Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La organización como consecuencia de la práctica

Grupo “Imprimerie 34”

(La Lanterne Noire [1] 6/7, Noviembre de 1976)

¿Por qué hoy en día se ha abierto el debate sobre el problema de la organización? Ciertamente, para muchos por la necesidad de expandir su horizonte de posibilidades informativas, de ayuda y eventualmente de práctica común. Porque el capital ha generalizado hasta la totalidad su dominación, de manera que los problemas se instalan a nivel internacional. Porque también se consolidan de forma creciente las prerrogativas del Estado moderno, un peligro para toda perspectiva de emancipación.

Pero siempre ha sido por estas buenas razones que se ha planteado el problema de “la organización”, sin ser jamás resuelto, más aún, siempre fracasado. ¿Entonces por qué se plantea?

Porque siempre marchamos con la cabeza gacha, tomamos el problema al revés, asumiendo la organización como premisa y no como consecuencia de la práctica.

La Historia viene a llenar el vacío. Sea 1917, 1936, la Alemania del 21. Relacionándose con la época de los grandes días no vividos, con una insistencia casi religiosa, los “atormentados de la organización” extraen los desperdicios de los tachos de basura de la historia para así equiparse: se organizan. En seguida, creen que desde ahí emanará una práctica, pese a lo poco probado del mecanismo. Se trata de la gestión leninista, con todo lo que teórica y prácticamente comporta: la revolución es un problema de organizaciones revolucionarias, hay que reclutar, etc. Cada formula pasada tiene sus adoradores y tiene visos de perspectiva (federalismo contra centralismo, sindicato contra partido, consejo obrero, etc.).

Pero incluso estas organizaciones revolucionarias del pasado fueron tanto un producto como un factor de esa lucha; sus vidas sólo dependían de sí mismas y vivían de la agitación general. La fuerza, la existencia de estos reagrupamientos, que ahora no se perciben más que en la reducción libresca, estaba en las comunas, los barrios, las fábricas; núcleos de proletarios que frente a las tareas inmediatas y concretas se hicieron capaces de actuar contra las antiguas relaciones sociales. A nivel de su existencia cotidiana. Esta no emanaba de una Organización política previa a la lucha real. Y cuando esto se hizo así (¡actúen así!) fue catastrófico; escindidas del movimiento real, las organizaciones eran como un miembro amputado del cuerpo, destinadas a la muerte o a ser conservadas artificialmente, como sectas. La historia nos enseña también de esta dialéctica entre reflexión y práctica, la práctica y su organización. ¿Por qué habría de ser de otra manera hoy en día? Y precisamente la crisis del moderno izquierdismo, durante 1976, aún cuando sea de ideología libertaria, expresa bien la poca realidad de este repetitivo abstracto, de la escisión entre la vida real y la buena voluntad abstracta. El origen social de tal movimiento – esencialmente intelectual, estudiantil, universitario – no es extraño. Es la desencarnación y la “cultura subversiva” que hace las veces de realidad social.

La razón del fracaso permanente de las tentativas de reagrupamiento se encuentra allí: no organizamos la idea, sino la mancomunación de nuestras necesidades puestas en práctica.

Estas necesidades, esta rebelión contra el orden existente, nacen y se reproducen cotidianamente en cada uno. Ellas pueden marinar, dar vueltas en torno a sí mismas y acabar como caldillo existencial; también pueden ser puestas en acción, expresadas, ser expresadas. Aquel que se plantea, donde sea que se encuentre y con coherencia, el problema de SU propia insumisión, se planteará al mismo tiempo el de los medios que le resultan necesarios, de modo tan natural como el hambriento se plantea el problema de satisfacer su hambre. Es ahí de donde el encuentro con otros extrae su realidad: en una crítica del mundo existente que, dado que ya ha sido expresada, favorece la coincidencia de intereses, de aspiraciones comunes. Esta puede ser hecha a partir de lo experimentado en su propia calle, en su casa, y quién sabe, pero ciertamente con un grado mucho mayor de realidad que partiendo de la experiencia latino americana [2].

Entonces y solamente entonces se puede tener algún interés en encontrar a otros proletarios, quienes saben que comparten la necesidad de luchar, los que pueden ayudar a la resolución de tal o cual dificultad. No puede haber encuentro que no sea interesado.

La autonomía de cada uno, su propia iniciativa, ciertamente es en estas condiciones el mejor medio para remontar la marcha: porque saben ya marchar, no paralicemos a los otros.

Si hoy en día aún hay UN problema de la organización es porque la realidad ha sido invertida y la especificidad de una interrogación como esa resulta aberrante. Lo que se debería plantear, sobre lo que se debería informar, es más bien de la existencia o no existencia de una práctica de lucha contra la sobrevivencia, sus instituciones, los medios que se nos dan – o no – y las perspectivas que descubrimos ahí. Las necesidades de cada uno de nosotros. Se trata por tanto de un espíritu de proposición, de creatividad subversiva y por tanto de los medios para la realización que deben, desde nuestra perspectiva, ser suscitados. La relación entre nosotros no puede ser real más que sobre la base de este tipo de acuerdo. El resultado positivo de este crea realmente una relación de confianza, de interés de continuidad, sin implicar, por tanto, su sistematización, su formalización.

Tal es desde nuestra perspectiva el verdadero debate, al que ningún discurso sobre “la organización” en tanto idea pura, mitigará.

Notas

[1] Revista que apareció en Francia entre 1974 y 1978. Aunaba a antiguos miembros de ICO (Information et Correspondance Ouvrière) y de Noir & Rouge (Nota del traductor).

[2] Sin duda se hace referencia a la motivación “tercer mundista” que determinaba (¿determina?) a muchos a asumir la insumisión contra el orden existente (Nota del traductor).

Traducción de Jorge Budrovich S.

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