La deslumbrante prosa de un poeta concernido
Salvador López Arnal
Reseña de: Antonio Machado a Barcelona (1938-1939). Articles a La Vanguardia, Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 2021, 143 páginas
Para el Colectivo Juan de Mairena, por su decir comprometido, por su hacer desinteresado.
Para Carlos Jímenez Villarejo, porque nunca se calla… cuando hay que hablar.
Como tantos otros ciudadanos españoles [1], Antonio Machado se vio obligado a abandonar su casa de Madrid en noviembre de 1936. Rocafort (Valencia) fue su primer destino (hasta abril de 1938; allí escribió «El crimen fue en Granada»). Desde allí, conforme iban avanzando las tropas fascistas, llegó a Barcelona («ciudad de veras, ciudad magnífica, la primera de España sin ningún género de dudas») a principios de abril, acompañado de su madre, su hermano José, su cuñada y sus tres hijas. Pasó unas dos semanas en el hotel Majestic (entonces Majestic Inglaterra, una placa lo recuerda), entonces un centro de refugiados (coincidió allí con León Felipe y José Bergamín), y vivió más tarde en la torre Castanyer, en el barrio de Sant Gervasi. Allí pasó unos nueve meses, hasta la medianoche del 22 de enero de 1939 (un mes antes de su fallecimiento), cuando emprendió el camino del exilio.
A su llegada a Barcelona, recuerda Alonso, al igual que otros muchos intelectuales, fue recibido en el Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad sito en la Diagonal barcelonesa, por el subsecretario de estado Wenceslao Roces, posterior filósofo marxista exiliado traductor de El Capital, y por el ministro Segundo Blanco González.
La insistencia y buen hacer del Colectivo Juan de Mairena consiguió que el Consejo Plenario de Ayuntamiento barcelonés, en sesión de julio de 2020, aprobara –¡por fin!– la adhesión de la ciudad a la Red de Ciudades Machadianas, red de la que ya forman parte Sevilla, Madrid, Soria, Baeza, Segovia, Rocafort y Colliure. Falta París, otra ciudad en la que también vivió el poeta de los «Proverbios y cantares».
Con motivo de la incorporación de Barcelona a la red machadiana, el Ayuntamiento de la ciudad ha publicado un libro que reúne por primera vez de forma monográfica los 29 artículos que Machado publicó en La Vanguardia [LV] durante su estancia en Barcelona, algunos de ellos no recogidos en sus Prosas completas. Excepto el primero, de 1937, y el último, de enero de 1939, el resto están fechados en 1938. Una buena parte de los artículos recogidos pertenecen a la serie «Desde el mirador de la guerra». El primero, «El poeta y el pueblo», es parte del discurso pronunciado en Valenci.a en la sesión de clausura del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. El segundo, el primero encargado por LV, 27/3/1938, lleva por título «Notas inactuales, a la manera de Juan de Mairena». El primero artículo de la serie «Desde el mirador de la guerra» lo publica el 3 de mayo de 1938: «Mairena póstumo». Las ilustraciones de la portada (¡magnífica!) son de Ramón Gaya, publicadas en la revista Hora de España, donde también escribió Machado.
A lo largo de estas páginas, con una prosa envidiable, certera y cristalina, sin ambigüedades, sin retórica engañosa, muy consciente de lo que la España republicana (y el mundo democrático y antifascista) se estaba jugando, siempre en tensión poliética, se nos muestra el Machado más directamente antifascista, el más enrabiado, el más hondamente político, el de «para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse, ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícita las dos más hondas paradojas de la ética: solo se pierde lo que se guarda, solo se gana lo que se da.» (10/7/1937). Y con sentido del humor. Un ejemplo:
«El timbre avisará a los viajeros la salida de todos los trenes son cinco minutos de anticipación. Así rezaba un grueso letrero escrito en la pared del restaurante continuo al andén de una estación importante. Mairena apuraba tranquilamente su café, cuando oyó silbar una locomotora.
–Mozo –exclamó aterrado–, ¿es verdad lo que dice ese letrero?
–Sin duda, señor. El timbre avisará.. cuando lo pongamos.
–Pero…
–Todavía no nos hemos decidido a ponerlo.»
Algunas de las constantes que el lector/a observará en los artículos recogidos:
1. Dura e insistente crítica a la falsa y cínica política de neutralidad, de «no intervención» de los gobiernos de Francia e Inglaterra:
«Los gobiernos inglés y francés han preferido ayudar a nuestros enemigos, que son también los suyos, con la llamada no intervención, y parecen desear nuestro pronto exterminio, para entenderse con los triunfadores. Pero los triunfadores no triunfarían de nosotros únicamente, sino, sobre todo, de Inglaterra y de su aliada Francia, con un ejército en la línea de los Pirineos, dueños del golfo de Vizcaya, del estrecho de Gibraltar, de Mallorca, etc.» (6/4/1938).
«La política de Chamberlain se caracteriza por su incansable pertinencia para navegar en aguas turbias, por la ocultación constante de sus motivos y por la gran ceguera para el porvenir de Europa y, en primer término, para el porvenir de Inglaterra. Lo menos malo que puede pensarse de Chamberlain es que, convencido de la fatalidad de la guerra, considera el tiempo empleado en la fabricación de armamentos como una ventaja mayor para Inglaterra que la suma de sus claudicaciones puede serlo para sus adversarios. En este caso sólo podría acusársele de un cálculo que parece implicar un error monstruoso. Por muy abundantes que sean los elementos bélicos que Inglaterra y Francia puedan acumular en el plazo que sus adversarios les consientan, es evidente que una España totalmente sometida a Italia y a Alemania, la ocupación de Mallorca, el emplazamiento de las fuerzas enemigas en el norte de África y en el contorno de Gibraltar, de una línea ofensiva a lo largo del Pirineo y la existencia de todo un ejército en la Península perfectamente aguerrido y con hondas raíces en nuestro territorio, dueño de todas las posiciones estratégicas (todo esto supone el nuevo Munich a que parece encaminarse la política filofascista de Inglaterra y de Francia), son desventajas enormes de compensación imposible. A esto hay que añadir que la política de claudicación ante el fascio, aunque solo sea temporal, restará a Inglaterra y a Francia el apoyo de las dos grandes democracias del mundo.» (6/1/1939)
2. Defensa y elogio de la España democrático-republicana:
«España, por fortuna, la España leal a nuestra República, cuantos combaten la invasión extranjera, sin medio a lo abrumador de la fuerza bruta, habrán salvado, con el honor de la Europa occidental, la razón de nuestra continuidad en la Historia». (6/1/1939).
«Entre tanto, España, la España auténtica, lucha y trabaja, pensando en la victoria, quiero decir, en ganarla por su propio esfuerzo. Su Gobierno, identificado con el pueblo, no pide auxilio; reclama justicia. España sabe que tiene toda la razón de su parte, y que sus pilotos y sus capitanes están en sus puestos. Sabe muy bien que no son españoles sus enemigos (menos que nadie quienes se decidieron a venderla) y que la victoria o no es nada, o es algo que se da, por añadidura, a quien la merece». (6/4/1938).
«Entretanto, el doctor Negrín y Álvarez del Vayo han elevado la voz de España, sin vanagloria y sin miedo, con ese orgullo modesto, perdonadme la aparente contradictio in adjecto, con que habla siempre España en los momentos decisivos. España no es una invención de las cancillerías europeas, la resultante de un tratado de paz más o menos inepto. Lleva siglos de vida propia perfectamente definida por su raza, por su lengua, por su geografía, por su historia, por su aportación a la cultura universal. No es fácil disponer de su presente ni, mucho menos, de su porvenir. Aun suponiendo –y es mucho suponer– que pueda caer arrollada por la fuerza bestial de sus enemigos, su deber es caer con dignidad, resistir hasta el fin porque sólo así sería indefectible su resurgimiento futuro. Y, por de pronto, España piensa en la victoria, porque está segura de merecerlo.» (10/11/1938)
«España, por fortuna, la España leal a nuestra gloriosa República, cuantos combaten la invasión extranjera, sin miedo a lo abrumador de la fuerza bruta, habrán salvado, con el honor de la Europa occidental, la razón de nuestra continuidad en la Historia.» (6/1/1939).
3. Anticapitalismo:
«Habrá que reparar en cuán grande ha de ser el resentimiento y cuán hondo el odio contra la tradición y contra la continuidad histórica de tantos miles de hombres que habrían visto inmoladas, sesgadas materialmente generaciones enteras en el gran choque de las plutocracias occidentales, cuántos los llevados en alas de una retórica rezagada a una guerra implacable, para defender el predominio del capital que los esclaviza y la forma de convivencia humana que sacrifica al individuo a la estadística.» (LV, 24/07/1938)
4. Antiimperialismo y apuesta por el socialismo:
«Para combatir el imperialismo, es decir, las ambiciones desmedidas y forzosamente homicidas de las plutocracias, empecemos por arrojar nuestro Imperio a la espuerta de la basura. Después, con las armas en la mano, las armas que ese imperio nos obligó a empuñar para que le sirviéramos, vamos a servirnos a nosotros mismos y, de paso, a la humanidad entera, proclamando nuestra voluntad de estructurar y de construir un orden social más en armonía con nuestras fatalidades y con nuestra libertad, con nuestras necesidades y con nuestras aspiraciones. Desde entonces se habrá iniciado el ocaso, no precisamente de las revoluciones, sino, por el contrario, de las guerras imperiales y nacionalistas, porque toda guerra estará ya más o menos complicada con la Revolución.» (24/07/1938).
5. Elogio de la figura de Julio Álvarez del Vayo:
«Cuando Álvarez del Vayo, nuestro representante en Ginebra, pronuncia ante la Sociedad de Naciones un alegato repleto de dignidad y de lógica, todo él conducido a probar de un modo perfecto la actuación hipócrita y perversa de quienes, habiendo propuesto la no intervención en España, ayudan a los agresores intervencionistas y privan al agredido de su derecho más incontestable: el de procurarse los medios para su defensa, los representantes de Inglaterra y de Francia, Lord Halifax y su compadre M. Bonnet, responden con sendos discursos, escritos de antemano, en que ni se intenta una refutación, con dos piezas de vulgarísima oratoria diplomática que ni siquiera pretende convencer a nadie… La voz de España ha sonado serena, cortés y varonil, en boca de Álvarez del Vayo.» (22/5/1938).
6. Críticas ininterrumpidas a la praxis de la Sociedad de Naciones:
«A la brutalidad de los hechos la Historia nos tenía habituados. Nos consolaba la esperanza en la realización futura, más o menos remota, del Derecho. La Sociedad de Naciones nos aleja esta esperanza. Siglos antes que la Sociedad de Naciones viniese al mundo, se aceptaba como principio incuestionable de Derecho público que la conquista de un pueblo, el hecho bruto de la conquista, no abolía el derecho a la soberanía del soberano despojado, si éste no lo decía y se obstinaba en mantenerlo. Los pueblos se ajustaron a este principio más de una vez; otras, procuraron soslayarlo; cínicamente nunca fue contradicho. Si la conducta de Ginebra [sede de la Sociedad de Naciones] con el pobre Negus de Abisinia se convierte en precedente jurídico, el derecho público habrá retrocedido varios siglos, por obra y gracia de la Sociedad de Naciones.» (12/06/1938).
«Nunca para el bien es tarde. Quiero decir que todavía la Sociedad de Naciones pudiera redimirse de sus muchos pecados, siendo por una vez, lo que tantas veces no ha sido; un coadyuvante sincero en la ingente labor para el triunfo de la justicia entre los pueblos. Si, fiel a su corta y lamentable tradición, sigue siendo un instrumento en manos de los poderosos para asegurarse la paz armada, que es acrecentar la guerra futura, por el camino más corto, es decir, mediante el exterminio de los débiles, bien pueden los buenos checoslovacos pedir a Dios que la Sociedad de Naciones no se ocupe de ellos.» (25/9/1938)
«La Sociedad de las Naciones, ese organismo de trágica opereta, o, si lo preferís, ese esperpento, en el sentido que dio nuestro Valle Inclán a la palabra, es una institución tan al servicio de la guerra, quiero decir tan al servicio del fascio, como los cañones de Hitler y los manejos pacifistas de Chamberlain. Al gesto de España, a las palabras del doctor Negrín, de insuperable valor moral, responde con su aquiescencia a controlar la retirada de nuestros voluntarios, cuidándose muy mucho –como decíamos los académicos– de no entorpecer en lo más mínimo la actuación salvadora del Comité de No Intervención, donde figuran los invasores de España.» (6/10/1938)
7. Elogios al presidente Juan Negrín:
«Las más de las veces al vencedor lo hace el vencido, ha dicho el doctor Negrín en su magnífico discurso a la nación española, pronunciado en Madrid hace unos días. La frase, realmente lapidaria, del doctor Negrín tiene hoy un valor de circunstancias que iguala a su valor de verdad universal. Al vencedor lo hace, en efecto, el éticamente vencido, el que se adelanta a su derrota con el convencimiento de merecerla… El doctor Negrín no mienta en su discurso a nuestro Don Quijote; pero bien claro se ve que como buen español lo lleva en el alma. ¿Quién habla de rendirse –viene a decirnos– cuando estamos luchando contra los traidores de casa y la codicia de fuera? Y estos otros conceptos de estirpe platónica: cuando se lucha por la justicia, ¿quien puede estar au-dessus de la mêlée [por encima del conflicto]? (25/6/1938).
8. Contra el cinismo político y la retórica mala:
«Asusta pensar hasta qué punto los hombres pueden propugnar la paz y trabajar para la guerra futura, defender el orden social establecido y contribuir a su más implacable subversión; aterra pensar cuánta es la fe de la política europea en la retórica mala, en la virtud de las palabras horras de todo contenido, como parapetos defensivos contra las realidades futuras, como banderas para alistar incautos, o como armas arrojadizas con que achocar al adversario” (9/8/1938).
«En una clase de lógica como la nuestra –hubiera dicho Juan de Mairena a sus alumnos– es difícil tratar de política internacional, sin cometer graves yerros. ¿Comprendéis vosotros que un pueblo, mejor diré un gobierno [el francés], que abandona las fronteras de su propio territorio o las rutas que a él [el inglés] conducen, vaya a la guerra por defender las fronteras de otro país [Checoslovaquia], cualesquiera que sean los compromisos que con el tenga contraídos? Pues las cancillerías de Europa han estado a punto de convencernos de que eso no es ningún absurdo. Claro que.. a punto nada más.» (25/9/1938)
«Los profetas a la manera de Juan de Mairena (que nunca tuvo la usuraria pretensión de acertar en sus vaticinios) somos los primeros sorprendidos cuando los hechos vienen a darnos la razón. ¿Con que era cierto que Francia no iría a la guerra por mor de Checoslovaquia? ¿Que mister Chamberlain no pensó jamás que había de achicharrarse todo él por tan poca cosa, cuando no consentía en quemarse los dedos por la cuestión de España? ¿Cómo es posible que cosas tan lógicas hayan podido coincidir con los hechos?» (6/10/1938).
9. Sobre Pablo Iglesias Posse:
«Hace ya algunos años que la voz de Pablo Iglesias ha enmudecido para siempre. Yo la oí por segunda y última vez la tarde en que pedíamos aministía para los ilustres encarcelados de Cartagena. Llegados al monumento a Castelar, donde la manifestación debía disolverse, encaramado en el alto pedestal vimos aparecer a Pablo Iglesias, que nos dirigía la palabra. Las multitudes aplaudíamos. La voz del orador, algo parda y enronquecida, con aliento difícil de fuelle viejo, era todavía –para mí, al menos– la voz del compañero Iglesias, porque en ella aun vibraba aquel su acento inconfundible de humanidad auténtica…En cuanto a la voz de Pablo Iglesias, del compañero Iglesias, o, si queréis, del abuelo, yo prefiero escucharla en mi recuerdo o , mejor todavía, en labios de otros hombres no menos auténticos, no menos verdaderos, que aun nos hablan al corazón y a la inteligencia.» (16/8/1938).
10. Elogio de Barcelona y de la cercanía de lenguas maternas:
«En esta egregia Barcelona –hubiera dicho Mairena en nuestros días–, perla del mar latino, y en los campos que la rodean, y que yo me atrevo a llamar virgilianos, porque en ellos se da un perfecto equilibrio entre la obra de la Naturaleza y la del hombre, gusto de releer a Joan Maragall, a Mossèn Cinto, a Ausiàs Marc, grandes poetas de ayer, y otros, grandes también, de nuestros días. Como a través de un cristal coloreado y no del todo transparente para mí, la lengua catalana, donde yo creo sentir la montaña, la campiña y el mar, me deja ver algo de estas mentes iluminadas, de estos corazones, ardientes de nuestra Iberia. Y recuerdo el gigantesco Lulio, el gran mallorquín. ¡Si la guerra nos dejara pensar! ¡Si la guerra nos dejara sentir! ¡Bah! Lamentaciones son estas de pobre diablo. Porque la guerra es un tema de meditación como otro cualquiera, y un tema cordial esencialísimo. ¡Qué bien nos entendemos en lenguas maternas diferentes cuantos decimos, de este lado del Ebro, bajo un diluvio de iniquidades: “¡Nosotros no hemos vendido nuestra España!”. Y el que esto se diga en catalán o en castellano en nada amengua ni acrecienta su verdad.» (6/10/1938)
11. Elogio de los poetas concernidos:
“Cerrado el libro de Serrano Plaja [El hombre y el trabajo], para su relectura, que es el mayor encanto de los libros bellos, pienso en una pléyade de poetas de España que, como Lorca y Alberti, son mucho más que aprendices de folklore. La voz de Lorca se ha extinguido para siempre, pero ha sido escuchado y vive en sus libros; la de Alberti alcanza hoy su plenitud, por fortuna nuestra, en sus labios y en sus libros. Y pienso en una voz que ha enmudecido, cuando apenas pudo ser escuchada y, sin embargo, merecía escucharse. Me refiero a otra voz, como la de Lorca, asesinada [no lo fue finalmente], la de mi amigo Morón [José María Morón Gómez (https://www.diariodesevilla.es/cultura/cenizas-poeticas-Jose-Maria-Moron_0_1417358652.html)], el poeta onubense. Morón escribió un libro (y acaso llegó a publicarlo) titulado Minero de Estrellas, dedicado a los mineros de Ríotinto. Como Alberti, como Emilio Prados, como Serrano Plaja, Morón se acercó al alma del pueblo, no solamente para oírla cantar; supo también, piadosamente, escuchar su fatiga. Y descendió con él a las entrañas de la tierra, a las tinieblas de la mina… Creo que el libro de Morón debe publicarse y, si se publicó, reimprimirse.» (21/10/1938)
12. Agradecimientos a la Unión Soviética:
«Entre esos disimuladores hay algunos un tanto arrepentidos de su conducta, no por el daño que hicieron a España, sino por miedo a ser señalados entre los suyos como desleales a su patria, porque vendían como política nacional una política de clase. Entre ellos a alguno que, no contento con contribuir al asesinato de España, vendía a su nación y, además, a su clase. De ese, menos que de nadie, hemos de contribuir nosotros a cohonestar la conducta. Toda nuestra gratitud, en cambio, será poca para nuestros verdaderos amigos de Francia y de Inglaterra, y para quienes, como el representante de la URSS lucharon sin tregua por entorpecer los manejos hipócritas, y revelar al mundo el cinismo y mala fe de los cuatro Gobiernos aludidos, a saber: Inglaterra, Francia, Alemania e Italia.» (23/X/1938).
«Se nos ha calumniado, dentro y fuera de España, diciendo que nosotros también servimos una causa extranjera; que trabajamos por cuenta de Rusia. La calumnia es doblemente pérfida, pero tan grosera, que no ha podido engañar a nadie que no sea perfectamente imbécil. Porque todos saben (están hartos de saber) que Rusia, ese pueblo admirable, que renunció a su imperio para liberar a sus pueblos, no atentó nunca a la libertad de los ajenos y que no tuvo jamás la más leve ambición territorial en España. Esto lo saben todos, aunque muchos disimulen ignorarlo.» (22/11/1938)
13. Orgullo de ser español:
«España ha sido consecuente consigo misma, cuando el doctor Negrín la ha proclamado como sustentadora de los valores éticos universales, cuando el doctor Negrín y Álvarez del Vayo han exaltado en Ginebra –la hoy lamentable Ginebra, tantas veces antaño patria y asilo de libertad– el gesto españolísimo, y han sabido oponer la suprema hombría de bien al despotismo del fascio inverencundo y a la suprema avilantez del fascio encubierto. España ha sido consecuente consigo misma cuando, abrumados nosotros por la adversidad y en los momentos de mayor angustia, nos ha hecho sentir el supremo orgullo de ser españoles. De suerte que ya sabemos que no todo fue sorpresa en lo pasado, y sospechamos que no todo ha de serlo en el futuro.» (23/10/1938)
«El gobierno de nuestra República, en el ejercicio de un derecho incuestionable, y en el cumplimiento de su más alto deber, ha formulado, en el documento del doctor Negrín, de todos conocido, las líneas generales de los fines de guerra para España entera. Nada en ellos se prejuzga; nada en ellos implica coacción y amenaza. Todo en ellos significa atención y respeto para todas las buenas voluntades de España. Meditadlo bien. Y escuchad, al par, el dictado de vuestra conciencia. El os señalará el único camino para ser españoles.» (22/11/1938)
14. Palabras a los brigadistas:
«A los voluntarios extranjeros: Cuanto hay de trágico en la gesta española de nuestros días culmina en el hecho de que hayan de abandonarnos nuestros mejores amigos, los hombres abnegados y generosos, como Jorge Hans –cito un nombre egregio en representación de toda una legión de héroes–, que han combatido por un ideal de justicia y por la España auténtica, frente a los traidores de nuestra casa y a los mercenarios y serviles, obedientes a la perfidia reaccionaria de dentro y a las iniquidades codiciosas de fuera.
Ellos, los voluntarios por excelencia, se marchan porque así lo exigen altísimas razones de Estado.
Con su ausencia, en efecto, queda algo que nadie puede poner en duda. España lucha sola, completamente sola, contra la invasión extranjera: contra los sediciosos, desnaturalizados por su propia conducta, y las tropas que, cobarde y subrepticiamente, han introducido en España dos grandes naciones tan poderosas como envilecidas por sus dictadores.
Nuestros peores enemigos han entrado todos por las puertas de la traición. Frente a ellos se yergue solitaria la hombría española, envuelta en los férreos harapos de nuestro Don Quijote, pero bañada en luz, toda vibrante de energía moral.
No es sólo la disciplina –que ya sería bastante en estos días de guerra–; es también sobre todo una profunda convicción la que me lleva a aceptar como español, y aplaudir sin reservas, el gesto y las palabras del doctor Negrín. Pero un deber de gratitud no menos imperioso, y un impulso cordial no menos sincero, dictan también estas palabras. Amigos muy queridos, compañeros, hermanos: la España verdadera, que es la España fiel al Gobierno de su República, nunca podrá olvidaros. En su alma lleva escritos vuestros nombres: ella sabe muy bien que el haber merecido vuestro auxilio, vuestra ayuda generosa y desinteresada, es uno de los más altos timbres de gloria que puede ostentar.» (29/10/1938).
15. Elogio a la resistencia de Madrid:
«Quien oyó los primeros cañonazos disparados sobre Madrid por las baterías facciosas, emplazadas en la Casa de Campo, conservará para siempre en la memoria una de las emociones más antipáticas, más angustiosas y perfectamente demoniacas que pueda el hombre experimentar en su vida. Allí estaba la guerra, embistiendo testaruda y bestial, una guerra sin sombra de espiritualidad, hecha de maldad y rencor, con sus ciegas máquinas destructoras vomitando la muerte de un modo frío y sistemático sobre una ciudad casi inerme, despojada vilmente de todos sus elementos de combate, sobre una ciudad que debía ser sagrada para todos los españoles, porque en ella teníamos todos –ellos también– alguna raíz sentimental y amorosa. Los asesinos de Madrid, asesinos de España, estaban allí, crueles, implacables… Pero no entraban. ¡Ah! No podían entrar. Hubo de aplazarse indefinidamente el sacrílego Te Deum en la Puerta del Sol que proyectaban aquellos enemigos de Dios, para festejar la consumación de su crimen. No entraron, no podían entrar, porque Madrid no lo consentía. Un general insigne y unos cuantos capitanes egregios –¿habrá algún día bronce bastante para ellos?– cuajaron con pechos madrileños un frente de combate, una barrera infranqueable para el odio faccioso. Ha pasado un año, y para asombro del mundo –¿merece el mundo tan sublime espectáculo?– esa barrera sangra, pero no cede. ¿Triunfará Madrid? La victoria la ha ganado cien veces, quiero decir que cien veces la ha merecido.» (8/11/1938)
16. Autocrítica y modestia:
«Yo siento mucho no haber meditado bastante sobre política. Pertenezco a una generación que se llamó a sí misma apolítica, que cometió el grave error de no ver sino un aspecto negativo de la política, de ignorar que la política podía ser algún día una actividad esencialísima, de vida o muerte, para nuestra patria. No es extraño que no sea un hombre de mi quinta, sino de otra posterior, el doctor Negrín, quien tiene hoy la gloria de interpretar, en plena guerra, la voluntad política de España, en un documento que ya la Historia ha hecho suyo, y que merece el respeto y la admiración de todos. Cábeme la profunda satisfacción de no haber sido totalmente recusado en mi vejez por los pecados de mi juventud, de que todavía se quiera escuchar mi voz, cuando tantas otras, justamente autorizadas, tienen la palabra.» (13/11/1938)
17. Ideario político:
«A todos los españoles. Más de una vez he dicho, y nunca me cansaré de repetirlo, que mi ideario político se ha limitado siempre a aceptar como legítimo solamente el Gobierno que representa la voluntad del pueblo, libremente expresada. He de añadir que la palabra pueblo no tiene para mi una marcada significación de clase; del pueblo español forman parte todos los españoles. Por eso estuve siempre al lado de la República española, cuyo advenimiento trabajé en la modesta medida de mis fuerzas y dentro de los cauces que yo estimaba legales. Cuando la República se implantó en España, como una inequívoca expresión de la voluntad política de nuestro pueblo, la saludé con alborozo y me apresté a servirla, sin aguardar de ella ninguna ventaja material. Si ella hubiera venido como consecuencia de un golpe de mano, como imposición de la astucia o de la violencia, yo hubiera estado siempre enfrente de ella. Yo sé muy bien que dentro de una República se plantean problemas mucho más hondos que el estrictamente político –son ellos de índole económica, social, religiosa, cultural, en suma–, y que, dentro de esa República, caben ideologías no solo diversas, sino hasta encontradas. Pero por muy honda y enconada que sea la lucha, La República conserva su legitimidad mientras la voluntad del pueblo, libremente expresada, no la condene. Por eso cuando un grupo de militares volvió contra el legítimo Gobierno de la República las armas que de él había recibido para defenderla de agresiones injustas, yo estuve, sin vacilar, al lado de ese Gobierno desarmado. Sin vacilar, digo, y también sin la menor jactancia; porque creía cumplir un deber estricto. Los profesionales de las armas no eran ya el Ejército de España: el Ejército de España era entonces, para mí, aquel que el pueblo hubo de improvisar con los mejores de sus hijos; un Ejército tan débil e insuficientemente armado por fuera, como fuerte y superabundantemente provisto, por dentro, de razón y de energía moral. Improvisado, digo, con los mejores de sus hijos, y no vacilo en añadir: con un pequeño grupo de voluntarios propiamente dichos, de hombres abnegados y generosos que venían a España, sin la más leve ambición material, a verter su sangre en defensa de una causa justa.» (22/1/1938)
18. Contra las plumas mercenarias:
«Mas no exageremos nuestra extrañeza. Gran parte de la Prensa, a cuyo cargo está la labor de formar la opinión, sirve a intereses de clase sin patria, cuando no a intereses fascistas, literalmente vendida al adversario. En Francia no es un secreto para nadie la cantidad que invierte Alemania en la compra de plumas mercenarias. Pero no es esto todo, ni seria suficiente. En las esferas del gobierno y de la plutocracia anglo-francesa imperante reina el terror a un despertar verdadero de la conciencia de los pueblos. El error monstruoso, o la iniquidad sin ejemplo, que supone la llamada no intervención en España, enderezada toda ella a hacer creer que la lucha en nuestra península es una mera guerra civil promovida por Rusia, una lucha de opiniones encontradas, cuya repercusión más allá de nuestras fronteras, sólo podría contribuir a precipitar la revolución social; la ocultación del hecho verdadero que es, a todas luces, la invasión constante, sistemática y progresiva de nuestro territorio por quienes aspiran a un nuevo reparto del mundo en detrimento de los dos Imperios democráticos del occidente europeo, es algo que no admite el total desenmascaramiento, sin una repulsa de fondo, ajena a todo juego polémico de partido, que llevaría a los pueblos de Inglaterra y de Francia, despiertos, a pedir cuentas demasiado estrechas, a imponer las más terribles sanciones a los culpables. Cierto que en Inglaterra y en Francia han sonado ya voces acusadoras, que suponen conciencias vigilantes; más todo ello no ha roto la espesa costra del engaño. Para muchos, los más, estas voces cantan de falsete, responden a intereses políticos y sociales no siempre legítimos, simulan peligros inexistentes. Se ignora que, aun en el caso de que las voces apocalípticas no fueran enteramente sinceras, coinciden con la realidad de los hechos, que en política se miente muchas veces con la verdad y que no falta quién señale peligros verdaderos sin creer en ellos.» (6/1/1939)
Entrevistado por la Voz de Madrid el 8 de octubre de 1938, Machado daba cuenta de las razones de su compromiso redoblado: «Jamás he trabajado tanto como ahora. De ser un espectador de la política, he pasado a ser un actor apasionado. Y el motivo que me ha hecho, a mis años, saltar a este plano, ha sido el de la invasión de mi patria. ¡España, mi España, a punto de ser convertida en una colonia italiana o alemana…! La sola posibilidad de hecho semejante hace vibrar todos mis nervios y conduce mi pluma sobre las cuartillas, despertando energías insospechadas y rebeldía que creía apagadas para siempre. No. No puede ser y no será. A España no se la domina. Mucho menos para complacer a un puñado de traidores…»
Con esa rotundidad hablaba nuestro poeta y prosista imprescindible, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
PS: Para futuras reediciones: a) deberían corregirse las erratas en la separación de palabras por fin de línea; b) algunos artículos demandan algunas notas al pie de página; c) deberían corregirse los errores y erratas de los artículos en su edición originaria, no tiene ningún sentido mantenerlos (aunque no se hayan podido encontrar aún los textos originales de nuestro gran poeta). Por ejemplo, ¿qué sentido tiene mantener las referencias a Jaurès con el acento cerrado?
Notas
1) Tomo pie en la presentación, excelente, de Monique Alonso de la reciente edición de las cartas del poeta sevillano publicadas en La Vanguardia: Antonio Machado a Barcelona (1936-1939). Articles a La Vanguardia, Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 2021, pp. 6-17.
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