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Cambio urgente en las políticas globales

Salvador López Arnal

Reseña de Miguel Pajares, Refugiados climáticos. Un gran reto del siglo XXI, Barcelona: Rayo Verde, 2020, 275 páginas, prólogo de Cecilia Carballo.

 

Siendo numerosos (y necesarios por supuesto) los libros que se publican sobre la crisis climática y sus consecuencias, es alto el riesgo de que ensayos de mucho interés, casi imprescindibles, pasen desapercibidos. Este podría ser el caso de Refugiados climáticos (subtítulo: Un atlas sobre los impactos y las migraciones de la crisis ecológica. Una propuesta sobre la urgencia de cambiar las políticas globales). No lo merece.

Un breve apunte sobre el autor: licenciado en Ciencias Biológicas y doctor en Antropología Social, Miguel Pajares es miembro del Grupo de Investigación sobre Exclusión y Control Social de la UB y presidente de a Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado. Es autor de Cautivos (2013), La luz del estallido (2015), Aguas de venganza (2016) y Crímenes de hambre (2018)

Uno de los temas centrales de Refugiados: con palabras de la prologuista, Cecilia Carballo, directora de Programas de Greenpeace: «Este texto se ocupa de las limitaciones que, a la hora de definir la figura de refugiado, migrante o desplazado por causas del calentamiento global, derivan a la discusión política sobre quién debe hacerse cargo de las responsabilidades surgidas de estos movimientos poblaciones. Se trata de dificultades políticas y económicas más que semánticas, ya que estos conceptos no son especialmente complicados de definir. Si no se han clarificado ya en la comunidad internacional se debe a la existencia de un conflicto político evidente.»

El contenido del libro: Prólogo, Introducción, cinco capítulos, reflexiones finales, epílogo y agradecimientos. Para abrir el apetito del lector/a, un breve resumen de los contenidos y una aproximación al epílogo.

En el capítulo 1º, «Lo hemos puesto en marcha y no lo estamos frenando», Pajares argumenta documentadamente que los humanos somos plenamente responsables del cambio climático que estamos viviendo. No hay dudas científicas sustantivas sobre la afirmación. Pero reconocer la importancia de los acuerdos climáticos y los avances que se van logrando (que no son pocos), señala, «no debe hacernos olvidar algo fundamental: lo que hemos hecho hasta ahora no es suficiente, ni de lejos, para poner freno al cambio climático… La conclusión es clara; mientras los gobiernos firman acuerdos para evitar un incremento de 2º C, las grandes corporaciones de los combustibles fósiles (privadas y estatales) siguen con sus negocios llevándonos irremisiblemente a un calentamiento de 4º C».

En el 2º capítulo, «Los efectos del cambio climático», se muestran los efectos concretos y actuales de la emergencia climática. Lo más turbador de la lectura del informe del IPCC de 2018 «es saber que, tal y como van las cosas, no nos encaminamos a un calentamiento del 1,5º C en este siglo ni a uno de 2º C, sino más bien a uno de 4ºC.» Algunos de los efectos comentados en este apartado: deshielo y subida del nivel del mar, destrucción de hábitats costeros, ciudades y países, tempestades más dañinas, lluvias torrenciales e inundaciones, sequías y desertificación, escasez de agua dulce, desaparición de especies animales, inseguridad alimentaria y hambre, con dos destacadas secciones dedicadas al reparto desigual de los impactos climáticos y a la desigualdad de género: «Todo ello comporta que sean las últimas en abandonar el barco, por así decirlo. Y durante los desastres, o cuando se ven ya obligadas a iniciar el trayecto migratorio, sufren otro efecto de la desigualdad: muchas padecen violencia de género en medio de los desastres o en los desplazamientos que estos provocan.»

En el tercer capítulo, «Movilidad humana y crisis climática», se aborda la movilidad humana que está produciéndose ya en el mundo, así como los desplazamientos internos medioambientales que se están originando. Desplazados medioambientales y desplazados climáticos no responden al mismo concepto, comenta Pajares: el primero es más amplio, incluye tanto los desplazados climáticos como a los generados por los daños medioambientales que causan la industria y los gobiernos, como a los generados por fenómenos geofísicos. Algunos datos recogidos de la página de ACNUR muestran las dimensiones del problema: los desplazamientos forzados a causa de catástrofes medioambientales –se ha duplicado desde 1970 los causados por la crisis climática– causan unas tres veces más desplazamientos que los conflictos políticos: fueron más de 30 millones en 2020. Entre 2008 y 2020, el 49% de este tipo de desplazamientos (156 millones en todo el mundo) fueron por inundaciones y el 37,4% (119 millones) por tormentas.

En el 4º capítulo, «Migraciones climáticas. Africa, Asia y Latinoamérica», el más extenso del libro, Pajares analiza detalladamente los impactos climáticos y las migraciones causadas en varias regiones del planeta, usualmente olvidadas: Sahel y África Occidental, Cuerno de África y resto de África Oriental, Asia del Sur, Sudeste asiático, etc. Un apunte inicial: «El continente africano solo es responsable del 3% de los gases del efecto invernadero emitidos desde el inicio de la industrialización y del 8,7% de los que se emiten actualmente», pero es el continente más vulnerable a sus efectos.

En «Refugiados climáticos», el capítulo quinto, se conjetura la magnitud global que pueden tener las migraciones climáticas para 2060 y se intenta responder a un tema controvertido: ¿los migrantes climáticos deben ser considerados refugiados? Sobre el primer punto, señala Pajares: «Concluyo este apartado diciendo que, a nivel mundial, podemos contemplar unas migraciones climáticas hacia el 2060 de entre 175 y 300 millones de personas; de modo que en las próximas cuatro décadas podría doblarse el actual número de migrantes que hay en el mundo. Pero debo volver a repetir que esta solo es una estimación de trazo grueso para hacernos una idea sobre la magnitud que pueden alcanzar». Sección destacada del capítulo: «La dimensión migratoria dependerá de las políticas climáticas: mitigación, adaptación…»

«Reflexiones finales. Otro futuro es posible» es el apartado final. Las sugerencias del autor: quitar a las grandes empresas energéticas, grandes multinacionales y élites financieras el poder que tienen y posibilitar que los poderes públicos y las agrupaciones sociales impongan otro modelo energético, otro modelo agrícola y otra forma de vida; poner grandes recursos al servicio de la adaptación; empezar a gestionar de forma racional las migraciones, asumiendo compromisos internacionales vinculantes y creando un marco institucional adecuado para ello; rechazar la falsa idea de que aparecerán de algún modo soluciones tecnológicas para librarnos de la crisis climática…

Miguel Pajares cierra su excelente (y muy recomendable) ensayo con un breve epílogo dedicado a David Buckel, un abogado, un luchador que dedicó su vida a la defensa de los derechos de los homosexuales y otras causas. Se inmoló en Nueva York el 15 de abril de 2018 prendiéndose fuego con un combustible fósil. «No me atrevería nunca a juzgar la decisión tomada por David Buckel; ni defiendo su acción como método de lucha ni soy quién para criticarla; pero sin duda llegó a ella por la convicción de que el capitalismo de los combustibles fósiles acabará abrasando a la humanidad.» ¿Podremos evitarlo? Una de las grandes tareas, una de las más urgentes y necesarias de nuestra hora.

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