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¿El Patrimonio es cosa de ricos?

María-Cruz Santos

A principios de los años 70 del pasado siglo el gobierno lanzó una campaña para frenar los incendios forestales con el lema: «Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema». La voz popular rápidamente le puso una coletilla: «Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema, señor Marqués»”. Pocas semanas, o días después, el genial Perich lo publicó ligeramente cambiado: «Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema, Sr. Conde» pero el original decía «marqués». Todos en esa época, sonreían cómplices. No sé si hoy la coletilla tendría el mismo éxito. En estos años hemos aprendido que, aunque el bosque sea propiedad del marqués o el conde, si se quema, todo el mundo pierde.

¿Ha habido el mismo cambio en el concepto que tenemos del patrimonio? ¿Se siente que el patrimonio es algo que pertenece a todos? Algo se va consiguiendo, lentamente. Surgen asociaciones y plataformas que defienden elementos que los representan, aunque casi siempre con poca repercusión. Una gran mayoría de la población continúa identificando patrimonio exclusivamente con monumentos u obras de arte que están en manos de unos pocos. El caso es que el concepto de patrimonio ha ido evolucionando y abarca mucho más de lo que normalmente se piensa.

La utilidad del patrimonio

Al hablar de patrimonio casi siempre, de forma consciente o inconsciente, asociamos conceptos como antigüedad y tradición. En el siglo XIX ambos conceptos resultarán útiles en la construcción de las nuevas naciones y en el reforzamiento del espíritu patriótico de las viejas. Todas, en mayor o menor medida, echarán mano del pasado para elaborar su discurso nacional y, para reforzarlo, ahí estaban las piedras viejas, las ruinas que servían para cimentar pasados de grandeza. Incluso se inventa este pasado. Muchos de los monumentos que admiramos hoy en día, barrios por los que nos paseamos “viendo cómo se vivía antiguamente”, son “inventos” de arquitectos e ideólogos, o arquitectos-ideólogos, que ofrecen su propia interpretación. Nôtre Dame, de París, un bien emblemático que nos ilustra en muchas cosas, es uno de esos inventos.

Ciertamente Nôtre Dame es una catedral de la Edad Media, la primera catedral gótica, pero el aspecto que todos recordamos antes del incendio es el resultado de la restauración que a mitad del siglo XIX hizo Viollet-le-Duc. Él aumentó las ventanas hasta esos tamaños que recordamos, él la dotó de los hermosos arbotantes ligeros y estilizados que la asemejaban a un barco flotando en el Sena. Viollet-le-Duc también se “inventó” Carcasona y más cosas. Podemos ser muy críticos con sus criterios, pero Viollet-le-Duc es una referencia entre los especialistas en restauración. Él está en el origen de todas las teorías que han venido después.

Por hablar de cosas que nos pillan más cerca podemos ocuparnos de Puig i Cadafalch, arquitecto, historiador del arte, político… Gracias a su iniciativa se ha salvado la mayor parte del patrimonio románico catalán que se guarda en MNAC, donde está una de las mejores colecciones románicas del mundo. Puig i Cadafalch, genial arquitecto modernista, se «inventó» el Barrio Gótico de Barcelona. Aprovechó la circunstancia de que se estaba abriendo la Vía Layetana de Barcelona. La mayoría de edificios fueron al suelo, pero había más de un palacio notable que fue trasladado al lugar donde ahora se encuentra. Un caso es la Casa Padellás, actual Museo de Historia de Barcelona. Ahí, además, decidió que la casa típica catalana contaba con una remonta porticada y, ahí la tenemos, mirando a la Plaza del Rey, un añadido tardo medieval del siglo XX.

Personas como Viollet-le-Duc o Puig i Cadafalch tienen el mérito, o demérito, de haber hecho del patrimonio un valor identitario y político, lo que seguramente ha servido para salvarlo. Pensemos en Tarragona, allí parte del patrimonio romano, de las piedras romanas, las podemos admirar formando parte de los muros de la catedral. El reaprovechamiento ha formado parte de la vida cotidiana des de siempre.

Nace la idea del derecho universal al patrimonio

La Primera Guerra mundial impactó profundamente en la sociedad. Las pérdidas de vidas, las secuelas que dejó en muchos hombres y mujeres tanto física como mentales, horrorizó a los contemporáneos. Las pérdidas materiales no tenían precedentes y lo mismo ocurrió con los bienes considerados patrimoniales. Lentamente y de una manera un tanto farisea, el patrimonio, su conservación y significado, entró en las agendas de los políticos del mundo.

En 1931 hubo una reunión en Atenas auspiciada por la Sociedad de Naciones. A los expertos allí reunidos les preocupaba salvar el patrimonio mundial ante la devastación sufrida entre 1914 y 1918. El resultado fue la “Carta de Atenas”. Fue el primero de estos documentos, el que sentó las bases de lo que ha venido después. En ella se habla de conservación de monumentos, de normas para la conservación y la restauración y del respeto que el arquitecto debe al bien. También se preocupa de la administración y la legislación. A esta última concede especial atención porque era necesario compaginar las sensibilidades de los distintos países representados. La Carta reconoce el valor universal del patrimonio, destaca que el derecho general sobre el mismo es superior al derecho particular de sus propietarios, con lo que concede autoridad moral a los estados para intervenir cuando peligre la conservación o el bien pueda ser desfigurado. Otro punto interesante es que da la responsabilidad a toda la comunidad en la conservación y preservación del bien, la comunidad internacional, pero también la más cercana, y alienta y exige la cooperación de expertos internacionales en las intervenciones cuando no los haya, o sea conveniente, en el país donde el bien se localice.

Por otro lado, entiende que el bien está ligado a un entorno que es el que le da significado. Es decir, el bien ha de conservarse preferentemente en el lugar para el que fue creado y en uso, siempre que ambas cosas sean posibles, de lo contrario, se opta por la conservación, aunque se deslocalice o se suprima cualquier uso.

La Carta de Atenas daba solo orientaciones y recomendaciones, no era de obligado cumplimiento. Tampoco lo son los distintos documentos que en el mismo sentido se han ido publicando desde entonces. Los tiempos complicados que fueron los años 30 impidieron nuevos encuentros en el mismo sentido, pero la Segunda Guerra Mundial produjo una destrucción de bienes patrimoniales aún mayor que la producida por la Primera Guerra Mundial y la Carta de Atenas sirvió para orientar y ofrecer criterios generales para la restauración, un punto importante a tener en cuenta es que se admitía el uso de materiales modernos siempre que no quedaran a la vista. En este momento algunas tendencias reclaman cada vez con más fuerza, el uso de materiales y técnicas históricas en la conservación y restauración.

Desde 1945 la UNESCO tomó el relevo en la protección del patrimonio, dando directrices sobre las buenas prácticas, ampliando el concepto de bien patrimonial y la producción de documentos donde los expertos mundiales consensúan tantos conceptos como criterios y técnicas a usar. Probablemente lo más importante sea la consideración del patrimonio como un bien universal al que todo el mundo tiene derecho porque el acceso a la cultura es un derecho humano. En este sentido, la declaración de bien cultural o de Patrimonio de la Humanidad, conlleva la obligación de permitir su visita pública. Y lo mismo ocurre cuando un bien es declarado BIC (Bien de Interés Cultural) por España

Desde 1964, cuando se redacta la Carta de Venecia, el concepto de lo que es patrimonio no ha hecho más que ampliarse. Junto a bienes histórico y artísticos, sin que se observe un orden cronológico, se ha ido reconociendo como patrimonio el paisaje, el legado industrial, el urbanismo – muy presente ya en la Carta de Atenas – o el llamado patrimonio inmaterial.

El patrimonio inmaterial en un principio venía ligado a elementos como las técnicas constructivas, las fiestas o las tradiciones, así han sido declarados patrimonio inmaterial la técnica de la piedra seca, universal en la cuenca mediterránea, o tradiciones como el “Misterio de Elche”, por hablar únicamente de nuestro país. Un elemento interesante del patrimonio inmaterial es que se le define como “patrimonio vivo”, es decir cambiante, que evoluciona con la evolución de la sociedad.

Últimamente se incluye en el patrimonio inmaterial todo aquello que refuerce la identidad de un colectivo y en el que se sientan reconocidos, incluso los olores (sería el caso de Aguilar de Campoo y sus fábricas de galletas que le dan un olor peculiar). En 2008 ICOMOS, organización de profesionales que asesora a la UNESCO en la concesión, o no, de la categoría de Patrimonio Universal de un lugar, en su declaración de Quebec, habla del “espíritu de un lugar”. El espíritu de un lugar comprende elementos tanto materiales como inmateriales. La definición que se da en la declaración dice:

El espíritu del lugar proporciona una comprensión más amplia del carácter vivo –y a la vez permanente– de los monumentos, sitios y paisajes culturales. Entrega una visión más enriquecedora, dinámica e inclusiva del patrimonio cultural. El espíritu del lugar existe, de una u otra forma, en prácticamente todas las culturas del mundo y es construido por los seres humanos en respuesta a sus necesidades sociales. Las comunidades que habitan el lugar, especialmente cuando son sociedades tradicionales, deberían estar estrechamente vinculadas a la protección de su memoria, vitalidad, continuidad y espiritualidad.

Política, patrimonio y Patrimonio de la Humanidad

Como ya ha quedado explícito, el concepto de patrimonio surge ligado a la historia y el arte. Su desarrollo en el siglo XIX va unido a la aparición de los nacionalismos. En España la preocupación por el patrimonio Histórico-artístico viene de lejos, sin embargo, hasta 1844 no se crea una comisión encargada de hacer un inventario de todos los bienes histórico-artísticos, tanto muebles como inmuebles. La primera ley española donde se regula su nivel de protección y responsables de su conservación es de 1876.

La Dictadura de Primo de Rivera elaboró un Decreto-Ley (agosto 1926) sobre la protección y conservación de la riqueza artística. Este Decreto fue desarrollado por la República por una Ley en 1933. La trabazón jurídica de dicha ley, como muchas otras elaboradas en aquellos años, permitió que estuviera vigente hasta 1985, cuando vio la luz la actual Ley estatal del Patrimonio. Las protecciones que establece no pueden ser rebajadas por las comunidades autónomas (todas tienen competencias para legislar en esta materia) pero sí pueden ser aumentadas, así, por ejemplo, la ley de 1985 no reconoce el legado industrial como patrimonio, pero si la hace la ley catalana de 1993. En este momento existe un anteproyecto que modificará la ley de 1985 en cosas como la inclusión del paisaje o el mismo patrimonio industrial. El período para recibir propuestas al anteproyecto acabó justamente el 19 del mes actual (julio 2021).

Las asociaciones de defensa del patrimonio hemos presentado nuestras propuestas entre las que destaca la reclamación de un papel más activo en las decisiones administrativas de las asociaciones. Algo que queda recogido en el Convenio Europeo de Faro de 2011 y que España firmó. Personalmente encuentro a faltar un reforzamiento de la inspección, como ocurre en otros ámbitos, lo que ha llevado a declaraciones como esta del Fiscal Javier Rufino, «Con estas leyes, sale barato dañar y expoliar el patrimonio histórico»[1].

En la declaración de Patrimonio Universal cabe destacar que 3 países estamos en la cabeza del patrimonio, China, Italia y España por este orden. El deseo de la UNESCO de reforzar la identidad de otros pueblos, sobre todo antiguos pueblos coloniales, tiene un peso importante en las decisiones que se toman, lo que demuestra la importancia de los bienes patrimoniales en la política, no lo digo en un sentido peyorativos, todo lo contrario, el reconocimiento de los valores culturales de un pueblo o lugar, creo que son muy importantes para, como se dice ahora, empoderarlos. La declaración de bien Patrimonio Universal de la Humanidad despierta expectación y mueve la política de todos los países, especialmente de aquellos en los que el turismo tiene un peso importante en su economía, hoy en día, prácticamente todos. Este año de 2021 la llamada “Milla del Arte de Madrid”, el Paseo del Prado y el Retiro han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. Entre los méritos considerados se encuentra “su luz”, algo inmaterial. La declaración es reciente y ha originado una viva polémica, protestas de los vecinos y de personalidades como Alicia Torijo, antigua Presidenta de ICOMOS-España. Los argumentos, para no aburrir, se basan sobre todo en el escaso, por no decir nulo, interés y cuidado de las autoridades madrileñas que en los últimos años han destacado por sus desmanes.

Hay que tener en cuenta que conseguir la declaración no es irreversible. Este año, por ejemplo, ha perdido la calificación de Patrimonio Universal de la Humanidad el puerto de Liverpool por la construcción de 2 nuevos edificios que han alterado su imagen de puerto del desarrollo industrial.

España el tercer país con más patrimonio del mundo

Esta constatación nos lleva a esta pregunta: ¿Y qué hacemos con tanto patrimonio? El problema afecta sobre todo cuando el bien no es mueble, es decir, no son pinturas, libros, obras de arte, para decirlo brevemente. No es posible mantener tal cantidad de edificios en desuso. Lo mejor, ya se decía en la Carta de Atenas, es darles un uso, siempre que sea posible porque inmuebles de culturas antiguas se hallan muy lejos de nuestras necesidades y cultura como para poder adaptarlos.

HABITAR es un grupo de investigación ligado a las Escuelas de arquitectura de Barcelona y del Vallés de la UPC. HABITAR ha elaborado el Atlas del aprovechamiento arquitectónico. Un estudio crítico de los edificios reutilizados de Barcelona, (2019). Es el censo de edificios algunos de los cuales han venido reutilizándose desde la época romanan, un ejemplo sería el Pati Llimona que ha pasado de puerta de la ciudad y baños públicos, en época romana, a centro cívico, pasando por castillo visigótico o vivienda. HABITAR defiende la ocupación “viva” de los edificios, estudiando el uso al que se destina, un uso respetuoso con el bien y observando las normas de cualquier buena rehabilitación: que sea reversible, que permita reconocer el bien original y explique los procesos por los que ha pasado. El patrimonio ha de ser algo vivo que no falsee la historia.

De hecho, uno de los principales objetivos del patrimonio es explicar la historia, reconocer el pasado y entender la evolución que nos ha traído hasta el presente. Por eso es tan importante proteger el bien y su entorno que es lo que lo hace inteligible.

El Patrimonio ha de ser fuente de creación de riqueza. El turismo.

En casi todos los documentos que podemos encontrar se habla de que el patrimonio, además de elevar la autoestima y reforzar la identidad de un colectivo, ha de ser también dinamizador de la economía del lugar, ¿cómo? No parece que ese aspecto esté tan claro. La salida más inmediata y la más frecuente con mucha diferencia, es el fomento del turismo. Ciertamente es algo muy razonable puesto que se declara que el derecho al acceso a cualquier bien es universal y, por tanto, ha de ser visitable.

La realidad es que el turismo es una hoja de doble filo. El exceso de visitas, en sí mismas, conllevan el estrés del bien. Muchos de estos vestigios del pasado son frágiles y necesitan una regulación. El ejemplo más palpable es el de las Cuevas de Altamira las visitas a las cuales son extremadamente restringidas porque las pinturas se pudieron conservar en todo su esplendor solo gracias al aislamiento prácticamente hermético y un exceso de CO2 las ponen en peligro.

Sin llegar al extremo de Altamira, una gran mayoría de lugares se pueden degradar, o ya se degradan, por el aluvión de visitantes. Es lo que se entiende por estrés del edificio (¿Son razonables visitas de miles de visitantes cada día como ocurre en la Sagrada Familia?)

Hay otros efectos no deseados asociados al turismo. El cambio que sufren los entornos de los monumentos para poder dar servicio (muchas veces es simple servilismo) a los visitantes. Sin olvidar el no tan reciente fenómeno de la “gentrificación” que expulsa a los vecinos por el aumento del coste de vida en sus barrios de toda la vida hacia áreas alejadas del centro. Por señalar solo uno más, y no menor, la transformación y vaciado de contenido que con frecuencia han sufrido monumentos en sus rehabilitaciones, cuando el arquitecto “estrella” del momento ha querido dejar su firma en forma de elementos “modernos” que poco o nada tienen que ver con la historia y la vida del monumento. O, más directamente, cuando se transforma en establecimiento hotelero y se amplían espacios, o se reducen, se igualan desniveles, se añaden elementos que poco o nada tienen que ver con el edificio original, como spas, y que obligan a instalaciones irreversibles y que liquidan todo el significado y el contexto histórico en el que castillo, convento o lo que fue creado y el fin para el que servía.

Hoy por hoy, el turismo se está convirtiendo en uno de los grandes peligros para nuestros entornos patrimoniales. Igualmente ha devenido en destructor de paisajes pintorescos, esos mismos que atraen las visitas, y es causa de graves alteraciones del sistema ecológico. No es un problema exclusivamente español. La imagen de un crucero al lado del Palacio de Signoria de Venecia, al que casi doblaba en altitud, dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo del sin sentido en que se ha transformado el turismo y la depredación de todo tipo de bienes que representa. Todo en medio de unas tendencias económicas que, a pesar de las declaraciones en favor de un desarrollo sostenible, en realidad estimulan y protegen el monocultivo de los viajes turísticos. El Ayuntamiento de Barcelona que continuamente hace referencia a la ecología, al tomar una decisión, no pone ningún inconveniente, no limita la llegada de cruceros, auténticos rascacielos flotantes, al puerto de la ciudad, ni parece desviarse para nada del objetivo de que la capital catalana sea el centro de cruceros más importante del Mediterráneo, una carrera en la que no es la única ciudad española pues Valencia tiene intenciones serias de desbancarla, y eso, a pesar de lo enormemente contaminantes que son esas grandes naves que en ningún momento paran sus máquinas.

Acabando sin que el tema se haya agotado

¿Es el Patrimonio una cosa de ricos? Espero haber mostrado como no es así como se ve por los expertos. Que no es la intención conservar para los privilegiados, sino para todo el mundo.

Para mí hay otra razón que, la verdad, nunca he visto entre los argumentos que dan los documentos que he leído: son la herencia del trabajo de mucha gente, porque remedando a Miguel Hernández:

No los levanto la nada
Ni el dinero, ni el señor,
Sino el esfuerzo callado
El trabajo y el sudor.

 

Notas

[1] Entrevista al fiscal Javier Rufino en ABC de Sevilla, 16 agosto 2020

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