Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Incorporación a nuestra biblioteca: Pensar la libertad: Bolívar Echeverría y el ethos barroco / Isaac García Venegas

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Nota de presentación a la edición del folleto de García Venegas sobre la obra de Bolívar Echeverría

Joaquín Miras Albarrán

Editamos en nuestra biblioteca electrónica de Espai Marx –Els Arbres de Fahrenheit– el PDF con el ensayo de García Venegas en el que este autor nos resume de forma concisa y clara las ideas centrales de la valiosa obra del filósofo ecuato-mexicano, ya fallecido, Bolívar Echeverría.

Bolívar Echeverría es, como sabemos, uno de los pensadores marxistas creativos, de los últimos decenios, cuya obra sale al debate contra el pensamiento capitalista, en mitad de la colosal crisis ideológica de la izquierda, sobrevenida como consecuencia de la desaparición de la URSS, en 1990. En ese inhóspito panorama de deserciones, por un lado, y de repeticiones de pensamiento, por otro, su obra abre camino al pensamiento que se mantiene en lucha contra el capitalismo y en favor de una alternativa civilizatoria al mismo.

Bolívar Echeverría, tal como nos explica García Venegas, no se deja seducir por el triunfo aparente del capitalismo y señala que, por el contrario, nos encontramos en una crisis de civilización terminal, como consecuencia del desarrollo civilizatorio imprimido a nuestro mundo por el capitalismo –el «hecho capitalista»–. Que la Modernidad se sume en la catástrofe, y no existe respuesta, pues, eso que se llama Posmodernidad es un intento de «saltar por encima de la propia sombra».

Con estas líneas de introducción al ensayo-resumen de García Venegas, no pretendemos «resumir un resumen» del pensamiento de Bolívar Echeverría, que muy acertadamente nos presenta García Venegas.

Sí plantear dos apostillas, y… una «quaestio» peliaguda.

Por Modernidad entiende Bolívar Echeverría el proceso civilizador que se abre en el siglo Xll, cuando se inicia el desarrollo de una nueva técnica que permite a la humanidad pensar en poder vencer la miseria. La Modernidad, ahora en crisis final, ha posibilitado la existencia de diversos ethos –ethe, eticidades–, esto es, modos de vida, o culturas/civilización, en el sentido antropológico de la palabra. Son cuatro. La génesis de cada uno de ellos se produjo en un momento histórico diverso, concreto. Pero los ethe o modos culturales que permiten al ser humano vivir su vida en sociedad, no se extinguen. Pueden subsistir, incluso contra el ordenamiento económico actual, el capitalismo. La producción está sometida al imperativo del «hecho capitalista», que exige la generación de valor/plusvalor, pero el mundo de la vida cotidiana, desde el que los seres humanos reproducimos nuestro vivir, y consumimos los bienes precisos para ello, está abierto a las indefinidas posibilidades de consumo que el valor de uso tiene en sí mismo. El contexto de recepción y uso de los bienes materiales está abierto a la libertad, pues no está determinado ni por el capital ni, tan siquiera, por los fines de uso que, en principio, les otorgó la sociedad en la que aparecieron. Todo saber, y todo bien material, está desvinculado de su contexto genético y también del contexto originario de recepción o contexto funcional originario y de los posteriores. Por ello, la técnica generadora de bienes, e incluso el imperativo de la valoración, han estado abiertos a la posibilidad de diversos modos de vida. Son los cuatro ethos señalados por Echeverría, tan solo uno de los cuales es funcional al capitalismo.

En el origen del estudio sobre los ethe de la Modernidad, y durante gran parte del tiempo dedicado a esta investigación, Bolívar Echeverría sostuvo que los cuatro ethe eran variantes de cultura material de vida, posibles, dentro del seno del capitalismo. Esto es, según esta primera interpretación, la neotecnología cuya génesis histórica está en el siglo Xll europeo, desarrolla el capitalismo, y este, a su vez, posibilita cuatro fundamentales formas civilizatorias de vida[1]. Al final de su obra, sin embargo, Bolívar Echeverría considera que solo uno de los ethe es orgánico o propio del capitalismo, y los otros se han desarrollado alternativamente, independientemente, e incluso, como es el caso del ethos barroco, antes del origen del capitalismo[2]. Cambia por tanto, el orden del esquema de relación entre neotécnica, eticidad y capitalismo, o: fuerzas productivas, cultura civilización y relaciones sociales de producción.

Sin embargo, en el texto de García Venegas, como vemos, se mantiene la ambigüedad. En cuatro o cinco pasos del ensayo de resumen en los que se aborda el asunto, se pasa, en una misma frase, de una a otra interpretación.

El estudio sobre el ethos barroco en su especificidad, al que se dedicó Bolívar Echeverría con exhaustividad, fue iniciado por el autor debido a que este ethos, a juicio de Echeverría, es la consecuencia de una gran crisis, la del siglo XVII –«el siglo largo» XVII–. Esta crisis de civilización, que el autor investiga en los virreinatos de la corona española en América, le servía para poder comprender mejor y reflexionar sobre la actual crisis de civilización en la que nos ha precipitado el capitalismo. A lo largo de su investigación, y al percibir la pervivencia, la vivacidad, el arraigo, del ethos barroco como forma de vivir libremente la cotidianidad, fue indagando en las posibilidades de subversión y lucha contra el capitalismo que este ethos encierra, y en la posibilidad de generar un nuevo ethos alternativo a todos los actuales. Una posibilidad que está fundamentada en la libertad ontológica humana.

Bolívar Echeverría insiste, tal como lo recoge García Venegas, que la génesis de este ethos en Hispanoamérica fue fruto de una situación civilizatoria desesperada, y, al respecto, el lector encontrará un magnífico resumen en el ensayo de García Venegas. Creemos conveniente destacar que Bolívar Echeverría, y con él, su comentarista, subraya que la génesis de esta alternativa de cultura y civilización, fue generada de manera espontánea, sin proyecto ni programa. No hay, no ha habido, nunca, una civilización, un modo de vida organizador de mundos de vida y cultura que haya podido ser planeada ex ante. Nadie puede programar ni pronosticar la Longue durée.

El asunto viene relacionado con dos problemas. La valoración de la Revolución, y la tarea del saber intelectual en el proceso civilizatorio humano. Bolívar Echeverría reflexiona sobre estas cosas, recién hundida la experiencia histórica iniciada por la revolución rusa, cuando tantos intelectuales marxistas desertan. Él no. Era posible meditar entonces sobre la pertinencia de eso que se denomina «revolución», concebida como un proceso creado y dirigido por una elite. Concebida así, era posible pensar que ya no habría más revoluciones en lo futuro, ni eran deseables, y que las anteriores habían sido siempre un fracaso. Nos permitimos tres consideraciones. En la historia ha habido, en diversas ocasiones, diversos procesos revolucionarios. No es posible declarar cerrada la historia para lo futuro, en ningún sentido, incluido el de las revoluciones, pues han sido siempre –de sentido común– un acontecimiento histórico y la historia, es lo que tiene: es histórica. Las revoluciones, además, en la medida en que lo fueron, resultaron ser siempre exitosas, pues todas lograron el fin que las masas mayoritarias organizadas en acción, tenían como motivo. El hundimiento de un orden. Que determinadas minorías organizadas pensaran estar haciendo otra cosa, pretendieran imprimirle una evolución al proceso, y esto último resultara fracaso, no empece. La revolución es siempre un acontecimiento consecuencia de procesos de longue durée; en consecuencia, tampoco se producen por inspiración de nadie, lo cual no quiere decir que en el seno de los procesos, no haya siempre debates, reflexión, teoría: en el seno, o sea en la mente de los participantes, teoría «de la» revolución en curso –por ejemplo, el iusnaturalismo «de la» Revolución Francesa– en la que «de la revolución» es genitivo subjetivo; la revolución, los revolucionarios, pensándose desde dentro de su experiencia, y utilizando, para ello, el utillaje teórico a su disposición, lo normal en todo hacer humano. Pero el proceso, como tal, cuya gestación es de longue durée, ha sido, para utilizar las palabras que Bolívar Echeverría usa para la creación de civilizaciones, sin programa, sin proyecto. «Espontánea», es decir, histórica.

En la medida en que una revolución da a luz a un mundo nuevo, desde el anterior, eso ni se pronostica ni se prescribe, ni se inventa en un periquete de …20 años –un poner–. La revolución es una alternativa posible dentro de un proceso que se genera en el seno de un ethos, es, para decirlo con término gramsciano, «ético política», y un proceso generador de ethos es humano, es histórico, no es «prescriptible», ni «previsible». En lenguaje analítico, estaríamos en el asunto de los condicionales contrafácticos. Precisamente por ser producto social humano, no es «diseño inteligente», ni «de siete días», incluido el de descanso, ni de siete decenios.

Pero, una vez escrito esto, queda abierta la reflexión, sobre la «otra» pata: cómo interviene el saber de la consciencia, cómo son generados y recibidos, tanto el saber experiencial práxico como el saber fuerte –el que fuere– por parte de los sujetos protagonistas; cómo el bloque histórico se reflexiona en su generarse, cómo dota, desde abajo, capilarmente, sintetizándolo con su cultura y con la experiencia cultural nueva, operante, generada sobre la marcha. Esta reflexión es algo que no podía por menos de estar claramente presente en la obra de Bolívar Echeverría.

En su ensayo de resumen del pensamiento de Bolívar Echeverría, nuestro comentarista, García Venegas, nos explica que la nueva eticidad se genera como síntesis de praxis creada, en primer lugar, por «los indios citadinos», que sobrellevan el peso de la acción. En segundo lugar, por los criollos, y en tercer lugar por la elaboración expresiva, sintetizadora, de la teología y la actividad difusora de la Iglesia Católica, en concreto, de los Jesuitas, que a partir de la eticidad generada, elaboran reflexividad, abren debate sobre posibilidades de acción. Pata teórica, que elabora una filosofía que defiende a capa y espada la síntesis ética emergente. Que le da carta de naturaleza. Que la defiende en polémica contra sus enemigos, que proporciona instrumental intelectual para la autoconsciencia de las masas y sanciona el hacer social nuevo. Jesuitas y Franciscanos propician, apoyan, defienden el mestizaje práxico generado y protagonizado por la iniciativa práxica capilar millones de personas.

Una vez apostilladas estas cosas, solo nos resta una última consideración. Precisamente al tratar sobre la génesis y las características del ethos barroco en Nueva España, y sobre la tarea de los jesuitas como intelectuales orgánicos de este proceso generado por la espontánea iniciativa organizada de las masas, en varias ocasiones, Bolívar Echeverria copia al pie de la letra, pero sin citarlo, textos de un extraordinario, deslumbrante, libro anterior, escrito por un gran erudito mexicano, el jesuita Ramón Kuri Camacho, cuya obra, La compañía de Jesús Imágenes e ideas, scientia conditionata, tradición barroca y modernidad en la Nueva España, reelaborada a partir de una primera versión de 1996, había sido premiada en 1998.

Transcribamos algunos ejemplos:

En su libro, escribe el maestro Ramón Kuri Camacho: «En mi opinión, la necesidad de afrontar la cuestión que traemos entre manos [la tarea de los jesuitas como intelectual orgánico de un nuevo bloque cultural ético surgido en el mundo novo hispano, como consecuencia de la acción autoorganizada masiva, que absorbe el ethos barroco y lo recrea] viene impuesta por el triunfo y el fracaso de la modernidad establecida iluminada por la Ilustración que proclamaba el progreso, la autonomía y la omnipotencia de la razón y que hoy se hunde en su propias contradicciones. Se hace necesario revisar la imagen dejada por el siglo de las luces sobre el carácter contrarreformista, reaccionario y premodernizador de la Iglesia Católica y de su principal agente, la Compañía de Jesús; dadas justamente las contradicciones de la modernidad y las categorías a partir de las cuales se juzgó nefasta la labor de la Iglesia y de los jesuitas. Los esquemas conceptuales desde los cuales se estereotipó a la Iglesia y a la Compañía de Jesús como retrógrados y oscurantistas, terminaron en Auschwitz (…) desde ahí se juzgó nefasta y oscurantista a la Iglesia y a la Compañía de Jesús»[3].

Escribe Bolívar Echeverría: «Cada vez se hace más necesario en la investigación actual revisar la imagen dejada por el Siglo de las Luces francés sobre el carácter puramente reaccionario, retrógrado, premodernizador de la iglesia católica postridentina, y de la Compañía de Jesús como el principal agente de la actividad de esa Iglesia. Se hace necesario revisar esa idea, dado justamente el fracaso de la modernidad establecida, iluminada por el Siglo de las Luces: la modernidad capitalista que ha prevalecido desde los tiempos de la primera revolución industrial en el siglo XVlll. Es necesario revisar esta imagen por cuanto muchos de los esquemas conceptuales a partir de los cuales se juzgó nefasta la actividad de la Iglesia postridentina y de la Compañía de Jesús se encuentran ahora en crisis. (…) El proyecto postridentino de la Iglesia Católica, viéndolo a la luz de este fin de siglo posmoderno, no parece ser pura y propiamente conservador y retrógrado. Es un proyecto que se inscribe también (…) en la afirmación de la modernidad (…) que está volcado hacia la problemática de la vida nueva…»[4].

Otro par de citas:

Ramón Kuri Camacho: «Pero hay que reconocer que a este siglo tan heroico y tan cruel, tan maravilloso y abominable, le sucede otro no menos radical que él, pero en un sentido diferente. El siglo XVI cumple su ciclo antes de que termine cronológicamente, una vez completa y agota la problemática de la Conquista en los centros de la nueva vida americana. Hay todo un ciclo histórico americano que culmina y se acaba en la segunda mitad del siglo XVI, pero hay también otro diferente que se inicia en esos mismos años. La investigación actual delinea cada vez con mayor nitidez la imagen de su siglo XVII duelo de su propia necesidad histórica; un siglo que es en sí mismo una época, en el que impera todo un drama original, que no es solo epílogo de un drama anterior o el proemio de otro drama porvenir. Y es probablemente la historia de Iberoamérica la que más ha contribuido a la definición de esta imagen. Que efectivamente hay un relanzamiento del proceso histórico en el siglo XVII americano, y novohispano en especial, se percibirá con claridad cuando más adelante estudiemos a jesuitas ya señalados anteriormente. Dicho relanzamiento coincide con la emergencia de ciertos fenómenos sociales esenciales, tanto de orden demográfico y económico como otros referentes a las formas de explotación de plustrabajo, que se presentan a comienzos del siglo XVII. La diferencia respecto de sus equivalentes en el siglo XVI es clara y evidente»[5]

Bolívar Echeverría:« Pero hay que reconocer que a este siglo tan heroico y tan cruel, tan maravilloso y abominable, le sucede otro no menos radical, pero en un sentido diferente. Antes de terminar cronológicamente, el siglo XVI cumple ya la curva de la necesidad que lo define; lo hace una vez completa y agota la figura de la Conquista en los centros de la nueva vida americana. Hay todo un ciclo del continente que culmina y se acaba en la segunda mitad del siglo XVI. Pero hay también otro diferente que se inicia en esos mismos años. La investigación histórica mundial delinea cada vez con mayor nitidez la imagen de un siglo XVII dueño de su propia necesidad histórica; un siglo que es en sí mismo una época, en el que impera todo un drama original, que no es solo el epílogo de un drama anterior o el proemio de otro drama por venir. Y es tal vez la historia de América la que más ha contribuido a la definición de esta imagen. Que efectivamente hay relanzamiento del proceso histórico en el siglo XVII americano se deja percibir con claridad si observamos , aunque sea rápidamente, ciertos fenómenos sociales esenciales que se presentan a comienzos del siglo XVII: tanto ciertos fenómenos de orden demográfico y económico como otras referencias a las formas de explotación del plustrabajo. La diferencia respecto de su equivalente en el siglo XVI es clara y considerable»[6]

Demos un último ejemplo de paráfrasis sin cita explícita.

Escribe Kuri Camacho: «la Compañía de Jesús formula un trabajo discursivo sin paralelo, que tal vez sea el único modelo que Europa (la inventora de la universalidad moderna) puede ofrecer de genuina disposición de apertura y autocrítica, respecto de las propias estructuras mentales»[7] .

Escribe Bolívar Echeverría : «Este trabajo de los evangelizadores jesuitas sobre la doctrina cristiana y su teología es un trabajo discursivo sin paralelo; es tal vez el único modelo que Europa, la inventora de la universalidad moderna, puede ofrecer de una genuina disposición de apertura, de autocrítica, respecto de sus propias estructuras mentales»[8].

Creemos que no cabe duda de que el texto de Echeverría es paráfrasis pedisecua del maestro Kuri Camacho, redactada a la vista del libro escrito por el mismo.

Que un hombre honesto, inteligentísimo, de vasto saber, que reconoce siempre sus fuentes, y cuya tarea intelectual tiene vocación militante , como lo es Bolívar Echeverría, ocultara una referencia bibliográfica de tal magnitud, es, lo creemos, un acto que tiene que ver con el recelo de Bolívar Echeverría ante la disposición, por parte de la izquierda –«nosotros, la izquierda»– a recibir esas ideas si se mostraba que su autor era un jesuita. Ideología de prejuicios, de guetos, que en los momentos más abiertos, resolvemos como «el debate entre cristianismo y marxismo», y no como: la reflexión sobre el pensamiento liberador elaborado históricamente por nosotros, la humanidad. Bolívar Echevarría, posiblemente, de haber vivido más –murió de repente–, hubiera aclarado estas cosas.

Menos comprensible y justificable es que sus estudiosos, que citan entre las fuentes intelectuales de Bolívar Echeverría, con aparente exhaustividad, las más diversas influencias –hasta los «rizomas»…– no incluyan entre sus lecturas e influencias, la de la obra del gran maestro Ramón Kuri Camacho.

Sirvan estas citas para poner en valor la obra de ambos autores –ambos–, la extraordinaria obra intelectual de Bolívar Echeverría, y la formidable y deslumbrante obra de Ramón Kuri Camacho, y sirvan también como incitación a la imprescindible lectura de ambos libros, y, en general, de la obra de ambos autores.

Sea cual fuere el motivo que indujo a Bolívar Echeverría a no declarar la fuente de sus citas, el redactor de esta breve nota no deja de considerar, por ello, muy valiosa la aportación de Bolívar Echeverría al pensamiento marxista y ha propuesto la edición del folleto de García Venegas sobre Bolívar Echeverría, porque considera que la obra el autor ecuato mexicano es necesaria y merece lectura y estudio. Lo mismo, desde luego, que la excepcional obra del maestro Ramón Kuri Camacho[9].

Notas

[1] Bolívar Echeverría, La Modernidad de lo barroco, Ed Era, México, 2000. Libro cuyo PDF está en nuestra biblioteca virtual.
[2] Bolívar Echeverría, El materialismo de Marx, discurso crítico y revolución. En torno a las tesis sobre Feuerbach de Karl Marx, Ed Ítaca, México, 2011.
[3] Ramón Kuri Camacho, La Compañía de Jesús, Imágenes e ideas, Scientia conditionata, tradición barroca y modernidad en la nueva España, Ed. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y Ed. Plaza y Valdés , Puebla, 2000, pág. 9 de la edición del libro en papel. En la edición electrónica, accesible libremente, que es una extensa ampliación de la anterior, y lleva el título de El barroco jesuita novohispano y la forja de un México posible, Ed. Universidad veracruzana, Xalapa. 2008, consultar las pp. 27 y 28. PDF electrónico: https://libros.uv.mx/index.php/UV/catalog/view/BI206/135/408-1  El libro está en nuestra biblioteca virtual.
[4] Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco, Ed. Era, Ciudad de México, 2000, pág. 65
[5] Ramón Kuri Camacho, Op. Cit., libro en papel, pág. 23. Libro electrónico, pág. 80, desde su inicio.
[6] Bolívar Echeverría, Op. Cit. pp. 62 y 63
[7] Ramón Kuri Camacho, Op. Cit., libro en papel, pág. 105. Libro electrónico, pág. 258
[8] Bolívar Echeverría, Op. Cit. pág. 72.
[9] Puestos a cometer infidencias, nos permitimos aconsejar al lector acudir a la deliciosa nota en exergo, declarada en latín, que el maestro Ramón Kuri Camacho añade en la versión electrónica de su obra. Todo pretre rosso, tiene su «vieni, vieni Abra amata…sponso orbata, come tortora gemo e lamento a te».

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