Un punto de encuentro para las alternativas sociales

¿Qué es la cuestión moral?

Enrico Berlinguer

Con el retroceso electoral comunista de junio de 1979 y el paso dado hacia la oposición todavía en proceso de digestión, el terremoto de la región de Irpina del 23 de noviembre de 1980 y el escándalo subsiguiente por las dificultades encontradas en las labores de rescate, Enrico Berlinguer sacudió al partido, y a la sociedad italiana, presentando el 27 de noviembre a la dirección del PCI un documento en el que apuntaba una nueva iniciativa estratégica, sustentada en la denuncia de la corrupción del sistema de partidos italiano que actuaba no al servicio del Estado, sino sirviéndose de él para sus intereses particulares. Berlinguer dejaba en suspenso cualquier relación de gobierno con la Democracia Cristiana, clave de bóveda de ese sistema, y animaba al PCI a convertirse en el impulsor de una renovación profunda de la política italiana, para que fuese política y no mercadeo de intereses. Su consigna central era que «la cuestión moral es hoy la cuestión política más importante». Al dia siguiente hizo pública esa propuesta mediante una conferencia radiofónica, en la que añadió que el «compromiso histórico» no había fracasado, sino que lo que había fracasado había sido su caricatura, que lo había presentado como un acuerdo de poder entre comunistas y democristianos, como una fórmula de gobierno. El «compromiso histórico» continuaba vigente y ahora –entonces– su tarea concreta fundamental era abordar esa «cuestión moral». La propuesta provocó un terremoto en el seno del PCI en el que algunos se ofuscaron viendo en Berlinguer a un negador de la política, cuando era todo lo contrario, pero los hechos que siguieron le cargaron de razón. Lo hicieron de manera espectacular cuando el 17 de julio de 1981 se encontró en una casa de Licio Gelli la lista de los miembros de la logia secreta de la P2, en ella había ministros en activo, exministros, la cúspide de los servicios secretos, dirigentes de partidos, periodistas, editores… gentes de todos los partidos italianos, a excepción del PCI, y de los pequeños grupos de Lucio Magri y Marco Pannella (Pajetta apostilló: la única manera de no votar a la P2 es votar al PCI). En ese momento Scalfari, fundador en 1976 del diario La Reppublica, y su director hasta 1996, ofrece a Berlinguer, con el que mantenía amistad, la publicación de una entrevista en el diario, que se convertirá en un hito periodístico y político.

Entrevista a cargo de Eugenio Scalfari, en «La Repubblica».

28 de julio de 1981

 

«Los partidos ya no hacen política», me dice Enrico Berlinguer, y tiene un gesto de amargura en la boca y, en la voz, como un velo de arrepentimiento. Me produce una sensación curiosa oírle esa frase. Estamos inmersos en la política hasta el cuello: las páginas de los periódicos y la televisión están llenas de titulares políticos, de personajes políticos, batallas políticas, consignas políticas, fórmulas políticas, hasta el punto que los italianos están hartos, ahora tienen rechazo a la política y un viento de indiferencia sopla con fuerza desde los Alpes hasta el Lilibeo…

«No, no, no es así», dice, sacudiendo la cabeza desconsoladamente. «Política se hacía e en el ’45, en el ’48 y de nuevo en los ’50 y desde el final de los años ’60. Grandes debates, grandes choques de ideas y, por supuesto, también de intereses de cuerpos colectivos, pero iluminados por perspectivas claras, aunque diferentes, y por el propósito de asegurar el bien común. ¿Qué pasión había entonces, cuánto entusiasmo, cuánta santa ira! Sobre todo, estaba el esfuerzo por entender la realidad del país y para interpretarla. Y entre los oponentes nos estimábamos unos a otros. De Gasperi estimaba a Togliatti y Nenni y, más allá de las amargas polémicas, fue correspondido».

¿Ya no es así hoy?

Yo diría que no: los partidos han degenerado y este es el origen de los males de Italia.

¿Se acabó la pasión? ¿Ha caído la estima mutua?

Para nosotros, los comunistas, la pasión no ha terminado. Pero, ¿qué pasa con los demás? No quiero emitir juicios y poner el pie en casa de otros, pero los hechos están ahí y están a la vista de todos. Los partidos de hoy son sobre todo máquinas de poder y de clientela: conocimiento pobre o mistificado de la vida y los problemas de la sociedad, de la gente; ideas, ideales, programas escasos y vagos, sentimientos y pasión civil, cero. Se manejan intereses, los más dispares, los más contradictorios, a veces incluso torcidos , sin embargo sin ninguna relación con las exigencias y las necesidades humanas emergentes, o distorsionándolas, sin perseguir el bien común. Su propia estructura organizativa se ha adaptado a este modelo, ya no son organizadores del pueblo, formación que promueve la madurez civil y la iniciativa: son más bien federaciones de corrientes, de camarillas, cada una con un «jefe» y un «subjefe». El mapa geopolítico de los partidos se compone de nombres y lugares. Para la DC: Bisaglia en Veneto, Gava en Campania, Lattanzio en Puglia, Andreotti en Lazio, De Mita en Avellino, Gaspari en Abruzzo, Forlani en las Marcas y así sucesivamente. Pero para los socialistas, es más o menos lo mismo y para los socialdemócratas, peor…

Usted me acaba de decir que la degeneración de los partidos es el punto esencial de la crisis italiana.

Eso es lo que pienso.

¿Por qué motivo?

Los partidos han ocupado el Estado y todas sus instituciones, empezando por el gobierno. Han ocupado los entes locales, la instituciones de seguridad social, los bancos, las empresas públicas, los institutos culturales, los hospitales, las universidades, la Rai Tv, algunos grandes periódicos. Por ejemplo, hoy existe el peligro de que el mayor diario italiano, el Corriere della Sera, caiga en manos de tal o cual partido o de una de sus corrientes: pero evitaremos que un gran medio de prensa cómo el Corriere tenga un tan mal final. En resumen, todo ya está parcelado y dividido o se querría dividir y repartir. Y el resultado es dramático. Todas las «operaciones» que las diferentes instituciones y sus actuales líderes están llamados a cumplir se ven predominantemente en función del interés del partido o corriente o clan al que se debe el cargo. Un préstamo bancario se concede si es útil para este propósito, si procura ventajas y relaciones clientelares; una autorización administrativa se otorga, se adjudica un contrato, se adjudica una silla, se financia un equipo de laboratorio, si los beneficiarios reconocen lealtad al partido que proporciona esas ventajas, incluso cuando sólo se trata de agradecimientos debidos.

Pinta un cuadro de la realidad italiana para poner la piel de gallina.

¿En su opinión no corresponde a la situación?

Debo admitir, señor Secretario, que se trata en gran medida de un marco realista. Pero me gustaría preguntarle: si los italianos soportan este estado de cosas es señal de que lo aceptan o no lo notan. De lo contrario, usted habría ganado el liderazgo del país hace mucho tiempo. Entonces una de dos: o los italianos tienen, como dicen, la clase dominante que merecen o prefieren este estado degradado de las cosas a la hipótesis de ver al Partido Comunista instalado en el gobierno y en la cima del poder. ¿Qué es entonces lo que os hace tan extraños o temibles a los ojos de la mayoría de italianos?

La cuestión es compleja. Me permitirá responderle de manera ordenada. En primer lugar: muchos italianos, en mi opinión, son muy conscientes del mercadeo que se hace del Estado, del abuso, del favoritismo, de la discriminación. Pero la mayoría de ellos están bajo chantaje. Han recibido ventajas (tal vez debidas, pero obtenidas sólo a través de los canales partidarios y de sus corrientes) o bien esperan recibir, o temen que no recibirán más. ¿Quiere una confirmación de lo que estoy diciendo? Compare el voto de los italianos con ocasión de los referendos y el de las elecciones generales ordinarias y administrativas. Votar en referendos no implica favores, no implica relaciones de mecenazgo, no pone en juego y no moviliza candidatos e intereses privados, de grupo o de parte. Es una votación absolutamente libre de ese tipo de condicionamientos. Pues bien, tanto en el ’74 para el divorcio, como, aún más, en el ’81 para el aborto, los italianos proporcionaron la imagen de un país muy libre y moderno, dieron un voto de progreso. En el norte como en el sur, en las ciudades como en el campo, en los barrios burgueses como en los obreros y proletarios. En las elecciones políticas y locales el marco cambia, incluso después de unas semanas. No niego que, a largo plazo, los efectos de la votación del referéndum sobre la Ley 194[1] se podrán advertir también en las elecciones generales. Pero es un proceso mucho más lento, precisamente por las razones estructurales que indiqué anteriormente.

Así que hay una especie de esquizofrenia del elector.

Si quiere, llámelo así. En Sicilia, para el aborto, casi el 70 por ciento votó «no»[2]: pero, unas semanas más tarde, el 42 por ciento votó a la Democracia Cristiana. Por lo demás, tomemos el caso de la ley sobre el aborto: en esa ocasión, aparte de las declaraciones oficiales de los distintos partidos, quienes realmente se han implicado en la batalla y que más trabajaron por el «no» fueron las mujeres, todas las mujeres, y los comunistas. Al otro lado de la barricada, el Movimiento Pro-Vida y ciertas partes de la jerarquía eclesiástica. Los otros partidos han dado, sí, sus instrucciones de voto, pero durante la campaña del referéndum ni siquiera los hemos visto, empezando por la DC. Y la explicación está en lo que dije antes: son máquinas de poder que se mueven solo cuando el poder está en juego: escaños en el municipio, escaños en el Parlamento, gobierno central y gobiernos locales, ministerios, subsecretarías, departamentos, bancos, instituciones. Si no, no se mueven. E incluso si quisieran, tal y como son hoy los partidos, ya no tendrían la capacidad.

Pasemos a mi otra pregunta, si me lo permite, señor Secretario: debería haber ganado hace mucho tiempo, si las cosas son como las describe.

En cierto sentido, por el contrario, puede incluso parecer extraordinario que un partido como el nuestro, que va tan decididamente en contra de la tendencia actual, mantenga tanto consenso e incluso lo aumente. Pero creo que sé en qué piensa: porque declaramos que somos un partido «diferente» de los otros usted piensa que los italianos tienen miedo a esta diferencia.

Sí, así es, precisamente pienso en esa su proclamada diferencia. A veces hablan como si fueran marcianos o misioneros en tierra de infieles: y la gente desconfía. ¿Querría explicarme claramente en que consiste su diferencia? ¿Hay algo que temer?

Algunos, sí, tienen razones para temernos, y usted sabe bien a quién me refiero. Para darle una respuesta clara a su pregunta, enumeraré por puntos muy simples en qué consiste en qué somos diferentes, así espero que no haya más margen al malentendido. Así que: primero, queremos que los partidos dejen de ocupar el Estado. Los partidos deben, como dice nuestra Constitución, contribuir a la formación de la voluntad política de la nación: y eso no se puede hacer ocupando partes cada vez más grandes del Estado, cada vez más numerosos centros de poder en todos los ámbitos, sino interpretando las grandes corrientes de opinión, organizando las aspiraciones del pueblo, controlando democráticamente el trabajo de las instituciones. Dije que los partidos han degenerado, algunos más y algunos menos, de esa función constitucional que les es propia, produciendo así daños muy graves al Estado y a ellos mismos. Pues bien, el Partido Comunista Italiano no los ha seguido en esa degeneración. He aquí la primera razón de nuestra diferencia. ¿Le parece que debe infundir tanto miedo a los italianos?

Me parece que inspira miedo en aquellos que han degenerado. Pero se puede objetar: no ha tenido la oportunidad de demostrar su honestidad política, porque no ha llegado al poder. ¿Quién no dice que, en condiciones análogas a las de los demás, no se comportaría de la misma manera?

Quiere decirme que la oportunidad hace al ladrón. Pero hay un hecho sobre el cual le invito a reflexionar: nos han tendido puentes de plata la DC y otras partidos, para que pudiésemos abandonar esta posición de intransigencia y coherencia moral y política. En el momento de la mayoría de solidaridad nacional[3] imploraron en todos los sentidos para que proporcionásemos a nuestros hombres para bancos, instituciones, poltronas subgubernamentales, para que participásemos nosotros también en el banquete. Siempre respondimos que no. Si la ocasión hace el ladrón, debo decirle que también tuvimos nuestras ocasiones, pero no nos convertimos en ladrones. Si hubiésemos querido vendernos, si hubiésemos querido integrarnos en el poder centrado en la DC en el que participaban los otros partidos con prejuicios anticomunistas, podríamos haberlo hecho; pero nuestra respuesta fue no. Y en cierto momento salimos con un portazo, cuando entendimos que quedarnos, incluso sin compromiso por nuestra parte, podría significar asumir las fechorías de los demás, y contribuir a hacer daño al país.

Llegamos a la segunda diversidad.

Creemos que el privilegio debe ser combatido y destruido dondequiera que anide; que los pobres, los marginados, los desfavorecidos deben ser defendidos y se les ha de dar voz y posibilidad concreta de contar en las decisiones y cambiar su propias condiciones; que ciertas necesidades sociales y humanas ignoradas hoy deben ser satisfechas con prioridad sobre otra; que la profesionalidad y el mérito debe ser recompensado; que la participación de cada ciudadano y cada ciudadana en los asuntos públicos debe estar garantizada.

Honorable Berlinguer, todo el mundo dice estas cosas.

Sí, pero ninguno de los partidos gobernantes lo hace. Nosotros los comunistas tenemos sesenta años de historia que nos avalan y hemos demostrado que lo perseguimos en serio. Hemos estado en la cárcel con los trabajadores; en las montañas con los partisanos; en los municipios con los parados, con las mujeres, con el proletariado marginado, con los jóvenes; en la gestión con honestidad de determinados municipios, de determinadas regiones.

No solo vosotros.

Es cierto, pero sobre todo nosotros. Y pasemos al tercer punto de la diferencia. Nosotros los comunistas pensamos que el tipo de desarrollo económico y social capitalista es la causa de graves distorsiones, de inmensos costes y desigualdades sociales, de enormes despilfarros de riqueza. No queremos seguir los modelos de socialismo que se han realizado hasta ahora, rechazamos una planificación rígida y centralizada de la economía, pensamos que el mercado puede mantener una función esencial, que la iniciativa individual es insustituible, que la empresa privada tiene su propio espacio y conserva un papel importante. Pero estamos convencidos que todas estas realidades, dentro de las formas capitalistas –y sobre todo, hoy, bajo el manto de plomo del sistema que gira en torno a la DC– ya no funcionan, por lo que se puede y se debe discutir cómo superar el capitalismo como mecanismo, como sistema, desde el momento en que, hoy en día está creando masas crecientes de desempleados, parados, marginados, explotados. Aquí está, en el fondo, la causa no solo de la crisis actual económica, sino de fenómenos de barbarie, de propagación de drogas, del rechazo al trabajo, desconfianza, aburrimiento, desesperación. ¿Es un crimen tener estas ideas?

No encuentro grandes diferencias respecto a lo que puede pensar un convencido socialdemócrata europeo. Pero a usted le parece una ofensa que le comparen con un socialdemócrata.

Bueno, hay una diferencia sustancial. La socialdemocracia (estoy hablando de aquella que es seria, por supuesto) siempre ha estado muy preocupada por los obreros, los trabajadores sindicalmente organizados y poco o nada de los marginados, del lumpenproletariado, las mujeres. De hecho, ahora que se han agotado los antiguos márgenes de desarrollo capitalista que permitieron una política socialdemócrata, ahora que los problemas que mencioné antes han estallado en todo el Occidente capitalista, hay signos de crisis también en la socialdemocracia alemana y el laborismo inglés, precisamente porque los partidos socialdemócratas se enfrentan a realidades hasta ahora desconocidas o ignoradas por ellos.

Nosotros hemos puesto en el centro de nuestra política no solo los intereses de la clase obrera propiamente dicha y de las masas trabajadoras en general, sino también los de los estratos marginados de la sociedad, empezando por las mujeres, los jóvenes, los ancianos. Para resolver estos problemas no son suficientes más reformismo y asistencialismo: se necesita una renovación profunda de dirección y estructura del sistema. Esta es la tendencia objetiva y esta es nuestra política, nuestro compromiso. Después de todo, la socialdemocracia sueca también se mueve en esta línea; y casi la mitad de la socialdemocracia alemana (especialmente las mujeres y los jóvenes) también es ahora de la misma opinión. Mitterrand ganó con un programa con ciertos aspectos similares.

Vea que no tiene ninguna razón para estar molesto si le digo que entre vosotros y un serio Partido Socialista no hay grandes diferencias.

No me enojo en absoluto. Basta con ponerse de acuerdo sobre el adjetivo serio, que para nosotros significa comprender y profundizar las razones históricas, ideológicas y políticas para lo cual hemos venido a elaborar y desarrollar la estrategia del eurocomunismo (o tercera vía, como también lo llaman los socialistas franceses), que es el terreno en el que puede haber un acercamiento y una colaboración entre las posiciones de los socialistas y los comunistas.

Entonces, usted es un partido socialista serio…

… en el sentido de que realmente queremos construir el socialismo…

Sin embargo, en las elecciones del 21 de junio, a los socialistas de Craxi les ha ido muchos mejor que a ustedes. ¿Cómo lo explica?[4]

Los socialistas ciertamente han comprendido algunas de las nuevas necesidades que surgen en el país. En formas que no siempre son claras, aunque perceptibles, han enviado señales a capas de la burguesía y también de la alta burguesía. La crisis profunda que ha afectado a la DC no está exenta de reflejos sobre el aumento del PSI, de los socialdemócratas, los liberales, los republicanos. Hay fatiga hacia la DC y el deseo generalizado de cambio. El 21 de junio, la mayor parte de la los votos que dejaron de fluir hacia la DC se trasladaron al área secular y socialista. Por el momento, así ha sido.

¿Considera que eso es un fenómeno positivo?

En general, sí, ya que va acompañado de un declive de los fascistas del MSI y una confirmación de nuestra recuperación en comparación con el ’79[5].

Disculpe,¿le preocupa que el PSI lance, como usted dice, señales hacia los estratos burgueses de la sociedad?

No, no me preocupa. Las clases medias, la burguesía productiva son estratos importantes del país y sus intereses políticos y económicos, cuando son legítimos, deben ser debidamente defendidos y representados. Nosotros también lo hacemos. Si estos grupos sociales transfieren una parte de sus votos a los partidos laicos y hacia el PSI, abandonando la tutela tradicional democristiana, sólo podemos estar satisfechos con ello: pero con una condición. La condición es que, con estas nuevos votos, el PSI y los partidos laicos demuestren que saben cómo hacer una política e implementar un programa que realmente sean de cambio efectivo y profundo con respecto al pasado y con respecto al presente. Si en cambio, fuera una simple transferencia de clientela para consolidar, bajo nuevas etiquetas, las viejas y actuales relaciones entre los partidos y el Estado, los partidos y gobierno, partidos y sociedad, con las consiguientes formas nocivas de gobernar y administrar, entonces no veo con qué deberíamos estar satisfechos nosotros y el país.

En su opinión, ¿existe o no ese cambio en los métodos y la política?

Francamente, no. ¿Lo ve usted acaso? ¿La gente se da cuenta? Dese una vuelta por Sicilia, por ejemplo: verá que en gran parte ha habido una transferencia de clientela. No quiero decir que esto es así siempre y en todas partes. Pero yo digo que los socialistas y socialdemócratas todavía no han dado hasta ahora ninguna señal de querer iniciar esa reforma de la relación entre partidos e instituciones –que, en fin, no es más que una correcta aplicación del dictado constitucional– sin la cual no puede comenzar ninguna renovación y sin la cual la cuestión moral seguirá sin resolverse por completo.

Usted ha dicho varias veces que la cuestión moral está hoy en el corazón de la cuestión italiana. ¿Por qué?

La cuestión moral no termina con el hecho de que, puesto que hay ladrones, corruptos, sobornadores en altos niveles de la política y la administración, hay que encontrarlos, denunciarlos y encarcelarlos. Para nosotros los comunistas la cuestión moral, en la Italia de hoy, forma un todo con la ocupación del Estado por los partidos de gobierno y sus corrientes, con la guerra de facciones, con la concepción de la política y métodos de gobierno de todos ellos, que han de ser simplemente abandonados y superados. Por eso digo que la cuestión moral está en el corazón del problema italiano. Es por eso que otros partidos pueden demostrar ser fuerzas de renovación seria sólo si atacan por completo la cuestión moral yendo a sus causas políticas.

Las causas políticas que han causado este colapso moral: dígame una.

Le digo la que, en mi opinión, es la primera y decisiva causa: la discriminación contra nosotros.

¿No le parece excesivo, señor Secretario? ¿Todo se deriva del hecho de que usted no ha sido admitido en el gobierno del país?

Me gustaría que se me entendiera bien. No estoy diciendo que todo se derive del hecho de que no hemos sido admitidos en el gobierno, casi como si, con nuestra ingreso, de repente, se entrase en la Edad de Oro (después de todo, nunca hemos pedido la limosna de ser «admitidos»). Digo que con nuestro ingreso se pondría fin a una distorsión, una amputación de nuestra democracia y de la dialéctica democrática, de la vida del Estado; digo que acabaría con el hecho de que durante treinta y cinco años un tercio de los italianos han sido discriminados por razones políticas, que nunca han estado representados en el gobierno, que el sistema político ha sido bloqueado, que no ha habido ningún recambio de la clase dirigente, ninguna alternativa de métodos y de programa. El juego se ha restringido artificialmente al 60% de los elegidos al Parlamento. Hoy se habla de la fuerza de los socialistas: pero está claro que, con un juego limitado al 60% de la representación parlamentaria, los socialistas se encuentran en una posición clave.

¿Le disgusta eso? Me parece un juego amañado, además de que hay que ver cómo el PSI está utilizando esta posición clave de que disfruta también gracias a nuestra exclusión. Por ejemplo, podría usarla para eliminar el prejuicio contra nosotros. En ese punto las posibilidades de recambio, es decir de una alternativa real –y, en su contexto, también de una alternancia– serían posibles, serían de beneficio general y, me parece que un beneficio para el mismo PSI, en cuanto partido que también tiene su propia función insustituible en la renovación del país. O bien, los socialistas pueden continuar usando su posición para aumentar el poder de su partido en la división y subdivisión del Estado. En ese caso la situación italiana no puede más que deteriorarse cada vez más.

Diga la verdad, Secretario: usted cree que los socialistas están más bien siguiendo esta segunda vía, no la primera.

Bueno, no soy yo quien piensa así, son los hechos los que nos dicen. En el 77 los socialistas se comprometieron a eliminar el sesgo demócrata cristiano contra nosotros. En el 78 repitieron el compromiso, pero al primer veto de la DC, lo aceptaron como un dato inmutable. Eso sí: no estoy diciendo que tuvieran que hacerlo por nuestra cara bonita. Sino que si el problema básico de la democracia italiana es, como también ellos reconocen, la falta de un recambio de clase dirigente, capaz de iniciar una renovación real y profunda, tendrían que hacerlo por sí mismos y por el país. Luego, en los años 80, han dado la vuelta a su línea política y desde una tímida petición de abandonar los prejuicios anticomunistas, han pasado a la alianza con la derecha demócrata cristiana, la del «preámbulo», es decir, la de la más obtusa discriminación contra nosotros y de la división del movimiento obrero. Los socialistas piensan crecer más rápido amparados por una línea como la del «preámbulo». No creo que vaya a ser así. Pero entonces, lo que realmente importa es el destino del país. Si continuamos de esta manera, la democracia en Italia corre el riesgo de reducirse, no agrandarse y desarrollarse; se corre el riesgo de asfixiarse en un pantano.

Craxi argumenta que el problema, incluso antes del recambio de clase dirigente y de gobierno, es el de un cambio en la correlación de fuerzas en la izquierda, entre socialistas y comunistas. Craxi dice: dadme fuerza, más fuerza; hacer llegar al PSI a 18, 20 por ciento. Entonces, junto con los socialdemócratas, los espacios socialista y comunista serán más o más menos equivalentes, y entonces también será posible aliarse con el PCI, porque entonces seríamos nosotros los socialistas los que lideraríamos el juego y garantizaríamos las reglas. Craxi se refiere al ejemplo de Mitterrand, que ganó porque se hizo más fuerte que los comunistas. Creo que ese es su objetivo. En ese momento estará listo para aliarse con usted, pero no antes.

Sí, sé que en el Partido Socialista hay quienes piensan así. Pero, ya que se ha puesto en juego a Mitterrand, quiero señalarle que Mitterrand entró en la SFIO, el antiguo Partido Socialdemócrata francés, cuando la SFIO estaba reducida al 6 por ciento de los votos, mientras que el Partido Comunista francés estaba por encima del 20. Pues bien, Mitterrand transformó la SFIO, barrió la vieja burocracia del aparato, se abrió a los círculos, al sindicato, a los católicos; pero sobre todo, buscó inmediatamente una línea unitaria en la izquierda con el Partido Comunista francés, aunque el PCF era un partido, seamos sinceros, bastante diferente al nuestro.

Mitterrand no esperó a ser más fuerte que el PCF para buscar la alianza. En estas últimas elecciones presidenciales, durante el debate televisivo con Giscard, Mitterrand dijo: nunca voy a excluir del gobierno la clase obrera francesa y a un partido, como el PCF, que representa una parte. Lo dijo y lo hizo también. Y respondió a los estadounidenses con la dignidad que conocemos. Digo que quizás por esta misma razón la fuerza socialista francesa ha crecido hasta convertirse mayoritaria en la izquierda.

La posición de Mitterrand también era una posición obligada. Forzado por el sistema constitucional y electoral francés.

Pero no, eso no es cierto en absoluto. Estaba Rocard que todavía hace poco tiempo propuso una línea completamente diferente: propuso una especie de centro-izquierda, la alianza con una parte de los centristas gicardianos. El Partido Socialista francés ganó con la línea Mitterrand, no con la de Rocard.

Pero, señor Secretario, Mitterrand, apenas elegido se apresuró a hacer una declaración de atlantismo pleno. En particular, con respecto a la la cuestión de los euromisiles, dijo que estaba a favor de su instalación. Nunca ha dicho usted algo así. ¿Entre las características de vuestro ser «diferente» no habrá por casualidad también una tendencia al neutralismo europeo, que los socialdemócratas europeos rechazan en bloque?

Ahora está poniendo la comparación entre la política de los socialistas franceses y los socialistas italianos y la nuestra en otra mesa, sobre cuestiones de política internacional. Pero con mucho gusto lo sigo. Y le diré, entonces, que no me persuaden las últimas declaraciones de Mitterrand, pero que nosotros los comunistas italianos podemos compartir la declaración sobre los euromisiles que aparece en el programa del nuevo gobierno francés y que fue firmado tanto por el Partido Socialista como por el Partido Comunista. En esencia, no pide que Estados Unidos debe dejar de construir sus misiles Pershing 2 y Cruise más modernos que quiere instalar en Europa a partir de 1983. Sino que, mientras tanto, se inicien inmediatamente las negociaciones para reducir los misiles en Europa, o, de hecho, para eliminarlos por completo, y que la URSS cese la instalación de sus SS-20 tan pronto como comiencen las negociaciones. Y añado que debemos actuar rápidamente, porque si continúa la carrera para construir más misiles, a ver quién fabrica más y más sofisticados, el peligro de una guerra de exterminio en Europa se volvería incontrolable. Esta es la posición que resulta del acuerdo entre socialistas y comunistas franceses, y me parece que la posición del Partido Socialdemócrata Alemán es análoga; y esa es nuestra posición.

Me gustaría saber si esta es también la posición del Gobierno italiano y la de los compañeros socialistas italianos. Po lo demás, la adhesión de Italia al programa aprobado por la OTAN en diciembre de 1979 (cuando se decidió por los euromisiles) estaba condicionada a la reanudación inmediata de las negociaciones. Esa decisión también fue votada por los socialistas. Hoy la posibilidad de negociación –y de una negociación incondicional – está abierta. ¿ Qué dicen y qué hacen el gobierno y los partidos que lo apoyan ante el rechazo obstinado de Reagan a iniciar negociaciones con la URSS?

Señor Berlinguer, me gustaría que me hablara ahora del estado de su partido. ¿Hay pérdida de velocidad? ¿Una pérdida de influencia?

Yo diría que hemos dado la vuelta a la boya y estamos de nuevo en recuperación. Sinceramente: después de las políticas del 79 nos arriesgamos a una derrota que podría ponernos de rodillas. No tanto por la pérdida de votos, que también fue grave, cuanto por otro hecho: durante los gobiernos de unidad nacional habíamos perdido la relación directa y continua con las masas. Aquellos gobiernos también hicieron cosas valiosas, de las que no renegamos. Contuvieron la inflación, en política exterior tomaron algunas buenas iniciativas, se libró con firmeza la lucha contra el terrorismo y también dio resultados. Luego hubo una inversión de la tendencia y se violaron los acuerdos con nosotros. Pero el hecho es que nosotros, también por nuestros errores de verticalismo, burocracia y oportunismo, vimos como se debilitaba nuestra relación con las masas en el curso de la experiencia de la amplia mayoría de solidaridad. Nos dimos cuenta de esto a tiempo. Puedo asegurarle que nunca repetiremos una experiencia así.

¿La ruptura de la mayoría de la unidad nacional provocó desacuerdos en el grupo dirigente del partido?

Hubo opiniones diferentes y el debate duró mucho tiempo.

Más tarde, hace unos meses, lanzó la línea de la alternativa democrática. Permítame recordarle, señor Secretario, que usted y el grupo dirigente de su partido se oponía tenazmente a cualquier discurso alternativo, hasta que de repente se ha «convertido». ¿Por qué?

Tal vez haya habido un cierto retraso. Pero recuerdo que desde hace algún tiempo definimos el objetivo de la alternativa como una alternativa democrática para distinguirlo de la de una estricta alternativa de izquierda, para la cual no lo existen todavía las condiciones. Puedo añadir que también consideramos la posibilidad de que la DC realmente pudiera renovarse y modificarse, cambiar los métodos y la política, decidir estar a la altura de los problemas reales del país. No tengo ninguna dificultad en decir que nos equivocamos en este punto, o mejor que los medios utilizados no lograron el propósito. Cuando nos dimos cuenta, pusimos a la DC de espaldas a la pared, es decir, dijimos que tal DC era incapaz de dirigir el trabajo de rehabilitación y renovación necesaria, y que se hiciera a un lado. La alternativa democrática es para nosotros un instrumento que también puede servir para renovar los partidos, incluida la DC.

Usted dice que, en términos de fuerza e influencia, el PCI ha dado la vuelta a la boya. ¿De qué lo deduce?

De los resultados electorales del ’80 y especialmente del ’81. En general, hemos recuperado buena parte de los votos obreros, juveniles y populares que no fueron confirmados en el 79. Y ciertamente hemos extendido el consenso entre las masas femeninas. E incluso el voto para nosotros de las clases medias no ha disminuido, en promedio. Nuestra relación con las masas, aunque todavía no sea satisfactoria, está mejorando claramente. Avanzamos en las grandes ciudades.

No en el Mezzogiorno.

Es cierto, aquí está el punto débil, y no es un asunto trivial. En el sur la situación es más difícil, también porque el condicionamiento del clientelismo es más fuerte y no conseguimos contrarrestarlo eficazmente. Pero en el 80 mejoramos las posiciones en Nápoles y Taranto. En el 81 avanzamos en Ragusa. Por supuesto, en Puglia la derrota fue grave y también en varias otras realidades del Sur hemos retrocedido o permanecido estacionarios. Pero, en general, el ascenso ha comenzado. Y esta vez parte de una base que está por encima del 30% y que tiene lugar en presencia de una crisis de la DC y su sistema de poder como nunca se ha visto.

¿Qué características tiene esta crisis en su opinión?

Mientras tanto, me gustaría recordar las tres derrotas diferentes sufridas por la DC, en los últimos tres meses. Hubo la derrota en el referéndum sobre la ley del aborto, la derrota electoral del 21 de junio, la pérdida de la Presidencia del Consejo, es decir: una derrota ideológica y cultural, una derrota política, una derrota de liderazgo. El 17 de mayo[6], se vio que entre el 68% de los votos negativos hay democristianos y católicos que han dado la espalda a la DC. El 21 de junio vimos que en todas las grandes ciudades la DC está en declive, en muchas están por debajo del 30 por ciento, en algunas está justo por encima del 20 por ciento: esto es, un partido de fuerza media. La DC ya no es el partido de mayoría relativa en casi todos los municipios de más de 5000 habitantes. Son noticia cuando menos significativas, si no traumáticas. La verdad es que ahora este DC es un partido sin estrategia, sin ideas, sin proyecto, sin líder. Sus relaciones con el mundo de las organizaciones católicas e incluso con el complejo de la jerarquía eclesiástica está fuertemente en crisis. ¿Quiere un ejemplo? El episcopado, hasta los más altos grados, se comprometió a fondo con el referéndum sobre el aborto, pero poco o nada en las elecciones municipales en Roma.

¿Quiere indicar las causas de esta decadencia?

Es la cuestión moral que hoy devora a la DC, como devora a las instituciones. Y, profundizando, es la discriminación insuperable contra nosotros, que hasta ahora ha gobernado el sistema político y de poder de la DC, lo que hoy se derrumba. La última edición de la política de prejuicios contra el PCI –el «preámbulo»– entregó a la DC a su derecha interna y a las alianzas que ella prefiere, pero que la consumen, que la hacen más arrogante pero más débil. Puede ver las consecuencias. En las ciudades, grupos de estratos sociales han abandonado la DC: capas de trabajadores, jóvenes, mujeres, clases medias, burguesía, empresarios, profesionales. No creo que estos sean votos de «salida libre»: son votos que es poco probable que regresen «al cuartel»…

El gobierno Spadolini es una novedad…

Dije que es una de las derrotas más abrasadoras para la DC …

Pero parece usted muy tibio ante este experimento. ¿Por qué?

Fuimos los primeros y, al principio, los únicos en pedir que a la Presidencia del Consejo fuera una personalidad no demócrata cristiana. Y es significativo que esta personalidad sea Spadolini, porque era él y su grupo quienes, junto con nosotros, han planteado con mayor energía la cuestión moral y el escándalo de la P2. También sobre la cuestión de la independencia de la magistratura Spadolini ha sido muy firme y debe ser reconocido. Por lo demás, estas señales limitadas fueron suficientes para crear nerviosismo dentro de la mayoría, en la que ya oímos hablar de una nueva crisis y un final prematuro de la legislatura. También el nombramiento de la cúspide militar y de los servicios de seguridad se llevaron a cabo principalmente por iniciativa del Presidente del Consejo y esto ha acentuado el malestar en la DC.

Entonces, ¿un juicio cien por ciento positivo?

Desafortunadamente, no. Spadolini nos decepcionó mucho en cuanto a los criterios seguidos en la formación del gobierno, que eran los de la asignación entre los partidos y sus corrientes internas, exactamente como siempre. No ha habido en este punto el más mínimo signo de cambio, una distinción, una autonomía del Presidente del Consejo de las secretarías de los partidos, y entre Gobierno y partidos…

¿Esperaba usted que Spadolini adoptase de alguna manera la propuesta Visentini de un gobierno desligado del condicionamiento de los partidos?

Esperaba que al menos hubiera algunos pasos en esa dirección. Y en cambio, al final, todo se llevó a cabo de acuerdo con las reglas del infame manual Cencelli[7], cuyo autor –y no por casualidad– está en las listas de P2.

Señor Secretario, en todo el mundo occidental hay acuerdo en que que el principal enemigo a vencer en este momento es la inflación, y de hecho, las políticas económicas de todos los países industrializados apuntan a lograr ese objetivo. ¿Es de la misma opinión?

Responderé de la misma manera que Mitterrand: la principal dolencia de la sociedad occidental es el desempleo. Los dos males no deben ser vistos separadamente. La inflación es –si se quiere– la otra cara de la medalla. Debemos trabajar duro contra uno y otro. ¡Ay de disociar esta batalla, ay de pensar, por ejemplo, que para domar la inflación se debe pagar el precio de una recesión masiva y un desempleo masivo, como ya está ocurriendo en gran medida! Todos nos encontraríamos en medio de una catástrofe social de proporciones impensables.

El PCI, a principios de 1977, lanzó la línea de «austeridad». No creo que su llamamiento haya sido bien recibido por la clase obrera, por los trabajadores, por los propios militantes del Partido. ¿Tal vez, cuando recordó que su relación con las masas se había debilitado, pensaba en el fracaso de su campaña de austeridad y en ciertas medidas impopulares que apoyó?

Argumentamos que el consumismo individual exasperado no produce sólo disipación de la riqueza y distorsiones productivas, sino también insatisfacción, desconcierto, infelicidad y que, sin embargo, la situación económica de los países industrializados –frente al empeoramiento de la brecha, dentro de ellos, entre las zonas desarrolladas y atrasadas, y frente al despertar y avanzar a los antiguos pueblos y países ex coloniales y de su independencia– ya no permitía garantizar un desarrollo económico y social preservando la «civilización del consumo», con todos los fracasos, incluyendo morales, que son intrínsecos a ella. La propagación de drogas, por ejemplo, entre los jóvenes es uno de los signos más graves de todo eso y nadie se hace realmente cargo. Quiero aprovechar la oportunidad de esta entrevista para anunciar que nuestro partido ha decidido hacer de la cuestión de la lucha contra las drogas uno de los puntos esenciales de su compromiso político y organizativo.

Pero estábamos hablando de austeridad. Fuimos los únicos en hacer hincapié en la necesidad de luchar contra el despilfarro, aumentar el ahorro, contener el consumo privado superfluo, frenar la dinámica perversa del gasto público, promover nuevos recursos y nuevas fuentes de trabajo. Dijimos que los trabajadores también deberían contribuir con su parte al esfuerzo para enderezar la economía, pero que el conjunto de sacrificios tenía que ser hecho aplicando un principio de estricta equidad y que debería haber tenido el objetivo de iniciar un tipo diferente de desarrollo y diferentes formas de vida (más ahorrativas, pero también más humanas). Esta fue nuestra manera de plantear el problema de la austeridad y la lucha simultánea contra la inflación y la recesión, es decir, el desempleo. Especificamos y desarrollamos estas posiciones en nuestro XV Congreso en marzo de 1979: no fuimos escuchados. Ni el PCI ni el movimiento sindical encontraron el interlocutor político que recogiese y utilizase ese mensaje…

… que hoy, sin embargo, usted ha abandonado incluso en contraste con una parte del movimiento sindical y el propio Lama.

Cuentos de hadas. Hoy rechazamos –en pleno acuerdo con el movimiento sindical– la idea de que la inflación se debe únicamente a los costes laborales y que el costo de la mano de obra se debe principalmente a la escala móvil de los salarios. Se ha convertido en una verdadera obsesión lo de la escala móvil, detrás de la cual la clase dirigente tradicional esconde su impotencia para dominar la crisis.

La inflación también tendrá causas, no cae del cielo…

Por supuesto que sí. Y la primero viene del dólar. Un dólar a 1200 liras, mientras que hace apenas unos meses no llegaba a 800 liras, ¿cuántos puntos de inflación introduce en el sistema? ¿Cuánto aumenta el coste de todas las importaciones y, en particular, del petróleo? Eso es un aumento de casi el 50 por ciento, un fenómeno de enormes dimensiones. La Cumbre de Ottawa también fue un fracaso desde este punto de vista: pero yo diría que fue un fracaso desde todos los puntos de vista. Y luego: tenemos en Italia una balanza agrícola-alimentaria terriblemente deficiente, pero no se ha hecho y no se está haciendo casi nada para transformar y desarrollar la agricultura. Finalmente, el gasto público: un cáncer que devora los recursos del país de mil maneras, con mil despilfarros, a favor de mil clientes.

¿Está a favor de un recorte radical del gasto?

Sí, pero creo que es fundamental hacerlo de forma progresiva y seleccionada.

¿En qué sectores debería hacerse el recorte?

Una buena parte de él también debe hacerse en gastos de seguridad social y atención médica. Tal como están las cosas, no tiene sentido que la atención médica se convierta de repente en gratuita para todos los italianos (¡después volveremos a un copago aplicado indiscriminadamente!). Que sea gratuita y con servicios eficientes para los ingresos medios bajos y bajos. Los otros que contribuyan en razón de su renta. Pero deben ser combatidas y liquidadas las baronías y las clientelas de los piratas de la salud, que conducen a enormes despilfarros y alimentan discriminaciones intolerables. El mismo criterio debe aplicarse a todo la política de seguridad social, aranceles, política fiscal.

¿Qué pasa con los costos laborales? ¿Le parece un tema a olvidar?

Los costes laborales también deben abordarse y, en general, contenerse operando sobre todo en el frente del aumento de la productividad. Quiero decírselo con toda franqueza que cuando se piden sacrificios al país y se empieza pidiéndoselos –como de costumbre– a los trabajadores, mientras se tiene sobre los hombros un tema como la P2, es muy difícil ser escuchado y ser creíble. Cuando pides sacrificios a las personas que trabajan, necesitas un gran consenso, gran credibilidad política y capacidad de golpear privilegios exorbitantes e intolerables. Si estos elementos no se dan, la operación no puede tener éxito.

Señor Secretario, ¿en qué punto estamos con el terrorismo?

En un punto muy malo. ¿Ve a dónde nos ha llevado ceder ante los terroristas? Con el objetivo –que espero de buena fe– de salvar una vida, se cedió al chantaje de las BR [Brigadas Rojas], y así se ha alimentado una cadena de secuestros y otros chantajes. Si cuando el juez D’Urso fue secuestrado las fuerzas políticas hubiesen resistido, si no hubieran cedido en nada, las BR no habrían sido animadas a continuar. Ahora hemos llegado al punto de que el Avanti! publica íntegramente el texto de sus mensajes y que para obtener la liberación de un rehén incluso se paga a los terroristas un rescate, con el que las BR mejorarán su armamento y su acción subversiva. Todo esto es intolerable. Es intolerable que entre los partidos que forman parte del Gobierno de la República haya actitudes contradictorias y vacilantes sobre un problema tan vital.

Se de parte de altos dirigentes sindicales que los terroristas incluso se han infiltrado en los cuadros del sindicato.

Es muy probable. Pero cuidado: tengo la impresión de que estas quejas se plantean no tanto con el objetivo de combatir el terrorismo como el de dividir al sindicato y mancillar nuestro partido. Quiero ser absolutamente claro en este punto. Que hay infiltraciones terroristas en algunas fábricas fuimos los primeros y, durante mucho tiempo, los únicos en decirlo. Nuestro camarada Guido Rossa fue asesinado precisamente porque lo había revelado. De aquí a establecer un vínculo político-ideológico entre la lucha de clases, la lucha de los sindicatos y el terrorismo corre un abismo. ¿Qué se quiere? Criminalizar a los sindicatos y sindicalistas que no ceden, que luchan, que organizan las luchas. Esta es una operación infame y los que la intentan van a ser desenmascarados frente a todo el movimiento obrero.

Señor Berlinguer, ¿cuál es su valoración del congreso del Partido Comunista polaco?

Muy positiva. Los camaradas polacos han demostrado que saben cómo acoger los impulso de renovación que proviene de toda la sociedad polaca, en particular de la clase obrera y sus organizaciones sindicales renovadas, y llevaron a cabo esta operación tan delicada con valentía y, al mismo tiempo, con sabiduría y prudencia. La situación, sin embargo, sigue siendo muy difícil y compleja, y creo que lo será durante mucho tiempo.

Para la elección del Comité Central del Partido, el Congreso de Varsovia votó por votación secreta y con plena libertad de elección. No hubo listas prefabricadas…

¿Ve? Los grandes hechos de la renovación democrática no siempre proceden de Occidente. En este caso vienen del Este importantes indicaciones para el desarrollo de los partidos obreros en todo el mundo.

Tal vez porque en el Este está casi todo por hacer en términos de renovación democrática. La pregunta es la siguiente, señor Secretario: el método de votación adoptado en Varsovia es mucho más libre no sólo respecto a todos los demás partidos comunistas del Este, sino incluso con respecto al PCI. ¿No cree que ha llegado el momento de avanzar en la misma dirección?

Tenemos un procedimiento complejo pero muy democrático para elegir el Comité Central, y en él también hay una votación secreta. Nuestro estatuto establece que la votación secreta se lleva a cabo obligatoriamente cuando sólo una quinta parte de los delegados lo solicite. Pero no pocas veces, para elegir los órganos de gobierno de nuestros organizaciones, se adopta la votación secreta.

¿Y no cree que esto debería convertirse en la regla general?

No lo descarto en absoluto, y creo que se puede discutir. Pero, ¿por qué me hace esta pregunta? ¿Sabe que en los otros partidos italianos en sus congresos normalmente votan sobre listas bloqueadas?

Lo sé, pero no creo que sea una buena razón para imitarlos. Sea diferente también en esto, y será una cosa óptima.

Acepto la invitación. Quisiera concluir con un comentario. De Polonia se ha hablado mucho, y con razón, en Italia, cuando se temía una intervención soviética. Ahora que el proceso de renovación socialista en Polonia ha empezado, a pesar de muchas dificultades, y la intervención no tuvo lugar, parece que el tema de Polonia ha perdido interés para muchos medios y para muchos políticos y politólogos. ¿Por qué? ¿El caso polaco ya no es necesario para alimentar la polémica contra nosotros, o la controversia contra nosotros? ¡Cuántos prejuicios hay todavía, cuántos errores, cuántos tabúes! Un periodista una vez invitó a taparse la nariz y votar a la DC. ¿No ha llegado el momento de cambiar y construir una sociedad que no sea un basurero?

Notas

[1] Ley del aborto, aprobada en 1978, vigente en la actualidad
[2] El referéndum del 17 de mayo de 1981 planteaba la derogación de la Ley de 1978, el «no» por tanto era una sí a mantener la ley.
[3] Entre 1978 y 1979, desde el acuerdo inicial con Aldo Moro hasta la formación del quinto gobierno Andreotti, que excluyó al PCI de la mayoría parlamentaria.
[4] Se trata de elecciones locales y regionales parciales, en 193 municipio y 2 provincias (Roma y Foggia).
[5] Las elecciones generales de junio de 1979 fueron un duro golpe para el PCI, con un retroceso de casi el 12% de votos, que truncó la línea ascendente que se mantenía desde 1946 y que en 1976 había situado al PCI, con 12,6 millones de votos a solo 1,5 de la DC.
[6] Ver nota 2.
[7] Massimiliano Cencelli, miembro de una de las corrientes de la DC que en el Congreso de este partido, en 1967, ideó el criterio para repartir los cargos públicos en función de los votos obtenido, esgrimiendo la analogía sobre el funcionamiento de los consejos de administración de las sociedades anónimas.

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