Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Agradecer (Celebrando a Miguel Hernández)

Salvador López Arnal

Intervención en la Jornada que el colectivo Juan de Mairena dedicó a Miguel Hernández, 25 de febrero de 2023, Libería Byron (Barcelona)

Para Francisco Fernández Buey, Antoni Domènech, Albert Escofet, Miguel Muñiz, Luisa Trueba, Margarita García, Sara Estrada, Paco Tauste y Francisco Javier Pardo, compañeros, compañeras de vida y compromiso, que hubieran estado esta mañana con nosotros.

Gracias a todos ustedes, por su presencia, por su compañía, por su apoyo.

Gracias a mi padre, Francisco López Campo, que me habló del poeta en guerra.

Gracias a Paco Ibáñez por su «Andaluces de Jaén», que nos descubrió un mundo entonces desconocido para todos nosotros, que apenas teníamos 14 años.

Gracias a Basilio Losada, traductor de Saramago y Jorge Amado, profesor de Literatura castellana de PREU, que nos habló del poeta oriolano con conocimiento de causa, transmitiendo entusiasmo por su obra y vida.

Gracias a Carmen Linares por su «Verso a verso».

Gracias a Luis Pastor, por sus pasiones compartidas con Miguel Hernández.

Gracias a Pablo de la Torrente Brau, muerto en Majadahona, a los 35 años, que compartió trinchera con Miguel Hernández.

Gracias a mi madre, que nunca me llamó la atención al oírme cantar, una y otra vez, «Nanas de la cebolla», con mucho sentimiento y muy poco acierto. La «Elegía a Ramón Sijé» nos acompañó en su despedida.

Gracias a Joan Manuel Serrat por por esas canciones inolvidables que nunca hemos olvidado ni olvidaremos. «Menos tu vientre,/ todo es oculto. Menos tu vientre, todo inseguro,/ todo postrero, polvo sin mundo».

Gracias a Antonio Buero Vallejo: por su dibujo imperecedero y por la palabra necesario: «Para mí es MH un poeta necesario, eso que muy pocos poetas, incluso grandes poetas, lograron ser. La más honda intuición de la vida, del amor y de la muerte brota de su fuente como de esas otras fuentes, sin las que no podríamos pasar y que se llaman Manrique, San Juan de la Cruz, Fray Luis o Machado.»

Gracias a Pablo Neruda, porque amó a Miguel y porque, para el cincuenta aniversario del poeta, 1960, escribió: «Muchas cosas he dicho sobre Miguel en mi poesía: que este nuevo recuerdo en esta fecha de vida y muerte memorables sea una línea más de la carta que le escribo, como si no hubiera pasado nada, como si aún estuviera en alguna parte, cantando, silbando y riendo. Líneas de una carta interminable que seguiré escribiéndole hasta que su canto me responda, nos responda, luminoso y victorioso».

Gràcies a la Barcelona dels anys seixanta i setanta, que tant va estimar al poeta de «Umbrío por la pena, casi bruno.»

Gracias al poeta, que nos mostró el uso, el verdadero uso no manipulatorio de la palabra, del concepto pueblo, muy en la línea de Agustín García Calvo que habló de lo pueblo, caudal de tradiciones, conscientes, inconscientes, depósito de ritmos y acentos.

Gracias al filósofo y maestro Adolfo Sánchez Vázquez, por su «Ser un río de amor»: «Ser un río de amor que se derrama / hasta inundar la tierra más distante/ y alimentar su ausencia a cada instante/ y en su fuego abrasarse cual retama.»

Gracias Rafael Alberti, por su «Égloga Fúnebre» de 1942.

Gracias a Concha Zardoya por «Llanto de un pájaro por el poeta muerto»: «Aquí yo estoy llorando… Vendrá la Primavera / cuando los hombres se amen/ y el odio ya no exista./ Yo estaré de nuevo/ por el hijo que aduermes,/ sobre ti o en el aire/ una nana bellísima».

Gracias a Miguel Hernández por aquel decir en una carta suya a su amigo Carlos Rodríguez Spiteri de enero de 1942, escrita dos meses antes de su muerte: «No hay nada más importante que dar una solución hermosa a la vida» y por su «Carta» de El hombre acecha: «Aunque bajo la tierra/ mi amante cuerpo esté/ escríbeme a la tierra/ que yo te escribiré».

Gracias a Aurora Albornoz por su «Despedida al amigo»: «Tu voz, Miguel Hernández, / hermano, camarada, amigo/ se quedó para siempre, roja de fuego// bajo el sol de fuego,/ Tu voz, / Miguel Hernández, / Tu palabra, / que dijo la palabra/ de todos».

Gràcies a Andrés Sorel por el libro que publicó en la editorial Zero y que a tantos nos conmovió: Miguel Hernández, escritor y poeta de la revolución.

Gracias a la autenticidad popular del decir y hacer de Manuel Sacristán, Paco Fernández Buey y Miguel Candel, tan parecida a la autenticidad popular de la poesía madura de Hernández.

Gracia a Xesús Alonso Montero, por su compañerismo, generosidad y compromiso a lo largo (y a Luis Caldiero, un hombre bueno, un compañero, un amigo machadiano).

Gracias a Manuel Aznar, por su obra, por su saber republicano, por su ininterrumpida lucha para que no habite el olvido sobre tantos y tantas.

Gracias a ACP, ASEC/ASIC, Espai Marx y AIREs por su hernandismo.

Gracias a El Viejo Topo, una revista que seguramente hubiera leído Miguel Hernández. Por el topo y por viejo.

Gracias al maestro, al amigo, al protector Vicente Aleixandre: «Nadie gemirá nunca bastante/ Tu hermoso corazón nacido para amar/ murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio./ ¡Ah! ¿Quién dijo que el hombre ama?/ ¿Quién hizo esperar un día amor sobre la Tierra?/ ¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen?/ ¿Que su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?».

Gracias a Enrique Morente, a quien vi y oí cantar la «Elegía a Ramón Sijé», el «Sino sangriento» y «El niño yuntero» en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, en 1976, vestido yo de soldado. ¡Pocos han cantado a Hernández como el maestro Morente!

Gracias a Ramón Díaz, que también estuvo en el penal de Ocaña, como Buero y Miguel, aguardando su ejecución. Su crimen: su costumbre de poner en su casa la bandera republicana todos los «catorce de abril». El franquismo homicida se lo hizo pagar con su vida.

Gracias a su biznieta Amaya y a Carlos, amigos de la ciudad resistente, que esta mañana nos honran con su presencia.

Gracias a Josefina Manresa, a quien estuve a punto de saludar, no me atreví a llamar a su puerta, en en aquel verano de 1971.

Gracias a Joao Cabral del Melo Neto por su «Encontro com un poeta».

Gracias al poeta-ingeniero, a Gabriel Celaya, porque nos recordó que la poesía de Miguel Hernández era una poesía cargada de futuro: «Han llamado a la puerta, y no, no era Miguel tampoco esta vez. ¿Por qué no viene, por qué es imposible que venga? Le estoy esperando siempre para hablar como tan sólo podría hablar con él».

Gracias a Ricardo López Donoso, por aquel viaje inolvidable en el que dos jóvenes, muy jóvenes, visitamos Orihuela y hablamos con sus gentes.

Gracias a Carlos Saura y Agustí Villaronga, que también amaron al poeta (¿Para cuándo una gran película sobre Miguel Hernández?)

Gracias a su amiga Carmen Conde, por su «Al poeta Miguel Hernández, desde la vida, donde fuimos amigos».

Gracias a José Agustín Goytisolo por su «Historia conocida»: «Hace tiempo hubo un hombre, entre nosotros/ alegre, iluminado/ que amó, vivió y cantaba hasta la muerte/ libre como los pájaros».

Gracias por los grandes poemas de amor de Miguel, pocos, muy pocos como su «Canción última»: «Regresará del llanto/ adonde fue llevada/ con su desierta mesa,/ con su ruinosa cama./ Florecerán los besos/ sobre las almohadas/ Y en torno de los cuerpos/ elevará la sábana/ su intensa enredadera/ nocturna, perfumada/ El odio se amortigua/ detrás de la ventana/ Será la garra suave/ Dejadme la esperanza.»

Gracias por «el no sabes lo que pasa ni lo que ocurre», uno de los versos más emocionantes del mundo, según el profesor Víctor Méndez Baiges.

Gracias a Claude Coffon, porque para él MH es «el único gran poeta que ha sacado una gran lección de sus raíces, que ha recibido de su infancia y de su tierra la savia necesaria para alimentar su obra.»

Gracias a la editorial Losada por su esfuerzo militante, por sus ediciones, agua bendita y benigna en tiempos de sequía, represión, opresión y persecución, pero también de búsqueda, unidad y fraternidad.

Gracias Miguel por «La poesía como un arma»: «Me he metido con toda ella [con la poesía] dentro de esta tremenda España popular, de la que no sé si he salido nunca. En la guerra, la esgrimo como un arma, y en la paz será un arma también aunque reposada. Vivo para ensalzar los valores puros del pueblo, y a su lado estoy tan dispuesto a vivir como a morir».

Gracias a Leopoldo de Luis, por su incansable trabajo, por su pasión, por su verdad: «De un poeta como él, escribió de Luis, se puede decir siempre la primera palabra, pero no se puede decir nunca la última.»

Gracias a Mercedes Iglesias Serrano, por compartir devoción, admiración, amor y respeto.

Gracias de nuevo a Vicente Alexandre, por su mirar hacia el fondo: «Era un alma triste que miraba con clara mirada a los hombres. Era el poeta del triste destino, que murió malogrando a un gran artista, que hubiera sido, que ya lo es, honor de nuestra lengua.»

Gracias a la ciudadanía de Santa Coloma de Gramenet porque un colegio público, el Miguel Hernández, lleva su nombre.

Gracias a Irene Iglesias Díaz-González, que a los 8 años recitó a Hernández en un homenaje público a él dedicado en Can Sisteré de Santa Coloma.

Gracias al colectivo Juan de Mairena, por su fraternidad, por su ser y estar en el mundo y por su amor a la poesía.

Gracias a ustedes, de nuevo, por estar aquí, y porque entre otros hacemos y haremos que esta ciudad no olvide al poeta de Vientos del pueblo y de Cancionero y romancero de ausencias.

Llegamos con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas venimos:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo, ustedes, el poeta:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

Adenda

Hace 47 años, en 1976, con ocasión del XXXIV aniversario de la muerte de Miguel Hernández (28 de marzo de 1942), se celebró un homenaje al poeta oriolano en el Aula Magna de la Universidad de Barcelona. Se invitarían (conjeturo, no tengo documentación sobre el encuentro) a críticos, profesores, sindicalistas, poetas, ciudadanos, políticos antifranquistas, intelectuales. Entre estos últimos, Manuel Sacristán (1925-1985).

El traductor de Brecht, Brossa y Espriu no pudo acudir finalmente. Envió un texto que les copio a continuación que (me han llegado ecos de ello) pudo ser leído por Mario Gas.

Sacristán hace una referencia a la revista Posible. Fue una revista fundada en noviembre de 1974, que se siguió publicando en los primeros años de transición. Tuvo ocho secuestros.

Tiene que haber varias razones de la respuesta excepcional, en intensidad y en extensión, que está recibiendo la iniciativa de la conmemoración de Miguel Hernández. Algunas de esas razones serán compartidas por todo el mundo, y del mismo modo, más o menos; por ejemplo, la autenticidad de la poesía de Hernández, en la que, si se prescinde de algunos ejercicios de adolescencia, no se encuentra una palabra de más. Otras motivaciones serán menos generales. La mía es la verdad popular de Hernández: no sólo de su poesía, en el sentido de los escritos suyos que están impresos, sino de él mismo y entero, de los actos y de las situaciones de los que nació su poesía, o en los que se acalló.

Al decir eso pienso, por ejemplo –pero no solamente– en aquella fatal indefensión de Hernández en su cautiverio. Hernández fue un preso del todo impotente, sin enchufes, sin alivios, sin más salida que la destrucción psíquica y la muerte, como sólo lo son (con la excepción de dirigentes revolucionarios muy conocidos por el poder) los oprimidos que no someten el alma, los hombres del pueblo que no llegan a asimilarse a los valores de los poderosos, aunque sea por simple incapacidad de hacerlo y no por ninguna voluntad histórica. O por ella, naturalmente.

Las últimas notas de Hernández que ha publicado hace poco la revista Posible documentan muy bien el aplastamiento moral que acompaña a la destrucción física del hombre del pueblo sin cómplices y, por lo tanto, sin valedores en la clase propietaria del estado, de las fábricas y de las cárceles.

La autenticidad popular de la poesía madura de Hernández es tan consistente porque se basa en esta segunda, en la autenticidad popular del hombre muerto, como el Otro, entre dos o más chorizos, y como ellos.

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