Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La división del trabajo, frontera de los sistemas sociales

Rodolfo Crespo

Los aportes teóricos de Immanuel Wallerstein I

A los jóvenes cubanos Ivelisis Martínez, Luis Emilio Aybar, el trovador Tony Ávila y todo ese grupo de jóvenes cubanos conocidos como los «pañuelos rojos».

«No estoy proponiendo un nuevo paradigma, más bien trato de estimular la búsqueda de un nuevo paradigma»
Immanuel Wallerstein

Introducción a la serie de «Los aportes teóricos de Immanuel Wallerstein»

El profesor Immanuel Maurice Wallerstein (Nueva York, 28 de septiembre de 1930-Connecticut, 31 de agosto de 2019)​ fue un sociólogo y científico social histórico estadounidense cuyos estudios sobre la historia y la sociología lo llevaron en la década de 1970 a enunciar en su libro El Moderno Sistema Mundial (primer tomo en 1974, obra que, sin embargo conocería 3 tomos más), lo que él mismo llamó como la «perspectiva de análisis de los sistemas-mundo», en realidad una nueva teoría sobre las concepciones relativas a la historia y la sociedad, que negaba todo lo que hasta ese entonces se pregonaba en relación a las mismas y que el mismo se encargaría de sintetizar, en 1987, en un artículo («El análisis de los sistemas-mundo») para un libro editado por A. Giddens y J. Turner (Social Theory Today) donde se le invitaba a exponer en pocas páginas las premisas teóricas específicas de la misma que ésta «no era una teoría sobre el mundo social o sobre una parte de éste, sino más bien una protesta contra la forma en que quedó estructurada la investigación social desde su concepción a mediados del siglo XIX, a partir de una serie de suposiciones a priori normalmente incuestionadas»[1]

Wallerstein, que llegó a ser el principal y casi único teórico del también conocido como análisis de sistema-mundo, en la «Introducción» a un conjunto de veinte ensayos recopilados en forma de libro en 1991, en un volumen titulado Impensar las Ciencias Sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos, argumentaba que «es normal que los eruditos y los científicos repiensen los asuntos. Cuando nuevas evidencias importantes socavan viejas teorías y las predicciones no se cumplen, nos vemos obligados a repensar nuestras premisas. En ese sentido, gran parte de las ciencias sociales del siglo XIX se repiensa constantemente en la forma de hipótesis específicas. Sin embargo además de repensar –algo que es ‘normal’– las ciencias sociales del siglo XIX, creo que necesitamos ‘impensarlas’ debido a que muchas de sus suposiciones –engañosas y constrictivas–, desde mi punto de vista están demasiado arraigadas en nuestra mentalidad. Dichas suposiciones, otrora consideradas liberadoras del espíritu, hoy en día son la principal barrera intelectual para analizar con algún fin útil el mundo social»[2]

En otra parte, en una entrevista concedida en 1999 a Carlos Antonio Aguirre Rojas, se encargó también de describirla cuando expresaba que «considero a esta perspectiva, más bien como un movimiento intelectual… justamente, un movimiento que impulsa una transformación del modo de hacer las cosas que hasta ahora ha sido imperante»[3]

Esos nuevos aportes son los que, con esta primera entrega, pretendemos iniciar con el objetivo de servir de guía e iluminar la acción de todos aquellos que emprendan el camino de la transformación –que no reforma– del «sistema-mundo capitalista» en esta etapa en la que, después de entrar en «caos» se encamina hacia su «bifurcación».

I. La división del trabajo, frontera de los sistemas sociales

La división del trabajo constituye el indicador más importante para definir los contornos en los cuales existe y se desarrolla un determinado sistema social histórico; Immanuel Wallerstein dice que es «la característica definitoria de un sistema social».[4]

Lo anterior significa que existen (o han existido) tantos sistemas sociales como divisiones del trabajo hay (o han habido) y que, nunca encontraremos dentro de una misma división social del trabajo más de un sistema social.

Partiendo de lo dicho en el planeta puede haber un solo sistema social como coexistir varios de ellos al mismo tiempo, todo depende de la cantidad de divisiones del trabajo autónomas e independientes que haya.

Pero, ¿qué elementos permiten identificar que estamos delante de una división del trabajo propia?

«Una división del trabajo se puede entender como una red sustancialmente interdependiente», aquellos escenarios en lo que tiene lugar un «intercambio de bienes esenciales sistemáticamente sostenido», «de forma que los distintos sectores o áreas dependen del intercambio económico recíproco para la satisfacción fluida y continua de sus necesidades».[5]

Aunque una división social del trabajo implica el concepto de «redes autosuficientes de relaciones de intercambio» es necesario, no obstante, hacer «una distinción entre intercambios esenciales y lo que se podrían llamar intercambios ‘de lujo’», algo que «es crucial si no queremos caer en la trampa de considerar cualquier actividad de intercambio como prueba de la existencia de un sistema. Los miembros de un sistema pueden vincularse mediante intercambios limitados con elementos situados fuera del sistema, en su ‘área exterior’»[6]

¿Qué importancia teórica, política y práctica tiene la comprensión de la diferencia del comercio (intercambio de bienes) que tiene lugar entre un sistema social histórico y una «arena exterior» al mismo y el comercio que se da entre el centro y los sectores periféricos dentro de dicho sistema histórico?

Los vínculos entre un sistema histórico y los elementos situados fuera del mismo son «intercambios muy limitados».

«Miembros de ambos sistemas pueden llevar a cabo un intercambio suntuario, de forma que cada uno de ellos exporta al otro lo que en su sistema está socialmente definido como de poco valor a cambio de la importación de algo que en su sistema se define como de mucho valor. (…) el intercambio suntuario entre sistemas-mundo puede ser extremadamente importante para su evolución histórica. La razón por la que es tan importante es que en un intercambio suntuario el importador está ‘cosechando un regalo del cielo’ y no obteniendo un beneficio. Ambos participantes en el intercambio entre distintos sistemas-mundo pueden cosechar tales venturas simultáneamente, pero cuando el intercambio se da dentro de un mismo sistema-mundo, sólo uno de ellos obtiene el máximo beneficio, ya que el intercambio de plusvalor dentro de un sistema es un juego de suma cero.»[7]

Hay otras tres diferencias notables.

«En primer lugar, el comercio en el seno de un sistema-economía-mundo atañe a artículos de primera necesidad, y sin él la economía-mundo no podría sobrevivir. Implica una transferencia significativa de excedente, dado que la economía-mundo está basada en el modo de producción capitalista. Es un comercio que responde al mercado-mundo de la economía-mundo. El comercio entre dos sistemas-mundo separados concierne a los llamados ‘artículos de lujo’. En términos más precisos podemos decir que ese comercio supone el intercambio de productos que ambos vendedores consideran de bajo valor, pero que ambos compradores consideran de alto valor. No es un intercambio capitalista, y en realidad es prescindible. Los comerciantes a larga distancia pueden obtener de él un beneficio, pero se trata precisamente del tipo de beneficio que han obtenido esos comerciantes durante miles de años, basado en las grandes diferencias de precio debidas a la escasez del producto en cuestión en el lugar de consumo u su abundancia en el lugar de producción.

En segundo lugar, el comercio en el seno de una economía-mundo capitalista debilita la estructura estatal de cualquier país periférico implicado en él, como atestigua, por ejemplo, el continuo declive del poder de los reyes polacos entre 1500 y 1800. El comercio con arenas externas no debilita y probablemente fortalece las estructuras estatales de los socios comerciales, como muestra el reforzamiento de los sultanes malayos durante ese mismo periodo.

Finalmente, el comercio dentro de una economía-mundo capitalista debilita el papel de la burguesía indígena de la periferia, mientras que el comercio con una arena exterior refuerza el papel de la burguesía indígena.»[8]

Sobre la base de lo anterior se puede llegar a constatar que la amplia variedad de sistemas sociales históricos (abordada en la segunda entrega de esta serie «Los aportes teóricos de Immanuel Wallerstein») que han existido (en correspondencia con el número de divisiones sociales del trabajo que ha habido) ya han desaparecido y que, desde finales del siglo XIX existe en el planeta un solo sistema social: el capitalista (cuestión abordada en la tercera entrega de esta serie «Los aportes teóricos de Immanuel Wallerstein»), el que ha absorbido/destruido en su proceso expansivo desde el siglo XV-XVI a todos los demás, integrándolos e incorporándolos a su órbita, y que el (mal) llamado sistema socialista mundial, del que tanto se ha hablado, establecido (según unos) desde la Revolución de Octubre de 1917 y/o (según otros) desde la expansión del mismo posterior a la segunda guerra mundial en Europa del Este, China, Viet Nam, Corea del Norte e incluso otros continentes (Cuba, por ejemplo, en América Latina) es un mito, un error teórico-práctico (tema que será abordado en la cuarta entrega de esta serie «Los aportes teóricos de Immanuel Wallerstein») porque, ninguna de esas regiones (que en su momento abarcaron un tercio de la humanidad) erigieron una división del trabajo autónoma y distinta, desconexionada y diferente de la división social del trabajo reinante del capitalismo mundial.

Notas

* «Introducción» del Libro Impensar las Ciencias Sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos. Immanuel Wallerstein. Primera edición en inglés, 1991.

[1] Wallerstein, Immanuel. «El análisis de los sistemas-mundo«. Capítulo VIII del libro Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal. Madrid. España.2004. pág. 134. (las negritas resaltadas son nuestras)

[2] Wallerstein. Immanuel. Impensar las ciencias sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos. Editorial Siglo XXI. Página 2. (primera edición en inglés, 1991)

[3] Aguirre Rojas, Carlos Antonio. Immanuel Wallerstein: Crítica del sistema mundo capitalista (Estudio y entrevista a Immanuel Wallerstein). Editorial Era, 2004. (no se incluye la página porque el material de la entrevista que disponemos es una copia digital que el compañero Aguirre Rojas nos hizo llegar)

[4] Wallerstein, Immanuel. Capítulo V. «El ascenso y futura decadencia del sistema-mundo capitalista: conceptos para un análisis comparativo». Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. Madrid. p 88.

[5] Wallerstein, Immanuel. Capítulo IV. «África en un mundo capitalista» y Capítulo V. «El ascenso y futura decadencia del sistema-mundo capitalista: conceptos para un análisis comparativo». Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. Madrid. p 71 y 88 respectivamente. Negritas resaltadas nuestro.

[6] Wallerstein, Immanuel. Capítulo V. «El ascenso y futura decadencia del sistema-mundo capitalista: conceptos para un análisis comparativo». Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. Madrid. p 97. Negritas resaltadas por Wallerstein.

[7] Ibídem p 97. Negritas resaltadas por Wallerstein y negritas yw subrayado nuestro.

[8] Wallerstein, Immanuel. Capítulo IV. «África en un mundo capitalista». Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. Madrid. p 74.

Próxima entrega: Los aportes teóricos de Immanuel Wallerstein II. Clasificación de los sistemas sociales históricos: minisistemas, imperios-mundo y economías-mundo.

rodohc21@gmail.com

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