que no la tienen no me lo perdonaría. -Ese sería el gobernante ideal… -Desengáñese, hoy los políticos están totalmente desacreditados porque esconden más que enseñan. Ahora le toca el turno a la sociedad civil. -A mí eso me ilusiona. -A mí también. ¿Sabe?, creo que cuando llevas tiempo trabajando en algo las cosas vienen a ayudarte. Imagine que tiene que mover un montón de piedras: se hace interminable, pero llega un momento en el que parece que las piedras se ponen de tu parte. -En su crudeza hay mucha belleza. -Mire las cosas de cerca, tóquelas. El ruido de la información es sordo y la prisa incesante es ciega. Elimínela y la belleza saldrá a la superficie.

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«Estoy con los pobres porque ellos escriben las canciones»

Elena Poniatowska

Entrevista a John Berger, escritor, pintor y crítico de arte

La Jornada

Incansable, a sus 81 años el intelectual llegó a México desde su hogar, al pie del Montblanc, para participar en el homenaje a Andrés Aubry. En su camino al sureste, el autor de G. visitó su casa editorial en México, La Jornada, para dejar algunas impresiones

Nunca pensé que fuera tan accesible, tan cálido, tan a nuestro alcance. En la soleada casa de la filósofa Fernanda Navarro (quien trató a Bertrand Russell), en la calle de Las Flores, Beverly y John Berger esperan el momento de irse a Chiapas a rendirle homenaje a Andrés Aubry. Creí que Berger era muy alto y no, él y Beverly, su mujer, son de la misma altura y tienen el pelo blanco, bueno, ella no tanto. Como esas parejas que se aman, han ido pareciéndose a lo largo de los años y Beverly lo escucha sin pestañear como si todo fuera nuevo para ella. Lo escucha con una intensidad de lámpara votiva.

Aunque apenas descendieron del avión, la pareja no experimenta el jet lag ni dicen sentirse cansados. A los 81 años, John Berger guarda una fuerza y una energía envidiables. En mangas de camisa, su abrazo es fuerte y fogoso. Todo en él es fogoso, hasta la mirada de sus ojos azules, hasta la forma en que se erizan sus cabellos blancos. Claro que para él (que vive en los Alpes, al pie del Montblanc) la ciudad en la que nosotros sentimos frío, debe parecerle un balneario.

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“Cans de palleiro: Diálogo con John Berger y Manuel Rivas sobre cultura campesina”

Víctor Sampedro

CANS DE PALLEIRO.

Una conversación con John Berguer y Manuel Rivas

Referencia: SAMPEDRO, Víctor (2002) “Cans de palleiro: Diálogo con John Berger y Manuel Rivas sobre cultura campesina” en FUNDACIÓN CONTAMÍNAME (ed.) Ciudadanos de Babel, pp. 21-48. Punto de Lectura.Madrid. ISBN 84-663-0740-0

Los encontramos en la calle. Contaban cuentos en una plaza próxima al estudio de Pedro, donde se reúnen los sin techo y los sin patria, soñando sueños de cartones de vino dentro de cartones de neveras. John Berger y Manuel Rivas se comportaban como cans de palleiro de paso por Madrid. Así les llaman en Galicia a los perros sin raza,concebidos y paridos en cualquier pajar. A pesar de ello, son animales sabios yexpertos, como los campesinos emigrados que acompañan en el destierro, en el tránsito del heno al asfalto. Vinieron a la ciudad, ladrando en dos lenguas poemas y pasajes del último libro de John Berger, titulado King: el perro que cosecha con otros “sin tierra” un vertedero afavelado de Europa. Duo de aullidos para un estandarte de harapos en honor a todos los exiliados del campo. John, vestido con el luto pueblerino de los días de fiesta, pidió silencio para escuchar los gorriones del otoño. Manuel ladró un aturuxo de mozo de aldea, semejante al que un día antes gritaban los manifestantes contra el Fondo Monetario Internacional en Praga: “Capitalismo, Canibalismo”. Y, al final, echaron a correr en frente de los grises de la memoria, girando en torno a nosotros, convocados por una bandera blancacon un lema pintado en spray rojo y negro: “King y vosotros”.

Les abordamos en el bar de la esquina para llevarles a casa, con las únicas promesas que tientan a los aldeanos: alimento, bebida y conversación. Belén, María y Rosa oficiaron el banquete. Vasos y platos siempre llenos. Sonrisas y miradas que alimentaron las esperas y los silencios, los huecos libres del diálogo. Nela, la compañera de John Berger, se reclinaba en un sillón. La guitarra y las estrofas de Pedro dieron paso una conversación en inglés, gallego y castellano.

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El hombre tranquilo

Carolina del Olmo

Minerva

John Berger me espera sentado en los escalones del vestíbulo del CBA jugando con el hijo de Marisa Camino. Me cuesta un triunfo llevármelo de allí, arrancarlo del ambiente extrañamente familiar que logra crear a su alrededor. Sin ir más lejos, el día antes, durante la concesión de la Medalla, consiguió borrar de un plumazo toda la solemnidad de este tipo de ceremonias. Berger hizo una emocionante lectura de fragmentos de su nuevo libro y, a pesar de la gran afluencia de público y de que fue una actuación seria y rebosante de amor por las cosas bien hechas, el ambiente fue casi casero: Berger le plantó un par de besos al Presidente del CBA cuando le impuso la medalla, agradeció sinceramente su colaboración a todo el personal con el que había trabajado durante el montaje de la exposición –cuyos nombres recordaba perfectamente–, y en todo momento rebosó buen humor.

Me lo llevo a un lugar tranquilo para hacer la entrevista. Nos sentamos, y veo que mira con curiosidad mi despliegue de grabadoras digitales y analógicas. Le explico que he tenido algunos problemas en el pasado y que prefiero ser precavida. Me dice que lo entiende. En cierta ocasión, lo llevaron a uno de esos cementerios de caídos en la I Guerra Mundial sembrados de pequeñas cruces blancas que abundan en Francia, con la intención de grabar material para un programa de radio. «La idea era que paseara por el cementerio yo solo y que fuera grabando lo que me venía a la cabeza mientras caminaba por entre las tumbas. Era febrero y hacía un viento y un frío espantosos, estaríamos a unos dieciocho grados bajo cero. Llegamos allí en un Jeep y el ingeniero de sonido y mi amigo, que estaba haciendo el programa, se quedaron en el coche y me dijeron “Venga. Toma el micrófono y habla cuando quieras”. Yo me fui alejando. Era un lugar encantado. A veces decía alguna cosa, otras caminaba en silencio. Continué hasta que ya no pude más. No llevaba guantes y se me estaban congelando las manos de sostener el micrófono. Volví al cabo de media hora. Ellos seguían en el coche con el motor en marcha y la calefacción encendida; me abrieron la puerta y les dije: “Sois unos cabrones” y ese tipo de cosas… Cuando ya nos alejábamos de allí, el ingeniero de sonido hizo algunas comprobaciones y descubrimos que no se había grabado nada. El frío había inutilizado la batería. En fin, tampoco fue grave; en realidad, no había mucho que decir».

En sus novelas y, en concreto, en la trilogía De sus fatigas, tanto el mundo del trabajo como la idea de unas fuerzas económicas que moldean la vida de la gente tienen una presencia fundamental, algo que llama poderosamente la atención en el panorama de la literatura actual, poblado de personajes que no parecen trabajar para vivir. ¿Se siente solo en el mundo literario contemporáneo?

No, no me siento solo, aunque lo que dice es bastante cierto. Pero hay mucha gente que está intentando crear cosas diferentes, y hay personas que, aunque pertenezcan al pasado, hicieron obras muy contemporáneas. Si entra en el estudio de un pintor y ve una reproducción de un cuadro de Velázquez colgada en la pared, puede estar segura de que para ese pintor Velázquez es su contemporáneo. En ese sentido, yo, que soy inglés, considero a Dickens un contemporáneo. Y si hablamos de Rusia, Chéjov y Gorki son mis contemporáneos. Por lo demás, en la actualidad también hay escritores con los que siento que tengo mucho en común. El primero que me viene a la mente es Eduardo Galeano. Tiene unos cuentos fantásticos: Las palabras andantes es un libro muy hermoso y muy contemporáneo. En España también tienen a Manuel Rivas, quien, por cierto, demuestra tener un gran sentido de la historia.

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