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Entrevista a Adrià Casinos sobre Genética y estalinismo (I)

Salvador López Arnal

«El conflicto de la genética mendeliana con el estalinismo es solo un aspecto particular del que tuvo genéricamente la ciencia en la URSS con el Dictador.»

Adrià Casinos es profesor emérito de la Universidad de Barcelona. Genética y estalinismo (Vilassar de Dalt: Editorial Montesinos, 2021) es el resultado de una colaboración de decenios con Jean-Pierre Gasc (París, 1937). Fruto también de dicha colaboración son los diversos artículos publicados en revistas especializadas sobre la morfología funcional de los vertebrados.

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Genética y estalinismo es un libro que has escrito al alimón con el profesor Jean-Pierre Gasc. ¿Nos puedes hacer una breve semblanza del profesor emérito del Muséum National d’Histoire Naturelle de París?

Jean-Pierre Gasc ha desarrollado toda su carrera científica en el antiguo ‘Laboratoire d’Anatomie Comparée’ del ‘Muséum National d’Histoire Naturelle’. Dicho laboratorio tuvo como primer director al famoso naturalista Georges Cuvier. Estamos hablando pues de una tradición y continuidad de más de dos siglos. Jean-Pierre es profesor emérito de la institución. Fue el introductor en Francia de diversas técnicas de estudio del movimiento animal, en especial de la cineradiografía, de forma que el equipo por él creado es actualmente puntero a nivel mundial. Aparte ha desarrollado mucho trabajo de campo, a lo largo de muchos años, sobre los ecosistemas guayaneses.

Se ha interesado también por la historia y filosofía de la ciencia, y de ahí el interés compartido por Lysenko y su fraude, y la teoría evolutiva. Por edad, Jean-Pierre Gasc conoció los últimos coletazos del lysenkismo francés. Además trabajó en su momento con diversos científicos de la extinta Unión Soviética, lo que permitió tener una información directa sobre algunas de las cuestiones evocadas en nuestro libro.

En la portada del ensayo, una fotografía de Trofim Denísovich Lysenko. ¿Quién fue Lysenko? ¿Qué es el lysenkismo?

Lysenko es sin duda uno de los más claros ejemplos de cómo un oportunista sin escrúpulos se puede aprovechar de un sistema represor, en su caso el estalinismo, para imponer un fraude. No fue el único. Hay toda una serie de personajes que estuvieron relacionados con él, que colaboraron en uno de los mayores engaños científicos de la historia que, además, llevó a unos resultados catastróficos de la agricultura soviética. Y eso lo hacían en medio de protestas de fidelidad a la construcción del socialismo y de aplicación del marxismo a la ciencia.

El lysenkismo sería pues el conjunto de falsedades que articuló ese personaje, falsedades que pretendían ser una alternativa a la genética clásica, que tiene sus raíces en el trabajo de Gregor Mendel. Toda la artimaña de Lysenko se reclama de lo que se llama lamarckismo, la creencia en que los cambios que un individuo experimenta a lo largo de su vida pueden ser trasmitidos a su descendencia. Es lo que llamamos «caracteres adquiridos». De ahí el subtítulo del libro.

Por supuesto que a lo largo de la historia se han dado casos dudosos que podían hacer creer que dicho tipo de herencia era posible. En muchas de esas situaciones no puede descartarse la buena fe de los que las defendían. Analizamos algunos de dichos casos como introducción al problema. Pero en la situación concreta de Lysenko, hay que excluir totalmente la posibilidad de buena fe y hablar simplemente de fraude o estafa.

¿Por que volver al caso Lysenko en 2021? ¿Hay alguien que vindique actualmente su figura, su legado científico?

El aislamiento que provocó el franquismo hizo que España quedara al margen de muchos de los grandes debates biológicos que se desarrollaban en el resto de Europa o del mundo. Eso ocurrió con las ideas de Lysenko, que quedaron consagradas en la sesión de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas en el verano de 1948. En cierta manera todavía arrastramos las consecuencias de aquel aislamiento. Cuando en 2018 se celebró el 70 aniversario de dicha sesión, la efemérides tuvo repercusión en muchos países europeos. Por ejemplo, recuerdo un magnífico reportaje de la cadena de televisión franco-alemana ARTE. Por el contrario, en España, el aniversario prácticamente no trascendió. Cuando yo era estudiante de Biología, el tema Lysenko era evocado en el marco de la discusión sobre la herencia de los caracteres adquiridos, mencionada anteriormente. Dudo mucho que, desgraciadamente, los actuales estudiantes de la materia tengan idea del personaje y del debate. En este sentido, esperamos que nuestro libro ejerza una función didáctica.

Sin ninguna duda.

Lysenko está, digamos, de actualidad por dos temas diferentes. En primer lugar, porque un aspecto de la genética que ha cobrado mucha importancia en los últimos años, la epigenética, ha demostrado que en algunas situaciones se puede dar en cierta forma la mencionada herencia de caracteres adquiridos. En el bien entendido que eso no quiere decir que dicho tipo de herencia sea un mecanismo evolutivo, como afirmaba Lysenko. Posiblemente se trate de casos aislados, que no pueden ni deben generalizarse.

En segundo lugar, porque en Rusia hay un interés en la recuperación de Lysenko por motivos digamos ideológicos o, si se quiere, extracientíficos. Hay todo un movimiento ultranacionalista en la que la Iglesia Ortodoxa está comprometida. A ese movimiento solo le mueve el chovinismo, de forma tal que es capaz de defender a la vez la canonización del último zar y su familia y la memoria de Stalin. En contraste, ni una palabra a favor de Lenin.

Muy bien visto.

A mi modo de ver es porque este último representó el internacionalismo, mientras que Stalin fue, entre otras cosas, un buen ejemplo de chovinismo panruso. Utilizan de forma totalmente mendaz el hecho de que Lysenko no fuera nunca miembro del PCUS, contrariamente a Vavilov, el genetista que se opuso a Lysenko y que fue su víctima. Lysenko es presentado como un anticomunista, defensor de los valores religiosos y espirituales, enfrentado al ateísmo y materialismo de Vavilov y sus amigos científicos de Occidente. En casos extremos, ese ultranacionalismo tiene connotaciones claramente parafascistas. Lo podríamos calificar de «nacionalbolchevismo», como resonancia del «nacionasocialismo». Uno de sus ideólogos principales es Aleksandr Gelievich Dugin, autor de la conocida como «cuarta teoría política», defendida por algún que otro español, de quien conozco desde hace años sus inclinaciones nazi-fascistas. Hay también una editorial española involucrada.

Te pregunto por el título: Genética y estalinismo. ¿Qué tiene que ver una ciencia, la genética, con un sistema político, el estalinismo? ¿Por qué Stalin, sin autoridad científica, ejerció su poder en los debates de una disciplina científica?

El conflicto de la genética mendeliana con el estalinismo es solo un aspecto particular del que tuvo genéricamente la ciencia en la URSS con el Dictador. Científicos cultivadores de disciplinas tan diferentes como la física, la psicología, la ecología, la edafología,… sufrieron la censura y la persecución, con el pretexto de que sus métodos no se ajustaban a lo que el poder entendía por materialismo dialéctico, interpretado por un atajo de charlatanes siervos del terror.

Stalin gobernaba el país como un pater familias que tenía que decir la última palabra en cualquier tema. En alguna ocasión, como en el caso de la lingüística, su opinión fue acertada, pero en la inmensa mayoría de casos emitía su diktat en función de sus filias o sus fobias y, en muchas ocasiones, basándose en puntos de vista totalmente superados. Al mismo tiempo ese deseo de controlarlo todo hacía que las decisiones se demoraran largo tiempo, en espera de su opinión definitiva, para emitir la cual debía informarse, antes de dictar su «sentencia», casi siempre de forma dogmática y poco rigurosa.

Eso sí, debe reconocerse que hacía esfuerzos por informarse. Poseía una gran biblioteca y leía en varios idiomas. La versión trostkista de que era un ignorante es completamente falsa. Ocurre, sin embargo, que ninguna persona es capaz de dar una opinión correcta en cualquier materia, sobre todo si parte de prejuicios ideológicos como hacía él. Pretender que la metodología de las ciencias experimentales debía ajustarse a un supuesto materialismo dialéctico es un puro disparate que contrasta con la posición adoptada en los primeros años después de la Revolución, que implicaba dejar a los científicos desarrollar su trabajo y, en última instancia, analizar el devenir de la ciencia en el marco de las relaciones socioeconómicas de cada etapa histórica concreta. Tampoco hay que olvidar que Stalin tuvo que enfrentarse al colosal fracaso de su política de colectivización agraria y se agarró a un clavo ardiendo, como se dice popularmente, para salir de la catástrofe agrícola que provocó una hambruna casi mayor que la que había tenido lugar durante la guerra civil. Y ese clavo ardiendo, fueron las promesas de Lysenko.

De hecho el dogmatismo respecto a la colectivización era una rémora que el marxismo arrastraba. Cuando Lenin cumple con la promesa revolucionaria de llevar a cabo la reforma agraria y repartir la tierra entre los campesinos, es atacado por Rosa Luxemburg, que defendía ya la colectivización. La reforma agraria funciona y la producción agrícola se dispara. La colectivización forzosa es vista por la mentalidad campesina como una vuelta al sistema latifundista previo a la Revolución. Y se rebelan contra ella, negándose a entregar las cosechas o sacrificando la cabaña. Y no todos eran «kulaks», los campesinos medios; también los campesinos pobres reaccionaron de forma semejante.

Sobre el subtítulo del libro, perdóname que insista: ¿qué es exactamente lo de la transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos?

Volviendo al punto 3, la citada transmisión de los caracteres adquiridos implica que los cambios que un individuo experimenta durante su existencia pueden transmitirse a su descendencia, ya que quedarían registrados en su genoma. Esta sería una explicación. Otra hipótesis sería la de una supuesta herencia somática o no cromosómica.

Se trata de una polémica que periódicamente se reabre. Como he comentado con anterioridad, en la actualidad la epigenética muestra ciertos casos de tal tipo de herencia, siempre puntuales, y todo indica que la posible transmisión se haría a través de un número muy limitado de generaciones.

¿Qué uso hacéis del concepto de ideología en el libro?

Creo que en este caso se podría definir como una serie de asunciones superestructurales, con pretensiones filosóficas, que no se limitan a analizar la ciencia sino que pretenden tutelarla, imponiendo una alternativa que está supuestamente de acuerdo con dichas asunciones. Creo que no es el primer caso en la historia. Tú mismo has citado en alguna ocasión el precedente de Galileo. Pienso que es una buena analogía. Geocentrismo, en un caso; herencia de caracteres adquiridos, en otro. Pero hay diferencias, al menos para mí. La tutela era todavía más absurda en el caso de Galileo. Se trataba más que todo de una cuestión de autoridad, ya que no veo el conflicto entre el dogma católico y el heliocentrismo.

Abrís el libro con una cita (que impresiona y, en mi opinión, recuerda el caso Galileo) de un discurso de Nicolai Ivanovich Vavilov, en una reunión de trabajadores científicos en Leningrado celebrada en la primavera de 1939: «Iremos a la pira, nos quemarán, pero no nos retractaremos de nuestras convicciones. Os digo, con toda franqueza, que he creído y todavía creo y persisto en lo que creo que es verdadero, y no solo lo creo –porque los actos de fe en ciencia son tonterías– sino que lo que digo lo conozco a partir de una amplia experiencia. Esto es un hecho y retractarse de ello, simplemente porque alguien que ocupa una posición importante así lo desea, es imposible». ¿Quién fue Nicolai Ivanovich Vavilov?

Fue un hombre con una gran formación científica. De origen burgués, se había formado en diversos centros de Europa occidental en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Aceptó sin miramientos el régimen revolucionario convencido que implicaría progreso científico, además de social, para el país. Y así fue durante la década de 1920. Fue militante del PCUS y miembro de su Comité Central. Durante la década de 1920 la ciencia soviética dio un tremendo paso adelante; se crearon cantidad de centros y se promovió los viajes de estudio al extranjero para ponerse al nivel de los países más desarrollados. Vavilov actuó siempre con una mente abierta. A pesar de ser un genetista mendeliano convencido, no dudó en apoyar iniciativas que redundaran en una mejora de la producción agrícola, aunque su explicación no encajara en los paradigmas de la genética clásica. Así, por ejemplo, protegió y estimuló los experimentos de Michurin, un agrónomo empirista famosos por sus técnicas de injertos. Llegó a proteger incluso a Lysenko, creyendo en su buena fe y en la veracidad de sus supuestos resultados. Además de un importante genetista, su faceta de etnobotánico, es decir, como especialista en el origen de las plantas cultivadas, fue de una gran importancia. Recorrió diversos países del mundo, incluida España, a consecuencia de lo cual planteó un mapa de las áreas geográficas en los diferentes continentes donde, durante el Neolítico, habría tenido lugar la selección de especies que habrían dado lugar a las actuales plantas cultivadas. Su idea es que se podrían localizar variedades todavía no aprovechadas, o poco, que podrían coadyuvar a mejorar la alimentación humana, desde el punto de vista de producción.

Sus problemas comienzan…

Los problemas para Vavilov comienzan con el fin de esa edad de oro de la ciencia soviética. Son diversas las causas. Fin de la NEP, establecimiento de los planes quinquenales y la colectivización forzosa,… De entrada todo ello lleva a una presión utilitarista sobre los trabajadores de la ciencia, con desprecio hacia los estudios no aplicados y con la exigencia de resultados inmediatos.

Ideológicamente se produce el fenómeno del obrerismo, a causa del cual se prima a los investigadores de origen social obrero, en detrimento de su formación y capacidad. Los de origen burgués se convierten en sospechosos. La discriminación estaba basada en la idea que la conciencia obrera era genéticamente heredable, una aberración desde el punto de vista científico. De nuevo el trasfondo lamarckista, la herencia de lo adquirido. Creo que la mejor prueba empírica de ello, es que los nietos de los revolucionarios de Octubre son los que acabaron con la URSS.

Tomemos un descanso si te parece.

Como quieras.

Fuente: Una versión parcial de esta entrevista apareció en El Viejo Topo, enero de 2022.

 

 

 

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