Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Centenario de Enrico Berlinguer

En mayo de 2022 se cumplió el centenario del nacimiento de Enrico Berlinguer, el último gran dirigente del comunismo italiano. Nacido en Cerdeña, como Gramsci, Berlinguer se integró en el movimiento comunista a los 21 años, en 1943, formándose como militante en la resistencia antifascista. Como cuadro dirigente lo hizo bajo la orientación de Togliatti, con cuyo apoyo fue elegido miembro del Comité Central del PCI en 1945, líder de las juventudes comunistas y representante de éstas en el Comité Ejecutivo del partido en 1948; en 1960 fue elegido como miembro de pleno derecho del Ejecutivo y en 1962 del Secretariado. Tras la muerte de Togliatti en 1964 dejó de formar parte Secretariado aunque se mantuvo en el Comité Ejecutivo, presidido por Longo como nuevo secretario general. Ante la enfermedad de Longo, en febrero de 1969 fue elegido como vicesecretario general asumiendo buena parte de las funciones de Longo. Encabezó, por ello, la delegación italiana en la Conferencia mundial de partidos comunistas de junio de 1969, en la que defendió el rechazo a la imposición de un modelo único de acceso y desarrollo del socialismo –obviamente el soviético– y recuperó la propuesta última de Togliatti de rechazo a la instauración de un solo partido y un solo estado dirigente en el movimiento comunista. En el trasfondo de ese rechazo, que llevó a que el PCI no firmara la resolución final de la Conferencia, estaban los acontecimientos de Checoslovaquia en 1968 y el rechazo que la intervención política y militar del PCUS a través del Pacto del Varsovia había suscitado en el PCI. Fue su primera intervención pública de relieve como dirigente del comunismo italiano, aunque estuviera cumpliendo en ella el acuerdo mayoritario del partido y, de manera explícita, de su dirección. En marzo de 1972 fue elegido secretario general del PCI, a tiempo para ser testigo político del derrocamiento del gobierno de Unidad Popular en Chile, encabezado por Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. La reacción de Berlinguer fue inmediata, dando la talla del dirigente más lúcido e innovador del movimiento comunista en Europa, condición que mantuvo en los doce años en que ejerció la secretaría hasta su prematura muerte. El 28 de septiembre Berlinguer inició la publicación de una serie de tres artículos en la revista semanal del partido, Rinascita, en los que, partiendo del análisis del golpe contra la Unidad Popular, propuso una nueva línea de alianzas para seguir avanzando en la lucha por el socialismo; una línea que tenía sus antecedentes en el programa elaborado por Gramsci y Togliatti a mediados de los años veinte, la propuesta togliattiana de la revolución popular, y la línea de amplia unidad antifascista y democrática y caracterización del PCI como partido nacional impulsada por Togliatti a partir de 1944.

No solo como homenaje sino, y sobre todo, como recordatorio de una importante experiencia del movimiento comunista Espai Marx publicará semanalmente una serie de textos de Berlinguer, representativos de su pensamiento y su liderazgo, desde la formulación del que denominó «compromiso histórico» en 1973 hasta sus reflexiones sobre la austeridad en 1977 y la «cuestión moral» en 1981; textos que, como él habría dicho, constituyen no solo historia sino enseñanzas para el presente. En esta primera entrega se incluyen los dos primeros artículos de Rinascita del 28 de septiembre y el 5 de octubre.

Escritos a partir de la experiencia chilena

Imperialismo y coexistencia a la luz de los acontecimientos chilenos

Publicado el 28 de septiembre de 1973

Los acontecimientos en Chile fueron y son vividos como un drama por millones de hombres repartidos por todos los continentes. Se ha sentido y se siente que se trata de un acontecimiento de importancia mundial, que no sólo despierta sentimientos de la condena absoluta de los responsables del golpe reaccionario y de las masacres de masas, así como de solidaridad para las víctimas y los que se le resisten, sino que propone cuestiones que apasionan a los luchadores por la democracia en cada país y provocar la reflexión.

No tiene sentido ocultar que el gravísimo golpe a la democracia a las conquistas sociales chilenas y las perspectivas de progreso de los trabajadores de ese país es también un golpe para el movimiento de liberación y emancipación de los pueblos latinoamericanos y todo el movimiento mundial obrero y democrático; y como tal se siente también en Italia por la comunistas, socialistas, las masas trabajadoras, todos los demócratas y antifascistas.

Pero como siempre ha sucedido con este tipo de eventos dramáticos y gravedad, los luchadores por la causa de la libertad y el socialismo no han reaccionar con desánimo o sólo con desprecio y cólera, sino tratar de sacar una enseñanza. En este caso, la lección toca directamente a inmensas masas de la población mundial, apelando a vastos estratos sociales, aún no conquistados por nuestra visión en el choque social y político que tiene lugar en el mundo actual, para ver y comprender algunos datos fundamentales de la realidad. Eso constituye uno de los condiciones previas para una participación amplia y vigorosa en la lucha para modificarlos.

En primer lugar, los sucesos de Chile sensibilizan contra todo ilusión; que las características del imperialismo, y del imperialismo norteamericano en en particular, siguen siendo la prepotencia y la yugulación económica y política, el espíritu de agresión y conquista, la tendencia a oprimir a los pueblos para privarles de su independencia, libertad y unidad siempre que la circunstancias concretas y el equilibrio de poder lo permiten.

En segundo lugar, los acontecimientos en Chile dejan muy claro quién son y dónde están, en los países del llamado «mundo libre», los enemigos del la democracia. La opinión pública de estos países, bombardeada durante años por décadas por la propaganda que señala al movimiento obrero, los socialistas y los comunistas como enemigos de la democracia, tiene hoy ante sí una nueva prueba flagrante de que las clases dirigentes burguesas y los partidos que representan o se dejan esclavizar por ellos, están dispuestos a destruir toda la libertad y el atropello de todos los derechos civiles y principios humanos cuando se sus privilegios y su poder afectados o amenazados.

La tarea de los comunistas y de todos los luchadores por la causa del progreso democrática y de liberación del pueblo es afirmarla estas verdades para llamar la atención ante todos los sobre los peligros que representan el imperialismo y las clases dominantes burguesas para la libertad de los pueblos y la independencia de las naciones, y desarrollar en masas cada vez más amplias el compromiso democrático y revolucionario de cambiar, en el mundo y en cada país, el equilibrio de poder en favor de las clases trabajadoras, los movimientos de liberación nacional y de todo el campo democrático y antiimperialista. Los acontecimientos de Chile puede y debe despertar, junto con una poderosa y duradera movimiento de solidaridad con ese pueblo, un despertar más general de la conciencias democráticas, y sobre todo una acción para la entrada de nuevas fuerzas dispuestas a luchar concretamente contra el imperialismo y contra reacción.

Para ello, también es indispensable cumplir con la tarea de una cuidadosa reflexión para extraer de la tragedia política de Chile enseñanazas útiles relativas ca una apreciación más amplia y profunda tanto del marco internacional como la estrategia y táctica del movimiento obrero y democrática en cada país, incluido el nuestro.

El peso decisivo de la intervención estadounidense

Ninguna persona seria puede discutir que los acontecimientos en Chile han pesado decisivamente la presencia e intervención del imperialismo norteamericano. La conciencia popular lo sintió inmediatamente. Más allá de de episodios, esclarecedores, de la crónica política y diplomática sobre la días del golpe y los inmediatamente anteriores, radica el hecho de que desde el advenimiento del gobierno de la Unidad Popular, los grupos monopólicos norteamericanos presentes con posiciones dominantes en la economía chilena (cobre, ITT) y los círculos dirigentes de la administración estadounidense han emprendido una acción sistemática en todos los ámbitos, desde la guerra económica hasta la subversión – para provocar el fracaso del gobierno de Allende y anularlo.

Además, estas y otras formas de intervención estadounidense contra los pueblos y las naciones que aspiran a la independencia no son ciertamente una excepción, sino que son, especialmente en América Latina, la norma. Los que no tienen intervenciones brutales en Guatemala, la República Dominicana y muchos otros Estados. ¿Quién no sabe que la Cuba socialista, con su firmeza y unidad, y también gracias a la solidaridad y el apoyo de la Unión Soviética y de los demás países socialistas, tuvo que rechazar las maniobras durante años, provocaciones, boicots económicos, ataques directos a su territorio y deben estar siempre atentos para salvaguardar su propia independencia?

También en otras partes del mundo, ya sean zonas subdesarrolladas de Asia y África o los propios países del capitalismo avanzado (desde Japón hasta Europa Occidental), no cesa de manifestarse la penetración del imperialismo americano y su iniciativa, en todo formas posibles, para mantener o ampliar sus posiciones económicas, político y estratégico.

Una situación de movimiento y confrontación

Qué es lo que puede contrarrestar, limitar e invertir esta tendencia al imperialismo? La respuesta más sencilla es también la más cierta: el modificación progresiva de las relaciones de poder en su perjuicio y a favor de los pueblos que aspiran a su propia liberación y de todos los países que luchan para un nuevo orden mundial y un nuevo sistema de relaciones entre los Estados. Es precisamente en esa dirección que va el proceso histórico mundial de casi sesenta años, cuando la Revolución Rusa de 1917 rompió por la dominación exclusiva del imperialismo y del capitalismo.

Desde entonces, y especialmente después de la victoria sobre el nazismo, después de la revolución china y con el colapso del antiguo sistema colonial británico y Francés la zona bajo el control del imperialismo se ha ido restringiendo. Derrotada la política insensata y aventurera que pretendía derrocar los regímenes socialistas surgidos tras la Segunda Guerra Mundial en Europa y Asia (la política de retroceso), las potencias capitalistas y los propios Estados Unidos se ven ahora obligados a reconocer que los regímenes socialistas de todo el mundo existentes, no pueden ser tocados y que deben ser tenidos en cuenta y tratar con ellos.

Otros estados, surgidos del colapso del sistema colonial, pudieron construir y defender su independencia con creciente vigor; y algunos de estos estados muestran una tendencia a dirigir la construcción de su orden económico y social en la dirección del socialismo. En este cuadro tenía y tiene un enorme significado la victoria del pueblo heroico del Vietnam, apoyado por los países socialistas y un poderoso movimiento solidaridad internacional, contra la agresión americana. Esta victoria ha infringido un nuevo golpe a las pretensiones imperialistas, y representa un nueva contribución decisiva para cambiar el equilibrio de poder en la mundo y al avance de una política de distensión y negociaciones pacíficas en las relaciones entre Estados.

Pero además, los EE.UU. se ven obligados hoy en día a lidiar con una creciente deseo de autonomía que se ha manifestado, especialmente en los últimos años, en los países de Europa Occidental.

Por último, por grave que sea el golpe que ha supuesto el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular en Chile, el movimiento de redención y liberación, que sigue siendo una realidad que no se puede borrar en los países latinoamericanos, no dejará de de expresarse en las formas más diversas y de encontrar la manera de oponerse a con éxitos incluso parciales a la dominación norteamericana y a las camarillas locales esclavizado a ella. ¿ No es cierto que el golpe de estado militar enfrenta al pueblo chileno y suscita en otros países latinoamericanos y en todas partes una resistencia, una condena y una respuesta como no habían producido otros golpes de Estado reaccionarios?

El reconocimiento de la tendencia subyacente en el proceso histórico mundial – y que en última instancia da lugar a un reducción progresiva del área de dominación de las fuerzas imperialistas – ciertamente no nos impide ver (y es precisamente desde Chile que estamos viendo en estos días una nueva y severa advertencia) que el imperialismo internacional y las fuerzas reaccionarias de muchos países son capaces de contener la lucha emancipadora de los pueblos y, en algunos casos, infligir duros golpes a las fuerzas animadoras de tal lucha. Sólo teniendo esto en cuenta, y considerando en cada región del mundo, en cada país y en cada momento las formas concretas en que se expresa o se puede esperar que se exprese, es posible evitar ser tomado por sorpresa, caer en errores y en cambio ser capaz de organizar y llevar a cabo una acción revolucionaria y democrática preparada y apropiado.

Los dos niveles de la lucha por la paz

Algunos se han preguntado cómo es posible que unas intervenciones tan brutales como la llevada a cabo en Chile por las fuerzas del imperialismo y la reacción siguen ocurriendo en una fase de la vida internacional en la que están dando pasos cada vez más rápidos en el camino de la distensión y coexistencia pacífica en las relaciones entre Estados con regímenes sociales diferentes. Pero, ¿quién ha defendido nunca que la distensión y la coexistencia internacionales significan la llegada de una era de tranquilidad, el fin de la lucha de clases en el plano interno e internacional, contrarrevoluciones y revoluciones?

La política de distensión, en la perspectiva de la coexistencia pacífica es, ante todo, la forma de garantizar un objetivo primordial de interés vital para toda la humanidad y cada pueblo: evitar la catástrofe la guerra atómica y termonuclear, asegurar la paz mundial, afirmar el principio de la negociación como único medio para resolver el disputas entre Estados. Además, la distensión y la coexistencia, en tanto que implican la reducción progresiva de todos los armamentos y las múltiples formas y la creciente cooperación económica, científica y cultural, tanto en el plano bilateral como el multilateral, son una de las formas de abordar la esfuerzos combinados los grandes problemas del mundo contemporáneo, como los la mejora de las zonas deprimidas, la contaminación, la lucha contra la indigencia y las enfermedades sociales, etc.

La distensión y la coexistencia no implican en sí mismas, automáticamente y en poco tiempo, la superación de la división del mundo en bloques y zonas de influencia, y por lo tanto no impiden que EE.UU. posibilidad de interferir de diversas maneras, incluso las más descaradas, en las zonas y países que les gustaría adquirir para siempre dentro del esfera de su dominio directo o indirecto.

La división del mundo en diferentes bloques y áreas es un hecho que preexiste a la política de distensión y coexistencia, ya que es la resultado de todo el curso del progreso histórico mundial, desde la Revolución de Octubre, la Segunda Guerra Mundial y los acontecimientos de signo diferente, de estas últimas décadas que han determinado la actual dislocación de los equilibrios internacionales y nacionales. Tampoco debemos olvidar la influencia negativa en la vida internacional de esas divisiones entre los países socialistas que tienen su punto más alto en las diferencias entre la China Popular y la Unión Soviética.

El nuevo cambio de la actual equilibrio de poder en favor de las fuerzas del progreso depende, en primer lugar, de la capacidad de lucha e iniciativa de los el proletariado, los trabajadores, las masas populares y sus organizaciones en cada país. Pero también es evidente que el progreso de la distensión y la convivencia es una condición indispensable para promover la superación de la división del mundo en bloques o zonas de influencia, para facilitar la afirmación del derecho de cada nación a la su propia independencia y así, en última instancia, reducir las posibilidades de la injerencia imperialista en la vida de otros países. Al mismo tiempo, caminar con decisión por el camino de la distensión y la convivencia significa impulsar los procesos de desarrollo de la democracia y la libertad en todos los países del mundo, sea cual sea su régimen social.

Esta es nuestra concepción de la distensión y la coexistencia: una concepción dinámica y abierta, que se mide y enfrent a otra concepción, propia del imperialismo, que, incluso cuando se ve forzado a la negociación con los países socialistas, pretende establecer el marco mundial en el status quo de las relaciones de poder en el mundo y en los diferentes países.

Todo esto confirma la necesidad de seguir luchando con tenacidad, a nivel internacional, para avanzar en el proceso de distensión y de convivencia y desarrollar todo su potencial positivo y, al mismo tiempo para continuar las batallas por la independencia nacional en todos los países y por la transformación democrática y socialista del sistema económicos y social y del sistemas político estatales.

Nuestro partido siempre ha tenido en cuenta la inseparable relación entre estos dos planes. Por un lado, como hacía Togliatti, hemos tratado de hacer una evaluación fría de las condiciones generales de las relaciones mundo y el contexto internacional en el que se sitúa Italia. Por otro lado parte, nos hemos esforzado por identificar exactamente la correlación de fuerzas dentro de nuestro país.

En particular, siempre hemos dado la debida importancia a lo largo de nuestra trayectoria al hecho fundamental de que Italia pertenece al bloque político-militar dominado por Estados Unidos y el inevitable condicionamiento que se produce. Pero la conciencia de este hecho objetivo ciertamente no nos llevó a la inercia y la parálisis. Reaccionamos y reaccionaremos con nuestra propia iniciativa y lucha. Hemos rechazado todos los intentos de aplastarnos o aislarnos. Nuestra fuerza y nuestra influencia entre las masas populares y en la vida nacional han crecido realmente. Este camino puede y debe seguirse. Así que, en primer lugar, es cambiar las relaciones de poder internas hasta el punto de desalentar y hacer inútil cualquier intento de los grupos reaccionarios nacionales e internacionales de subvertir el marco democrático y constitucional, para golpear los logros de nuestro pueblo, para romper su unidad y detener su avanzó hacia la transformación de la sociedad.

Al mismo tiempo, también hay que desarrollar nuestra lucha e iniciativa en el ámbito de las relaciones internacionales, tanto aportando nuestra contribución a todas las batallas en Europa y en todas las partes del mundo pueden llevar a debilitar las fuerzas del imperialismo, la reacción y el fascismo; como instando a una política exterior italiana que afirme, junto con la voluntad del nuestro país a vivir en paz y amistad con todos los demás países, el derecho del pueblo italiano para construir su propio futuro en plena libertad.

Hoy se pueden dar pasos decisivos en esta dirección porque la necesidades y las propuestas que hacemos se inscriben en un marco europeo caracterizados por un progreso significativo en la distensión y porque se encuentran con aspiraciones e iniciativas similares manifestadas en otros países de Europa occidental. A partir de esto trazamos una línea que se centra en la propuesta de trabajar por un acuerdo de paz en el Mediterráneo y por una Europa Occidental autónoma, pacífica y democrática. Trabajar para este objetivo no es colocar a dicha Europa, y en ella a Italia, en una posición de hostilidad hacia la Unión Soviética y los demás países socialistas o hacia los Estados Unidos. Los que lo hicieran estarían proponiendo algo absurdo, poco realista y, en última instancia, antitética a la lógica de una política de la distensión y el desarrollo democrático para nuestro país y todos los demás países de Europa.

La lucha consecuente en esta línea de política internacional forma parte fundamental de la perspectiva que llamamos la vía italiana al socialismo.

Primeras consideraciones sobre Italia

Los sucesos de Chile nos instan a reflexionar detenidamente no sólo por lo que se refiere al marco internacional y a las cuestiones de política exterior, sino también los relacionados con la lucha y la perspectiva de transformación democrática y socialista en nuestro país.

A los comunistas y a los demócratas no se les debe escapar la profunda diferencias entre la situación de Chile y la de Italia. Chile e Italia están situados en dos regiones del mundo muy diferentes, América Latina y Europa Occidental. También son diferentes el orden social respectivo, la estructura económica y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, así como el sistema institucional (República Presidencial en Chile, República Parlamentaria en Italia) y los ordenamientos estatales. Otras diferencias existen en las tradiciones y orientaciones de las fuerzas políticas, en su respectivos pesos y en sus relaciones. Pero junto a las diferencias también hay de similitudes, y en particular la de que los comunistas y socialistas chilenos también se propusieron seguir una vía democrática hacia el socialismo. Por tanto, del conjunto de diferencias y similitudes hay que extraer razón para entrar en más detalles sobre en qué consiste y cómo puede avanzar en la vía italiana hacia el socialismo.

 

Vía democrática y violencia reaccionaria

Publicado el 5 de octubre de 1973

Es necesario recordar siempre las razones de fondo que nos llevaron a desarrollar y seguir esa estrategia política que Togliatti llamó de «El avance de Italia hacia el socialismo en democracia y en paz». Es sabido que los orígenes de esta elaboración se encuentran en el pensamiento y la acción de Antonio Gramsci y el grupo de liderazgo que se reunió en torno a él y trabajó en la estela de su enseñanza. El Congreso de Lyon de 1926[1] sancionó la victoria en la lucha contra el extremismo y el sectarismo que había caracterizó la acción del partido en el primer período de su existencia y que Lenin había criticado duramente y llamado enérgicamente a superar.

El Congreso de Lyon marcó el inicio de ese análisis comunista de la historia y de las estructuras de la sociedad italiana que luego fue desarrollada y profundizada por Gramsci en sus escritos desde la cárcel y en las orientaciones y actividades del grupo de liderazgo, liderado por Togliatti, que estuvo a la cabeza del partido durante los años del fascismo y lo capacitó para la acción política.

Pero el momento decisivo, para la vida del partido y para la vida del país, de la afirmación y el pleno despliegue de la opción histórica y política que informa toda nuestra acción, fue la línea unitaria que propusimos y seguimos en la guerra de liberación antifascista y el giro de Salerno[2].

Tras la liberación, una vez recuperadas las libertades democráticas, Italia se se encontró en la condición de un país ocupado por los ejércitos de las potencias capitalista (Estados Unidos, Gran Bretaña). Este hecho no podía realmente ser subestimado, al igual que más tarde y todavía no se puede subestimar el hecho –que ya hemos mencionado– constituyó por la posición de Italia en un determinado bloque político-militar. Cuando, como en Grecia en 1945, esta condición internacional no fue considerado en todas sus implicaciones, el movimiento obrero y comunista se lanzó a la aventura, sufrió una trágica derrota y fue expulsado a la situación de clandestinidad de la que acababa de salir.

Pero este no fue el único factor que determinó nuestra elección de estrategia y táctica. El significado más profundo del punto de inflexión radica en la necesidad y en la voluntad del Partido Comunista de aceptar toda la historia italiano, y por tanto también con todas las fuerzas históricas (de inspiración socialista, católica y otras inspiraciones democráticas) que estaban presentes en la escena del país y que lucharon junto a nosotros por la democracia, por independencia del país y por su unidad. La novedad radica en que en el transcurso de la guerra de liberación, se creó una unidad que incluía todas esas fuerzas. Era una unidad que se extendía desde el proletariado, a los campesinos, a amplios estratos de la pequeña burguesía, a grupos clase media progresista, una gran parte del movimiento de masas católico y también a formaciones y cuadros de las fuerzas armadas.

«Hemos estado a la cabeza de los promotores, organizadores y líderes de esta unidad, que tenía su propio programa de renovación de todo el la vida del país, un programa que no solo fue solo formulado en textos escritos, parcialmente, sino que estaba orientada a establecer un régimen de democracia política avanzada, reformas profundas de todo el sistema económico y social y el advenimiento al frente de la sociedad de un nuevo bloque de fuerzas progresivas. Nuestra política era luchar en manera abierta y coherente para esa solución, que implicaba una desarrollo democrático y la renovación social orientada en la dirección del socialismo. No es, por tanto, que hayamos tenido que elegir entre la vía de una insurrección, ligada a la perspectiva de la derrota, y una vía de evolución tranquila, sin asperezas ni riesgos. El camino que se abrió frente a nosotros era uno solo dictado por las circunstancias objetivas, las victorias conseguidas por la lucha y por la unidad y los programas que surgieron en la lucha. Se trataba de liderar y empujar hacia adelante, esforzándose por superar y romper todo obstáculo y resistencia, un verdadero movimiento de masas, que salió victorioso de las pruebas de una guerra civil. Esta fue la tarea más revolucionaria y concentramos nuestras fuerzas para cumplirlo».

Así se expresó Togliatti en esa síntesis magistral de nuestro política con la que abrió el informe presentado al X Congreso del Partido. Somos muy conscientes de que la política de romper la unidad de las fuerzas populares y antifascistas perseguidos por grupos conservadores y reaccionarios internos e internacionales en la Democracia Cristiana, una política que el país ha pagado caro- interrumpió el proceso de renovación iniciado por la Resistencia. Sin embargo, no pudo cerrarlo. Un tejido unitario amplio y robusto ha resistido en el país y en la conciencia a todos los intentos de hacerle daño; y este tejido, en los últimos años, ha comenzado a desarrollarse de nuevo, en el social y político, en nuevas formas, ciertamente, pero que tienen para protagonistas las mismas fuerzas históricas que se habían unido en la Resistencia.

Nuestra tarea esencial –y es una tarea que se puede cumplir– es por tanto, la de extender el tejido unitario, la de reunir en torno a un programa de lucha por la rehabilitación y la renovación democrática de toda la sociedad y el estado la gran mayoría del pueblo, y hacer corresponden a este programa y a este mayoritario conjunto de fuerzas políticas capaces de realizarlo. Sólo esta línea y ningún otro puede aislar y derrotar a los grupos conservadores y reaccionarios, puede dar a la democracia solidez y fuerza invencible, puede hacer avanzar la transformación de la sociedad. Al mismo tiempo, sólo siguiendo este camino se pueden crear las condiciones para construir una sociedad y un Estado socialista que garantice el pleno ejercicio y desarrollo de todas las libertad.

Siempre hemos sabido y sabemos que el avance de la clase trabajadores y la democracia se opondrán por todos los medios posibles a la grupos sociales dominantes y sus aparatos de poder. Y sabemos, como muestra una vez más la trágica experiencia chilena, que esta reacción antidemocrática tiende a ser más violenta y feroz cuando las fuerzas populares empiezan a tomar los resortes fundamentales del poder en el Estado y la sociedad. Pero, ¿qué conclusión debemos sacar de este convencimiento?

¿Acaso la propuesta de ciertos miserables de abandonar el terreno democrática y unitario para elegir otra estrategia hecha de humo, pero cuyo resultado rápido e inevitable es un aislamiento de la vanguardia y su derrota? Creemos que, por el contrario, si los grupos sociales dominantes pretenden romper el marco democrática, para dividir el país en dos y desatar la violencia reaccionaria, esto debe motivarnos aún más para tener firmemente en nuestras manos la causa de la defensa de las libertades y del progreso democrático, para evitar la división vertical del país y a comprometerse de forma aún más decisiva, inteligencia y paciencia para aislar a los grupos reaccionarios y buscar cada posible entendimiento y convergencia entre todas las fuerzas populares.

Es cierto que ni siquiera la aplicación coherente de esta línea por parte de de la vanguardia revolucionaria excluye el ataque reaccionario abierto. Pero, ¿quién puede discutir que lo hace más difícil y sigue creando las condiciones más favorable a rechazarla y cortarla de raíz? La posibilidad de recurrir a la violencia reaccionaria «no debe por tanto conducir –como dijo el camarada Longo– a una dualidad de perspectiva y preparación práctica». A los que preguntan, también en la luz de la experiencia chilena, cómo se reúnen y acumulan fuerzas que pueden para derrotar los ataques reaccionarios, seguimos respondiendo con la palabras del camarada Longo: «empujando la organización, la movilización y combatividad del pueblo, consolidando y ampliando cada día las alianzas de lucha de la clase obrera con las masas popular, realizando así, en la lucha, su función de clase dirigente». Por lo tanto, lo esencial es «el grado alcanzado por este movilización y esta combatividad» en la clase obrera y la la mayoría del pueblo.

Es precisamente la firmeza y la coherencia en la aplicación de estos principios y estos métodos de lucha política lo que permitióderribar la tiranía régimen fascista, para restablecer un régimen democrático y deshacer los intentos de las fuerzas conservadoras y reaccionarias, desde Scelba hasta Andreotti –para golpear a las instituciones libres o, en todo caso, para hacer retroceder el movimiento obrero y popular. Esto ha sido así desde 1947-48, en la lucha contra la discriminación, la persecución y los ataques liberticidas de los gobiernos centristas. Así fue en 1953 cuando el intento de distorsionar en un sentido antidemocrático fue derrotado, con la ley del fraude, el mecanismo electoral y la representatividad del parlamento. Así ocurrió ocurrió en 1960, cuando fue cortada de raíz la aventura autoritaria iniciado por el gobierno de Tambroni. Así en 1964, cuando se fustraron las maniobras antidemocráticas que intentaron involucrar y utilizar contra la República parte de las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad pública. Así fue en 1969 en la lucha contra la cadena de actos de provocación y sedición reaccionaria y fascista, también inspirada y apoyada por círculos imperialistas y fascistas de otros países, con los que intentaron alimentar una clima de tensión exasperada y llevar a una situación de marasmo político y económico para allanar el camino de las soluciones autoritarias, inconstitucionales o de otro tipo hacia un giro duradero hacia la derecha.

En todos estos casos, siempre hemos respondido abrazando la bandera de la defensa de la libertad y el método de la democracia, llamando a las luchas, que también fueron muy amargas, las grandes masas y popular, y promover la más amplia comprensión y convergencia entre todas las fuerzas interesadas en salvaguardar los principios de la Constitución antifascista.

Estas experiencias de la clase obrera, del pueblo italiano y de nuestro partido, confirman el carácter algo abstracto de esas tesis que tienden a reducirse esquemáticamente al dilema entre la vía pacífica y la no pacífica la elección de la estrategia de lucha para el avance hacia el socialismo. Los acontecimientos sociales y políticos que se han desarrollado durante tantos años en Italia son han sido pacíficos en el sentido de que no han conducido a una guerra civil. Pero los acontecimientos no han sido ciertamente suaves e incruentos: han estado marcados por luchas muy duras, por crisis y enfrentamientos agudos, por rupturas o riesgos de ruptura más o menos profunda. Elegir una vía democrática no significa, por lo tanto, adormecerse en la ilusión de una evolución plana y sin sacudidas de la sociedad del capitalismo al socialismo.

También nos ha parecido siempre erróneo definir la vía democrática simplemente como una vía parlamentaria. No nos afecta el cretinismo parlamentario, mientras alguno sufre de cretinismo antiparlamentario. Consideramos que el parlamento es una institución esencial de la vida política italiana, y no sólo hoy, sino también durante la transición al socialismo y en el curso de su construcción. Esto es lo más cierto porque el renacimiento y la renovación de la institución parlamentaria es, en Italia, un logro que se debe principalmente a la lucha de la clase obrera y de las masas trabajadoras. Por lo tanto, el Parlamento no puede ser concebido y utilizado, como fue el caso en la época de Lenin y como puede ser el caso en otros países, sólo como un foro para denunciar los males del capitalismo y la gobiernos burgueses y para la propaganda del socialismo. En Italia, también es, y sobre todo, un lugar en el que los representantes del movimiento obrero desarrollan y concretan su propia iniciativa, en el ámbito político y legislativo, tratando de influir en la dirección de la política nacional y afirmar su función de liderazgo. Pero el parlamento solo puede cumplir su labor si, como dijo Togliatti, se convierte cada vez más en un «espejo del país» y si la iniciativa parlamentaria de los partidos del movimiento obrero esta ligada a las luchas de las masas, al crecimiento del poder democrático en la la sociedad y la afirmación de los principios democráticos y constitucionales en todos los sectores y órganos de la vida estatal.

Esta precisa orientación ha inspirado las numerosas batallas que hemos desarrollado por la República y la Constitución; realizar con el voto de las mujeres la plenitud del sufragio universal; defender la principio de representación proporcional contra la intención de liquidarlo; asegurar las prerrogativas cotidianas de las Cámaras contra todas las tendencias del ejecutivo y otros centros de poder económico, político y administrativo de vaciarlas de sentido; y afirmar la principio y la práctica de una dialéctica libre, sin exclusión y discriminación, entre todas las fuerzas democráticas representadas en el parlamento. A esta misma orientación han obedecido y obedecen nuestras batallas por el establecimiento de instituciones regionales y por el respeto de la autonomía y las competencias de las autoridades locales.

Pero también hay otro aspecto muy importante de nuestra estrategia democrática. La decisión del movimiento obrero de mantener su luchar en el terreno de la legalidad democrática no significa caer en una especie de la ilusión legalista, renunciando al compromiso esencial de promover, tanto desde posiciones de gobierno como de oposición, una iniciativa constante para renovar profundamente en sentido democrático la leyes, sistemas, estructuras y aparatos del Estado. Nuestro propio experiencia, incluso antes que la de otros países, nos recuerda que debemos mantener siempre presentan la necesidad de combinar a la batalla por la transformación económica y social con la de la renovación de todos los órganos y poderes del Estado. El compromiso en este sentido debe traducirse en un doble actividad: la destinada a garantizar que en todos los organismos del Estado, y en aquellos en los que los que trabajamos, se establecen cada vez más ampliamente las directrices inspirado por una lealtad consciente y una fidelidad a la Constitución y a los sentimientos de íntima conexión con el pueblo trabajador; y la destinada a promover medidas y pasos concretos de democratización en la organización y en la vida del poder judicial, las fuerzas armadas y todos los aparatos del Estado. Esta acción puede contribuir de forma muy importante a que el proceso de transformación democrática de la sociedad no tome direcciones unilaterales y que no provoque un desequilibrio entre los sectores que se ven afectados por estos procesos y otros que quedan fuera o son rechazados en posiciones hostiles: es un riesgo muy grave que puede llegar a ser mortal.

En definitiva, las perspectivas de éxito de una vía democrática para el socialismo están vinculadas a la capacidad del movimiento obrero para realizar su propio designio y medir sus iniciativas en relación con el marco internacional, las relaciones de poder concretas existentes en cada situación y en todo momento, y de cuidarse constantemente ante las reacciones y contrarreacciones que la iniciativa transformadora provoca en toda la sociedad: en la economía, en las estructuras y aparatos del Estado, en la dislocación y las orientaciones de las distintas fuerzas sociales y políticas y en sus relaciones mutuas.

Así se proponen de nuevo los problemas del criterios de evaluación de las relaciones de fuerza, la política de alianzas, la relación entre las transformaciones sociales y desarrollo económico y los problemas de los alineamientos políticos.

Notas

[1] Congreso del Partido Comunista de Italia, celebrado en el exilio en 1926, en la ciudad de Lyon, en el que se aprobó la pataforma programática y política elaborada conjuntamente por Gramsci y Togliatti.
[2] El «giro de Salerno» fue la decisión de la dirección del PCI, reunida en abril de 1944 en esa ciudad italiana bajo la presidencia de Togliatti, de poner en primer plano la lucha antifascista, frente a la pretensión de promover un levantamiento republicano, y reconocer el gobierno encabezado por el mariscal Badoglio, constituido tras la destitución de Mussolini el 25 de julio de 1943.

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