Ofer Cassif lucha contra el extremismo israelí
Leena Dallasheh
Ofer Cassif, miembro israelí de la Knesset, conversó hace un par de años con Jacobin sobre el «psicópata pirómano» Benjamin Netanyahu y por qué, como político judío, se unió a la lucha por el socialismo y la liberación de Palestina.
El doctor Offer Cassif es miembro de la Knéset en representación de la Lista Conjunta, una alianza de los cuatro partidos políticos mayoritarios de Israel. Es uno de los pocos miembros judíos de la alianza y forma parte de la coalición de izquierda Yabha (Jadash), grupo árabe-israelí que incluye al Partido Comunista Israelí.
Cassif milita hace décadas. Fue el primer Israelí en ir a la cárcel por negarse a prestar servicio militar durante la Primera Intifada en los territorios ocupados. En esa misma época —siendo todavía muy joven— se unió al Partido Comunista y se desempeñó como asistente parlamentario de Meir Vilner, una de las figuras más importantes del partido.
En su columna de Haaretz, el destacado intelectual de izquierda Gideon Levy describió a Cassif como «una persona muy importante» y un «izquierdista de nuevo tipo en la Knéset», al que no le tiembla la voz cuando hay que sostener una posición decididamente antisionista.
El radicalismo de Cassif lo convirtió en uno de los blancos privilegiados de la violencia policial y las amenazas de muerte. Esto, dice Cassif, no le ocurre solo a él. La violencia colonial de Israel se vuelve cada vez más contra los judíos que critican a Benjamín Netanyahu y las políticas de ocupación.
Cassif conversó con Leena Dallasheh sobre la reciente escalada de violencia, el actual impasse político Israel y la campaña de Netanyahu para mantener el control del país. Comentó también cuáles son las perspectivas de su partido para terminar con el conflicto y puso énfasis en la prioridad de terminar con la ocupación como un primer paso hacia una solución justa, que también debería incluir el derecho de los refugiados a retornar al país y garantías democráticas para los palestinos que viven en Israel.
Podríamos empezar con un breve panorama de la situación desde el cese de hostilidades entre Israel y Hamás.Mientras la ocupación continúe, el cese de hostilidades no cambiará mucho la situación. Por supuesto, es muy significativo para las personas que sufrieron directamente el derramamiento de sangre que se produjo durante estos días. Pero en cuanto al panorama general, no cambió nada. No parece que el gobierno de Israel, específicamente Netanyahu y sus matones, estén dispuestos a cambiar en lo más mínimo. Y si cambian algo, me temo que será para peor. En este sentido, se siente mucha tensión en el aire, especialmente en lugares como la ocupación de Jerusalén Este, el sur de Israel o los territorios ocupados. En esas áreas no se aprecia ninguna diferencia profunda desde el cese de hostilidades.
Unos días atrás twitteaste: «Netanyahu inició el ataque para sostener su posición. Debemos decir esto en todas partes y en todos los idiomas».
Esto se vincula con la próxima pregunta que me gustaría plantearte, vinculada a la temporalidad de esta última ronda de violencia. Como dijiste, la situación encaja en un patrón histórico más amplio, pero esta última escalada parece estar vinculada al impasse político de Israel, especialmente a que Netanyahu no logró formar gobierno y a que su posición en este momento es bastante débil. ¿Podrías decirnos algo sobre este aspecto del conflicto?
Netanyahu es un psicópata piromaníaco. No soy el único que piensa así. Mucha gente que no es de mi espacio político estaría de acuerdo.
Ehud Olmert, anterior primer ministro de Israel, que no es precisamente un izquierdista, advirtió hace aproximadamente dos semanas que Netanyahu iniciaría «un incendio», específicamente en Jerusalén, para mantenerse en el poder. Lo dijo dos o tres días antes de que comenzara esta escalada de violencia. Dan Jalutz, anterior Teniente General de la Fuerza Aérea Israelí —evidentemente, tampoco estamos frente a un izquierdista— dijo algo muy parecido. Y ayer o antes de ayer, en el periódico Maariv, se publicó un artículo que afirmaba que muchas personas en el Linkud, partido de Netanyahu, dicen que el actual primer ministro quiere que el conflicto continúe para mantenerse en el poder, y que considera que, si Israel ingresa en una quinta ronda de elecciones, la escalada de violencia favorecerá su posición.
Efectivamente, pienso que es una especie de estrategia. Como dije, Netanyahu es un psicópata piromaníaco y una de las principales características de los psicópatas es que no nadie les importa. Netanyahu solo quiere permanecer en el poder, en gran medida porque no quiere ser encarcelado [por corrupción].
De nuevo, no se puede ignorar la posibilidad de que el comienzo de esta escalada haya estado directamente vinculado a la pérdida del mandato de gobierno de Netanyahu frente al líder de la oposición, Yair Lapid. Netanyahu sentó las bases para esta escalada durante mucho tiempo: en 2019, le ordenó a la policía que colocara rejas en Bāb al-ʿĀmūd, la Puerta de Damasco, a sabiendas de que suscitaría una gran controversia porque se trata de un lugar tradicional donde se reúnen los palestinos jóvenes luego del ayuno. Ordenó la construcción de las rejas sabiendo la furia que ocasionaría y lo hizo a propósito.
También está el proyecto de limpieza étnica de largo plazo en Sheij Yarrah (aunque no es el único barrio afectado). De hecho, esta limpieza étnica alcanzó niveles mucho más brutales durante los días previos a la escalada.
Hay quienes piensan que Itamar Ben-Gvir, miembro de extrema derecha de la Knéset y dirigente de la ocupación, es responsable por incitar a la violencia en Sheij Yarrah, pero yo creo que el verdadero responsable es Netanyahu. Para mí, Ben-Gvir es solo un delegado. Ben-Gvir fue a Sheij Yarrah e instaló sus oficinas en el corazón del barrio palestino, frente a las casas que serán desalojadas y traspasadas a los judíos. Creo que lo que hizo Netanyahu fue darle los fósforos a Ben-Gvir para que inicie el incendio.
Dos días antes de que Hamás empezara a lanzar los misiles, Netanyahu le dijo a Ben-Gvir: «Hay que abandonar Sheij Yarrah. Si no, Hamás lanzará misiles en Jerusalén».
Para los palestinos, especialmente para los musulmanes, la ocupación de la mezquita de Al-Aqsa fue la gota que rebalsó el vaso. Lanzaron granadas contra la mezquita siguiendo las órdenes de Netanyahu. Y, por supuesto, el otro momento clave fueron las enormes movilizaciones de los denominados «judeonazis». Los grupos judíos de extrema derecha Lehava y La Familia patrullaban las calles de Jerusalén buscando palestinos y judíos de izquierda para golpearlos y someterlos a todo tipo de vejaciones.
Directa o indirectamente, Netanyahu fue el responsable de todo. Estos acontecimientos se desarrollaron justo antes de que Hamás comenzara a lanzar misiles a Jerusalén. Habría que estar ciego para ignorar el vínculo causal entre las acciones de Netanyahu y la escalada de violencia que se vivió.
No tengo dudas de que Netanyahu es responsable del derramamiento de sangre, especialmente en Gaza, aunque no debemos ignorar que también murió gente en Israel. Cuando mueren niños —dos en Israel y setenta en Gaza— se me parte el corazón.
Por supuesto, Israel está matando palestinos desde la Nakba. Pero probablemente esta es la primera vez que la mayoría de la sociedad —por supuesto, nunca todos los israelíes— legitima la matanza.
Yeshayahu Leibowitz acuñó el término «judeonazis» hace cuarenta años. Cuando le preguntaron «¿Cómo puede decir eso? ¿Cómo se atreve a utilizar ese término? No vamos a construir cámaras de gas ni a implementar un proyecto de exterminio masivo», respondió dos cosas. Primero, dijo, «Si la única diferencia entre ustedes y los nazis es que no van a construir cámaras de gas, estamos en grandes problemas». Y luego dijo algo que es más importante para nuestra conversación: «Tal vez no construyan cámaras de gas ni implementen un plan de exterminio masivo, pero la mentalidad social que domina Israel podría llevarlos a eso».
Esto es exactamente lo que quiero decir: Netanyahu convirtió esta mentalidad «judeonazi», según el término de Leibowitz, en un discurso hegemónico. Esto es muy peligroso. El asesinato, no solo de palestinos, sino también de gente de izquierda, está ganando un nuevo tipo de legitimidad. Hay una movilización al frente de mi casa que exige que me expulsen de la ciudad en la que vivo. Alguna gente escribió en las redes sociales que los aviones enviados a bombardear Gaza deberían arrojar las bombas sobre mi casa. Netanyahu no solo habilita este tipo de discursos y acciones, sino que las incentiva.
El mundo debe entender que Netanyahu se comporta como un psicópata frente a los palestinos, pero también frente a cualquiera que lo critique. Si uno critica a Netanyahu, se convierte en un traidor y hace no mucho tiempo la traición se castigaba con pena de muerte en Israel.
Me gustaría que te explayaras un poco sobre la idea de que el movimiento de ocupación dirigido por Ben-Gvir y sus socios está incursionando más allá de la frontera de 1948.
Desde hace muchos años —pero, de nuevo, especialmente bajo el gobierno de Netanyahu— los colonos que viven en los territorios palestinos ocupados —que Israel ocupó en 1967— se creen «amos y señores de la región». Se consideran a sí mismos amos y señores en el sentido de que no están dispuestos a someterse a ninguna regla. En los territorios ocupados ellos asesinan palestinos, queman sus campos y cortan sus árboles. Arrojan piedras y disparan a matar. La ley no parece aplicarse a sus actos.
Leibowitz, a quien mencioné antes, escribió un artículo de septiembre de 1967, pocos meses después de que comenzara la ocupación. Dijo entonces que la ocupación iba a penetrar y destruir al Estado de Israel como a cualquier otro sistema colonial. No lo dijo porque haya sido un profeta. Es lo que enseña la historia.
De nuevo, esta actitud colonialista empezó a desarrollarse ahora al interior de Israel. Estos fanáticos hacen todo lo que mencioné antes sin enfrentar ningún tipo de represalia, mientras el primer ministro se refiere a ellos como si fuesen pioneros y héroes. Con el tiempo, terminan dirigiendo esa misma violencia también contra los judíos.
Mi amigo, [el rabí] Arik Ascherman, fue violentamente atacado por los colonos. Si se les permite atacar a los palestinos, ¿por qué no pueden hacer lo mismo con un activista por los derechos humanos no palestino, aun si es judío?
Estos colonos construyeron sus propios «nidos» en las denominadas «ciudades mixtas» como Acre, Jaffa, Haifa y Lod. Por supuesto, no están ahí con la perspectiva de construir buenas relaciones con sus vecinos palestinos. Su intención es sustituir a esos vecinos nativos. Entonces, el potencial para la explosión está ahí desde hace mucho tiempo.
Lugares como Lod, Jaffa y Acre son las semillas de esta explosión. Solo faltaban las circunstancias adecuadas. Esta atmósfera de tipo KKK penetró en Israel a causa de la ocupación y de las políticas del primer ministro. Netanyahu dijo que no permitirá que los árabes realicen pogromos contra los judíos, pero no dijo ni una palabra sobre los linchamientos que cometen los judíos. Esto implica que está bien cuando ellos lo hacen.
Quiero ser muy claro y enfatizar que la violencia contra los civiles es algo que mis amigos y yo rechazamos absolutamente. No importa si son palestinos contra judíos o judíos contra palestinos. Estamos en contra de esta atmósfera de linchamiento al estilo KKK que avanza en Israel a causa de la ocupación, específicamente a causa de las políticas del primer ministro. El que nos opongamos a la violencia contra los palestinos, no implica que apoyemos la violencia contra los judíos, ni viceversa.
Desafortunadamente, los medios en Israel son muy parciales. Buscan generar la impresión de que hay una división entre palestinos y judíos. Esto no es verdad. La división no es entre judíos y palestinos en Israel ni en ninguna parte. Es entre aquellos que creen en la supremacía judía y aquellos que apoyan la igualdad y la democracia.
Aludiste al sistema colonial que está detrás del Estado de Israel. En ese marco, ¿cómo situar tu propio proyecto político y el de la Lista Conjunta?
Lo más importante en este momento es terminar completamente con la ocupación de 1967. Este es el cáncer que afecta el cuerpo de nuestra sociedad. Muchas de las cosas que vivimos durante estas semanas son el resultado natural de esa ocupación.
Este proyecto colonial debe ser desmantelado inmediatamente. Aquí acuso a la comunidad internacional por guardar silencio durante tantos años y no hacer nada. Quienes guardaron silencio también son, en gran medida, culpables por el agravamiento actual de la situación y la escalada de violencia, porque no hicieron nada serio para terminar con la ocupación.
Está claro que si la comunidad internacional uniera fuerzas y le dijera a Israel, «Se terminó la ocupación, deben iniciar las negociaciones ya mismo», la cosa cambiaría. La verdad es que Israel no puede sobrevivir sin apoyo internacional.
Para dejarlo en claro, quiero que Israel sobreviva, pero quiero que sea una sociedad democrática y justa, no la entidad colonialista y racista que es. Mi lucha no es contra el Estado de Israel. Es contra las políticas que hacen de Israel un Estado racista y colonialista.
Entonces, lo primero que debería hacerse es terminar completamente con la ocupación de 1967, mediante el establecimiento de un Estado Palestino independiente y soberano en Gaza y en la Ribera Occidental, que tenga a Jerusalén Este como capital. También debemos encontrar una solución para los refugiados palestinos que siga las definiciones de las NU sobre el derecho a retorno. Esto es lo primero.
En segundo lugar, hay que plantear que el Estado israelí —sea cual sea el nombre que asuma— debe convertirse en un Estado realmente democrático, sin ninguna diferencia entre sus ciudadanos en función de sus orígenes étnicos, nacionalidad, religión o cualquier otro rasgo. Me impacta cuando muchas autoridades de los Estados más diversos del mundo se refieren a Israel como a una democracia. Todo el mundo sabe que la democracia moderna se funda en un principio básico que es la igualdad.
Podemos debatir qué significa exactamente la igualdad y hasta dónde debe llegar. Como comunista, por supuesto, pienso que debe incluir la igualdad en términos sociales y económicos. Pero el mínimo que se requiere para hablar de democracia en términos modernos es la igualdad ciudadana, y el Estado de Israel no garantiza ni siquiera eso.
Todo el mundo dice, «Sí, pero miren, los palestinos que viven en Israel son ciudadanos». Frente a esto respondería dos cosas: en primer lugar, no es del todo cierto, porque existe una enmienda a la legislación de la Knéset de 1985 que impide que se postule a elecciones cualquier lista electoral que no acepte el carácter judío del Estado. Es verdad que muchas veces las cortes permitieron que algunas listas, con cierta perspectiva crítica, participen de las elecciones, pero formalmente la ley no permite que se ponga en cuestión el carácter judío del Estado.
No es muy distinto del caso de Sudáfrica. Por supuesto, hay matices. Pero en términos sustanciales, no hay ninguna diferencia, porque en Sudáfrica el Estado se identificó y se definió constitucionalmente como un Estado de personas blancas. Y ni siquiera un blanco podía cuestionar ese principio. En Israel, el Estado se define como un Estado judío, aun si en términos abstractos dice ser un Estado democrático. Pero es simplemente una contradicción en los términos.
De nuevo, es una farsa decir que hay igualdad ciudadana en Israel. Israel no tiene una Constitución formal. Las leyes fundamentales de Israel dividen y distinguen entre judíos y no judíos, especialmente en el caso de los palestinos. Esto no es solo un asunto legal: es una cuestión social.
Recordemos que en 2015, durante la tarde de las elecciones [en las que la Lista Conjunta estaba ganando muchos votos entre los árabes], Netanyahu advirtió que las oenegés de izquierda llevaban a los árabes en colectivos y estos invadían «las urnas en masa». Esto significa, por un lado, que en términos formales y legales los árabes en Israel pueden votar; pero, por otro lado, significa que su voto no es el mismo que el de los judíos. Entonces, en muchos sentidos —en términos legales, y especialmente en términos de cultura política— Israel no es una democracia, es una etnocracia.
Hay quienes podrían pensar que hay una contradicción en este planteo porque, por un lado, tu análisis utiliza un marco colonial y destaca las semejanzas con el apartheid de Sudáfrica. Pero, por otro lado, tu propuesta parece mantenerse en la línea de los dos Estados elaborada por Yabha y por el Partido Comunista. Muchas personas piensan que esta perspectiva no es viable en la actualidad. ¿Qué dirías frente a esas objeciones?
Es un viejo debate que resurgió en los últimos años. Diría dos cosas. En primer lugar, en términos de principios, apoyamos la solución de los dos Estados porque el pueblo palestino nunca dispuso de derecho a la autodeterminación y este es un postulado que nosotros mantenemos, siguiendo la tradición de Lenin (antes del Tratado de Brest-Litovsk). Consideramos que el pueblo palestino debe tener el derecho a la autodeterminación y a un Estado independiente y soberano.
En tiempos de Lenin, hubo debates en torno a la audeterminación de los ucranianos, por ejemplo, a los que Lenin apoyaba. Y explicó que, para que cesen las hostilidades entre dos pueblos en guerra, la autodeterminación y la libertad nacional es un deber. No hay ninguna posibilidad de conquistar el socialismo en un país en el que existen hostilidades entre dos pueblos. Y esto es lo que planteamos: la autodeterminación nacional del pueblo palestino no es solo un medio para construir una alianza nacional, sino que es también un medio para promover una sociedad socialista.
Hay dos motivos por los que apoyamos la solución de los dos Estados (y, por supuesto, apoyamos también los derechos nacionales de la minoría palestina en Israel). Nuestro apoyo a la solución de los dos Estados se funda en esos dos principios: la autodeterminación y la creación de una sociedad socialista. No debemos olvidar que los palestinos son nativos.
Ahora bien, no conozco a nadie en mi entorno que rechace ideológicamente la solución del Estado único. Pero todos consideramos que, en las circunstancias actuales, se convertirá en otro apartheid. No será un Estado democrático, porque el poder está en manos de la mayoría judía.
Y aun si no hubiera una mayoría numérica, seguiría siendo un problema. Asumamos hipotéticamente que mañana tenemos un solo Estado, dividido aproximadamente a la mitad (entre el Río Jordán y el Mediterráneo, con un número más o menos igual de judíos y palestinos). Entonces, ¿quién controla los recursos? ¿Quién controla las armas? ¿Quién controla todo? La comunidad judía. Y no estoy hablando de individuos: es la comunidad judía.
Esa situación no llevará a ninguna forma de igualdad ni a un Estado democrático; llevará a otro régimen de apartheid. Digo que estas es «nuestra perspectiva», porque no soy yo quien debe decirles a los palestinos qué deben y qué no deben hacer. Esto es algo en lo que acordamos los palestinos y los judíos de mi partido.
Pensamos que, políticamente, la solución del Estado único pondrá en riesgo los intereses de los palestinos, dadas las circunstancias actuales. Pero, en el largo plazo, asumiendo que existan dos Estados y que se trate de algo consentido, nadie rechaza la posibilidad de reunirlos en un Estado federado común. No nos oponemos a nada de esto.
La mayoría de los comunistas de nuestra región —palestinos y judíos— apoyan la solución de los dos Estados desde mediados de los años 1940.
Comunistas judíos, no palestinos.
No, eso no es cierto. También los palestinos. Se desarrolló el debate entre los comunistas árabes Imil Habibi, Emile Touma, Tawfiq Tubi y otros.
Pero eso fue en 1948.
No, no, el debate comenzó un poco antes. Por supuesto, la posición obedecía en gran medida a los intereses de la Unión Soviética. Pero, en términos históricos, desde antes de 1948 la mayoría de los comunistas, no quiero decir todos, apoyan la solución de los dos Estados. Desde los años 1970, el Frente Democrático por la Liberación de Palestina apoya la solución del Estado único. El comunista jordano Nayef Hawatmeh me dijo: «Sí, siempre apoyamos la solución del Estado único y siempre lo haremos. Pero no rechazamos la posibilidad o la necesidad de una solución de dos Estados en la transición hacia una situación de Estado único».
Ahora bien, el Partido del Pueblo Palestino, comunista, dice: «Sí, todavía apoyamos la solución de los dos Estados, pero también contemplamos en el largo plazo la solución de un Estado único federado, luego de un período de dos Estados».
Entonces, de nuevo, para resumir: apoyamos la solución de los dos Estados, pero no rechazamos que en el futuro pueda desarrollarse un Estado único.
Una última pregunta: ¿qué cabe esperar luego de este impasse?
Debemos continuar la lucha. Como dije antes, debemos luchar por la liberación palestina y contra la ocupación, que se está volviendo cada vez más brutal. Y, por otro lado, debemos luchar por la igualdad al interior del Estado de Israel. Ese es el camino. No darnos nunca por vencidos, no rendirnos. No suelo citar a Churchill, pero…
Traducción: Valentín Huarte
Fuente: Jacobin lat, 30-05-2021 (https://jacobinlat.com/2021/05/30/ofer-cassif-lucha-contra-el-extremismo-israeli-desde-la-knesset/)
Foto de portada: Ofer Cassif en una manifestación en el barrio de Sheij Yarrah (Jerusalén Este) en 2022. / Wikimedia Commons