Entrevista a Jon E. Illescas: “La música dominante está impuesta por tres transnacionales”
Salvador López Arnal
Doctor cum laude en Sociología y Comunicación con premio extraordinario de doctorado en la Universidad de Alicante y Licenciado en Bellas Artes con Premio Extraordinario Fin de Carrera y Premio Universitario 5 Estrellas en la UMH, Jon E. Illescas Martínez (Orihuela, 1982) es profesor de Secundaria y Bachillerato, artista plástico e inventor del Sociorreproduccionismo bajo el seudónimo de “Jon Juanma”, es autor de un centenar de trabajos sobre cultura popular, geopolítica, arte, comunicación y economía. Varias han sido traducidas al portugués, al inglés y al italiano. Entre 2009 y 2013 trabajó su tesis doctoral en la Universidad de Alicante y la Universidad Complutense de Madrid con una beca predoctoral de la Fundación Caja Murcia.
El profesor Jon E. Illescas es autor de Nepal, la revolución desconocida (2012) y La dictadura del videoclip (2015), considerada esta última una obra de referencia tanto por el Ministro de Educación de Cuba como por la John Hopkins University de Maryland (que habló de ella en términos como “la envidia de cualquier analista cultural”)
Enhorabuena por tu nuevo libro. Diré de él lo mismo que dijo Rafael Díaz-Salazar de tu trabajo anterior: “Se lee con la misma intensidad que una buena novela”. Educación tóxica es el título. ¿A qué educación haces referencia? ¿Por qué tóxica?
Muchas gracias por tus palabras Salvador, para mí era muy importante que el lector, además de conocer nuevas realidades, disfrutase del trayecto. Con “educación tóxica” hago referencia a la educación impartida por las pantallas parlantes (móviles, tabletas, ordenadores, TV, etc.) y sus contenidos dominantes en formatos tales como la música “de moda”, videoclips, videojuegos, películas, series, youtubers, redes sociales, etc. En nuestra sociedad actual, en muchos menores, esta educación es la predominante, por encima de la recibida en sus hogares por sus padres o en las aulas por sus profesores.
¿Mediante qué proceso se incorporan a esta educación que dices predominante? ¿Curiosidad, amigos, publicidad?
Mediante los padres fuera de casa todo el día, las pantallas en la habitación del menor, la sociabilización con sus amigos, los recreos en las aulas, los lugares de ocio, etc. Es un imperio Salvador, están por todas partes. Las pantallas parlantes les/nos hablan desde todos los espacios: privados y públicos. Es más probable que al menor, a partir de los 9 años, le caiga un rayo, que se pase siquiera un día alejado de su influencia cultural.
El subtítulo de tu libro: “El imperio de las pantallas y la música dominante en niños y adolescentes”. ¿De qué imperio de las pantallas hablas?
Hablo del que hace que un alumno de secundaria promedio pase más de 9 horas frente a esas pantallas que te indicaba antes. Niños y, sobre todo, adolescentes, son vasallos de ese imperio de propiedad privada y de alcance transnacional.
¿9 horas diarias? Cuando yo era profesor de secundaria había alumnos que confesaban ver entre 3 y 4 horas diarias de televisión. ¡Veo que estamos “progresando”!
¡Sin duda! (risas) La cosa va a más y si hacemos un seguimiento de las últimas estadísticas que nos vienen de Estados Unidos, cada vez están más tiempo enganchados. Sería probable que en 5 años las estadísticas que presento en el nuevo libro quedaran obsoletas a la baja. Al menos si seguimos sin tomar conciencia del fenómeno y enfrentarlo a nivel sociopolítico.
Cuando hablas de música dominante, ¿a qué música te estás refiriendo?
A la impuesta por la dictadura musical de 3 oligopolios transnacionales (Universal, Sony y Warner) que controlan el mercado de más del 92% de la música que consumen los menores.
¿Los menores de todo el mundo? ¿Incluyes aquí también a los menores africanos, asiáticos, etc. o te estás refiriendo únicamente a los menores del que llamamos mundo occidental?
Muy buena pregunta. Incluyo a los menores de todo el orbe en cuanto a consumo creciente de pantallas. Por ejemplo, los científicos chinos denominan la adicción a las pantallas parlantes como la “heroína digital”. O sirva apuntar que la aplicación con más crecimiento entre los adolescentes españoles, donde se reproduce la música y los bailes internacionales, es Tik Tok, propiedad del capitalista chino Zhang Yiming. Sin embargo, respecto a la producción (que no reproducción de la) música dominante y sus contenidos tóxicos, en India y China tienen un camino aparte. Por ejemplo, en India la música más consumida es de artistas relacionados con las superproducciones de Bollywood (una industria, por cierto, profundamente oligopólica). Y en China, hay artistas angloestadounidenses que están parcialmente vetados como ocurría en la URSS, además que tienen su poderosa y propia industria cultural con su propio repertorio de cantantes con mensajes con una mezcla de elementos más nacionalistas y también más humanistas que los que aquí conocemos.
Tanto India como China están influenciadas por ciertas dinámicas globales, pero tienen industrias culturales con sus características propias. Por ejemplo, la difusión del sexo más cosificador no se da con igual fuerza en India que en Estados Unidos o aquí, y, mucho menos, en China. En otras países mucho más pequeños, donde la cultura de masas privada tiene un terreno menos fértil para crecer, como en Cuba, cada vez más sus jóvenes están más colonizados culturalmente con la producción global controlada desde Estados Unidos (sea desde Miami para la producción hispanohablante o Nueva York para la anglo). Es lógico porque están demasiado cerca para protegerse totalmente, pese al brutal embargo. Pero al mismo tiempo, también tienen una producción propia de excelentes artistas y videoclips cubanos con valores más positivos que los aquí consumidos. En este sentido, sería ideal realizar una investigación internacional con expertos de Oriente y hacer una comparativa que analizase las convergencias y las divergencias con Occidente y otras zonas “particulares” de nuestro sistema-mundo capitalista.
¿A quién va dirigido tu libro, a quiénes crees que puede interesar?
A todos los que les importe entender el presente de nuestra sociedad y los futuros posibles, pero en particular, a toda la comunidad educativa: madres y padres, profesores, alumnos, abuelas y abuelos, psicopedagogos, inspectores, trabajadores sociales, psicólogos, periodistas, profesionales de la producción audiovisual, etc. Y además, como bien me señalaste en su momento: a políticos comprometidos con la educación pública de calidad (incluidos ministros, consejeros y directores generales).
¿Quién es el autor de la portada, la solapa interior y la contraportada? ¡Son magníficas!
El genial Miguel Brieva, que también trabajó en mi anterior libro (La dictadura del videoclip) y he tenido el placer de que volviera a poner su talento en mi última obra. Él, además, es músico, ecologista y padre, así que la temática le tocaba muy de cerca.
Dedicas el libro “a los profesores que cuidan de sus alumnos y a los alumnos que cuidan de sus profesores”. ¿Cuidar es el término adecuado? ¿También los alumnos cuidan o deben cuidar de los profesores?
Desgraciadamente, en estos tiempos ingratos para el trabajo de profesor, definitivamente, sí. Los alumnos que cuidan de sus profesores son aquellos que los tratan con respeto y cariño, algo que, evidentemente, tú que has sido durante muchos años enseñante sabrás: anima a cualquier docente a ejercer su profesión. Esos alumnos que cuidan de sus profesores, al margen de su nivel académico y/o cultural, contrastan con aquellos que permanecen indiferentes a la apasionante tarea de enseñar y aprender. Por no hablar de aquellos alumnos francamente disruptivos, cada vez más numerosos, que son la pesadilla de cualquier tipo de profesor. Y subrayo: de cualquier tipo.
Añades: “Para todos aquellos que pese a todos los pesares y los vientos huracanados en contra no han perdido la ilusión por enseñar ni por aprender”. ¿Qué vientos huracanados son esos? ¿Quién puede haber perdido la ilusión por enseñar y aprender? ¿No lo hacemos todos permanentemente?
Los vientos huracanados son 1) las administraciones que nos llena de papeleos, nos aplica mil trabas para ejercer con dignidad y nos impone currículums con estándares imposibles; y, sobre todo, 2) las industrias culturales y la filosofía del consumidor compulsivo que dinamita las posibilidades de reflexión, educación y el mantenimiento de una vida civilizada para gran parte de los menores y sus padres (entre los que se incluyen los propios docentes).
Para que veas cómo está la vida en las aulas, según la Universidad de Murcia, en España, el 65% de los docentes tienen el síndrome del profesor quemado. Y son datos de 2013, no quiero pensar ahora. Es muy triste, pero en ciertos institutos con gran porcentaje de alumnos disruptivos, los profesores deambulan por los pasillos como muertos vivientes. Es un espectáculo realmente atroz. Incluso aquellos que mejor predisposición y vocación tienen llegan a las aulas con la sensación de haber perdido la batalla antes de darla. Quizás porque, en algunos casos, sea verdaderamente imposible con las herramientas y las ratios que tenemos. Y la palabra “imposible” es auténtica criptonita para un buen profesor porque lo acaba desgarrando por dentro.
Lo observo, lo observo, me doy cuenta.
Pero esto no es algo circunscrito a nuestro país, pasa en los cinco continentes. En todos los lugares del mundo, con la extensión de la filosofía del consumidor compulsivo, la pérdida de los valores más elementos y la producción en serie de un ciudadano profundamente irracional junto al aumento de las desigualdades y la guetorización de la enseñanza pública, el trabajo de profesor es cada vez más arduo e ingrato. Y esto es lamentable, porque ser profesor, cuando te dejan serlo, es uno de los trabajos más bonitos que existen. Como dato subrayar que en Estados Unidos, a los 5 años de ejercer su profesión más del 40% de los profesores abandonan el trabajo y más de la mitad sin alternativa laboral… es decir, yéndose al paro… ¡en un país sin sanidad pública! Imagínate cómo está la cosa…
Sí, sí, creo que soy consciente. Y esa filosofía del consumidor compulsivo a la que haces referencia, al igual que el ciudadano irracional y la guetorización de la enseñanza pública, ¿son finalidades planificadas? ¿Efectos no deseados de la globalización?
Son lógicas coherentes con el funcionamiento del modo de producción capitalista y su estadio actual. Al capital no le queda más remedio que expandirse y todo ello tiene multitud de efectos en la cultura de masas y en la antropología. ¿Efectos no deseados? Para nada, efectos perseguidos y tendencialmente detalladamente planificados por sus think tanks. Pura ingeniería social. Otra cosa es que hagan exactamente lo que quieren o planeen, pero desde luego que lo intentan y aciertan mucho más que nosotros. El ciudadano irracional y compulsivo, hasta cierto punto (y en ese sentido entran a escena los distintos tipos de drogas), son objetivos planificados por la élite del capital para seguir ganando dinero y poder privatizar por desposesión (o expropiación, que me gusta más) sectores o zonas de la vida social que antes eran públicos. Como es el caso de la inminente privatización total de Renfe que ha sido ocultada para el gran público. Es decir, ese mismo público que baila las canciones de moda, que está enganchado al WhatsApp o que cree que las dificultades en la conformación de un gobierno “de izquierdas” en verano venía de los diferentes caracteres o animadversiones personales entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. En definitiva, pura ficción, puro espectáculo, puro arte de enmascarar la realidad.
Miro el índice y veo: “300 años después”. Voy a la página y veo: “Hoy estudiaremos el… DINERISMO. Curso A1 preuniversitario”. ¿Qué curso es ese? ¿Por qué ‘dinerismo’?
Es un curso preuniversitario de una sociedad en el futuro, en el año 2320. Una sociedad más evolucionada donde existe un socialismo mundial, democrático y ecológico. En esa sociedad estudian nuestra cultura con ojos extrañados, con todo su falta de humanismo. Me pareció interesante realizar ese ejercicio a caballo entre la prospectiva sociológica y la ciencia ficción para esbozar otros futuros posibles en un tiempo en que ya nadie se atreve a soñar y como mucho se pretende resistir, para que no nos quiten mucho de lo que se había conquistado. Al acabar el libro, realicé una especie de dossier histórico-artístico que sería el que estudiarían en el bachillerato del futuro, como hoy los chavales estudian el Renacimiento o el Barroco para la EBAU: un dossier del movimiento artístico predominante en nuestra sociedad del capital. Y lo bauticé como el “Dinerismo”, es decir, una cultura de masas que supedita su forma y valores, en última instancia, al poder del dinero y la clase capitalista que la maneja. Una cultura degradada y profundamente prostituida por la incesante reproducción ampliada del capital y la actualmente incontestable hegemonía burguesa.
Haces dos aclaraciones de entrada. La primera sobre traducciones; la segunda sobre declaraciones de alumnos. ¿Has hecho trabajo de campo como suele decir ahora? ¿Con qué objetivo? ¿Quiénes han participado?
Hicimos un trabajo de campo con diversos colegas, tanto de encuestas como de grupos de discusión y entrevistas en profundidad con varios alumnos de los tres últimos cursos de Primaria y todos los cursos de Secundaria y Bachillerato en varios centros de enseñanza de diversas ciudades de la Región de Murcia. Además, realizamos encuestas y entrevistas en profundidad a profesores de institutos de la Región de Murcia y la Comunidad Valenciana. En todos los casos, en centros públicos que son los que más me interesaban por mi compromiso social.
Un anexo lleva por título “Plan de consumo digital para las familias”. Entiendo, por tanto, que tú no te opones por principio a la cultura digital, que no se puede decir o afirmar que toda esa cultura sea uno y lo mismo.
Por supuesto que no. De hecho, mi postura se ilustra con las guardas del final del libro que compuso el gran Miguel Brieva para, precisamente, poner imágenes a los que te transmito: las pantallas están aquí para quedarse pero debemos racionalizar su consumo y cambiar los contenidos. Lo cual supondrá una revolución, primero de concienciación y luego de acción. Y muy importante: todo ello sin olvidarnos de la cultura analógica y esos grandes a la par que maravillosos exponentes de la misma, mucho más cálidos y menos impertinentes que las pantallas parlantes: los libros de toda la vida.
Hablas de Rosalia en varios momentos. Desde tu punto de vista, ¿también ella es parte de esta industria cultural que has analizado críticamente? Si uno escucha sus versiones de “Palabras para Julia” o incluso de “Me quedo contigo”, no parece que estemos ante una Shakira II, esta segunda de Sant Esteve Sesrovires. ¿Lo estamos en tu opinión?
Por supuesto que es parte de la industria, totalmente. Y si quitamos que la colombiana tiene un éxito mucho mayor que ella, sí son muy parecidas: ambas realmente inteligentes y capaces de hacer casi cualquier cosa, hoy por hoy, por conseguir/mantener la riqueza y agradar al gran capital que las maneja. El tema musicalizado del poema de Goytisolo que mencionas (Palabra para Julia) fue de su época previa a su bautizo/confirmación/conversión al estrellato al que la ha llevado Robert Adrian Stringer, Presidente de Sony Music, desde que se conocieron en las oficinas de la compañía en Madrid en 2018. Sólo tienes que comparar su primer disco Los Ángeles de 2017 con el Mal querer de 2018, nada que ver, ni en sonido ni en objetivos comerciales. Y te auguro que el próximo ahondará en esta tendencia.
Por otra parte, la versión que realizó de Los Chunguitos donde afirma quedarse con el amor antes que con la riqueza, está dirigida a un público adulto, progre y culto que es el que sintoniza la gala de los Goya, donde interpretó el tema. Sin embargo, el gran capital la promociona más fuerte para los videoclips tóxicos dominantes que son los que consumen los jóvenes. Este es el caso del que la ha proyectado mundialmente, Con altura, donde canta a favor del lujo, el clasismo, el alcohol, la riqueza como fin último de la existencia y de la cosificación de la mujer. La diferencia es que el videoclip tóxico que te menciono ha llegado a un público 60 veces mayor que el más visto de las canciones que me propones.
De este modo, Rosalía, simplemente hace guiños a diferentes públicos a los que quiere vender su producto (ella) para convencer a todos de que es algo que, definitivamente, no es: alguien auténtica que pone el arte por encima del dinero. En la industria cultural se llama la estrategia Shrek, dar un poco a todos: a adultos, a menores, etc. Sin embargo, por ahora, Rosalía es solo una estrella nacional de masas con proyección mundial pero sin consolidación internacional.
Es decir…
Es decir, no juega en la liga de los grandes como lo ha hecho Shakira durante décadas y no está claro que alguna vez lo vaya a hacer. Todavía está por ver. Las canciones con las que Rosalía ha alcanzado a un público internacional siempre ha aparecido acompañada de la mano de reguetoneros de éxito masivo como el mencionado colombiano J. Balvin o el puertorriqueño Ozuna. Ambos con aproximadamente entre 3 y 6 veces el número de fans de la sasrovirense. Lo cual solo indica tres cuestiones de su estado actual en el negocio: 1) la industria está apostando muy fuerte por ella y por ende 2) es funcional a la reproducción de la hegemonía política de esta oligarquía capitalista que la controla y 3) todavía dista de convertirse en una estrella global porque no es capaz de alcanzar el éxito masivo sola. El tiempo dirá qué será de ella, pero su mentalidad procapitalista nunca será un freno. Como ampliamente ha demostrado con ferviente servidumbre y ha dejado marcado a fuego en este último año y medio que dista del inicio de su fulgurante éxito en España.
Nos habíamos quedado en este punto. La tercera parte del libro lleva por título “La seducción irresistible”. ¿Por qué irresistible? ¿Por qué tantos menores están apresados en las redes de lo que llamas sexocracia?
Porque los adolescentes tienen las hormonas por las nubes y los estímulos sexuales los embelesan más que a la media de los adultos que, no en vano, también somos sensibles a los mismos. Si a eso le añades que las aplicaciones que consumen desde sus pantallas parlantes están programadas por empresas con millones de dólares que contratan a los mejores neuropsicólogos de Silicon Valley provistos de escáneres cerebrales y especializados en hacer adictivos sus productos, fácilmente notarás que las posibilidades de que el menor abandone las pantallas “por voluntad propia”, sin la intermediación de un adulto, son irrisorias. Y entonces te encuentras con las 9 horas de consumo al día que malgastan frente a ellas.
¿Qué podemos hacer los mayores, madres, padres, profesores, educadores, políticos responsables… ante un monstruo corporativo de tales dimensiones?
Primero, tomar conciencia del problema y elevarlo al debate público en AMPAS, sindicatos, partidos políticos y organizaciones sociales. Segundo, redactar un programa con medidas concretas que apoyaran el máximo de organizaciones posibles. Algunas de ellas, me atrevo a proponer para el debate en el libro. Y por último, dar la batalla hasta elevar esas medidas a leyes y realidades tangibles, como la que demando de construir una industria cultural pública que fusionándose con RTVE tenga sellos musicales, estudios de cine, industria del videojuego, editoriales, etc. Esta industria pública competiría con la privada, como lo hace la educación o la sanidad pública, pero con contenidos humanistas, emancipadores, democráticos, respetuosos con los derechos humanos. Eso sí, para construir y mantener esta industria se necesitaría de la existencia de una banca pública que la financiase. Estaría sujeta al control de 2/3 del parlamento y de la ciudadanía mediante consultas e iniciativas democráticas.
Sin embargo, a largo plazo, en mi opinión, habría que trabajar para construir el socialismo democrático mundial. Algo inédito y que sé que a los lectores les sonará a quimera, pero, en realidad, por diversas razones que expongo en el libro, sería la única salida razonable desde un punto de vista político, ecológico y cultural para el conjunto de la humanidad ante los graves desafíos que enfrentamos. Y, desde luego, del continuo hundimiento de la calidad de la educación de los menores. Por ponerte un ejemplo, en los últimos cursos de la ESO, Bad Bunny, un trapero de moda, tiene mayor reconocimiento de parte de los alumnos que Jesucristo o Mahoma. Muchísimo más que Mandela o Marie Curie, por citar personajes históricos insignes. En cambio, más del 47% desconoce al líder de la oposición hasta tal punto que al verlo no sabe decir ni que es un político y más de un 20% no sabe tampoco que Portugal es el nombre del país que limita con España al oeste. Incluso en el último curso de Bachillerato me ha pasado, hasta con buenos alumnos, que toda una clase desconociera el significado del “sufragio universal”.
Desde un punto de vista musical, ¿la música de todas estas canciones es peor, igual o mejor que la música (también apoyada por la industria) de los años cincuenta o sesenta? ¿Ed Sheeran, por ejemplo, es peor (o mejor) que los Beatles o estamos en planos distintos?
Las investigaciones que presento en el libro indican que cada vez más la producción musical de masas, lo que Mat Callahan denomina McMúsica, es más y más pobre desde finales de los sesenta hasta nuestros días. Y yo añadiría que el conjunto de la producción cultural de masas. Y con esto no quiero decir que no se haga excelente música o se creen maravillosas obras de arte en el cine, la literatura, etc. Al contrario, creo que nunca antes se ha hecho tanta buena música como hasta ahora por la disminución de los precios de los instrumentos musicales, la edición de vídeo y las posibilidades que brinda las nuevas tecnologías, entre ellas, las pantallas.
El problema es que la corriente dominante está controlada por una oligarquía que se empeña por razones económicas y políticas en que su producción sea crecientemente pobre, tóxica y, si me permites, amoral. Algo a lo que no es ajeno la unificación de los narcocapitales con la banca y las grandes corporaciones con la fase neoliberal del capitalismo y la laxitud de los controles fiscales. Cada vez más, hay una cultura financiada por narcos y/o por una oligarquía crecientemente cínica y psicópata que ha perdido cualquier atadura ético-moral con la realidad en pro de un nihilismo dionisiaco claramente destructivo para la vida en comunidad. Una oligarquía presa del beneficio compulsivo que emana de la lógica inmanente del sistema capitalista y que no tiene otra pretensión que, como dirían los punkies por distintas razones: dejar un bonito cadáver.
La involución cultural y de profundidad de pensamiento de las mayorías es evidente para muchos. Es, sin ir más lejos, ciertamente notorio en la izquierda, cada vez más irracional y alérgica al debate constructivo o a la lectura de libros. Cada vez más acomodada, enemiga del esfuerzo y el sacrificio y totalmente presa del imperio de las pantallas, sus ciclos condicionados de dopamina y de la política-emoción alejada de toda pretensión de objetividad, verdad y universalidad. El panorama es sombrío, ciertamente, pero las posibilidades de mejoras son infinitas, en especial con el reajuste ecológico que ya se está produciendo y que hará (para bien y para mal) que muchos despierten de su sueño de consumo narcotizado. ¿O quizás no? Como siempre, dependerá de nosotros.
Me doy cuenta ahora que me he centrado casi en exclusiva en asuntos musicales y tu libro habla de muchos otros temas. Te pregunto sobre ellos. Hablas de los youtubers. ¿Nos explicas qué es un youtuber? ¿Qué papel juegan en esta educación tóxica de la que hablamos?
Un youtuber es una persona al que YouTube le presta un canal y desde donde publica contenidos que él mismo genera. Hay muchos youtubers pero pocos pueden dedicarse a ello profesionalmente, mediante los ingresos publicitarios que comparten con la empresa de Google o mediante acuerdos de esponsorización y/o emplazamiento publicitario que hagan con marcas o productos comerciales. En general, los youtubers más importantes suelen ser gamers (jugadores de videojuegos) que normalmente reproducen los contenidos dominantes de esos productos con ciertas dosis de humor. Para el público femenino son muy populares las youtubers influencers de moda, peinados, maquillaje, etc: que suelen reproducir las tendencias de los oligopolios de la elitista industria de la moda. Pero además de estos, también hay otros más modestos que enseñan contenidos más constructivos, como a tocar un instrumento musical o incluso a facilitar el aprendizaje de asignaturas como Inglés, Historia, Dibujo Técnico, etc. No todos los youtubers son tóxicos como tampoco lo es toda la música dominante, pero una mayoría reproducen toda esta corriente cultural procorporativa de una forma acrítica y los algoritmos de YouTube los favorecen porque generan más dinero para las empresas que, pongamos, un youtuber que cuestione las políticas de Donald Trump o quiera popularizar el pensamiento marxista. De hecho, youtube paga menos por cada visita a un canal que trate temas “controvertidos”. Cualquier contenido que haga pensar tendrá a los algoritmos de YouTube en contra, solo los encontrarán aquellos que deliberadamente los busquen (y a veces, ni eso). En cambio, los contenidos vacuos que transformen con facilidad a los espectadores en consumidores tendrán el espacio de Tendencias (donde la mayoría de jóvenes se proveen de los vídeos) abierto de par en par, como, por ejemplo, sería el caso de un youtuber especializado en publicar reseñas de móviles. Seguro que habrá decenas de empresas de telefonía dispuestas a llegar a acuerdos comerciales con él y eso YouTube lo fomentará porque se llevará también una parte de ese pastel.
Te he preguntado antes pero me permito insistir un poco más: ¿qué función desempeña la pornografía en todo este mundo de intoxicación cultural? ¿Cala en los jóvenes las imágenes que suelen acompañar a los vídeos de promoción?
La pornografía es la Biblia del Sexo para los jóvenes. Y es así porque no hay una educación sexual alternativa ni desde los centros públicos ni desde los medios. ¿Por qué no poner un programa sobre sexo que explique las diferentes formas de amar y aporte información sobre salud íntima de un modo atractivo y responsable? El problema es que ahora la pornografía ya no es solo la mujer de buenas curvas y poca ropa que consumimos todos (o casi) todos los varones en nuestra adolescencia, es cada vez más bestial y te encuentras con niños de 8 años que ya han visto un bukake. Es decir, un vídeo porno donde una mujer es multieyaculada por una ¿manada? de hombres. O quizás, con un poco de “suerte” ya hayan jugado a algún videojuego online donde mediante el avatar de un monstruo o un perro, hayan violado a decenas de mujeres de modo harto realista. ¿Así que luego nos sorprenderemos de qué exactamente?
¿Se puede afirmar, sin exageración, que el machismo-patriarcalismo es una componente esencial de esta cultura hegemónica alienadora de la que estamos hablando?
Sí y no. Por una parte sí, porque venimos de donde venimos y la mayoría de los integrantes de la oligarquía mediática son hombres. Pero por otra, cada vez menos, porque hay más mujeres al mando, como la Presidenta de YouTube, la multimillonaria filosionista Susan Wojcicki. Y también porque el público femenino y feminista se tiene más en cuenta a la hora de crear contenidos. Aunque siempre con el barniz tóxico de la mayoría de la producción destinada a hombres (cosificación de los seres humanos, hipersexualización, drogas, clasismo, jerarquía, consumismo, agresividad, violencia, etc.).
Tampoco te he preguntado por videoclips, asunto en el que ando muy pero que muy pez. ¿Son tan importantes? ¿Dónde radica su peligrosidad político-cultural si la tuvieran? ¿Los hay contrahegemónicos?
Es el producto audiovisual más consumido del mundo por encima de series, películas, videojuegos, etc. Si contamos los 100 vídeos más vistos de YouTube, descubriremos que 95 son videoclips. Imagina su incidencia. Conforman el imaginario colectivo de millones de jóvenes allende los mares. En los dominantes, los valores tóxicos son los hegemónicos.
Los contrahegemónicos existen pero son vistos por aproximadamente entre una centésima y una milésima parte de los otros, porque no reciben la misma financiación del capital. Algo lógico, pues los capitalistas que controlan el negocio no quieren hacernos mejores, al revés, pretenden hacernos peores y más débiles al mismo tiempo que ganan mucho dinero.
Otro tema sobre el que tampoco te he preguntado: las drogas. ¿Qué papel juegan? La música, los videoclips, lo que sea, ¿empuja, abona, maleduca en su consumo irresponsable y dañino?
En palabras de muchos chavales, ciertas drogas se conocen “gracias” a los videoclips. Y no es de extrañar. Te ofreceré un dato: un adolescente promedio consume 33 horas al año de videoclips donde le animan a tomar drogas ilegales y 0 en contra. Y hablamos exclusivamente de videoclips que le afirman que fumar porros, tomar pastillas o cocaína son el cielo. ¿A cuántas charlas concienciando sobre el peligro de las drogas equivale eso? Estos contenidos tóxicos normalizan el consumo de drogas y otro tipo de adicciones que también trato, como las apuestas deportivas.
Hablas también, y no es un tema conocido, de las relaciones del Pentágono con la industria cultural de la que hablamos. ¿No son mundos muy alejados?
No, el Pentágono tiene una división para cofinanciar las producciones audiovisuales dirigidas a un público masivo que ensalcen sus instituciones o la política exterior que tenga en cada momento. De este modo cofinancian películas, series, videojuegos e incluso videoclips. Y aquí no hablamos de artistas cualesquiera. Sin ir más lejos, la persona con la cuenta de Twitter más seguida del orbe, Katy Perry, trabajó con el Pentágono en su videoclip Part of Me para aumentar el reclutamiento de las jóvenes norteamericanas en los marines.
Citas en varias ocasiones a George Michael, una estrella internacional del pop, alguien que en varias ocasiones fue muy crítico con el sistema (habló de “mundo tenebroso”). ¿Hay muchos casos como el suyo o es una rara avis? ¿Hay artistas españoles que se mueven también en estas coordenadas críticas?
Hay muy pocos, porque el sistema los tiende a expulsar desde el principio. En especial en la actualidad donde el talento musical es algo casi accesorio en tiempos gobernados por el Autotune (modulador de voz para quien desafina) y unas partituras musicales cada vez más pobres. George Michael, de nombre real Georgios Kyriacos Panayiotou, fue un artista muy particular que pese a ser comercial en su momento, siempre mantuvo unos valores profundamente ligados a la clase trabajadora donde creció. De hecho, de joven, fue miembro del Partido Comunista y ya como estrella se solidarizó con los mineros en sus huelgas contra Margaret Thatcher o fue un poderoso defensor del sistema público de salud en el Reino Unido (el NHS). Tenía un estilo de vida austero para sus ingresos y casi siempre conseguía mantener en privado los numerosos actos de caridad que realizó en vida. Era, sin duda, de otra pasta. Como también lo fue Prince, alguien que siempre se enfrentó a la industria.
¿Has pensado presentar tu libro en institutos, en escuelas, en Universidades, en centros cívicos, en reuniones con madres, padres y tutores? También en reuniones políticas o en colectivos o asociaciones de jóvenes desde luego.
Claro, sería lo ideal. Creo que es muy necesario avivar este debate y ponerlo en la agenda política o cada vez la educación de los menores irá a peor. Así que, en la medida en que mi trabajo y mis responsabilidades me lo permitan, si hay un público interesado que lo demande, allí estaré.
Seguro que habrá ciudadanía interesada. El epílogo de tu libro lleva por título: “Sin juventud sensible e ilustrada no habrá un futuro mejor.” ¿Es aún posible, estamos a tiempo? ¿No es demasiado poderoso el adversario al que nos enfrentamos y nuestras armas son muy débiles?
No lo sé. Lo que sí sé es que no dando la batalla, la vamos a perder. E incluso dándola y perdiéndola, estaremos mejor que si no la damos. Pese a esto, en realidad, soy muy positivo. Creo que lo podemos lograr, pero dependerá de que seamos honestos y analicemos la realidad como es y no como nos gustaría que fuera. Es necesario que mejoremos nuestra comprensión del sistema y el dinamismo y democracia de nuestras organizaciones. Es necesario fomentar el pensamiento crítico y no tener miedo al disenso. Tengo la impresión que la izquierda se ha osificado en torno a unos dogmas que todos repiten pero nadie cuestiona si tan siquiera son válidos o, al menos, mejorables. Nos hemos convertido en una especie de Iglesia, conservadora y además penosa, organizativamente hablando.
Me quedan mil preguntas más pero conviene no abusar. ¿Quieres añadir algo más?
Que espero que los sindicatos y las organizaciones de izquierda lean el libro, comprueben cuál es la juventud realmente existente y de dónde procede su formación y, sobre todo: a dónde queremos llegar. Todos sabemos que son los jóvenes los que menos se organizan desde la izquierda, de una a otra punta de España. Sus movilizaciones están orquestadas por los medios, desde el feminismo hasta el ecologismo mainstream, no tenemos autonomía ni iniciativa propia. Entonces, de seguir así, ¿qué futuro mejor podremos lograr? ¿Se puede cambiar el mundo con una revolución liderada por los medios de los mismos magnates que nos oprimen? Los viejos o los que ya no somos tan jóvenes, podemos inspirar, alumbrar, pero nunca ser savia nueva con la que dar el impulso revolucionario. Y ahora mismo la savia nueva está aletargada, drogada, sodomizada, absolutamente bajo control en un invernadero enorme con pantallas parlantes de los mismos que nos chupan la sangre. Pantallas parlantes en las que no pocos propios padres han legado sus responsabilidades educativas. La élite ha conseguido así algo que hace 50 años le hubiera parecido un sueño húmedo: atraer a los jóvenes hacia la derecha política. Nunca los jóvenes han sido tan de derechas como en la actualidad. ¿Exagero?
¿Exageras?
En Instagram, la principal red social de los jóvenes, el youtuber español más popular tiene 20 veces más seguidores que el líder político más seguido de la península. ¿Sabes cuál es?
No, no lo sé.
Santiago Abascal. ¿Y sabes qué diferencia tiene con el principal líder de izquierdas?
Pues tampoco. Me vas a poner un 0.
40 veces más. Aritméticamente y haciendo un símil, si el youtuber el Rubius midiese 1,85m como afirman los medios, en admiración juvenil Abascal mediría 9,5 cm, el tamaño de una manzana e Iglesias, unos 4 cm, el tamaño de una nuez. Dicho lo cual, resta por preguntarnos, ¿acaso se puede cambiar el mundo con una revolución protagonizada por viejos o por nueces con vocación ministerial?
No respondo aunque en este caso sé la respuesta. Gracias por tu tiempo, por tus reflexiones… y por tu magnífico libro.
Fuente: El Viejo Topo, febrero de 2020.
(*) Recomendación: Entrevista a Jon E. Illescas: https://www.rtve.es/alacarta/videos/la-aventura-del-saber/aventura-del-saber-educacion-toxica/5536227/