Biografía de un poeta necesario
Salvador López Arnal
Reseña de: José Luis Ferris, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2022, 639 páginas.
Para Claude Couffon, por ayudarnos a conocer y amar a Miguel Hernández. «MH es casi el único poeta que ha sacado una gran lección de sus raíces, que ha recibido de su infancia y de su tierra la savia necesaria para alimentar su obra.»
Reedición, revisada y ampliada con nuevos testimonios y documentos, de una biografía de 2002 (dedicada, en primera instancia, «a la memoria de Claudio Rodríguez, amigo, padre y maestro en aquel Madrid de 1985») sobre el autor de Vientos del pueblo y El hombre acecha de José Luis Ferris [JLF]. Buena lectura para rememorar el 80 aniversario de la muerte de uno de los grandes (y más consistentes) poetas españoles de todos los tiempos. La perspectiva del autor (de su Introducción): «Siempre he insistido en que contar la vida de MH es precisamente una aventura; y lo es porque su perfil rompe normas, moldes y estadísticas se aproxima, sin duda, a un caso excepcional y rotundo de escritor y de hombre. También es una aventura porque detrás de la construcción de su relato biográfico hay una valor de rescate y desescombro, de distanciamiento de los estereotipos que hicieron de él una consigna, un mártir un triste poeta-cabrero. Devolverlo a su estado natural, a su condición de militante apasionado de la vida, alejado de leyendas, ha sido la labor que ha marcado esta biografía, así como el propósito de involucrar al lector en la peripecia vital de un poeta que en apenas once años de producción, justificó su oficio, dando a los editores futuros páginas y páginas de benditas palabras».
Un breve apunte sobre el autor: JLF es poeta, novelista (autor también de literatura infantil), ensayista, premio Antonio Domínguez Ortiz, profesor universitario y director desde 2018 de la Cátedra Institucional Miguel Hernández.
Forman Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta el prólogo, la introducción, siete capítulos –Orihuela, 1910; Infancia y deslumbramiento (1918-1925); Adolescencia y primeros veros (1925-1931); Primer viaje a Madrid. Perito en lunas (1931-1933); Asentamiento en la corte. El rayo que no cesa (1934-1936); El poeta en la guerra (1936-1939); Persecución, cárceles y muerte (1939-1942)–, notas (que merecen atenta lectura), bibliografía e índice onomástico. Especialmente interesantes, desde mi punto de vista, los dos últimos capítulos (con una muy brillante exposición de los diversos procesos judiciales abiertos contra el poeta).
Son muchas, como decía, las virtudes y aportaciones de esta reedición. Interesa señalar aquí que a la minuciosa reconstrucción biográfica de Hernández, sin olvidar momentos y relaciones no siempre destacadas (por ejemplo, su larga y profunda relación con la Escuela de Vallecas, la influencia recibida de Raül González Tuñón) ni su singular figura de poeta-soldado-miembro del Quinto Regimiento y partícipe en las Misiones Pedagógicas, o su militancia en el PCE («Hernández no era precisamente un hombre dado a indefiniciones, ni podía permanecer ajeno a los sucesos que se avecinaban en el país. El mismo había sufrido la alterada situación política al ser detenido en San Fernando del Jarama, además de haberse comprometido ideológicamente a entrar en las filas del PC con el único objeto de prestar sus servicios a lo que él consideraba el medio más eficaz y directo para alcanzar la justicia social», p. 332), se une una excelente aproximación literaria a su obra poética (muy detallista además: el autor indica incluso las tres «musas» –Josefina Manresa, Maruja Mallo, María Cegarra– que pudieron inspirar a Hernández en el poemario El rayo que no cesa, p. 298; excelente discusión sobre este nudo en la nota 90 del capítulo V) y a sus relaciones humanas y artísticas con los grandes intelectuales de aquellos años. Con García Lorca, por ejemplo. O con Juan Ramón Jiménez que de él escribió el 23 de febrero de 1936 en El Sol: «Verdad contra mentira, honradez contra venganza. En el último número de la Revista de Occidente, publica MH, el extraordinario muchacho de Orihuela, una loca elejía a la muerte de su Ramón Sijé y seis sonetos desconcertantes. Todos los amigos de la poesía pura deben buscar y leer estos poemas vivos. Tienen su empaque quevedesco, es verdad, su herencia castiza. Opero la áspera belleza tremenda de su corazón arraigado rompe el paquete y se desborda, como elemental naturaleza desnuda. Esto es lo escepcional poético, y ¡quién pudiera exaltarlo con tanta claridad todos los días! Que no se pierda en lo rolaco lo católico y lo palúdico […] esta voz, este acento, este aliento joven de España».
Sigue sin estar claros los motivos (no es ninguna crítica a la investigación de JLF) de las últimas decisiones de nuestro gran poeta: su huida al Portugal de Salazar (el reloj regalo de Vicente Aleixandre le jugó una mala pasada), su negativa a recibir protección en la embajada chilena (donde contaba con el apoyo de su amigo Pablo Neruda) y su más que confiado regreso a Orihuela tras salir de la cárcel de Torrijos el 15 de septiembre de 1939, junto con otros muchos presos.
Empero, no es fácil entender para el lector la importancia que JLF concede a un artículo de Antonio Muñoz Molina («Nacido para el luto», El País, 7/03/2010), que cita en numerosas ocasiones, y tal vez dude si JLF defiende la idea de que el gobierno de la II República y la dirección del PCE dejaron tirado al poeta comunista. Y, desde luego, no fue el caso.
Sin poder entrar ni apuntar análisis detallados de otros muchos aspectos, señalo una arista más. Juan Cano Ballesta comenta en la contraportada del libro que JLF ha hecho un «extraordinario esfuerzo recogiendo datos y analizando los acontecimientos de aquellos años tan inquietantes e inseguros de la historia española», y que ha investigado «sucesos culturales y acontecimientos políticos de la época para darnos un retrato ricamente documentado de lo que significó y de lo que hizo un poeta y ser humano tan singular y extraordinario como fue Miguel Hernández», poeta necesario en el justo y sabio decir Antonio Buero Vallejo.
Esfuerzo ímprobo de contextualización, sin duda, que hace más sorprendente comentarios históricos como el siguiente (se me disculpará la extensión de la cita): «…lo que Hernández no podía imaginar eran las luchas internas y las depuraciones que esos días finales se iban a producir dentro de las propias fuerzas republicanas. La autoridad de Juan Negrín, primer responsable (sic) del Gobierno, había caído en el descrédito y nadie (sic) se sentía gobernado ni obligado por orden alguno. Las urgentes disposiciones y los nombramientos de nuevos jefes militares que aparecieron publicados el 2 de marzo en el Diario del Ministerio de Defensa fueron tomados como una auténtica provocación por parte de los mandos afectados y de todos (sic) los dirigentes de las organizaciones del Frente Popular. Se tratada, al parecer, de medias acordadas ingenuamente (sic) por Negrín al dictado (sic) del buro político, siguiendo órdenes (sic) de Togliatti y Stepanov; órdenes que habían salido previamente de Moscú y que no tenían otra finalidad (sic) que desencadenar una sublevación de todas las fuerzas políticas y militares de izquierda contra el Gobierno y el Partido Comunista (sic). Aquella última maniobra soviética (sic) pretendía acabar con la mínima unidad (sic) que sostenía el banco republicano y su efecto fue tan inmediato que, apenas tres días después de los citados nombramientos, la Junta encabezada por el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro, que contaba con el apoyo de militares, socialistas, republicanos, sindicalistas y anarquistas, se sublevaba contra Negrín y los miembros del Partido Comunista». La historia es exactamente al revés: sectores socialistas (Besteiro), nacionalistas .Cat (Tarradellas) y anarquistas venían conspirando desde la primavera de 1938 para derribar al gobierno del Frente Popular presidido por Negrín. La supuesta provocación de Togliatti y Moscú es absolutamente falsa. Casado, por lo demás, estaba en contacto con agentes franquistas para negociar la sustitución de Negrín por un gobierno de rendición (véase Ángel Bahamonde Magro, Madrid 1939. La conjura del coronel Casado. Madrid: Cátedra, 2014).
Afortunadamente, JLF usa después otros términos y hace referencia a la conspiración y golpe del Casado, sin que haga constar inconsistencia alguna entre estas afirmaciones y lo señalado en el texto citado.
Abre el autor con unas palabras del discurso de ingreso en la Real Academia Española de Claudio Rodríguez de 29 de marzo de 1992. Las hacemos nuestras: «Si la realidad consiste en la afectividad, en una penetración o un laboreo, y estar nativo y cautivo en ella es estar entregado, ofrecido, nos hallamos en los grandes poemas de Miguel Hernández ante el origen futuro: el pueblo, la canción, la teología y el arte […] Lo fascinante y lo tremendo. He aquí, según creo, la clave de la creación poética verdadera.» No muy distintas, por otra parte, de estas de Vicente Aleixandre con las que JLF cierra su biografía: «Yo no sé si Vd. sabe que Miguel era para mí un hermano menor, entusiasta, entrañablemente unido, con el que conviví continuamente. Tenía un corazón enorme, ciegamente generoso, latidor en su poesía entera y que se la trasparecía en los ojos, como en su poesía. El fuego de la vida estaba en su alma y era comprensivo para todo. Capaz de pasión, apasionado, capaz de esa desnudez del alma, de ese pálpito de la sangre a que llega el verdadero poeta, y que hace que todo lo humano sea comprendido, llegando a esa generosidad sin esfuerzo que de nada se asusta porque todo lo humano le toca y de nada puede espantarse. Por eso no había en él (como no puede haberlo en el poeta esencial) ni ñoñez, ni intransigencia. Era un alma libre que miraba con clara mirada a los hombres. Ea el poeta del triste destino, que murió malogrando a un gran artista, que hubiera sido, que ya lo es, honor de nuestra lengua».