Entrevista a Andrés Piqueras (I)
Salvador López Arnal
«Engels tiene una dimensión impresionante, y fue precursor e inspirador de Marx en diferentes campos (el de la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres, entre otros)»
Andrés Piqueras es profesor titular de Sociología y Antropología Social en la Universidad Jaume I de Castellón. Entre sus numerosos libros publicados, cabe citar aquí La opción reformista. Entre el despotismo y la revolución, Capitalismo mutante. Crisis y lucha social en un sistema en degeneración, La tragedia de nuestro tiempo. La destrucción de la sociedad y la naturaleza por el capital, Las sociedades de las personas sin valor y De la decadencia de la política en el capitalismo terminal. El Viejo Topo ha publicado recientemente su último libro: De la decadencia de la política en el capitalismo terminal. Un debate crítico con los «neo» y los «post» marxismos. También con los movimientos sociales.
Andrés Piqueras Es miembro del Observatorio Internacional de la Crisis (OIC), con el que lleva tres lustros estudiando la crisis civilizatoria del capitalismo.
Dedicas tu último libro «A los millones y millones de comunistas que dieron sus vidas a lo largo del siglo XX, por un mundo sin explotación. También a los comunistas que dedicaron su vida a ello… y vencieron». ¿Una vindicación de la tradición comunista… a pesar del estalinismo y de El libro negro del comunismo?
Por supuesto. Diría que es la razón de ser del libro, en tanto que entiendo que el movimiento comunista de la humanidad ha sido hasta hoy el máximo exponente de la evolución humana en pos de unas posibilidades de vida para la especie que permitan la armonía entre sí y con la naturaleza. De hecho, a la postre, sólo un alto grado de cohesión basado en amplias condiciones de igualdad podrá permitirnos la existencia como especie. El comunismo, como decían Engels y Marx, no es sino el constante movimiento autoemancipador y autoconsciente de la humanidad. La evolución no es sino una progresión no lineal de complejidad de los organismos vivos (y sociales), de ahí deduce Engels que una sociedad capaz de planificar su economía y su interacción con la naturaleza, de eliminar las contradicciones inherentes a las clases sociales, es necesariamente más evolucionada y está mejor preparada para mantenerse (al estar también más cohesionada).
No voy a entrar a contestarte sobre el panfleto del Libro negro, fiel a la propaganda capitalista desatada desde el último cuarto del siglo XX (un proyecto sistemático de reescritura de la Historia y de amputación de la Memoria histórica –ya prácticamente seccionada para las nuevas generaciones–), empeñada en hacernos creer que «comunismo» y «nazismo» son parte de lo mismo (como si el nazismo no fuera una excreción despótica del capitalismo y como si, para empezar, la humanidad hubiera llegado en algún momento al comunismo). No merece la pena en una entrevista con espacio tan limitado entrar a contestar esos libelos expandidos desde los centros de inteligencia del sistema.
Era una pequeña provocación entre amigos.
Sí diré que la matanza de comunistas y de gentes acusadas de serlo, sólo en el siglo XX, desatada por el capitalismo, ya sea en su forma fascista, ya en la «democrática» (liderada por EE.UU.) supera con creces cualquier pesadilla. El reciente libro de Vincent Bevins, El método Yakarta, es uno de los que ha comenzado a revelar la magnitud de esa matanza.
Seiscientas páginas, más de treinta de bibliografía, extensas e interesantes notas al pie de página (que recuerdan en ocasiones las notas no menos extensas e interesantes de El capital), prosa sustantiva, nada ligera, argumentos que exigen codos y concentración,… ¿A quién va dirigido el libro?
A quienes todavía tienen ganas de transformar el mundo y además quieren atreverse a pensar por sí mismos/as (algo cada vez más difícil partiendo de unos medios de formación y socialización concebidos para subordinar e idiotizar, nuestras vidas sometidas a continuos bombardeos mediáticos teledirigidos, con sus «guasaps», «twitters», «instagrams», etc, que nos permiten enorgullecernos de ser masa y seguir a «blogueros», «influencers» y otra ralea narcotizante semejante). Como decía Labriola, ese gran pensador precursor de Gramsci tan olvidado hoy, «pensar es producir», entraña un ejercicio cotidiano de reconstrucción del mundo y de nuestra posición en él, de manera que podamos manejar mejor nuestra vida. Ser comunista implica pensar, en su sentido más profundo, «radical», por fuera de la cosmovisión dominante, como pensar en acción.
Un concepto que usas con frecuencia: materialismo. ¿Qué es el materialismo desde tu punto de vista? ¿Qué hay de singular en el materialismo de Marx y Engels?
El materialismo busca conocer las causas más profundas que mueven los procesos históricos y que se combinan siempre con la acción humana. Deja de ver las ideas como categorías abstractas, creadoras del mundo, para entenderlas como productos del mismo. Engels y Marx nos presentaron un patrón para entender el mundo y las creaciones intelectuales humanas, de tal manera que hoy podemos saber que las formas como los seres humanos conseguimos la producción y reproducción de nuestra vida trazan nuestras posibilidades sociales e ideológicas. Es decir, que el nudo que contiene la mayor fuente de explicación social es la producción y reproducción de la vida real.
Eso sí, la dialéctica enriquece y complementa al materialismo, dado que entiende que lo concreto es sólo tal porque es la concentración de infinitas determinaciones, su plasmación real nunca permanente sino en continuo proceso de modificación. La condición clave es no entender más las partes de la sociedad de manera separada; de ahí que a Marx nunca se le ocurrió desarrollar una teoría política ni una teoría económica, por ejemplo, sino que lo que hizo fue elaborar una penetrante crítica de la «economía política» dada, a la que opuso el análisis dialéctico del todo y sus partes. Análisis de la totalidad, el capitalismo, que a su vez no es sino una totalidad dentro de otra: la de la especie humana, que a su vez es una totalidad dentro de otra, la de la Vida, que a su vez es una totalidad dentro de otra, el Cosmos…
Por su parte, lo material acompaña a lo dialéctico en cuanto que la materia precede a la idea, el organismo a la conciencia, la formación orgánico-química de la vida a la especiación y al Homo sapiens sapiens, los procesos para conseguir energía a los ratos para dedicar al arte y a la filosofía… Pero una vez que esos procesos cobran existencia, la idea, la conciencia, la filosofía, entran también en relación dialéctica con el todo. De este modo, como dice Felip a quien cito, el objeto del pensar no es ya la materia como opuesta a la idea, sino la unidad dialéctica de materia e idea en la forma de procesos de una totalidad compleja, estructurada y contradictoria.
¿Es necesario seguir reivindicando a Marx en esta tercera década del siglo XXI? ¿Quién duda a día de hoy, obrando y pensando de buena fe, que Marx, el marxismo, han sido y son muy importantes para la comprensión de la composición y evolución de las sociedades humanas y de su transformación?
Esto es lo que he intentado expresar en todo momento en el libro. El marxismo constituye hasta hoy la principal praxis de emancipación humana que ha levantado la humanidad, es la piedra angular de una crítica de la economía política capitalista, de toda su civilización; puntal de una lucha para librar a la humanidad de estar sometida a leyes y fuerzas sociales vinculadas a la explotación, la dominación y la exclusión que de otra forma nos serían en gran medida desconocidas o camufladas bajo los ropajes de la fetichización, la mistificación, la ilusión o la naturalización de las cosas que secreta el capitalismo. Por supuesto, el marxismo entraña un nuevo proyecto civilizatorio en el que esas dinámicas de explotación y dominio de la especie humana entre sí estén erradicadas. Por eso es a la vez, e irrenunciablemente, un método científico, una proyección y un compromiso políticos y una comprensión del mundo. En suma, un croquis que nos ayuda a caminar por él para poder transformarlo. Lo cual implica, indefectiblemente, una conducta o una síntesis práxica (precisamente la que han querido suprimir los «neomarxismos»).
Respecto a la segunda pregunta…
Respecto a la segunda pregunta, podría decirte, con palabras de Borón, que al igual que ocurriera con Copérnico en la astronomía, la revolución teórica de Marx arrojó por la borda el saber convencional que había prevalecido durante siglos. Marx, y subrayo Engels, desencadenaron en la historia y las ciencias sociales una revolución teórica tan rotunda y trascendente como la de Copérnico o Darwin en otros campos. «Y así como hoy se convertiría en un hazmerreir mundial quien reivindicase la concepción geocéntrica de Ptolomeo, no mejor suerte correrían [deberían correr, corrijo yo aquí a Borón] quienes increpasen a alguien acusándolo de ‘marxista’.»
Tomo pie en tu «subrayo Engels». ¿Por qué hablamos tanto de Marx (que está muy bien) y tan poco de Engels (que está muy mal, y es injusto además)? ¿Marx fue el gran director de la orquesta y Engels un interesante y fiel primer violín?
Afortunadamente, después de décadas de denigración de Engels, sobre todo por parte de los «neo» y los «postmarxismos» (en el libro explico por qué), está cobrando fuerza un movimiento de recuperación de su enorme figura dentro del marxismo, por fin (y hace poco aprovechando el bicentenario de su natalicio). El Viejo Topo ha publicado recientemente un gran trabajo de González Varela, Friedrich Engels antes de Marx, donde se pone en su sitio la importancia teórica, política y revolucionaria de este coloso que se empeñó en ser «segundo violín» para dar paso a Marx [como él mismo escribió a Mehring, «Si encuentro algo que objetar es que usted me atribuye más crédito del que merezco, aun si tengo en cuenta todo lo que —con el tiempo— posiblemente podría haber descubierto por mí mismo, pero que Marx, con su cop d’oeil más rápido, y su visión más amplia, descubrió mucho más rápidamente. Cuando se tiene la suerte de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, generalmente no se le reconoce a uno en vida lo que se cree merecer. Si muere el gran hombre, al menor fácilmente se le sobreestima, y este parece ser justamente mi caso en la actualidad; la historia terminará por poner las cosas en su lugar».
Engels tiene una dimensión impresionante, y fue precursor e inspirador de Marx en diferentes campos (el de la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres, entre otros). De hecho, como es más que sabido, es quien inicia a Marx en el materialismo y quien abre la vía a que ese materialismo se dialectizara. Y sin embargo, parte de su grandeza está en que él mismo se hace a un lado para permitir que fuera su amigo quien ocupara un primer plano, porque a pesar de que fue Engels quien le guió en diferentes ocasiones, había descubierto en Marx un potencial que le superaba intelectualmente y, como buen revolucionario, decide quedar en segundo plano.
«El capitalismo está en fase terminal». ¿Qué indicios te empujan a esa conclusión? A primera vista no lo parece. Para algunos, que no son pocos, sigue más vivo y fuerte que nunca a pesar de sus crisis y tropiezos.
Las razones principales las he venido indicando y desarrollando en mis trabajos de al menos los últimos doce años, algunos de los cuales citas en la Introducción. También las tenemos expuestas en las elaboraciones colectivas del OIC. Te resumo esquemáticamente.
Adelante con el resumen.
En este momento histórico el capitalismo incumple crecientemente los dos principales elementos que constituyen su razón de ser: la conversión del dinero en capital y la conversión de seres humanos en fuerza de trabajo asalariada (subsunción real del trabajo al capital), o dicho de otra manera, en una mercancía que realiza trabajo abstracto. Hemos visto algunas de las claves a las que se enfrenta el neoliberalismo financiarizado como modelo de crecimiento que se ha intentado poner en práctica a escala casi planetaria. Con la degeneración de ese modelo el capitalismo en sí mismo enfrenta una serie de contradicciones cada vez más insalvables: 1. Entre acumulación y regulación (forma en que se expresa hoy la contradicción clásica entre desarrollo de las fuerzas productivas y relaciones sociales de producción). 2. Entre valorización y realización (dado que la escasa recuperación de la tasa de ganancia en la producción se ha hecho a costa de una exacerbada depresión de la demanda). 3. Entre el valor ficticio generado por el entramado mundial financiero-especulativo y la plusvalía real generada, que responde a un estancamiento de la rentabilidad (lo que denotó una parcial recuperación de las tasas de ganancia sin proporcional acumulación de capital). 4. Entre estancamiento y endeudamiento, el cual como factor imprescindible del crecimiento actual no tiene contrapartida ni productiva ni energética para posibilitar que una hipotética acumulación futura pueda satisfacer las deudas del presente. 5. Entre el valor capitalista y la riqueza social y natural, pues aquél depende cada vez más de la destrucción de éstas. 6. Entre el desarrollo de las fuerzas productivas (la automatización) y las bases de sustentación del capitalismo: valor, trabajo asalariado, plusvalía, ganancia…, que resultan crecientemente deterioradas.
Se pone a prueba, además, la adaptación funcional del complejo institucional y de dominación respecto del proceso de ajuste capitalista. O lo que es lo mismo, podríamos apuntar a una probable creciente contradicción entre legitimidad y formas unilaterales actuales de «regulación social» (o si se quiere, de lo que ellos llaman la «gobernanza» en curso).
Para calibrar esta última contradicción y al tiempo desafío, hay que tener en cuenta que asistimos en este impasse, mientras se produce el declive del neoliberalismo financiarizado (en el que siempre han pervivido restos del keynesianismo) y no termina de coagularse ningún modelo nuevo que lo sustituya, a una profunda reestructuración de la dominación de clase y de concentración de poder entre las élites dominantes a escala global. Pero la destrucción social que entrañan todas estas dinámicas tiene un correlato ineludible: sin sociedad no hay economía.
Hablas del carácter ilusorio de la democracia capitalista. ¿Por qué? ¿No es acaso el caso que muchas «conquistas democráticas», como el derecho de huelga y manifestación, la jornada (muchas veces incumplida) de las 40 horas semanales, son fruto de sacrificadas, arriesgadas y a veces heroicas luchas de los trabajadores y trabajadoras?
Los logros democráticos en el capitalismo, esto es, conseguir decantarle hacia su opción reformista o socialdemócrata (con una relativa mayor distribución del poder social; mayor participación del conjunto de la sociedad en las decisiones que la afectan; mayor redistribución del conjunto de la riqueza social), sólo se han podido alcanzar históricamente, siempre a través de las luchas de clase, cuando coinciden tres tipos de factores: 1) Cuando la masa de ganancia y con ella la tasa media de beneficio se desarrollan satisfactoriamente para la clase capitalista. 2) Cuando la clase capitalista se ve con dificultad de reemplazar o sustituir a la fuerza de trabajo; es decir, cuando se reduce mucho el «ejército laboral de reserva». 3) Cuando la fuerza de trabajo organizada adquiere una relevante fuerza social y política (las posibilidades de esta condición están a su vez profundamente vinculadas a las de las dos anteriores).
En esta fase del capitalismo no se dan ninguno de esos factores. Antes al contrario, tenemos una acumulación de capital gripada sin visos de superarse; un «ejército laboral de reserva» que hoy se ha hecho mundial, con al menos 4.200 millones de personas en situación de «disponibilidad migratoria», allá donde y cuando lo requiera el capital. El poder social de negociación (capacidad de hacer valer los propios intereses a escala social) de la fuerza de trabajo queda, con todo ello, reducido a mínimos.
Eso quiere decir que pretender mejoras sociales substanciales dentro del capitalismo actual se va convirtiendo cada vez más en una quimera (los hechos históricos que vivimos desde hace al menos 30 años así lo atestiguan). El avance social cada vez más claramente sólo se podrá hacer contra el capitalismo, como parte de un proyecto de construcción de otra civilización.
Una de tus tesis centrales: la no independencia de la política respecto del valor. ¿Nos puedes dar algún ejemplo de esa dependencia?
Por las mismas razones que acabo de exponer, si al capitalismo le va mal, si tiene dificultades para ampliar el valor o realizar la plusvalía, no puede permitirse aperturas democráticas. La política se cierra y se dirige en toda su amplitud e intensidad a intentar paliar la caída del valor. Eso se traduce en contrarreformas laborales y fiscales, exponencial aumento de la explotación, degradación de los mercados laborales y militarización de las relaciones internacionales. En la ciencia hay bastantes premisas más difíciles de comprobar que esta cuestión teórica que te estoy enunciando. La venimos constatando en nuestras experiencias de vida desde los años 70 del siglo XX.
Por eso precisamente lo que propongo en el libro es que la política dentro de los cauces del capital está prácticamente cerrada. Es cada vez más un mero instrumento del (moribundo) valor. Repito, hoy ya sólo contra el capital se pueden conseguir nuevos logros sociales, por lo que hay que empezar a replantearse proyectos y estrategias a partir de estas consideraciones, en lugar de mirar atrás, según hacen las izquierdas del sistema (o izquierdas integradas) en todos lados, para ver si el capitalismo vuelve a o recupera su fase keynesiana. Como si eso fuera posible.
Y no lo es en tu opinión, queda claro. Dos de las cuestiones centrales que desarrollas en la primera parte del libro: la teoría del valor-trabajo y la ley tendencial de la caída de ganancia. Te pregunto a continuación sobre ellas.
Fuente: El Viejo Topo, julio-agosto de 2022.